José Escobar: «Mario me inyectó vida»

Protagonista de una de las historias del gran ciclo “Doce casas” de la Televisión Pública, José Escobar da cuenta de su capacidad actoral para dar vida a un «Mario» de antología. No obstante, su sensibilidad artística se extiende a otras esferas como la iluminación, la fotografía o participando en múltiples proyectos que él mismo cuenta en un jugoso reportaje.  


-¿Cómo surge la posibilidad de hacer «Historia de Mercedes» en el ciclo «Doce Casas» de Santiago Loza?

-Un día, Santiago Loza, amigo talentoso si lo hay, me cuenta que le ofrecieron hacer un programa en televisión. Que estaba escribiendo los primeros capítulos y yo iba a hacer uno de los personajes. Su idea era cruzar grandes actrices de la tele, teatro y cine con actores nuevos del teatro independiente. Lo primero que le dije fue «no me cuentes con quien voy a hacer el capítulo, ni como es el personaje, hasta que no tenga el libro en la mano o te escuche decir ‘acción’. No me quiero ilusionar».

Hubo muchos proyectos que Santiago había pensando en hacer conmigo, pero la mayoría se iban cayendo en el camino, por eso no quería saberlo hasta que no fuera un hecho. «Doce Casas» estaba entre ellos y por suerte se pudo concretar. En diciembre del año pasado, recibí el guión. Justo estaba pasando las fiestas en la casa de mis padres, en un pueblo que se llama Energía, donde viví toda mi infancia. En mi niñez veía la actuación como algo lejano que solo le pasaba a los que vivían en la Capital. Pero en mi interior, algo se iluminaba, una fe se manifestaba cuando representaba a mi modo, arriba de una cantidad enorme de cajones de frutas del negocio de mi padre, un texto inventado o una canción junto a mi hermana. Solo estaba mi creación y mi sensibilidad para jugar en ese lugar.  Allá empecé a armar esos escenarios que hoy también armo de alguna forma.

Recuerdo que cuando leí el capítulo -como todo texto de Santiago- termine llorando a escondidas. Para mi, su sensibilidad es mágica. Su texto atraviesa y sacude en todas las formas. Estalla. Si uno no siente eso, no está capacitado para hacer su arte. Eso creo yo .


– ¿Cómo fue hacer a Mario, tu personaje en «Doce casas»?

– Una gran responsabilidad, como todo trabajo que me llega. No me gustan las medias tintas. Y Mario era un personaje complejo, con un enorme dolor. Encerrado. Triste. Con culpas y atravesado por su verdad. Un niño en el cuerpo de un adulto. Todo lo hace desde el amor. No tiene maldad. Es más, no conoce la maldad. Mario es amor, con una lucha interna, su homosexualidad, que era un tema tabú para esa época y más aún viviendo en pueblo. Aún hoy, lamentablemente en algunos lugares sigue siéndolo. Mario vive con una madre sola y posesiva, donde la relación entre ellos, es por momentos tan bella como terriblemente dolorosa.

Cuando me llega el guión y hablo con Santiago, le pregunte «¿Te parece que busque a alguien y haga un entrenamiento intensivo, o que alguien me couchee?». Me dijo, con su tonada todavía cordobesa, «No. Quiero que vos pongas ahí tu alma. Yo sé como trabajas, solo necesito que estés presente, con la verdad de ese personaje».

Un mes y medio antes, la llame a una amiga, Ani, que no tiene nada que ver con el teatro. Le dije «tres veces por semana estudiamos el texto, pero solo para saberlo». Y así fue, tres veces a la semana con el calor insoportable del verano, pasábamos todas las escenas del libro. Luego llegaba a mi casa y seguía estudiando hasta que la madrugada me encontraba despierto, buscando detalles al personaje. Mi gran maestro Agustín Alezzo me enseño a trabajar así, desde los detalles. Este proyecto me dio la gran oportunidad de trabajar con una gran actriz como Rita Cortese, a quién admiro. También a María Inés Sancerni y a Patricio Aramburu. A ellos ya los conocía pero nunca habíamos trabajado juntos. Siempre que los veía actuar, después les decía que esperaba tener la suerte, algún día, de «hacer algo juntos». Ellos son grandes, enormes y la vida me dio esa oportunidad. Los cuatro nos llevamos muy bien. Somos intensos en el trabajo. Hoy siento que Mario me inyecto vida.


