El paso del tiempo suele poner las cosas en su lugar. Para bien y para mal. Hay cierta noción de “justicia” –si se permite el término- en lo que pensó el artista en cuestión respecto a su obra. Como si la onda expansiva de la detonación artística no se detuviese nunca.
Un 7 de agosto de 1990, se editaba “Canción animal”, quinto disco de Soda Stereo y las expectativas eran tan grandes como encontradas. Yendo atrás en el tiempo, al haber sido testigo de esos momentos, la memoria nos ubica en un contexto de cambio de coyuntura tras la eyección de Raúl Alfonsín del sillón de Rivadavia y la toma del mismo por parte del caudillo riojano CSM. En lo que hace al trío compuesto por Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti, la espera por su nueva producción era palpable. Para este quinto álbum de estudio, Soda Stereo ya había conquistado el continente –amén del mercado argentino-. Su primer disco había sido de una colección de hits prácticamente insuperable al tiempo que profundizan esa línea para “Nada personal” y su consabida explosión. Con “Signos” se internan en una atmósfera más “dark”. Explota la “Sodamanía” en Latinoamericana, siendo la punta de lanza para el rock argentino si bien Zas, GIT, Virus o los Violadores habían construido su legado en algunos países. “Ruido blanco” había captado –algo- la efervescencia del trío en vivo.
En el que sería su cuarto álbum de estudio, van a EE.UU a grabar mientras se ponen a las órdenes de Carlos Alomar –legendario guitarrista de David Bowie y músico de Lennon, Jagger, Mc Cartney, James Brown, Chuck Berry y siguen las firmas….-. Sale “Doble vida”, un disco sofisticado, moderno -¿podría haber sido de otra manera- al tiempo que clásico, con una buena cantidad de temas inmortales y arreglos con cierto guiño funky y caños haciéndose cargo del sonido. Cierta “frialdad” –que no desmerece la calidad del disco- hace que quieran mutar y reinventarse por enésima vez.
El trío sigue pero cambian los acompañantes. Sale “Languis”, un EP que incluye “Mundo de quimeras” y una nueva versión de “Los Languis” y dos versiones remixadas de “En el borde” y “Lo que sangra (la cúpula)”. Se va Daniel Sais, el tecladista de ese momento que afirma “El disco ‘Languis’ no me gusta para nada. Me parece que el intento de regreso a la producción propia con un disco de productor y no de autor. Es también el inicio de la búsqueda de texturas con samplers y secuenciadores y el fín de la época de ‘tracción a sangre’. Gracias a Dios llegó ‘Canción Animal’ y Soda volvió al rock. Discazo! [1]
Pero en ese 1990, momento del quinto disco, era como que Soda ya había hecho todo…y más. Obvio que todo esto, en algunos lados no se iba a manifestar de viva voz por esa cuestión –idiota- de tener siempre alguna contraparte para comparar (se). Esto, más que nada por parte de fans y también, por qué no decirlo, por cierto periodismo ansioso de escándalos y vender mentiras a partir de conflictos inexistentes.
Por eso, en la vuelta al rock más sanguíneo no exento de poesía, propio de Pescado Rabioso –referencia ineludible para Cerati ha sido Spinetta-, alejándose de experimentaciones más new wave-pop, Soda Stereo vuelve a cambiar su piel para elaborar su disco más reconocido a lo largo de su rica historia.
En su génesis, se lo veía a Cerati con un firme deseo de volver a revitalizar su música. Tweety González recuerda que “Gustavo realizó los demos con una máquina Tascam 388. Ahí concentró todo lo que después sería el disco, con líneas de bajo como la de ‘Hombre al agua’ ya que él tocaba muy bien el bajo” [1]. Andrea Alvarez también hace hincapié en los famosos demos de Gustavo. “Recuerdo ir a cenar a la casa de Gustavo y que me mostrara un demo con todo ‘Canción Animal’ tocado por él. Para ese disco, el trío decidió que yo viajara a grabar percusiones y voces. Los coros eran bajos para mi y los cantaba junto con Daniel Melero. [1]. El disco se grabaría entre los meses de junio y julio de 1990 y contaría con diez canciones que terminarían convirtiéndolo en una obra cumbre para el rock latinoamericano. Un “antes y después” que mantiene su vigencia.
