Acusar y no pensar
Dramaturgia: Olivier Chiacchiari. Con Marcos Ferrante, Eduardo Iacono, Natalia Olabe, Javier Pedersoli, Fernanda Pérez Bodria y Martín Speroni. Vestuario: Aldana Della Salla y Juan García. Escenografía: Julieta Potenze. Diseño de luces: Rocío Caliri. Asistencia de escenografía: Tomás Fage. Dirección: Melina Marcow.
El Camarín De Las Musas. Mario Bravo 960. Jueves, 21 hs.
Un hombre habla. Cuenta una historia atrapante que podría ser real. Un grupo de cinco sicarios –palabra de moda en estos tiempos- busca a Teo, en un pueblo. Nadie sabe porqué lo buscan.
El sutil y corrosivo texto de Olivier Chiacchiari será el punto de partida de una puesta austera y rica en sus múltiples diálogos. Tres cuadros darán vida a tres casas las cuales serán habitadas por dos parejas y por “el sujeto” –se lo conocerá como tal a lo largo de la obra-. El relator va y viene a través del tiempo y el espacio. Serán las 20 hs en una vivienda ubicada en la entrada del pueblo pero también en otras dos casas ubicadas en el centro y en la finalización del poblado.
La tensión entre lo ocurrido y las especulaciones al respecto del porqué de lo acontecido y el qué hacer, disparan contenidos y preguntas en forma de hipótesis que se repetirán sucesivamente. Pero todo en relación con aquél que no está (Teo) y su amigo, el sujeto, que recibirá a algunos habitantes del pueblo, que quiere saber de que se trata todo.
El clima de tensión cuenta con un fuerte guiño a una realidad donde la paranoia le gana la pulseada a la razón. El “algo habrá hecho” se ve como una moneda corriente en la que nadie está exento de culpa y cargo pero sin darse cuenta que, por responsabilidades propias, podría haber consecuencias con un tercero. Los diálogos repiten su estructura e incluso palabras pero con los tonos necesarios y los ámbitos cambiados, permiten una construcción atrapante a nivel interpretación de lo que se dice y esboza. Acusaciones de las más variadas y respuestas de distinto gusto serán dibujadas por cada uno de aquellos que visitan a un sujeto que se presenta como “un hombre común”. Desde ese momento, ese sujeto se presenta como “alguien como uno”, fácilmente identificable en sus pensamientos y fuerte proximidad con una platea con la que establecerá empatía. El problema es la forma en que cambia el discurso de acuerdo a la ocasión, inquiriendo de manera indirecta a esa platea que lo había adoptado.
El relato se ubica en el prisma de cada uno de los personajes. La creación de sentido y su correlato en la sociedad es por demás elocuente, con cierto estilo kafkiano. La repetición creará sentido a través de las diversas hipótesis que se esbozaran en busca de la verdad pero ¿Qué verdad? ¿La real o la que será la adecuada al marco en el que se vive? La importancia de un rumor sin el más mínimo deseo de averiguar la veracidad del mismo. Todo en un marco de gente “como uno”, que acepta todo sin razonar o averiguar al respecto.
Uno acusa a otro pero sin ver sus propios errores, sino que “tira la pelota afuera”. Una especie de “¿Yo? ¡Argentino!” que se expandió en un poblado donde todos tiran una piedra sin estar exentos de pecado. Nadie sabe porqué ni de qué se lo acusa a Teo, pero hablan, acusan y argumentan. Cualquier parecido con cierta clase media porteña asustada es solo una casualidad…..
La construcción del personaje de “el sujeto”, con un vestuario un tanto aniñado, le brinda una proximidad a la platea desde cierta indefensión y confusión. Es interesante como sus pensamientos van cambiando y oscilando en tanto su propia relación de amistad con Teo. Será ese sujeto el que reflejará a la mayoría y con un resultado no tan auspicioso como uno esperaría de otro “buen pensante”, de nobles sentimientos pero el que será exculpado de culpa y cargo en tanto cometa algún error. Si se lo condena, se hace lo mismo para con quienes son similares a él –esa mayoría silenciosa, de buenas costumbres, de trabajo honesto y lejos de las “cosas raras”-. El resto de los personajes contará con aristas reconocibles, lo cual brinda una proximidad peligrosa. La que se ampara en Dios, el que quiere “actuar inmediatamente”, la que vio y calló…y siguen las firmas.
De esta manera, cala hondo en la reflexión de los espectadores, con un texto fuerte y profundo. Eso si, sería bueno que estos no tomen el mismo rumbo de los habitantes de un pueblo tan parecido a Buenos Aires, de mirar para otro lado y pensar que eligen, si pizza, pastas o asado, para después de la función.
El elenco mostrará la solvencia de actores exactos para personajes donde una coma o un segundo de más (o de menos) cambiaría ese sentido tan exactamente creado con la repetición de una dramaturgia exquisita. La escenografía de tres cuadros de madera es un hallazgo. El vestuario tendrá su incidencia en el dibujo de esos personajes. Bien abrigados, para protegerse de un exterior frío y violento.
Con un final sorprendente, “La prueba de lo contrario” es de esas obras que apelan a la sonrisa sarcástica al tiempo que incomodan gratamente con lo planteado.