No hay caso. Pasan los años, las modas, las tecnologías y ellos siguen estando ahí. Presentes más que nunca, a partir de su ausencia. De más está decir que estamos hablando de esa institución que brilla cada día más que se llama The Beatles. “Get back”, el documental realizado por Peter Jackson a partir de las cintas de la película “Let it be” filmada en su momento por Michael Lindsay-Hogg, define lo que fueron los últimos coletazos creativos de la banda más importante de rock de la historia así como visibiliza y clarifica las desavenencias que había en el seno de Los Cuatro de Liverpool.
En el marco del contexto de pandemia, restricciones y encierros, donde el tiempo no se lleva del todo bien con la atención puesta a los contenidos, “Get back” exige el oído atento y la mente abierta para desmitificar algunas cuestiones. Esto dicho a partir de las casi ocho horas de filmación presentadas en tres partes diferentes en Netflix, con todo lo que fue el proceso de grabación del que sería el último disco publicado –no grabado- por los Fab Four.
Igualmente, esto tiene su historia. El bueno de Jackson (director de “El señor de los anillos” y ese gran documental llamado “Jamas llegarán a viejos”, sobre la Primera Guerra Mundial que se pudo ver en el BAFICI 2019) dispuso de 60 horas de filmación y 150 de audio sobre los cuales trabajó para llevar a cabo un documental extraordinario llamado con el nombre original del proyecto que quería llevar a cabo el cuarteto, con la excusa de ser “honestos” y no usar la tecnología del estudio de grabación. El resultado deja por tierra lo realizado por Michael Lindsay-Hogg con el nombre de “Let it be”.
Jackson eligió el relato cronológico, calendario de por medio en el que se tachaban los días como si fueran reclusos esperando a su salida a su libertad. Pero no, era solamente la edición de un disco y el deseo de realizar una presentación en vivo.
Hete aquí que la cámara se ubicó en varios lugares, aún sin el conocimiento de los músicos. De esa manera, se ve la “cocina” de la concepción de los temas en tanto letra y música. Paul Mc Cartney siempre a la cabeza de los ensayos, como un director de orquesta entusiasta que debe lidiar con John Lennon y George Harrison que ya tenían otras inquietudes que trascendían a los Beatles. Ringo, con el buen talante de siempre, esperando el momento para aportar “su” toque a cada una de las canciones que iban surgiendo.
El proceso de creación y composición es uno de los puntos más interesantes y ricos. Es el ojo del voyeur que mira por la cerradura de la pantalla, la manera en que hacían música. La vuelta atrás en el tiempo con el repertorio rockero de Hamburgo y los primeros tiempos de popularidad (“Blue suede shoes”, “Shake rattle and roll”, “Kansas city” y “Rock and roll music”) se mezcla con temas que terminaran siendo parte de la película/disco (“Get back”, “Dig a pony” y “I, me, mine”), de Abbey Road (“Maxwell Silver Hammer –imperdible la participación de Mal Evans!-, “Oh Darling”, “Something”, “Mean Mr Mustard” y “Carry that weight” – era una canción cómica pensada para que la cante Ringo, muy diferente a lo que terminó siendo) y proyectos solistas (“Another day”, “All things must pass”, “Isn’t it a pity”, “Gimme some truth” o “On the road of Marrakesh” –con la melodía de “Jealous guy”).
La frescura y la felicidad que atraviesan esos momentos son de puro disfrute para el espectador. La impro que desborda buena química entre John y Paul en “Golden Slumbers” es un buen ejemplo.
El traslado de la grabación del disco y la película de los estudios de Twickenham y su clima sombrío a Apple es fundamental para cambiar el clima del grupo y retomar la grabación.
Una de las tantas virtudes de “Get back” es su aspecto técnico. El color de la filmación denota un gran trabajo al respecto. Lo dota de una luminosidad propia de la época en que fue filmada con un uso preciso de la tecnología. Además, es esa luz la que se contrapone con el film de Lindsay-Hogg, sombrío y oscuro que conformaba la atmósfera en la cual se movía la banda. Ojo, no es que Jackson “pasteuriza” los hechos sino que no lo baja al nivel de depresión que tenía antes. Se ve que es una banda que tenía serias diferencias internas pero que todavía se toleraban lo suficiente como para realizar varias de las canciones que cantará más de una generación. Himnos de la cultura popular mundial. Por eso es que las zapadas, ese momento en que tienen ganas de hacer música y divertirse, son de los más importantes que pueden verse.
El ojo indiscreto de la cámara da cuenta de que esas fricciones siguen ahí, tal como en “Let it be” pero con otro prisma. Las inconvenientes están. No es que desaparecieron. George anota “Ensayé hasta el mediodía, dejé los Beatles y me fui a casa”.
Bomba. La reunión de Paul y Ringo con los técnicos es reveladora. La frase “En algún momento veremos esto dentro de 50 años…” termina siendo profética. Son esos recortes que terminan siendo históricos. Mc Cartney diciendo con lágrimas en los ojos “y solo quedamos dos”, con plano a Ringo y ver como le cambia la cara con el retorno de John a las sesiones.