Apenas sale el disco, desde el primer tema se aprecia el deseo de volver a ese sonido más duro y sanguíneo pero sin perder la elegancia. Tal es el caso de “(En) El séptimo día” y su comienzo de una batería en primer plano que antecede a las guitarras de Gustavo. El riff de las seis cuerdas en primer plano para un comienzo arrasador con alusiones bíblicas, la influencia del día domingo y una frase que denota el riesgo en pos de la búsqueda constante: “En este tiempo anfibio temo perderte/por volar, por volar”. Para Tweety González, El tema más difícil de grabar fue –creo yo en toda la historia de Soda- ‘(En) El séptimo día’, porque está en 7×8, un ritmo muy atravesado y complicado para tocar” [1]
Veintidos segundos de teclados que construyen un clima denso engañan al oído atento. “Un millón de años luz” se inicia con un solo de guitarra que pone la épica del comienzo en su justo lugar. La letra juega con la sensualidad del encuentro y la reflexión acerca del mismo. Con el tema homónimo, se da un paso más en camino a la sexualidad. El “No me sirven las palabras/gemir es mejor” es elocuente así como “nada más dulce/que el deseo en cadenas”. El sexo como una de las más puras acciones del ser humano. Al fin y al cabo, “cuando el cuerpo no espera/lo que llaman amor”. La letra contó con la colaboración de Daniel Melero. “Me acuerdo estar buscando ‘la representación textual’ de Canción Animal donde él solamente tenía el concepto general. Completé su idea con palabras, inspirado en la película pornográfica ‘Café Flesh’, que habíamos visto junto a nuestras novias en mi casa” [1]. La aceitadísima base de Bosio-Alberti marca el tempo exacto para la voz de Cerati del que es el tema favorito de Tweety González “por su complejidad y el hermoso solo de guitarra”. [1]
La obra del trío denota la madurez alcanzada a nivel musical y el deseo de romper sus propios límites creativos y experimentales. Con “1990” tenemos un tema que quizás se aleja un poco del concepto general del álbum. Justamente Melero es quien dice que “participé en el ‘concepto general y de portada’ más allá de componer algunas canciones. Aporté algunas correcciones en ‘Entre caníbales’ y la letra de ‘Cae el sol’ que tenía guardada de una época previa a Los Encargados. Hubiese preferido que ‘1990’ no estuviera en el álbum” mientras que González tiene una definición especial del tema. “Es particular el caso de ‘1990’ que no tocábamos casi nunca en vivo porque se despegaba mucho del resto del material y que, por su onda country, bien podría haber entrado en ‘Fuerza natural’, el último álbum solista de Gustavo” [1]. Es un tema rápido con un juego de palabras en su letra respecto al anclaje en el cambio de década y de lo que una persona se puede brindar a otra. En este tema se escucha un “Baby please” que es uno de los pocos aportes que quedaron de Pedro Aznar en la producción del disco.
Pedro Aznar recuerda que “Gustavo me pidió que escribiera arreglos vocales para muchas de las canciones del disco ‘Canción Animal’. Los escribí e hice demos cantando las tres voces yo mismo –varias canciones tenían, todavía, las letras sin terminar y había como guía de la voz líder, un tarareo o palabras en un idioma inventado, buscando una sonoridad. Finalmente se usó poco y nada de lo que arreglé. Desconozco el motivo. Creo que lo único es un ‘Baby please’ para el que decidieron usar las voces que había grabado en el demo. Todavía conservo las cintas con mis arreglos originales. Es un gran disco; para mi gusto, entre los dos o tres mejores del grupo”. [2]. Sobre este mismo hecho, González concuerda con Aznar. “Gustavo le envió los demos de ‘Canción Animal’ a Pedro Aznar y él devolvió un DAT con unos arreglos de voces mortales de los que Gustavo decidió incorporar poco y nada. Tal vez fueran ‘demasiado Beatles’. Nunca supe con certeza que había sucedido” [1]
