Cine: “Hannah Arendt” de Margarette Von Trotta.

Es la segunda vez que voy a ver una película y escribo al respecto. La primera fue en el marco del BAFICI y coincidió con un cacerolazo. Ver la claridad de las ideas de Hannah Arendt y cruzarlas con las esbozadas por los caceroludos me pareció un desperdicio y dejé pasar el tiempo, sin escribir nada al respecto. 
Ahora, gracias a su estreno y permanencia en el cine Premier, llegó la hora de escribir.

Inteligente, mordaz, polémica, brillante. Estos son algunos de los calificativos que servirían para describir la personalidad de Hannah Arendt, la filosofa alemana que pergeñó ese excelente libro llamado “Los orígenes del Totalitarismo” y “Eichmann en Jerusalem. Un estudio sobre la banalidad del mal”. Justamente, la película a la que nos referiremos hace hincapié a la vida de Hannah en relación a la cobertura periodística que hizo para The New Yorker cuando se realizó el famoso juicio contra el jerarca nazi, en Israel, en 1961.
La película documenta como fue la vida de Arendt a partir de cruzar sus ideas con las evidencias que surgen a partir de los testimonios tanto del propio Eichmann como de los testigos convocados para brindar su testimonio. No obstante, no se concentra únicamente en lo que sería el “presente” de la acción cinematográfica sino que va hacia atrás, al pasado, para indagar la relación que tuvo con Martin Heidegger, el gran filósofo alemán que había manifestado sus simpatías con el nazismo.

De forma amena y dinámica, Margaret Von Trotta capta la esencia y el espíritu de la excepcional filósofa judía que será piedra fundamental en lo que fue el estudio del Holocausto. El ritmo de la película es atrapante, con fuertes diálogos que pondrán de manifiesto no solo las ideas de Arendt sino también la forma en que se reaccionó frente a sus controvertidas ideas. Al respecto, es una de las pocas personas que fue más lejos de lo que, generalmente, se tiene como “idea madre” de lo ocurrido en el Holocausto. Arendt puso en duda la maldad de los ejecutores nazis al considerar, a través de Eichmann que no tenía características antisemitas ni tampoco presentaba rasgos propios de una persona retorcida y/o enferma mentalmente. Eichmann hizo lo que hizo no porque fuese un ser lleno de maldad sino que era un burócrata dentro de un sistema que se basaba en matar gente. Esto idea da por tierra lo que se fue contando a través del tiempo acerca de lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial al tiempo que llama la atención sobre la conducta de los propios líderes judíos y de la llamada “gente común” que vivía en las grandes ciudades europeas –y de todo el mundo-. Arendt da cuenta que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema en el que viven sin reflexionar sobre sus actos. No se preocupan por sus actos sino solo por el cumplimiento de las órdenes. Se podrá torturar, matar gente o lo que sea, que no serán considerados como “malvados” por sus efectos o resultados en tanto haya ordenes de una “superioridad” que de las ordenes para llevarlos a cabo.

Es muy elogiable la manera en que se utilizó el material de archivo del juicio propiamente dicho para ensamblarlo a la película, dotándola de un efecto de fidelidad por demás destacable. Además, permite abordar la propia palabra de Eichmann de sus propios labios, en el marco de un juicio que trascendió las fronteras del Estado hebreo. En cambio, el flashback para retratar su relación con Heidegger es una filmación tensa y atrapante de lo que fue una de las relaciones más intensas y controvertidas de la historia de la filosofía).
Por otra parte, al adoptar la película dos momentos en particular de la vida de Arendt (la relación con Heidegger y el juicio a Eichmann), ambos dan cuentan de una especie de separación de la filósofa respecto de dos “amores”, el de su mentor y el del pueblo al cual pertenece. No obstante, se destaca el hecho de ser dos separaciones que, aparentemente, no le afectaron en su fuero íntimo. De hecho, ante la crítica de haber traicionado a su pueblo, dice “no quiero a ningún pueblo, solo a mis amigos”.
Barbara Sukowa da vida a una Hannah Arendt exacta. Filosa y brillante, con la fiel compañía de un cigarrillo (¡fuma más que Keith Richards!), Sukowa creó una Arendt sublime, que será recordada de esa manera por más de uno. No en vano ganó varios premios o fue nominada en numerosas ocasiones. El elenco responde a lo requerido por un texto que permite acercar grandes temas del pensamiento y de la reflexión a un público masivo, de manera didáctica.

Atrapante de principio a fin, «Hannah Arendt y la banalidad del mal» refleja la personalidad de una de las pensadoras más brillantes del siglo XX al tiempo que atrae al público a un debate muy serio con respecto a la conducta del hombre en uno de los momentos más crueles de la historia del hombre.
Lo último es un pedido. A la gente del cine Premier, la película fue filmada en alemán, con partes en inglés ¿por qué la ponen en francés? Limítense a ponerla en su original que es donde se aprecia de mejor manera la riqueza de los diálogos.

Ficha técnica:

Título original: Hannah Arendt. Con Barbara Sukowa, Axel Milberg, Julia Jentsch, Janet Mcteer, Michael Degen, Ulrich Noethen, Janet McTeer, Dirección: Margarethe Von Trotta. Guión: Margarethe Von Trotta y Pam Katz. Fotografía: Caroline Champetier. Música: André Mergenthaler. Montaje: Bettina Bohler. Web: http://www.zeitgeistfilms.com/hannaharendt/

Cine: Premier. A las 16:00 y 19:50 hs.



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