El micrófono puesto a escondidas en la reunión que tienen John y Paul es elocuente, sobre todo en lo referente a George. El tema de los arreglos, que Paul sugería pero no aceptaba nada. Ese momento es fundamental para lo que sigue. John ensaya canciones de manera alocada mientras que Paul lo hace más seriamente, con indicaciones al respecto al tiempo que George iba creciendo a pasos agigantados aunque considerase a Eric Clapton y a Bob Dylan como referencias ineludibles. Inclusive, John dice que todo sale mejor cuando no decide Paul y George coincide!
Esa intimidad que se logra permite ver como leían, por ejemplo, los diarios y se referían al respecto. “I, me, mine” tiene su historia detrás de lo que había visto George con las noticias y los reyes de Austria, la alusión de “Get back” en contra del nacionalismo blanco, el derechista inglés Enoch Powell y el racismo asi como la política inmigratoria. Lennon mismo incluye a Martin Luther King en “Dig it”. La canción “Commonwealth” queda como “pirata”, apartada de todo. El enojo con el periodista Michael Husego por su nota “El fin de una hermosa amistad” que habla de los rumores de separación de los Beatles.
El documental visibiliza otros personajes detrás de las sombras (o no tanto) de gran importancia. El manto de piedad y reivindicación a Yoko Ono es destacable mientras Linda Eastman sacaba fotos, algunas de las cuales quedarán para la eternidad. Lo mismo puede decirse de la participación de Billy Preston (su “¿Really?” ante la invitación a formar parte de la banda para la grabación del disco, es increíble) y los esfuerzos de Glyn Johns para hacer “algo” con lo que se estaba grabando. La presencia de Mal Evans también es relevante. Como el simpático guardaespaldas compartía con ellos momentos y aportaba buena vibra y creatividad. El papel más apartado de George Martin también es fuerte, así como el aura de negatividad que atraviesa a Allen Klein o la mentira constante de Magic Alex.
De más está decir que la gran gema es el concierto de la terraza., cuya idea sale de Johns y el propio Lindsay-Hoog después de descartar varias ideas, como tocar en un trasatlántico, las piramides de Egipto o en Túnez, todas vetadas por Lennon y Harrison.
Más de un fan volverá a la parte tres, después de haber visto el documental completo, para revivir el concierto de la terraza. Desde el momento que van saliendo de uno a la terraza, como si fuera un equipo de fútbol, el espectador sabe qué va a pasar. Primero sale Paul con look de “profesor con onda”, seguido de Ringo y su piloto rojo (en un momento, Linda dice “Que buen corazón tiene Ringo” y no le falta razón), Billy Preston, George con sus pantalones verdes y John y su tapado de señora, como si supieran que van a dejar –por enésima vez- una huella única en la música. Únicos e irrepetibles. El montaje realizado es espectacular en la cantidad de planos que se pueden ver. Los testimonios de quienes tuvieron la posibilidad de presenciar ese concierto inesperado es reveladora en tanto dan cuenta de como habían calado los Beatles en la gente a pesar de haber estado, en ese momento, casi tres años sin realizar presentación pública. “¡Que bueno que haya algo gratis en este país!”, “¿Por qué no tocan en la calle?” dan cuenta de una situación política especial. También está aquél que no se bancaba su creatividad desbordante (“No me gustan porque cambiaron”). La policía cumple su deber de imponer el orden (“Recibimos 30 quejas en media hora”, “El ruido se escucha desde la estación de la policía”) al tiempo que le cuadra la reconocida frase de “Señor, perdónalos. No saben lo que hacen”.
No se puede dejar de subrayar la manera en que fue recibido el documental en tanto surgió la pregunta “si había buena onda entre ellos, ¿por qué se separaron?”. Es que, justamente, es el dominio de la relación de trabajo por encima de la camaradería de antaño. El suicidio de su manager Brian Epstein había sido un fuerte impacto en tanto ellos mismos tienen que hacerse cargo de todo, creación de Apple de por medio. De hecho, se ve aquí al publicista Dick James para hablar sobre los derechos de las canciones y la forma en que Lennon impulsaba a Allen Klein para que se hiciera cargo del grupo, tras su “éxito” con los Rolling Stones. Al momento de filmarse el documental, ya eran hombres que habían crecido y madurado bajo el ojo público, desarrollando su carrera y sus intereses que, oh casualidad, no coincidían entre ellos. Todo había explotado, un año antes, durante las sesiones del Álbum Blanco –otra gema de la rica discografía beatle-. Por eso, realizar un recorte solo a partir de “Get back”, es un error.
Termina “Get back”, imprescindible documental sobre la banda que cambió la música del siglo XX. Cada quien tendrá su momento particular y para destacar. Lo que si queda claro es que, a medida que pasa el tiempo, la influencia de los Beatles es cada vez mayor, potenciada por el poco tiempo de actividad que tuvieron. Solo ocho años de publicación de discos, desde 1962 hasta 1970, por no decir 1969.
¿Cuál será la próxima gema beatle que estará a punto de salir? Lo desconocemos, pero en tiempos de tecnología carente de talento, los discos de los cuatro de Liverpool son un oasis de música eterna que no respeta fronteras de ningún tipo. Pasaran de generación en generación como ese tesoro musical siempre vigente, que se escucha una y otra vez y siempre se descubre algo nuevo. Tal como ocurre con las obras maestras.