Próximo a cumplir quince años de existencia, El Tadrón Café y Teatro, se ha erigido como uno de los pilares de la cultura armenia en Argentina. Con un fuerte compromiso con la memoria y la búsqueda de justicia, en relación con el genocidio armenio, también abrió sus puertas todo tipo de expresión cultural de la capital. Herminia Jensezian, una de las fundadoras del Tadrón cuenta la vida de un centro representativo de la cultura en Buenos Aires.
|
Foto: Clara Muschetti |
La atmósfera del Tadrón es fantástica. Mesas, sillas, y un clima que solo allí se aprecia. Además, la cortesía y el buen clima que se vive asi como su café es incomparable. Café de por medio, hablamos con Herminia Jensezian, directora artística del Tadrón
– ¿Cómo es el festejo de estos quince años del Tadrón, Herminia?
– Lo festejamos como una señorita de quince, saliendo a la sociedad. Pero cuando digo festejar, prefiero decir que celebramos trabajando y haciendo teatro, que no es poca cosa. Es la síntesis de lo que uno es en la vida, celebrar haciendo. El festejo, me suena más a comida y copas, que también va a haber en algún momento pero no está como eje central de esta movida. Celebramos los quince años, en el comienzo de la temporada con “Volvió una noche”, de Eduardo Rovner, pieza con la que inauguramos la sala…
– La primera de todas….
– La primera vez que se hizo teatro fue con “Volvió una noche”. Esta sala no estaba preparada para teatro. Digamos de paso que esta casa, está cumpliendo ¡cien años!, ya que se construyó en 1912. Nosotros construimos la carcasa y la pared que divide. Esta casa se fundó como vivienda-negocio. Un tal señor Arias la encargó a un arquitecto para que la haga una panadería. Este señor, seguramente, jamás se imaginó que iba a terminar siendo un teatro y que a cambio de ese aroma de pan, iba a repiquetear el sonido de aplausos. En esa época, el teatro era el Colón, el Coliseo. Me imagino y juego mucho con esto sobre lo que diría el señor Arias de lo que se convirtió su casa.
– ¿Cómo fue, hace quince años, la creación del Tadrón?
– Con pasos muy tímidos, un conjunto de teatro que en, aquella época, tenía unos dieciocho o diecinueve años de trayectoria, que cambia su estudio de teatro por un techo propio. Un grupo de teatro, el George Sarkissian, que fundamos con mi marido y dijo tímidamente “nos mudamos aca y veamos como podemos hacer para que se convierta en una sala”. En aquella época, la sala era mucho más chica. Albergaba a cuarenta personas pero igual nos acomodábamos. Allí se estrenó “Volvió una noche” en idioma armenio –nuestro conjunto hacía obras en armenio con traducción simultánea al castellano, por medio de auriculares-. Era también una forma de abrirnos nosotros y no quedar en un ghetto. De hecho, antes ya habíamos traducido de “La Nona” al armenio. Este intercambio fue siempre nuestra debilidad y pasión de alguna forma. Intercambiar una cultura con la otra, fusionar e integrarla a través de textos, cultura y experiencias. Asi la llevamos a Armenia, iniciando el primer intercambio internacional de cultura argentino-armenio. También traducimos obras de Aida Bortnik y de Griselda Gambaro. Nunca imaginamos hace quince años, que nos iba a llevar este camino a tantas cosas. De hecho, ahí por el medio, nace en el 2007, nace el Ciclo de “Teatro por la Justicia”.
-Contame un poco de este ciclo.
– Este ciclo de “Teatro por la Justicia” nos marcó porque había un compromiso para exigir justicia y hacerlo universalmente, con todas las temáticas. Seguramente nos marca nuestro origen y raíz. Personalmente soy hija de sobreviviente del genocidio que perpetró Turquía contra el pueblo armenio. Fue un genocidio impune, negado y silenciado. Negado por el perpetrador lo cual hace que uno siempre esté movilizado. El slogan del Tadrón es “Quince años. Juntos + teatro”. Si no estamos juntos, el hecho teatral no existe. No hay otra forma de hacerla y si utilizamos este espacio para reflexionar otras cosas, mejor todavía.
– ¿Alguna vez pensaste que se iba a llegar a convertir en símbolo de la cultura armenia de la ciudad?
– No, tampoco me lo creo ahora. Me conmueve cuando digo que soy del Tadrón y me dicen “Ahhh!” que lo conocen. Me interesa mucho la difusión, que se conozca toda esta movida. Hemos obtenido reconocimiento de muchos lados. El año pasado, nos dieron el premio de Teatros del Mundo por “Institución destacada”. Ahora somos “institución” y “destacada” ¡Guau! La sala fue nominada por los Trinidad Guevara y encima por la producción privada, o sea, lo que estás haciendo acá adentro! También por el ciclo de Teatro por la Justicia y uno dice “y todo esto, ¿desde este agujerito?” Le conté a mi maestro Gastón Breyer, que estaba vivo cuando nos dieron estas dos distinciones, todo esto. “Maestro, usted sabe que nos nominaron para estos premios…” y me dijo, “Si alguien en este momento, que la vida es tan loca, está mirando lo que vos hacés, agradecelo y ponete felíz”.
– ¿El Tadrón tiene una carga ideológica muy fuerte?
