Bafici 2016 VI. Derechos humanos a la pantalla

Dos películas fuertes, con los derechos humanos como estandarte. Si las llegas a ver, no será nada extraño que se te caigan un par de lágrimas. ¿Las causas? Muchas. Irán desde la bronca al dolor, pasando por la injusticia. Cada una de las mencionadas, con momentos motivados por lo relatado. Todo en el marco de un mundo que, supuestamente, ha alcanzado un desarrollo tecnológico de excelencia pero que, aún hoy, pareciera que la emoción, la empatía, la solidaridad siguen escondidas.

Los dos documentales que aqui presentamos, son extremadamente necesarios. Plantean debates fuertes en medio de una coyuntura en la que la memoria y los derechos humanos sufren un fuerte ataque por parte de seres pérfidos y negacionistas que nunca faltan.

Between Fences

En busca de la Tierra Prometida

Dirección guión y edición: Edición: Avi Mograbi. Fotografía: Philippe Belleaiche. Dirección artistica: Chen Alon. Sonido: Dominique Vieillard. Producción: Camille Laemlé, Serge Lalou y  Avi Mograbi. Producción ejecutiva: Les Films D’ici, Avi Mograbi Films. Año: 2016. Formato: DM. Color. Duración: 84 minutos. País: Israel-Francia.

  
El arte para paliar los males de una vida. Esta podría ser una de las ideas de la última producción del reconocido cineasta israelí Avi Mograbi. En este caso, unirá fuerzas con el director de teatro Alon Chen para realizar un taller de teatro –y filmarlo- en el Centro de Detención de Holot para refugiados procedentes de Eritrea y Sudán. Pero esto sería –quizás- la punta del iceberg.

Con este documental, Mograbi muestra una de las mayores contradicciones de un Estado constituído a partir de la inmigración y que ahora cierra sus puertas a aquellos que van en busca de una Tierra Prometida que termina convirtiendo su viaje en una pesadilla. Al respecto, es menester afirmar que estos inmigrantes  no pueden regresar a sus países pero tampoco pueden quedarse en Israel. No tienen status de «exiliados políticos» por lo que, tal como lo relatan ellos mismos, están en Holot tras haber rebotado como pelotas de ping-pong entre Egipto e Israel porque no los querían recibir. Están en un campo de detención “abierto” en el cual deben quedarse pero no entrar al país. Deben dar el “presente” tres veces por día por lo que siempre se está al borde de infligir la ley israelí. En ese caso, pasarían a la cárcel sin escalas.

A través del “Teatro del Oprimido”,  Mograbi y Chen organizan una serie de talleres en la que los refugiados darán cuenta de las difíciles situaciones que les tocó vivir. Los ejercicios serán tan terapéuticos como catárticos para sobrellevar una especie de zugzwang (cualquier movimiento que hagan empeora la situación) político-social del que no parecen tener escapatoria. Los testimonios muestran que muchos han estado en Israel durante un tiempo importante ya que hablan hebreo sin inconvenientes. Ergo, viven en un estado que ha usufructuado su fuerza de trabajo pero no les brinda ningún marco legal en el cual establecerse –perdón si suena muy marxista la terminología pero no hay otra mejor para explicar la situación-. A todo esto, hay que sumarle el racismo que hay para con los africanos.

La pregunta acerca si el teatro sirve para cambiar la realidad de las personas –no digamos el mundo- da pie a una reflexión profunda que llega inclusive a cuestionar la esencia de un Estado construido por inmigrantes, los cuales han sufrido el horror del racismo y la discriminación en su máxima expresión. El actual Estado hubiese cerrado la frontera a los abuelos de quienes lo fundaron. Con un mix de complejos que van desde el de Masada hasta el de Esparta, Israel es una democracia importante en una región que tiene sus propias leyes. Una democracia que se comporta de la misma –“humanitaria”- manera que sus pares europeos.
De manera paralela, se muestra como es el devenir de los acontecimientos en tanto su marco legal en relación con la Corte israelí, si cierra el centro Holot o no.

Por otra parte, es fuerte el planteo a partir de los propios refugiados. Son seres que dejaron todo porque vivían en condiciones terribles en sus países con guerras fraticidas, la gran mayoría de ellas con el sello de Occidente. Escapan, huyen para tener una vida digna pero que no llegarán a tal fin. El que tendría que haber sido un destino venturoso se transforma en un calvario (“En Tel Aviv no quieren negros”, dice uno de los entrevistados). Su propia individualidad es reducida a la nada en la que, inclusive, la muerte es la salida más rápida a tanto sufrimiento. Aquí es donde el teatro aparece como paliativo ante lo ocurrido. Es necesario prestar mucha atención a los ejercicios y los resultados que resultan de los mismos.