La relación de Gustavo Cerati con Pedro Aznar y Charly García (los ex Tango buscaban un tercer integrante al proyecto) se refleja en “Sueles dejarme solo”. El tema surgió de sus encuentros para lo que iba a ser “Tango 3” y nunca se concretó por problemas de agenda y compromisos ya contraídos. El tema es bien pesado. La guitarra al frente, abre el camino a una batería que machaca con precisión y potencia. La letra alude a una ruptura. El rechazo con algo de resignación y reproche se condensa en “Nena no voy a ser tu superhombre/ sueles dejarme solo”. El solo da cuenta del enorme guitarrista que ya era Cerati. Recuerda Andrea Alvarez. “Me encantaban las letras de ‘Un millón de años luz’ y ‘Sueles dejarme solo’. Eso de ‘El riesgo es el camino más intenso, sueles dejarme solo…’ con esa guitarra de Gustavo. ¡Espectacular como siempre!” [1]
Si uno tuviese en cuenta lo que eran los vinilos, sabe que hay un “Lado A” y un “Lado B” lo cual permite que sea más acentuada la idea de obra conceptual. El dar vuelta el disco hace que el efecto sea mayor. ¿Se imaginan poner la púa y que el lado B comience con “De música ligera” -quizás, el tema más popular de Soda-? El nombre aludía a la fusión de dos títulos, “Música lenta” de Daniel Melero y “Clásicos ligeros de todos los tiempos”, una antigua compilación de diferentes melodías. Nació de una extensa zapada en una prueba de sonido en Morelia, México. Su interpretación parece simple pero no lo es. Se basa en el feeling que combina un ritmo tan fresco como épico. La canción trascendió su contexto, como es «Llamen a Moe», una versión hilarante del programa «Todo x $2» de Diego Capusotto y Fabio Alberti, con la presencia del mismo Gustavo Cerati
A partir de “Hombre al agua” –el tema más largo del disco-, se entra en la parte más introspectiva del álbum. De este tema, Melero hace un preciso recuerdo. “Fui a la casa de Gustavo y me hizo escuchar el demo en una porta gigante. ‘Mirá! Se llama ‘Hombre al agua’. Solo tenía el título de la canción. Me dijo ‘Esa frase aparece seis veces, acá y acá. Vos hacé el resto’. Inmediatamente me surgió la idea del barco a la deriva en plena tormenta, en medio del océano”. La línea de bajo es calidad al tiempo que el solo de guitarra establece una marca distintiva para un tema que, en vivo, era un punto por demás alto, con el público cantándolo de principio a fin. La letra será interpretada de manera absolutamente personal por quien la escuche y la resignifique.
“Entre caníbales” levanta el ritmo antes de entrar a la recta final. Ritmo y melodía en tempo perfecto y los cambios en los momentos adecuados. La sensualidad se hace presente con un deseo hecho realidad, “Una eternidad espere este instante…”
En “Té para tres”, la letra hace alusión a un momento por demás agrio como fue el enterarse de la enfermedad que sufría Juan José Cerati en un encuentro que también incluyó a Lilian Clark, la mamá de Gustavo. “Mi marido ya sabía la enfermedad que tenía, porque tenía cáncer. Era la hora del té. Estaba Gus, mi marido y yo y teníamos los análisis” [2]. Con un clima acústicamente spinetteano –de Artaud-, la letra describe la situación con precisión no exenta de poesía y sensibilidad. Andrea Alvarez recuerda que “ Te para tres’ era un tramo muy sensible en los shows en vivo en el que Gustavo se quedaba solo con Tweety –divino el teclado en ese tema-“.
El disco cierra con “Cae el sol” que abre con esa sensación de eterno y deseado retorno. “Y cada vez que vuelvo/tus ecos están/y querría despertarme/y al fin con vos volver a jugar” aunque –pareciera- va a correr la misma fortuna del que aludía el Zorzal criollo con “la frente marchita”. El tema retoma uno de los grandes temas en la poesía de Gustavo Cerati como es la Ciudad de Buenos Aires en el recitado que realiza promediando la canción. “Un Extraño destino, una oscura verdad/tan solo tropiezos, amar o callar/anduve caminando por calles al azar/por calles vacías/Buenos Aires, Buenos Aires, humedad”
En el plano musical, Gonzalez brinda detalles al respecto. “Para ‘Cae el sol’, superpusimos varias capas de teclados que grabamos durante toda una tarde en el departamento de Gustavo de la avenida Alcorta. Estuvimos horas secuenciando” [1]. En el final del tema, se escucha un fragmento de “Here comes the sun”.