– Diría “compromiso” muy fuerte. Tiene que ver con esto. Todavía no me fui a analizar con estos temas de manera específica. Uno está buscando estos caminos por algo, hurga en su interior. En este lugar, hemos pasado muchas obras sobre el tema del genocidio, incluso en una actué. También lo hice en otras salas y cuando terminaba la función, me sentía agradecida de haber experimentado esos momentos. Me sentía agradecida porque uno algo había canalizado por ahí y lo estaba sacando. Esta carga, haciendo uno teatro, lo ponés en un lugar que es terreno de todos o de nadie, sin agredir pero hacia la reflexión y a la sensación de tranquilidad de uno.
-Cuando hablabas de los principios del teatro, hablaste de “abrirse” y dijiste “No queríamos convertirnos en un ghetto”.
-Por supuesto! Desde el primer momento! Fundamos el grupo de teatro y me empecé a formar con Juan Carlos Gené y Gastón Breyer. Ellos fueron también maestros de vida. Más allá de educarme con ellos a nivel profesional, siempre fue una conversación este tema. Intercambiar enriquece. Si te quedás con tu bagaje cultural y lo usas solo para vos, terminás siendo un ghetto y no le sirve a nadie. Pero si intercambias, das y recibís continuamente. Esa es la gran dicotomía de las minorías, el miedo a perderse. Pero no te perdés, te multiplicás. No restas nunca. Multiplicas tu origen. Eso no se pierde nunca. Quizás se pierde el idioma pero se ganan otras cosas que tienen mucho valor.
-¿Tienen relación con el INADI en relación con el tema de discriminación?
– Trabajamos en conjunto con el INADI. Tienen presente todo lo que hacemos y un representante del INADI ha venido en todas las aperturas del ciclo, que tenían 24 hs de vigilia cultural. Más allá que ahora son doce, teníamos diez años de vigilia y hemos coincido con que el INADI este presente en las aperturas con muestras de documentos, teatro en el momento, de pequeñas escenas, performances y teatro de envergadura. Participan muchos artistas con cantos, orquestas y baile.
-¿Crees que se difunde lo ocurrido en el genocidio armenio, de la manera en que se debe?
|
Foto: Clara Muschetti |
– No. Porque hay todo un trabajo de negación por parte del Estado turco que está en todos los países. No está la discusión necesaria y eso que se trabaja mucho al respecto pero no se llega como tiene que llegar. Hay un trabajo, un lobby muy importante. Muchas veces me preguntaron al respecto, o si venía gente de la comunidad turca. No hay una comunidad turca como tal pero de la embajada turca, han venido y nos hemos dado cuenta. Hay toda una exposición de documentos y en el libro que dejamos para que la gente escriba, se han expresado al respecto. Asi que, evidentemente, les molesta y no les gusta mucho. También hemos recibido antes del estreno de “Surch café” una obra totalmente agradable, una amenaza por mail, diciendo que bajemos esa obra y no tengamos el tupé de ponerla. Con eso del mail fuimos a la Policia e hicimos la denuncia correspondiente. Podía pasar a mayores como no pero tenía que estar asentado en algún lado. Armenia siempre va a ser limítrofe con Turquía y con sus tierras usurpadas. De 300 mil kilómetros y hoy ha quedado en 29 mil. ¿Donde quedó la diferencia de estos territorios? No solo tiene que haber un reconocimiento sino una devolución de estos territorios. Son dos cosas diferentes y negar todo eso, es un trabajo. Siempre van a ser países limítrofes y estaría bueno que algún día se resuelva todo esto, sentarse a hablar sobre este tema pero no como decía Turquía de formar una comisión de historiadores para ver si el genocidio ocurrió. El paso es de como sería la devolución de los territorios y el reconocimiento de dicho genocidio. No tenemos que hablar si sucedió o no porque sucedió y, de hecho, hay una comunidad armenia aca, en Argentina. Que tendría que hacer una comunidad armenia acá si no hubiese habido un genocidio? Estarías en tu país y no dando vueltas por cualquier lado. El armenio, cuando llega a Argentina, no llega como inmigrante. No fue una decisión voluntaria, de decir “vamos para allá que vamos a estar mejor”. Fueron al primer barco que vieron y se subieron para salvar su pellejo. De hecho, las primeras familias llegan en 1917 como refugiados y exiliados, apenas pudiendo quedarse donde sea pero respirando la sensación de la libertad. Que nadie los iba a perseguir ni los iban a matar por el hecho de ser armenios.
-A lo sumo, les preguntarían como se escribía el apellido….
– Y con temor…”lo estaré escribiendo bien” y el otro te dice “¿se pronuncia asi?”, “¿lo estaré diciendo bien?”. Escuchar eso, después de salir de un lugar donde te masacraron por ser armenio, cambia la cosa. Mi papá, cuando llega con parte de su familia, -la otra parte falleció en Armenia-, pudo ir al colegio acá. Llegó con doce años y pudo hacer la secundaria aca. Veía una libertad pura, haber salido de un encierro ya que estuvieron en el entrepiso de una casa, refugiados para que no los vieran, solo con agua que les pasaba una persona. Bajar de un barco y que nadie te persiga, fue genial. Hoy, rebobino, tener la posibilidad de instalar un ciclo de Teatro por la Justicia, donde se pueda hablar de todas las injusticias y que seas apoyado y reconocido, esto es Argentina.
Tadrón Café-Teatro. Armenia y Niceto Vega. “Volvió una noche”. Domingos, 20 hs.