Desde hace mucho tiempo que se habla de una especie en vías de extinción dentro del fútbol: el enganche. En el mundial del 2006, después de la partida de Monsieur Zinedine Zidane, parecía que solo quedaba Juan Román Riquelme como el último de una especie, destruida y perseguida por los entrenadores que priorizaban al futbol como una ciencia exacta en la que los resultados respondían a fórmulas cuasi matemáticas.
Pero Riquelme entraba a la cancha y jugaba al tiempo que hacía jugar. El talento para el pase mágico, su pegada y sus gambetas y enganches quedarán siempre en el inconsciente colectivo de aquellos que amamos el futbol como arte y ciencia de lo impensable y de la inexactitud. Donde todo puede cambiar en un instante, conviviendo la alegría y la tristeza pero siempre con la posibilidad de revancha (en sentido pura y exclusivamente deportivo del termino). Porque un enganche es eso, arte y magia que van más allá del invento del “lanzador” –quiero ver a los lanzadores gambeteando o tirando caños en vez de agarrar la pelota y pelotazo para un “carrilero”-.
De esta manera, uno se vuelve hincha de jugadores. En mi caso, era hincha de Boca y de Riquelme, porque JR10 me hacía ver que lo lindo que es ver el futbol. Hasta le sale a uno decir “¡que fácil que es jugar!” pero eso es solo para los que tienen ese talento, esa sensibilidad a flor de piel como Román.
Asi las cosas me senté a ver la final de la Copa Libertadores contra el Corinthians, con todo lo que se venía diciendo desde la mañana de ese fatídico miércoles. La noticia fue como un mazazo. Porque la derrota –justa- frente al Timao es digerible pero hay otras cuestiones que no lo son tanto. ¿Cómo será ver un partido de Boca cuya remera N°10 no sea vestida por él? Esa pesadilla impensable, ahora llegó para hacerse realidad. Porque ya no hay magos que hagan lo que él hacía con la redonda. El pase justo, el enganche, la gambeta y tampoco hay mucho jugador con personalidad, que diga lo que piensa. En tiempos de ídolos pasteurizados, salidos de una PlayStation y con menos calle que Venecia, la rebeldía de los talentosos va llegando –espero que no- a su fin. Horacio Pagani le decía al Caleidoscopio en una nota que hicimos hace un par de meses: “Lo que se ha producido en el fútbol es una dictadura de los entrenadores. Es tal el avance mediático de los entrenadores que se han creído ellos que son los inventores del fútbol. Como son ellos los fusibles de si un equipo pierde, se han transformado en esquemáticos encargados de dar ideas y los jugadores son obedientes cumplidores de órdenes porque les es más cómodo hacer lo que dice el entrenador y decir “la responsabilidad es del entrenador”. Entonces se han perdido las libertades. No hay jugadores que jueguen libremente, que sean “rebeldes”.
No le faltaba razón a Don Horacio. Porque Riquelme ha trascendido su remera. ¿Acaso por ser hincha de Boca, debería caer en la necedad de negar o privarme de disfrutar de talentos riverplatenses como lo fueron Aimar, Gallardo, Ortega, Saviola o Francescoli? Más aún porque Román siempre jugó bien los clásicos y tuvo participaciones decisivas. El hecho que sea parte del folklore llamarlo “pecho frío” y cosas por el estilo, queda solo en eso. En un folklore que se termina cuando empieza a rodar el esférico. ¿Es pecho frío un tipo que siempre quiso jugar? ¿Tener “huevo” es meter un patadón? En fin…
En el caso de Román, las postales de sus firuletes y diabluras son y serán eternas. El caño a Yepes; la vez que se llevó a pasear a Geremi, Guti, y demás consagrados del Real Madrid, contra la línea de mitad de campo sin que le puedan sacar la pelota; el taco a Rosario Central; la actuación en Brasil frente al Palmeiras, la Libertadores del 2007……
Parco como pocos (¿acaso tendría que contar chistes?), fue un tipo que respondió a sus convicciones, algo que no está muy bien visto hoy en día, donde los acomodaticios van ganando espacios en virtud de que “las ordenes” siempre tienen razón. Sus peleas con Macri –destinatario del genial Topo Gigio-, Louis Van Gaal, el Maradona devenido DT o Julio Cesar Falcioni –ganaste un campeonato con Boca pero de jugar…jugar, nada de nada,eh!-, dan cuenta de su lealtad a su forma de ver el futbol de una manera determinada.
Me acuerdo de la forma en que se retiró Zidane y ahora la de Riquelme, ambos con un dejo de tristeza por no haber conseguido el objetivo de ganar un trofeo importante y no puedo evitar la bronca. ¡Que lindo hubiese sido ver a Zizou levantando la copa frente a la amarreta Italia, creadora del catenaccio antifutbol! ¡O Román, frente al equipo brasilero menos brasilero de todos! ¿Sera que el destino metió la cola para que volvamos a emocionarnos con lo que han hecho estos dos monstruos del balompié? (Pido poner en You Tube ver la forma en que Zidane le ganó a España y a Brasil en el Mundial de Alemania. Sublime!)
Más allá de la tristeza de lo acontecido con Román, me queda también otra preocupación. Boca, con Riquelme afuera; River con Cavenaghi y el Chori Dominguez afuera; Estudiantes con Verón –que nunca fue santo de mi devoción. Ya dije que prefiero el enganche al lanzador-, ¿nos estamos quedando sin jugadores con personalidad? ¿Los jugadores son meros cumplidores con técnicos a los que no se les caen muchas ideas y dirigentes que son gerentes de empresas?
Uno recuerda jugadores como Maradona, Ruggeri, Passarella –el jugador, no el presidente de River-, Batistuta, Redondo, Caniggia… ¿y ahora?
Se va JR10, el último de una especie que ha engalanado el futbol. ¡Que seas felíz Román con tu nueva vida! ¡Gracias por habernos hecho felíz con tu talento!