A continuación, la lista de temas y el detalle de las participaciones.
Título Música Letra Duración
1-(En) El Séptimo Día Cerati Cerati 4:28
2- Un millón de años luz Cerati Cerati 5:10
3- Canción Animal Cerati Cerati, Melero 4:12
4- 1990 Cerati Cerati 3:42
5- Sueles dejarme solo Cerati Cerati 3:53
6- De música ligera Cerati, Bosio Cerati 3:36
7- Hombre al agua Cerati Cerati, Melero 5:55
8- Entre caníbales Cerati Cerati 4:10
9- Té Para 3 Cerati Cerati 2:25
10- Cae el sol Cerati Melero 4:28
Los cortes de difusión fueron seis (más de la mitad del disco). “Canción animal” (30 de julio de 1990), “De música ligera” (8 de octubre de 1990), “(En) El séptimo día” (12 de noviembre de 1990), “Un millón de años luz” (3 de diciembre de 1990), “Té para tres” (15 de abril de 1991) y “Cae el sol” (13 de mayo de 1991)
Participaron del disco como músicos invitados Tweety González (teclados), Andrea Álvarez (percusión y coros en “1990”, “Hombre al agua” y “Cae el sol”), Daniel Melero (teclados en “Cae el sol” y “Hombre al agua” y aporte conceptual), Pedro Aznar (coros en “Sueles Dejarme Solo” y “1990” y arreglos vocales en 1, 2 y 4). El diseño de arte y fotografías estuvo a cargo de Alfredo Lois.
La obra completa de “Canción animal” iba más allá de las canciones y se extendía al nuevo cambio de look del trío asi como en la tapa del disco que, a la postre, terminaría siendo un ícono dentro del rock argentino. A la idea inicial de un collage selvático de Alfredo Lois, le sucedió la imagen de una pareja de “leones en acción”, más conceptual y vanguardista. En el álbum español se recortó a los animales sobre un fondo blanco y la edición en CD fue lanzada con una fotografía del trío. [1].
El color naranja era el fondo en el que transcurría todo al tiempo que el trío empezaba a vestirse con colores diversos. El pelo volvía a dejarse largo junto con pantalones anchos y sombreros y gorros al tono.
Después vendría nuevamente la consolidación en el continente y sentar nuevamente las bases del rock en nuestro idioma, con una idiosincrasia propia que no tenía tanto para envidiar a las grandes bandas del mundo. La “Gira Animal” sería otro hito ya en la historia de la música y la cultura de Latinoamérica.
Pasaron treinta años de la edición de “Canción animal”. Con la verborragia que lo caracteriza, Melero afirma que “aún hoy siento el placer inmenso que significó estar haciendo ‘Canción Animal’ ¡Uno de los mejores discos en la historia del rock del planeta!» Andrea Alvarez retoma los “detalles específicos como las palmas en ‘-En- El séptimo día’, los toms que se borraron accidentalmente en ‘Entre canibales’ y mi primer bongó, que fuimos a comprar con Adrián Taverna en Miami, para la grabación de ‘De música ligera’, ese super hit que queda casi fuera del disco. ¡Gustavo la mostraba como pidiendo disculpas por su obviedad pero para mi era genial! Hoy escucho “Canción Animal” y me parece mentira que en ese entonces se hubiera podido llegar tan lejos. Es algo bien popular, comercial y a la vez, sofisticado, que moviliza al que escucha y le pide que se involucre. Lo considero uno de los mejores discos de la historia del rock argentino”.
Razón no les falta. La vigencia del disco es innegable. Se lo puede poner en un tocadiscos -¡que vintage!-, una compactera o una plataforma digital con volumen acorde.
“Canción animal” será recordado a través de los tiempos pasando a la inmortalidad de las obras inolvidables. De hecho, ya lo es. Más aún, en la historia personal de quien estas líneas escribe que, al momento de terminar esta nota, vuelve a sonar el disco por tercera vez, con el excelso placer que esto implica.
[1] Testimonios que forman parte del libro #50AñosRock -Lado B- de Dente-Gaguine-Recis.
{2] Testimonios que forman parte del libro #GustavoCerati-EleganciaPop de Miguel Dente.