El documental se relaciona en línea directa con “Vuelo especial” de Ferdinand Melgar que aborda la misma temática. Inmigrantes que están varados en un país que los desprecia, después de haberlos usado pero que tampoco pueden volver a sus orígenes. Al respecto, y conociendo al público argentino, no va a faltar el idiota que diga “los judíos tienen un país y ahora discriminan”. Vamos a explicarlo por enésima vez. Israel es un país soberano en el cual viven distintas religiones. Se puede ser israelí –nacionalidad- y ser musulmán o católico –religión-. Esto, de la misma manera que quien estas líneas escribe es argentino y judío –aunque no ejerzo, ¡je!-.
Siguiendo con esta línea, el film hace blanco en todo aquél progresista de discurso light  que dice luchar en contra del racismo –algunos/as de los/as cuales fue a Europa y se sintió discriminado/a por ser “sudaca”- pero que odia que su país se llene de “indeseables” a partir de su propio complejo de superioridad (¡Teléfono, Argentina!). Mucho Micky Vainilla pululando por ahí y que, inclusive, puede llegar a altas esferas de poder, con el beneplácito y complicidad de otros pares.

Con menos ironía y estridencia que en ocasiones anteriores pero con una destacable contundencia en su planteo, Avi Mograbi vuelve a poner la lupa en su propia sociedad para dar cuenta de las contradicciones que la atraviesan. Muchas de las cuales –parecen- no tener solución a corto plazo.


La Memoria de los Huesos

La exhaustiva búsqueda de justicia 

Año: 2016. Formato: DCP. Color.  Duración: 80 minutos. País: Argentina.Guión y dirección: Facundo Beraudi. Fotografía: Diego Delpino y Facundo Beraudi. Edición: Verónica Rossi. Dirección artística y producción ejecutiva: Victoria Nardone. Sonido: Martín Grignaschi. Música: Raúl Fernandez Miró. Producción: Facundo Beraudi y Victoria Nardone. Producción general: Roccomotion  Con: Patricia Bernardi, Rosaria Isabella Valenzi, Roxana Mejivar, Juan Nobile y David Toubes


En medio de una coyuntura donde los Derechos Humanos son bastardeados por pérfidos funcionarios y oscuros habitantes, militantes del ombliguismo y el “no te metas” más exacerbado, llega “La Memoria de los Huesos” que pone blanco sobre negro lo ocurrido en la última Dictadura pero a través de investigaciones in situ.

El documental tiene un doble seguimiento. Por una parte, sigue la investigación del equipo Argentino de Arqueología Forense y por otra, retrata la espera de aquellos que buscan a sus familiares desaparecidos en la Dictadura. Sus historias de vida van hasta el recuerdo de los pequeños hechos que compartieron con sus seres queridos que ya no están.
La relación entre la vida y la muerte, la búsqueda de justicia y la incertidumbre de aquello que se intuía pero no se terminaba de confirmar.

La cámara refleja con sutileza y humanidad varias búsquedas. Tal es el caso de Rosario Isabella Valenzi en relación a su hermana Silvia, su marido Carlos y su nieta Rosita, aun desaparecida o el de David Toubes en relación con su padre Héctor. Será ese lente de uso preciso que se meterá –literalmente hablando- en lugares tales como los cementerios de La Plata y Merlo o el Centro de Detención El Banco para llegar a la verdad. El retrato del trabajo pormenorizado y exhaustivo de los antropólogos para identificar los cadáveres enterrados de manera clandestina se constituirá en uno de los puntos fuertes del documental. Encontrar una calavera y ver un orificio en su costado izquierdo. No es fácil desenterrar la historia oculta del período más oscuro de nuestro país.
Pero el trabajo del equipo de antropólogos no solo se limita a Argentina. También viajaron a El Salvador donde emprendieron una tarea similar. Allí, será el deseo de Roxana Menjívar de reencontrarse con su mamá Rosa Amelia el que motorice la filmación. 

Las palabras son certeras. En el caso de los antropólogos, es la verdad revelada pero ojo, los datos fríos del descubrimiento no quitan la emoción de lo hallado. En cambio, los familiares relatan las historias pero sin caer en el golpe bajo. Al respecto, hay situaciones que ameritan tenerse en cuenta. La clasificación de los restos hallados, el intercambio entre los profesionales y la relación entre quienes buscan y deben poner paños fríos a sus expectativas dan otra visión de un trabajo largo y duro. En algunos casos, de casi cuarenta años.  Tal es el caso de Chicha Mariani –Abuelas de Plaza de Mayo-, que forma parte de los testimonios.
Será esa cámara la que captará situaciones fuertísimas que van más allá de la cuestión simbólica. El dibujo de una abuela abrazando el esqueleto de su hija, ambas con una sonrisa en los labios por el reencuentro. Es prácticamente imposible evitar que caigan lágrimas de emoción. Un momento fuerte, con el amor y el dolor reflejado en esa pintura.

De visión obligatoria a nivel moral y alta calidad cinematográfica, “La memoria de los huesos” cala hondo con un documental fuerte y humano sobre la búsqueda de justicia con respecto a las desapariciones forzadas de la dictadura argentina. 

Miércoles 20 de abril. Artemultiplex Belgrano 3. A las 20.50 hs.
Jueves 21 de abril. Artemultiplex Belgrano 3. A las 13.30 hs.



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