Aguafuertes porteñas: Marcha contra la Ley de Reforma Previsional

En Buenos Aires pasan cosas. A veces uno se entera por circunstancias relacionadas a su actividad o simplemente porque la casualidad metió la cola. De esta manera y con esta impronta, se relatarán historias y hechos varios dignos de mención.


A veces, es difícil iniciar una crónica con todo lo que ha ocurrido (y se ha visto). Esto incluye el haber sido ser parte de una movilización que manifestaba su descontento a la reforma previsional que baja la jubilación, impulsada por Cambiemos, en la Cámara de Diputados. Haciendo gala del respeto a las instituciones y leyes democráticas, el gobierno de Mauricio Macri, a través de su ministra de Defensa, la inefable Patricia Bullrich, salió a reprimir a los manifestantes en la zona de Congreso y alrededores.

Hete aquí un error con respecto a la terminología usada. No solo fue «reprimir» sino «cazar» (literalmente hablando) a diversos transeúntes que habían ido a manifestarse…o no. Tal como había sucedido en las últimas marchas, con las fuerzas de seguridad atrapando gente, a la que muele a golpes y se la lleva detenida. 


En esta ocasión, fui con mi cámara, grabador y celular a cubrir lo que iba a ocurrir. Tengo la costumbre de mirar a los integrantes del colectivo denominado pueblo en sus reacciones o la ausencia de las mismas. Tomé el subte A y mientras se desarrollaba el viaje a destino, la gente parecía vivir en su propio limbo. Una chica sentada a mi diestra y un muchacho que estaban parados, recibían mensajes sobre lo que estaba pasando. Los escuchaban pero no decían nada. Estaban ensimismados. Les busqué la mirada y no encontré nada. A todo esto, tenía amigos/as colegas  que estaban en camino o dentro de la “zona de exclusión” decretada por Gendarmería, contándome todo. Para mi sorpresa, el subte se detuvo en Congreso y algunos pasajeros bajaron. Aparecieron algunos policías para decir que la estación estaba cerrada. “Suban y sigan” al tiempo que le piden al maquinista que retrase unos segundos la partida. Llegamos a la estación Saenz Peña. Salgo y veo columnas de algunos sindicatos dirigiéndose hacia un Congreso cuya silueta se veía desdibujada por los gases que, de a poco, llegan a donde estábamos.


En la esquina de Suipacha y Av de Mayo, un helicóptero estaba detenido en el medio del aire, verificando que todo este “en orden”. Recorro Av de Mayo y me meto entre las columnas. Veo a la Tupac Amarú, el Frente Peronista Descamisados y llego hasta la de SipreBa, donde me encuentro con mi amiga y colega Laura Ferré. La saludo y sigo camino. Muy complicado llegar hasta Congreso. El aire absolutamente contaminado de gas pimienta. Los ojos arden y también se llora de bronca e indignación.  

Vuelvo sobre mis pasos e ingreso a un bar, punto de encuentro con unos amigos/colegas. Allí, apenas sale Marcos Peña para justificar lo injustificable, los parroquianos empiezan con insultos y chiflidos, manifestando su descontento con este personaje siniestro. Uno de los tantos, pertenecientes al “peor equipo de los últimos 50 años”. Esa reacción –admito-, me causa sorpresa y alegría. Sinceramente, no la esperaba. Más aún con el triunfo de Cambiemos en las pasadas elecciones que, en consulta constante con diversas personas, me hacía acordar lo ocurrido con CSM. Nadie lo votó pero las elecciones las ganaba tranquilo.


Las imágenes de Crónica son elocuentes. Sus zócalos, imperdibles y precisos. “Barricada en vivo”, “Presentes: 109, Ausentes: 148, Gendarmería: 900”, “Donde lees ‘forcejeos’, debe decir Represión”, quedarán en el inconsciente colectivo en la forma en que se informó con mucho de sarcasmo e ironía.

La Gendarmería está en la calle, desbocada, desatada. Pareciera que a los gendarmes sacan su sadismo afuera para llevar adelante su tarea con mayor precisión, para el beneplácito de sus amos. Estos mismos gendarmes que, en su miserable vida, van a disfrutar de las comodidades que tienen aquellos a los que responden y de los que reciben migajas…como mucho. Basta con ver algunas fotos de estos “obedientes cumplidores de órdenes” con que saña repartían leña a troche y moche. Balas de goma para todos y todas quienes osasen “desacatar” lo dicho por las autoridades. El diputado Matias Rodríguez fue golpeado en la cabeza provocándole el consabido desmayo. En una foto que trascenderá el día de ayer, la diputada Mayra Mendoza recibió una buena dosis de gas pimienta en la cara. Será Myriam Bregman quien la asista en un local, tratando de paliar los efectos de la cobarde agresión. El diputado Pietragalla sufrió una dosis similar a la de Mayra Mendoza en la esquina de Bartolomé Mitre y Callao cuando salió en defensa de un chico que había sido detenido.

