Mariana Bustinza: Visibilizar los márgenes sin perder la poética.

El teatro porteño no se caracteriza por tomar como fuente de inspiración a la marginalidad y la pobreza. No obstante, puestas como “Lo que quieren las guachas”, “Menea para mi” o “Gorila” corrieron el velo de la invisibilización de dichas problemáticas. Mariana Bustinza, creadora de la trilogía mencionada, combina puestas de absoluta vigencia político-social con sus espectáculos de improvisación al tiempo que tiene mucho por decir en el siguiente ida y vuelta en formato de reportaje.

-Mariana, ¿Cómo surge “Lo que quieren las guachas”?
– Es una idea que tuvo como disparador la tan debatida realidad y su comprensión (o no) del aborto clandestino. Cómo impacta en los sectores vulnerables y en los sectores más privilegiados; cuál es la valoración, crisis y resolución que soporta cada clase ante una misma situación: el embarazo adolescente. Se contraponen elementos de la cultura villera y la cultura de la clase alta. El deseo, el placer, la violencia, y el miedo a lo distinto. Decisiones apresuradas e inconsciencia marcan el destino, si lo hay.
           
– ¿Cuánto te llevó realizar la obra? Tanto a nivel escritura y puesta de la misma.
– El proceso de dramaturgia abarcó 2 años. Mientras tanto hice un período de investigación en el año 2016. Luego ensayamos todo el 2018 y el 2019 hasta el estreno en Agosto.

– ¿Crees que el público puede quitarse los prejuicios respecto a los personajes que forman parte de la misma?
– Todas las personas tenemos la capacidad de dejar de lado los prejuicios, pero para eso hay que hacer un trabajo de conocimiento que puede derivar en comprensión. Un prejuicio es una valoración a priori desconsiderando el contexto y experiencia de ese otro que se juzga. El teatro, el arte en general, es una herramienta de unión. Mi deseo es que cada espectador se vaya con preguntas luego de ver la obra. Si hay intención de saber qué les pasa por dentro a cada personaje es muy probable que eso refleje un cambio de pensamiento “en la vida real”.

-¿Podría ser considerado un “musical”?
– “Lo que quieren las guachas” se enmarcaría dentro del teatro musical porque además de las escenas apoyadas en el texto, hay momentos de coreografías, música y canciones en vivo. En esos casos la narración avanza de la misma manera pero con lenguaje diferente. La obra no tiene los códigos convencionales de una comedia musical.

– ¿Qué te dice el público cuando termina la obra?
– Muchas mujeres me dicen “gracias por esto”; otro tanto llora y dice que “se van con un golpe en pecho”. Hasta hubo espectadores que reconocieron haber pasado por las situaciones que plantea la obra. Otros me dicen que “odian a Valentino” –el chico de clase alta-. La obra conmueve, impacta, interpela. Hay público que le gusta venir al teatro a ver lo crudo de otras realidades al tiempo que otros prefieren ver teatro en busca de entretenimiento, quizás de manera más superficial. No lo juzgo. En todo caso, esta obra te mueve de posición ante lo superficial. Lo maravilloso es salir de la sala en un estado diferente al que ingresaste, y eso lo que percibo mientras el público se retira.

¿Qué se siente haber tenido, hasta hace poco en cartelera tres obras que tocan una temática tan fuerte como la que planteas?
– Hacer teatro es parte fundamental de mi vida, y que en este momento hayan coincidido las tres obras me llena de alegría. Uno estrena las obras y por más que lo desee, no sabe la duración de cada proyecto, ni la recepción del público y la prensa. Estoy muy agradecida. La temática es parte de mi cosmovisión. Hace muchos años que decidí investigar sobre las problemáticas de individuos que se encuentran en los bordes de un sistema (tantas veces ignorados o estigmatizados) debido a que son temas pocas veces llevados a los escenarios por los dramaturgos en general; de a poco eso también va cambiando. Cada vez hablamos en escena de más cosas. Esa elección también me convoca para dar mayor visibilidad a la marginalidad social en la que viven miles de personas; también cercanas, conocidas. Soy la primera conmovida, como te contaba, con los trabajos que realizamos con cada equipo creativo en las obras.

– “Menea”, “Gorila” y “Lo que quieren las guachas” conforman una trilogía…
– Si. Todas tienen algo de la otra porque parten, quizás, del mismo impulso profundo sobre la marginalidad y lo que siento de ella. De donde se aloja (en este momento) mi deseo de teatralizar cosas de la vida. Me gusta que todas estén entrelazadas (conceptualmente y apenas argumentalmente) pero no es para nada necesario ver alguna para comprender la otra. Se “tocan” en algún momento, dramatúrgicamente, pero es simplemente un guiño a modo de conexión.

