En el marco de la IV Edición del Festival Temporada Alta, que se realiza en Timbre 4, se han podido ver puestas de calidad, con búsquedas de diversa índole. Tal fue el caso del muy buen unipersonal femenino “Groenlandia”. La directora chilena Angela Cabezas le contó a ECDL la génesis de la obra, su visión del teatro en Chile, la situación con respecto a la violencia de género y sus impresiones sobre las presentaciones realizadas en Argentina.
-Angela, ¿cómo surge “Groenlandia”?
– Surge en el 2002. En ese momento, se realizaba en Santiago, un festival de Dramaturgia Europea Contemporánea. Cada año se llevaban textos nuevos franceses, españoles, alemanes. Muchos de esos textos se ofrecían a directores chilenos. Por esa época, trabajaba con Héctor Noguera, un actor y director muy importante de Chile. Héctor agarró el texto de “Groenlandia” y lo trabajó con su hija, que fue la actriz. Hizo una instalación teatral en la cual la actriz estaba todo el tiempo de espaldas y el texto se proyectaba en la pared. Era una cosa hermosa pero era una instalación. Ahí fue cuando me enamoré del texto. Lo dejé guardado mucho tiempo porque no tenía una real idea de lo que iba a hacer. Con la actriz Javiera Osorio Ghigliotto empezamos a trabajar porque quería armar algo sobe el rol de la mujer pero a través del personaje de “La Santa Juana de los Mataderos” de Brecht. Era una empresa monumental por lo que la dejamos en pausa. Ahí es cuando le pasé a Javiera el texto de “Groenlandia”. Javiera tiene una hija de cinco años, al igual que la protagonista de la obra. Le encantó la obra y empezamos a trabajar.
– La puesta tiene muchas ideas atravesándola. ¿Cómo fue que se te ocurrió la puesta en si? También sos la escenógrafa….
-Antes de estudiar teatro, estudié Artes Visuales en la Universidad de Chile. Cuando estudié teatro, encontré un cruce entre las dos expresiones. Hay algo que ocurre al comenzar una puesta que tiene que ver con el orden de lo visual. Cuál es el espacio y como este genera acciones. Por lo tanto, empezamos a trabajar el texto desentrañando las acciones pero el texto no tiene más acción que el contar. Es un relato pero ¿cómo vamos a contarlo? Entonces, surgió una casa de muñecas. Comenzamos a jugar con ellas, ayudadas por la hija de Javiera que nos enseñaba a jugar. Se me ocurrió que todo tenía que girar en torno a esa casa hecha de cartón blanco. Teníamos que hacer casas más pequeñitas que iba a ayudarla para contar la historia. Esa acción de contar implicaba armar cada vez un espacio para contarle a la niña a la cual se alude en el texto, en algunas ocasiones, y en otras, a los espectadores.
-Hay una alusión a “Casa de muñecas” de Ibsen, y a lo que plantea el texto con la huída de la protagonista…
– El texto te entrega miles de referencias pero es cierto lo que decis ya que tiene que ver con toda la dramaturgia universal referida a la mujer. Cada cierto tiempo nos acordábamos de Nora. Es más, estábamos ensayando cuando llegó a Chile la extensión del FIBA y trajo a “Querido Ibsen, soy Nora”. Un trabajo genial.
– ¿“Groenlandia” es una obra femenina o feminista?
– Es femenina. De hecho, hablamos mucho para separarnos de esa cuestión de “guerra” contra los hombres. El tema no es ese. La obra busca generar en las mujeres un click, para poder observar como es su vida. Nos pasó que, al concluir la función, algunos alumnos de donde doy clases se acercaban para contarnos que les hizo entender de otra forma. Algunas cosas de su niñez, en relación con sus madres. Eso fue maravilloso.
-Y el público en general, ¿qué te decía?
– El público chileno reacciona de manera diferente al argentino. Acá lograron captar ese humor delicado y negro que tiene la obra. En cambio, en Chile, la gente se queda pensando en “¿me tendré que reir?”, “¿Es chistoso?”. Acá fue increíble como cada cosa tiene su humor. Teníamos que cuidar si Javiera lo hacía muy cómico, se podía perder la profundidad del texto. Había que mantener el equilibrio entre la mordacidad y lo cómico. En un punto, es lo que asusta más esta combinación.
-Al terminar las funciones en Timbre 4, imagino que se acercó la gente a hablar con vos…
– Si. Agradecieron mucho y estaban muy sorprendidos porque pensaban que el texto era chileno. Si bien es francés, tiene una impronta un tanto latinoamericana. Igualmente puede reflejar lo que pasa en cualquier lugar. Hubo muchos momentos de risa asi como la visión que hay sobre la mujer que es bastante compartida por todos. En el momento en que ella se sale y dice “Esto es aburrido, una lata”, en la medida que ella logre identificar al espectador con esa salida, logramos dar la vuelta para que el espectador se de cuenta que ese juicio lo manejamos todo el tiempo.
Hicimos la obra en Azul y nos pasó algo muy interesante. Fue distinta la recepción del público en cuanto a las reacciones durante la obra. Había muchas mujeres y un público mayor. Nos felicitaban y estaban muy emocionadas de sentir que hablaba un poco de ellas mismas. Es muy fuerte eso.
– ¿Siempre lo pensaste como un unipersonal?
– Si.
-¿En Chile, hay muchos unipersonales?