– Trabajaste mucho con Santiago Loza. ¿Cambió la forma de trabajar entre ustedes en la tele, en relación a cómo trabajan en teatro? ¿Te sentiste cómodo en tele?

– Vengo trabajando con Santiago desde hace varios años. Hice el arte en dos de sus películas, «Rosa Patria» y «La invención de la carne» y actúe en una obra de teatro que escribió junto a Lisandro Rodríguez, “Sencilla”, donde hacía de Mucama. Con ese personaje gané el premio Trinidad Guevara en Revelación Masculina 2009. También compartíamos un espacio, Elefante Club de teatro. Hace mucho que venimos trabajando y nos conocemos mucho. Tengo la confianza para decirle lo que sea asi como muchas veces le pido consejos en lo que hago. Compartir este momento de Santiago en la televisión fue maravilloso. Me gusta que la gente que admiro, crezca y sea reconocida en este medio.

Al principio entender el código de la televisión, costó. Se trabaja distinto. Rápido. Y mis tiempos son siempre lentos y profundos. Me dio vértigo y miedo el primer día. Por suerte, no se noto (Risas).

Santiago junto a Ariel Gurevich escribieron un personaje central de la historia y era mucha responsabilidad la que sentía. No se ensayó nada. Tuvimos una lectura previa donde todos nos vimos por primera vez. Leímos algunas escenas del libro y a la semana siguiente ya estábamos en el set grabando. Pasábamos textos en camarines y después era acción, haciendo las escenas sin repetir. Santiago y Eduardo Crespo, los directores del programa confiaron en mí y en todos los elencos, porque corríamos el riesgo de que quedaran cosas horribles -debo decirlo- y más en una sola toma, pero creyeron desde el principio en nosotros. Eran escenas de siete hojas que no se cortaban, cuando un guion común de televisión tiene dos o tres hojas, según nos dijeron.

Se agradece que los textos sean intensos, con una enorme riqueza poética, era necesario decirlos con verdad.

Me gusta que los amigos confíen en mí, en mi trabajo de actor. No muchos se juegan a que los actores independientes, desconocidos, ocupen un lugar en la tele. Era muy difícil y no podía fallarle.


 – ¿Tenías relación con la religión? ¿Sirvió la misma para darle vida a Mario?

– Vengo de una familia católica. Me bautizaron, tomé la comunión y me confirmé. Solo lo hice por niño bueno. Hoy no sé si lo haría. Tampoco éramos practicantes y no íbamos los domingos a misa. Pero siempre estuvo presente lo religioso en mi niñez. Es más, a veces ando con un rosario, regalo de mi madre. 
En momentos de angustia y dolor, suelo rezar a alguien. No sé a quién o a veces si sé a quién. Me da protección. Es lindo ese ritual íntimo con uno mismo. Es más, estando en Energía en el verano junto a mis padres, ya con el guión de Doce Casas, tuvimos la desgracia, de que entraron ladrones con armas. Nos ataron y golpearon a mi padre. En ese momento de tanta violencia, recé -no sé a quién- pero cerré  los ojos fuerte, y pedí que no lo golpearan más. Que todo termine rápido y pueda hacer el capítulo ya que necesitaba hacerlo. Es en esos momentos cuando aparece la fe en mi.

Mario viene de una madre católica y creyente. Tiene una gran culpa y un fuerte mandato. Busqué en mi infancia. Me sirvió recordar anécdotas de amigos con madres creyentes y fuerte devoción por el catolicismo. Escucharlas decir barbaridades y después hablar en nombre de Dios.

Mario tiene una fe y una creencia propia, como toda la gente que ama de verdad. José también tiene fe.


– La historia que protagonizaste toca temas como la culpa y la crianza, que son tocados con mucha altura y desarrollo….