– ¿Cuánto tienen de catártico y de ficcional estas tres obras?
– Mitad y mitad, posiblemente. En todas hay ficción y en todas hay situaciones de mí vida. Pero no son llevadas de manera literal. Deseo e intento hablar de lo que conozco. Eso se refleja en la verosimilitud y la profundización que alcanzan los actores y las actrices en personajes tan tipificados. Ese enlace que puedo hacer con mi experiencia y la transmisión en el proceso de dirección promueve esa verdad que corre los estereotipos, o quizás, los usa. 

¿Por qué crees que son tan pocos los que ponen, en el teatro, conflictos basados en la marginalidad?
-Me imagino que son temas que a la gente le cuesta abordar, o se sienten alejados como para escribir sobre eso. O porque no les parecen que vayan con una moda escénica. Por ejemplo cuando se minó la cartelera de naturalismo de familias disfuncionales de clase media. Supongo que hay varias razones que se juntan y hacen que los que están en el quehacer teatral no entren en esos terrenos. En mi caso fue algo que hice y hago porque así me sale. Es un impulso creador, que se direcciona a distintos conceptos y lugares, pero surge de la misma fuente. Las tres obras no son iguales. No pienso si van con la moda o si van a gustar. Además son temáticas que terminan sentando algún tipo de posición, no partidaria pero si sociocultural.

¿Cuál es tu opinión respecto a quienes no quieren “mezclar” el arte con la política?
-Todo arte es político. A veces es una decisión y a veces no. Pero no por eso deja de ser político. Se confunde, como recién te decía, con lo partidario. Es una pena dejar de (re)pensarnos socioculturalmente. Los vínculos y la empatía son políticos. Evolucionar va de la mano de la reflexión y comprensión.

– ¿Cómo viste la reacción del teatro frente a las corrientes feministas de los últimos años?
– El feminismo nos replantea y cuestiona todo lo que se nos enseñó históricamente en cuanto a ordenamiento social centrado en el género. Por ende el teatro se vio atravesado en los últimos años por la “nueva ola” del movimiento al tiempo que se va modificando. El teatro es un espacio delicado donde se utiliza el cuerpo de uno mismo como herramienta en relación a otros. Los límites son delgados con respecto al consentimiento y la comodidad dentro de lo incomodo (relación actor-actor/ relación actor-público). Pero creo que lo más enriquecedor que empieza a pasar es dejar de aceptar y naturalizar maltratos y situaciones de violencia que durante mucho tiempo aceptamos y que ahora se hacen más visibles. Es un proceso largo y de búsqueda. De a poco van apareciendo cuestionamientos nuevos y eso llega a los escenarios o donde haya exposición frente a público. De hecho, pasa notoriamente en el humor: se va adaptando a los cambios. Considero que hay más atención en los modos vinculares en los ensayos, en las dramaturgias, en los sets de filmación. Es decir, en esas instancias de relación que ahora exigen un trato más cuidadoso.

 -¿Hubo algún tipo de modificación en la conducta tanto de hombres como de mujeres?
– Sí, por suerte. Y también por lucha.

-Hiciste humor en “Improvisa2”, “Dillinger” y “Reir” al tiempo que creaste “Menea”, “Gorila” y “Guachas”. ¿Cómo viven esas dos facetas de la artista que sos?
 – ¡Son todas mis “Cumbis”! Siempre conviven en mí. Nunca dejan de estar a flor de piel. Es lo que me hace crecer día a día. Saber que no hay una sola manera de hacer las cosas y luchando siempre contra el encasillamiento. Reconocerme cambiante en cada episodio o situación de la vida, me da plasticidad para el momento creativo. No somos estáticos.

– ¿Buenos Aires es una de las capitales más importantes del mundo del teatro a pesar de la crisis?
– La crisis agudiza y complejiza la vida. Cosas que son duras de transitar e incómodos de ver. Para quienes hacemos teatro, nuestro trabajo se hace cada vez más sinuoso en épocas de crisis, obviamente. Pero seguimos adelante, con o sin dinero, con o sin espectadores. Entendemos que la forma de resistir y mantener la esperanza es creando. Sin embargo en términos de representación, el teatro (como a todas las disciplinas artísticas) no hace oídos sordos a las duras realidades que se profundizan en estos tiempos. En ese sentido la escena porteña hace su gracia plantándose ante la crisis, movilizando y apelando a un público despierto con ganas de reflexionar. Pienso que esos aspectos comprometidos del teatro en Buenos Aires no pasan desapercibidos. Y eso es lo que nos hace capital cultural. Hay que trascender el término pensándolo más allá de la cantidad de propuestas.

“Lo que quieren las guachas”. Teatro El Extranjero. Valentín Gómez 3378. Jueves, 21 hs.
 “Menea para mi”. Teatro El Extranjero. Valentín Gómez 3378.  Sábado, 23 hs.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »
Scroll al inicio