– Mirá, no se si es una casualidad pero se está dando mucho el fenómeno de los unipersonales. El 2015 fue un año de muchos unipersonales, tanto femeninos como masculinos. Dentro de los femeninos, estaba «Hilda Peña», que fue realizado por Paula Zuñiga, una gran actriz chilena y entre los hombres, mi maestro Héctor Noguera suele hacer unipersonales. Igual, no es muy común hacerlos. De hecho, Javiera nunca había hecho uno. Es la primera vez que encara este desafío. La admiro mucho como actriz. Tiene mucha energía en escena, lo cual heredó de su papá que es el Director del Teatro Nacional Chileno. Además, está muy ligada a Eugenio Barba. Me gustaba mucho eso pero también quería llevarla a otro lugar de la actuación.
-Si te pregunto por el teatro independiente en Chile…
– Se dio mucho en los últimos diez años con el surgimiento de salas pequeñitas. Esto provoco una movilización importante. Las compañías no se mantienen en el tiempo pero si hace que te juntes con alguien para un proyecto y después con otra persona para otro. Hay un trabajo muy interesante en esas salas pequeñas como el CEAC y el Espacio Infinito, o el Teatro del Puente que es un poco más grande. En Chile cuesta mucho llevar al público al teatro. El GAM es un espacio muy grande que logra mover gente, llevar puestas a pesar que hay muchos que no están de acuerdo con el criterio de selección que hay. También hay salas que están albergando a compañías que recién están apareciendo. Lo que nos falta descubrir es como llevar espectadores cuando no está el Festival Santiago a Mil. En enero, cuando se realiza el festival, hay una movida hermosa. Se llenan todos los espectáculos que se realizan en ese marco. Tuve la suerte de participar y también es una posibilidad para que te vean programadores de otras partes del mundo. Hay cosas muy lindas. Montajes de teatro chileno y muchas obras argentinas. Vinieron Pensotti, Veronese, Tolcachir, entre tantos. Es una movida importante y una maravilla porque ves las salas llena. El problema es que el público solo va a ver teatro ese mes y no el resto del año.
-¿Por qué se da eso?
– No lo sé. Creo que hay algo publicitario. En la forma en que se difunde a Santiago a Mil, que invita a la gente a celebrar durante ese mes. Tiene esa cosa taquillera, que lo hace un tanto especial….Los artistas se mueven mucho y van a ver los trabajos de los colegas. Habría que agarrar algo de ese modelo para captar al público chileno para que vaya al teatro. Falta encantar al espectador para que vaya a las salas chicas.
-Con ese empuje que decis, el teatro independiente podría llegar a tener esa fuerza dentro de la gente?
– Eso lo estábamos hablando con Javiera mientras caminábamos por la calle Corrientes. En Chile no se podría separar un teatro oficial o comercial de lo que sería el “off”. Vienen obras de teatro probadas de Nueva York y los elencos están compuestos por figuras televisivas. Esas obras van a teatros que hay en los shopping y cuentan con muchos espectadores. Serán una o dos salas pero no alcanzan a armar algo con la dimensión de lo que es aquí la calle Corrientes. Por eso quedamos casi todos en el mismo espacio. El tema del éxito del teatro independiente no se si depende tanto de su calidad como de lograr que vayan los espectadores a verlo. Sacar al espectador de su casa. La gente en Chile, no vive tanto afuera como aquí.
-¿Cómo está la problemática de la mujer en relación con la violencia de género en Chile?
– Hay mucha violencia de género pero en los últimos años se ha empezado a tipificar como tal y no simplemente como un asesinato. Siento que hay instituciones que están trabajando para concientizar a todos. También parte todo de la familia y de como se enseña al niño a cuidar a su compañera y ver a las mujeres de otra forma. Es el tema de la crianza.
Tengo muchos amigos argentinos y he visto lo fuerte que ha sido la campaña en Facebook por el #NiUnaMenos. Alla no se ha hecho algo asi de fuerte. Recién ahora se está tomando conciencia. En Argentina está mucho más discutido y hablado.
-¿Te sorprendió esto?
– Si, mucho. Hay una toma de conciencia importante lo cual es muy importante que esto ocurra tanto en los chicos como en las chicas.
-Si no eras directora de teatro, ¿qué hubieses hecho de tu vida?
-En otra entrevista me preguntaron algo similar y dije locutora de radio. Me encanta la radio! En un momento pensé en ser psicóloga. Pero siempre ligado con la cuestión más “humana”. No me siento cercana a lo más “concreto” como puede ser la matemática. También me dedico a la docencia con lo cual es un acto creativo. Igual, un sueño era ser cantante de rock. Mi artista favorita era María Gabriela Epumer.
-La última, si por la puerta de este bar entraba la Ángela que recién comenzaba a estudiar, ¿qué le dirías?
– Le diría que no tenga miedo; que se arroje. Estuve bastante tiempo sin dirigir porque estaba dedicada a la docencia. Tengo una escuela de teatro y ponía toda mi energía ahí. Eso, de alguna manera, me permitió “esconderme” de dirigir. El actor está muy expuesto en escena pero el director también. Por esto, le diría que no tenga miedo y se anime
-¿Ese miedo era por vergüenza o falta de confianza?
– Era inseguridad. Me preguntaba “¿a alguien más le preocupa lo que a mi me preocupa?”. Esto no iba por la cuestión del gusto sino por el teatro que había elegido para desarrollar.