Ojos asi
Una periodista caminaba por San Telmo y quiso la providencia que la viese a ella, en la barra de un bar. Lo que uno siempre deseó –¿para que vamos a negarnos ante semejante evidencia?-, lo logró esta colega que, rápida de ideas y reflejos, sacó la foto. En la misma, se ve a una joven, de cabello castaño, recogido, con una camisa blanca, pollera floreada y lentes oscuros.
Si, si. Era la mismísima Audrey Tautou, en el bar El Federal que, ante la inclemencia del calor porteño, cubría esos dos soles marrones con un par de lentes. Qué paradójico que, justo en esa foto, no salgan esas dos virtudes con las que encendió cada participación suya en el cine.
Más allá de ser una muy buena actriz, el carisma de Audrey se cimentó con la mundialmente famosa “Amelie”, en la que daba vida a Amelie Poulain, esa entrañable y romántica joven de gran corazón, que se derretía como el agua ante las adversidades que le podía llegar a tocar. Romántica pero no naif ni melosa, la película fue un bálsamo para los corazones endurecidos de la vida moderna y colocó a esta francesa nacida en Beaumont, en el centro del universo cinematográfico.
Consultada una vez sobre que la gente la recuerda como Mathilda, su personaje en “El perfecto asesino”, Natalie Portman frunció un poco el ceño y dijo que estaba bien pero que mucho no le agradaba. “Que te recuerden con un momento determinado es como que se congela la vida de esa persona, cuando realizó muchas más cosas”, dijo la diminuta y bella ganadora del Oscar. En el caso de Audrey Tautou, podría decirse lo mismo. Todos la vamos a recordar como Amelie, y nos volveremos a enamorar de esa joven por enésima vez, cada vez que veamos la película –un poco lo que pasa con Julie Delpy y su Celine, de “Antes del Atardecer” y “Antes del Amanecer”-.
Pero Audrey, no te preocupes. Tu talento no está en discusión. Hasta se te perdonará el haber protagonizado “El código Da Vinci” junto a Tom Hanks, uno de los actores más sobrevalorados de la Historia –se que me van a tirar a matar por esto pero bueno….-. Recordaremos algunas películas como “Dios es grande y yo soy pequeña”, donde quiere acercarse a un costado religioso, más cercano al judaísmo del cual proviene su novio aunque este sea agnóstico o su brevísima aparición en “Piso compartido”, una buena metáfora de la Europa de principios del siglo XXI, enmarcada en un hostel de Barcelona. Otra película para rememorar será “Largo domingo de noviazgo”, un dramón en el que ella es una joven con una malformación en una pierna –es renga- y espera a su novio de la infancia, luego de haber sido convocado para el frente, en la Primera Guerra Mundial. Esta película cuenta con la participación de Jodie Foster y una joven que, a la larga, brillará por mérito propio, otro bombón francés llamado Marion Cotillard.
Pero siempre, en todas las películas, reportajes y fotografías, son esos ojos los que cautivan y atrapan desde un candor y una dulzura capáz de mover montañas. Tienen esa belleza que no pasa nunca de moda, original y personal que no necesita de operaciones para destacarse. El marco puede ser el largo del cabello que, generalmente, no pasa más allá de los hombros.
Con todas estas características, junto con su figura diminuta, Audrey Tautou fue ganándose un lugar entre las bellezas reales, que no necesitan de lolas o culos descomunales y operados para tocar el corazón de los hombres sensibles de este planeta. De una vida privada muy reservada y apareciendo solo cuando amerita la ocasión pero sin aires de divismo, la sempiterna Amelie está de visita en La Reina del Plata. ¿El motivo? Algunos especularon con la búsqueda desenfrenada de un periodista y bloguero de la zona de Floresta pero esta versión fue desestimada porque ella vino con su novio. Otro motivo, de mayor peso, afirma que estaría cerrando algunas cuestiones para ponerse a filmar a las órdenes de un director argentino que, hace rato, no cuenta con el éxito de su lado.
Sea cual fuese el motivo, el sol de Buenos Aires no deberá ponerse celoso si algunos rayos son irradiados desde la belleza de los ojos de Audrey Tautou.