De esta manera se presentan Laura y Adriana (Guadalupe Docampo y Diana Lamas respectivamente), dos hermanas que las une el amor y el espanto pero aún más, la enfermedad de Adri, que la tiene a mal traer. Laura es la hermana menor y tiene que hacerse cargo de situaciones que le disgustan pero que es “su deber”. Ese punto no fue muy tocado en la historia, que se concentró en el derrotero de Adriana en su enfermedad y su deseo de autoindulgencia reivindicativa de viajar a Ushuaia.
Como no podía ser de otra manera, un hombre aparece en la vida de ambas hermanas, encarnado en la presencia (y poca voz –ergo diálogos-) de Facundo Arana. La historia centrada en las dos hermanas se asienta en las buenas actuaciones de Docampo y Lamas, que dotan a sus criaturas de credibilidad y sentimiento, sin caer en dramones exacerbados por el dolor de un fin (o no) posible.
Paula Siero pone el lente en los pequeños detalles que se pueden aprehender y procesar a través de la comprensión –y, porque no, a través de la empatía e identificación-, facilitando el proceso mismo. El desarrollo del film es ameno, rápido y entretenido.