-Siempre sentimos culpa por algo o por alguien. Quizás sea porque venimos de una crianza católica. Vivimos arrojados a la culpa permanentemente. El ser padre también es difícil. Creo que al capítulo lo tendrían que ver muchas madres, padres e hijos. A través de la mirada sutil de los autores, además de hablar de la homosexualidad, se habla del amor. De ese amor, que muchas veces nos salva. Por suerte estamos viviendo muchos avances, pero también quedan rezagos, lamentablemente.

Desde que decidí trabajar como actor siento la necesidad de ser un instrumento, un espejo en todo lo que cuento y elijo hacer. Este personaje fue un desafío. El no caer en lo burdo, los estereotipos, ni en lo fácil. Somos monstruosos los seres humanos, la mayoría de las veces, con nuestros vínculos más cercanos, nuestros afectos.

Recuerdo una escena puntual del segundo capítulo, la escena de las diapositivas. Era muy compleja técnica y actoralmente. Mario descubría a su madre mirando las diapositivas y ahí estaba él de niño (después en post producción aparecen las imágenes, son mías de mi infancia). La madre les decía cosas terribles, le trabajaba la culpa. Pero a la vez eran de una verdad, de una madre sola que había criado a su hijo como había podido. Recuerdo que con Rita no parábamos de llorar. Había una angustia contenida de lo que no se podía decir de verdad. Cuando terminó la escena, Rita me dice «Nene como lloras». Le respondí, «vos tampoco te quedas atrás», y nos reíamos agarrados de la mano, como dos niños indefensos. Era el final de un día de jornada largo, contento porque en el set, durante esa escena todo se paralizó. Un intenso silencio habito el lugar. Algunos hasta lagrimeaban. Pero también me fui a mi casa con una angustia muy fea. Dormí mal. Estuve triste, soñé cosas feas. Cuando al otro día me encuentro con Rita y  le cuento, me dice que tampoco había podido dormir, que quedó «angustiada». Ahí los dos nos dimos cuenta que había algo de ese vínculo que también lo habíamos vivido en nuestras vidas. Todos pasamos por esos momentos, por ese dolor. A todos nos inunda el dolor más de una vez.


– ¿Te sorprendió la repercusión que tuvo?

– La repercusión fue por parte del público y los colegas. Creo que las críticas verdaderas van a aparecer más tarde cuando vean que significó este producto nacional para la televisión de hoy.  Lo maravilloso es que en las redes sociales aparezcan textos de los capítulos. Eso es bellísimo.

No hice mucha tele pero ni bien salió nuestra historia -la segunda del ciclo-, empezaron a llegarme mensajes hermosos por el trabajo de todos. En la calle, alguna se animaba y me decía «Mario volvé!». Es hermoso que te registren con el nombre del personaje. ¡Y solo fueron cuatro días de estar en el aire!

Una noche, salí de trabajar de una puesta. Iba caminando mientras lloviznaba. Me suena el celular y una gran actriz, que admiré siempre, Carolina Fal, me escribió algo hermoso sobre mi trabajo. Para mí eso era un montón.

En el interior muchos están siguiendo el programa. Acá también se van sumando. Habrá gente que le gusta y otras que no. Por suerte…sino sería todo un embole (risas). O mejor dicho hay gente que prefiere obviar determinados temas como los que toca «Doce casas».

Hace unos días un actor, me dijo, «esta bueno el programa pero se nota el texto». A la vez una periodista de mucha trayectoria me decía es increíble ese programa, su texto es bello. Como esta filmado. Que ver eso hoy en la televisión «se agradece».

El texto es lo más maravilloso de «Doce Casas». Por fin volvemos a la palabra entre tanto mensaje de texto abreviado y ligero.

Creo que a medida que pasan las historias, más se habla. Soy fanático de «Doce Casas». Quiero la colección en DVD. Cada capítulo es un aprendizaje. Hay actores y actrices enormes, en el programa. Dan clases de actuación y me emociona verlas. Recuerdo de niño mirar en la tele blanco y negro de mi casa, cuando se podía -no existía el cable en el campo como ahora-, «Atreverse» o «Situación límite». Eran ficciones donde los actores brillaban y acá pasa lo mismo. Estar con todas estas figuras en un mismo producto es un milagro.


 – En teatro actuaste, fuiste asistente de dirección, vestuarista, escenógrafo y metiste luces. ¿De dónde viene esa multiplicidad de funciones -que no es muy común en todos los actores-?