Hubo periodistas heridos. El fotógrafo Pablo Piovano, ex trabajador del diario Página/12, recibió diez balazos de goma en la esquina de Rivadavia y Montevideo mientras que desconocidos atacaron el móvil de Crónica. Periodistas de AnRed y C5N también fueron agredidos.


A todo esto, con la impunidad y la frialdad que lo caracteriza, Marcos Peña acusaba de “violentos” a los manifestantes. Parece que, en su Macrix paralela, no se percató que era la Gendarmería la responsable de toda esta represión, ordenada por Patricia Bullrich, con la anuencia de Mauricio Macri.

Mal que le pese al presidente Mau, los ciudadanos tienen derecho a manifestarse. Más aún, por situaciones como esta, en la que se vulnera los haberes a percibir por los jubilados. El presidente Mauricio Macri, con su conciencia de empresario, no sabe que, en la sociedad se maneja por consensos y si hay gente que no le gusta lo que piensa su eminencia, se la tiene que bancar. Eso es democracia. Sos presidente y no gerente, aunque te morís de ganas de poner al sillón de Rivadavia como si fuera un mueble de tu oficina de CEO. Como no entendes de consenso, amenazas a los bloques que votaban en contra y a la gente. Palo y a la bolsa. Esa misma gente que te votó, creyendo todas las medidas que prometiste y nunca cumpliste.

Tampoco debemos dejar de recordar que Cambiemos -que se vanagloria de mear agua bendita por la cruzada contra todos los males del mundo-, quiso votar la ley con la presencia de dos de los denominados “diputruchos”. ¿Cómo puede ser que, los paladines de la justicia, deban apelar a estas triquiñuelas para obtener quórum y asi, sacar la ley? Quien si se presta a esta a estas maniobras es Martín Lousteau, quien tiene una forma muy particular de ser opositor. Critica al gobierno con declaraciones “pour la galerie”, borrando todo lo dicho con el codo para estrechar la mano derecha del ingeniero de Balcarce 50. Otro que brindó quorum fue el diputado de la campera amarilla, Alfredo Olmedo. Un tipo que, no solo atrasa años sino que tiene todas las características que uno detesta: racista, misógino y machista.


Volvimos a transitar Av de Mayo y allí nos encontramos con otro colega periodista con quien, cámara en mano, enfilamos directo hacia el Congreso. Sacamos varias fotos. Algunas figuran en esta crónica y otras irán directamente al Cara-libro. El ambiente era desolador. Humo y restos de contenedores incendiados decoraban la avenida. Las paredes expresaban su enojo con varios “Fuera Macri”. Algún que otro curioso se sacaba una foto como souvenir. Casi llegando a la esquina de Callao y Rivadavia, a la altura de la pizzería Napoles, nos topamos con un señor que estaba recogiendo casquillos y demás elementos utilizados por la Gendarmeria para obtener consenso a través del diálogo. Incluían bombas de humo y demás objetos para dispersar a la multitud.

Nos acercamos a la valla que separaba a los efectivos encargados de mantener el orden (irónicamente hablando). Sacamos varias instantáneas de los mismos. Todavía sigo reflexionando sobre el efecto que me causó esos rostros, pertrechados como si fueran a una guerra. Parafraseando a Arturo Jauretche, eran el fiel reflejo del “perro que defiende la casa pero duerme afuera”.

Había pocas personas allí. Jovenes mezclados con algunos adultos mayores. Nos despedimos con el colega periodista y  cuando llegábamos a la esquina del Teatro Liceo, escuchamos nuevas detonaciones. Ingresamos a la estación Saenz Peña y el subte nos depositó en la estación San Pedrito. De ahí, a caminar a nuestro bar amigo para reflexionar sobre lo vivido.


En mi viaje en subte, parecía que los pasajeros viviesen en un limbo. Ya no era la no- preocupación sobre lo ocurrido sino que estaban ensimismados en sus propios pensamientos. Ojos sin expresión, atomizados a sus propias culpas sin darse cuenta del error enorme que cometieron a apoyar a este innombrable de presidente. No hablaban. Estaban callados. ¿Se habrán dado cuenta? ¿En ese caso, harán algo al respecto? Una muy buena pregunta que mi pesimismo me impide responder. Quiero creer pero no puedo.


Parece que algo se resquebrajó en el discurso del gobierno de Mauricio Macri. Venía con la prepotencia de quien había ganado las elecciones con claridad y una población que aprobaba su gestión con una buena mayoría. En CABA, uno de cada dos votantes, optó por Elisa Carrió, una política encargada de destrozar todo proyecto que encabeza, amparándose en el misticismo, la fábula y una capacidad increíble para encandilar con sus delirios a la población.


El lunes intentarían hacer pasar la ley en la Cámara de Diputados. Veremos que ocurre. Pero más allá de eso, hay que volver a salir a la calle a manifestarse tanto como para llamar a la reflexión a aquellos que, con su voto, avalaron esta política. Esto lo decimos, más que nada, porque es incomprensible como una persona de clase media o baja, pueda ser tan ciega de acompañar a un proyecto que no lo tiene en cuenta en absoluto.


Recordamos al gran Bertolt Brecht cuando sostenía que “El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.

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