Disco: “Son y se hacen” de Las Taradas


Desde el Caleidoscopio, hemos hablado bastante de Las Taradas, destacando sus presentaciones que son una verdadera fiesta. Ahora, con el disco debut bajo el brazo, surgía la pregunta si podrían mantener el nivel del vivo. Lo bueno es que no es cuestión de mantener sino de abrir diferentes sensaciones. Con “Son y se hacen”, título que da nombre al mencionado álbum, mantienen la calidad de siempre pero le brindan ese toque de limpieza y claridad que brinda un estudio de grabación sin perder la gracia y la impronta que las caracteriza.


Esta “orquestina de señoritas” retoma un repertorio de vieja data, con algunas canciones que forman parte de cierto inconsciente colectivo (“Ah! Asi se llamaba! La tenía pero no me acordaba el nombre!»).
De esta manera se pasará del rock por el merengue, el cha-cha-chá, el son cubano, la cumbia colombiana y también el blues, el swing o el rockabilly. La versatilidad de los arreglos y el buen gusto de los mismos como la elección de las canciones, permite que el disco sea un patchwork de diversos estilos donde todo se amalgama con naturalidad, sin que nada sea forzado. Lejos de la ortodoxia del “deber ser”, las Taradas abren puertas desde la primera mirada que se le echa al disco.

El arte de tapa es por demás interesante, que retoma lo que sería una novela y su cuestión romántica de amor-hombre-mujer. El libro interno describe a cada una de las intérpretes y sus respectivos nombres artísticos. Una especie de “alter ego” con vida propia que se apodera de ellas apenas suben al escenario. La historia de cada “tarada” se encuentra en cada una de las páginas del libro interno.
Las señoritas en cuestión son Carla Branchini como Cheetarah Rodríguez, en clarinete, percusión y voz, Nati Gavazzo como La tía Nilda López do Pandeiro en percusión y voz, Paula Maffia como Doña Luisa Malatesta en voz, acordeón y ukelele, Lu Martínez como Encarnación de los Males en contrabajo y voz; Lucy Patané como Lucía de Paco en guitarra y voz, Mel Muñiz como Maricarmen Montenegro en voz, kazoo, ukelele y trompeta y Rosario Baeza como Exaltación de la Cruz en violín y voz.

El buen gusto en el repertorio permitirá que se pase de un tema de Leiber & Stoller como “You’re the boss” a un clásico de María Elena Walsh como “El show del perro salchicha” sin que suene extraño o forzoso. La variación en el idioma es destacable ya que los arreglos son en la música y no tanto en la lengua ya que este tipo de traducciones no conducen a buen puerto. Así se puede apreciar el francés de “Coucou”, el inglés en “Bei mir Bistu Shein”, el italiano de “Guaglione” –que se mezcla con maestría con una famosa cumbia en su parte final-.




El humor forma parte del disco el cual exuda buena vibra y una atmósfera de alegría que no quita la seriedad –bien entendida- en la interpretación de las canciones. Tal es el caso de “Cartas a Ufemia”, “La Parranda”, “Santa Marta” o “El otorrinolaringólogo”, ideales para bailar y cantar al tiempo que “La noche de mi amor” o “Coucou” bajan el ritmo para acompañar con la cabeza y dejarse llevar por las interpretaciones limpias y pulidas.



Por otra parte, el repertorio también abre la puerta a los más curiosos a transitar caminos muy poco transitados por el establishment rockero que se mira el ombligo, sin abrirse a nuevas búsquedas o redescubrir artistas no tan conocidos y con una importante historia encima. Aquí no hay nostalgia ni tributo sino el tomar una canción y hacerla con la impronta propia de la banda, otorgándole su sello personal. Sutil pero importante diferencia con tanta banda tributo pululando por ahí.

Las Taradas sacaron un disco debut de primer nivel. Un grupo de chicas que no tiene un pelo de tontas al tiempo que combinan talento, humor así como un muy buen gusto para la selección e interpretación de canciones por demás disímiles.


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