– En estos tiempos es común ser una especie de hombre orquesta, aunque a veces lo crítico.  En mi caso se dio porque estudié en una escuela de arte en Mar del Plata. Cuando me vine a Buenos Aires a estudiar teatro y estaba en el estudio de Alezzo, un domingo me llama Agustín y me pregunta «¿Se anima a hacer la técnica de luces de dos obras?». Fui y estuvo bueno. Así se fue dando todo. Después trabajé como asistente en «Nunca estuviste tan adorable» de Javier Daulte. Ahí conozco a Alicia Leloutre que era la escenógrafa. Cuando terminó la temporada me ofreció trabajar con ella como su asistente y seguimos al día de hoy. Ella es mi amiga.

También está la realidad y hay que vivir.  A veces peleo conmigo porque hacer otras disciplinas interrumpe el camino de mi actor, pero todo es aprendizaje. Hace unos meses, cuando el programa estaba en el aire, estaba trabajando con Alicia en la puesta de «¿Estas ahí?» de Dualte. Una de las chicas que trabajaba en la realización de la escenografía veía con su hija el programa.  Un día viene y me cuenta que su hija no podía entender como yo estaba trabajando en el teatro con su madre, armando cosas de utilería y pintando, si estaba en la tele siendo tan groso. Sin palabras.


– Si te pregunto por «Hipnosis, enredaderas, desastres»…

– Fue un hermoso trabajo. Intenso, agotador y placentero. «Hipnosis» fue un proyecto que nació de los manuales del Rojas. Nacho Ciatti, dramaturgo y director, para mí muy talentoso, me convoca para hacer esa obra. Había visto mi trabajo en «Sencilla». Nacho confiaba en mi trabajo y cuando me cuenta del proyecto, le dije que si. En lo personal, venía de una ruptura de pareja. Como la obra contaba de un hombre que se separaba, tenía mucho material para dar. (Risas)

La obra requería muchísimo desgaste emocional y físico. Primero la hicimos en la sala Cancha del Rojas. Corríamos, saltábamos, Jugábamos al Rugby, lloraba, y por último actuaba. Después se hizo una temporada corta en el Portón de Sánchez. La verdad que yo la recuerdo con mucho amor. Porque de verdad aprendí muchísimo. Para mi cada proyecto donde me embarco, lo elijo porque me va a dar herramientas para lo próximo que venga. Más con los compañeros actores que me han tocado siempre. Es maravillosa esta profesión. Agradezco que siempre trabajé con colegas generosos y aprendí muchos de ellos. Además Nacho Ciatti me vistió de amarillo, que para  el teatro era un gran desafío, ¿No te parece?


– ¿Qué te llevó a unirte a ese combo mágico y excelente llamado «Compañía de Funciones Patrióticas»?

– La verdad, siempre me sentí un invitado en la Compañía. Cuando puedo me sumo a sus representaciones. Estuvimos todos los viernes de Mayo en el Elefante Club de Teatro con la nueva obra llamada «Pirucho». También llegue ahí por amigos que conforman dicha Compañía.  Me divierte; me saca de ese actor serio que a veces tengo y me cueste salir de ese rotulo. Martín Seijo, el director, tiene una mirada muy particular. Hacer un poco de historia, también me enseña a mí.


– Contame sobre un poco sobre el «Elefante Club de Teatro»

-El querido Elefante club de teatro es un lugar que armamos después de ser los eternos estudiantes de teatro. Un lugar cálido para compartir, construir, invitar, equivocarnos, mostrar lo que nos gustaba hacer, producir teatro.

Lo armamos junto a Lisandro Rodríguez, el mentor de todo, Mariano Villamarín y Verónica Díaz. Después se sumaronSantiago Loza y Natalia Fernández Acquier. Estuve desde los comienzos, cuando nació en Rocamora, después paso a Soler y ahora en Guardia Vieja.  Es un espacio que me dio la libertad de confiar en mí, como persona y como actor. Ahí conocí y me reconocí. Me descubrí de alguna forma. Crecí. Madure e inmaduré y volví a madurar. Es un espacio de reflexión y de arte; de hacer lo que teníamos ganas. Eso si, trabajando mucho.

El año pasado decidí irme del Elefante para empezar a construir mi carrera de actor. Igual sigo dando mis clases de Teatro para niños junto a Adriana Ferrer. Los niños me enseñan a actuar y soñar todo el tiempo. 

Los sábados concurro a las funciones de «La Mujer Puerca» donde hice la escenografía y vestuario. Ver a Valeria Lois en todas las funciones para mí es un regalo de la actuación.

Uno siempre tiene que elegir. Cuando termine la primaria en Energía con once años, una mañana, con el calor del enero costero, me levante llorando y angustiado. Les dije a mis padres que no quería ir a estudiar pero igual tenía que hacer la secundaria a Necochea. Desde ese momento tomo decisiones para construir mi vida. Perdí el vinculo en el día a día con mis padres, con mi familia, pero sabia que había que empezar a despegar, para hoy estar acá.


– Si José Escobar no era actor, ¿qué hubiese sido?

– ¿Soy actor? (risas) Sería un fotógrafo. Retrataría el paso del tiempo de las cosas. Puedo estar horas observando y fotografiando. Si no sería un hombre rancio y aburrido.


– Con tu experiencia en teatro, ¿hay posibilidades de ver en un futuro cercano (o quizás lejano) a un José Escobar «dramaturgo» o «director»?

– No descarto nada. Creo que en la vida hay que intentar hacer todo. Salga mal o bien. Pero vivimos en una sociedad donde las exigencias son tan estrictas que si no funciona se transforma enseguida en un fracaso personal. Eso te aniquila. 

Con la dramaturgia siempre aparecen ideas. Las anoto en algún cuaderno que circula por mis cajones pero necesito más. El amor es un tema que me aparece todo el tiempo. Cuando el amor se termina y dos personas después de haber vivido juntas se transforman en dos desconocidas. Haría ficción con eso.

Como director sería insoportable. ¡Pobres mis actores! Soy muy obsesivo con mi trabajo.  Para mí las palabras en el teatro son muy importantes. Respeto siempre lo que escribe un autor y dirigir es muy difícil. Los actores también somos complicados.

No hay muchos directores que dirijan de verdad. Con esto que te digo, me entierro. Me despido de mi corta carrera. (Risas)  De verdad lo digo. Veo mucho teatro y me enoja que los directores siempre convoquen a los actores por la imagen que tienen o porque les sale ese personaje de taquito. No llaman para componer. ¿Estoy equivocado o hay mucha vagancia en la construcción de los personajes? A veces pienso que es comodidad. Cada vez que voy a ver teatro y veo a algún actor no repitiéndose, digo «Vamos! Se puede, hay alguien que confía en el trabajo del actor».  Hace poco en las redes sociales pregunté «¿Qué es eso de actuación neutra o lavada?. Yo soy actor para actuar». Me llamó la atención la cantidad de comentarios que se hacían sobre esto, tanto de actores como de actrices. Quiere decir que no es un problema de los actores.


– ¿Cuales son tus próximos proyectos?

– Después de la respuesta anterior, creo que no tendré más proyectos. ¡Me vuelvo a vivir al campo! (Risas).
Ahora estamos ensayado una obra de Santiago Loza que se llama «Un Gesto Común», con dirección de Maruja Bustamante. Actúan Diego Benedetto, Iride Mockert y yo. Tenemos fecha de estreno a principio de agosto. Cruzo los dedos, porque hace mucho que venimos con este proyecto y sería una lástima que no se haga. Es un texto intenso, hermoso y muy difícil. Tenía muchas ganas de trabajar con Maruja. Es una gran directora.

También esperando que me lleguen propuestas, como siempre. Me gustaría hacer cine. Filmar con Lucrecia Martel es un gran deseo. En teatro quiero hacer algún clásico de Shakespeare. ¡No soy caro, directores! (risas)


 – Si por la puerta del Canal 7 entraba el José Escobar que estaba a punto de estrenar

su primera obra de teatro, qué le dirías?

-No renuncies nunca a tu pasión. Camina. Aunque sea el camino más largo. A algún lugar siempre se llega. Más cuando la vocación se siente como la fe.

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