Alberto Ajaka: “Soy un hacedor de objetos teatrales”

Al mando de ese combo tan innovador como curioso que es el Colectivo Escalada, Alberto Ajaka estrena la última creación de la compañía, “El hambre de los artistas” en el Teatro Sarmiento. Con un pensamiento claro y preciso, Ajaka cuenta acerca de su pasión por el teatro –está ensayando “Juan Moreira”- asi como de los nuevos horizontes que le permitió abrir la televisión.


– Alberto, estas presentando “El hambre de los artistas”, una vorágine de conceptos e ideas.

– Si. A diferencia de lo que fue “Llegó la música”, donde era también abundante el campo temático, ahora se propone la abundancia en términos de lenguaje más que en una cuestión temática. En ese sentido, son pruebas sobre problemas teatrales que me interesan. Más allá que es una anécdota sencilla y fantasiosa, -la broma de viajar en el tiempo-, se diferencia de un grupo de músicos que se amotina como en «Llegó la música», que está más cercano a la realidad. Creo que es un grotesco, un capricho. Algo antojadizo.


-Es bastante semiótica….

– Es probable, con mucho metamensaje y metáfora sobre lo teatral. Está ese intento aunque desconozco si logrado o no. “El hambre de los artistas” no tiene solución. Al igual que el teatro, los problemas teatrales no tienen solución. En un momento se acuerda con el lenguaje que lo vamos a hacer “asi”. Cerramos ahí porque sino no estrenamos y enloquecemos. Convenimos que el problema está resuelto de alguna manera. De alguna manera lo único que existen son los problemas teatrales. Voy a decir algo forzado pero para mi no existe el teatro sino los problemas teatrales. Uno llega a vislumbrarlos después de mucho laburo por encontrarlos. Después se decide como se resuelve. Es un acuerdo entre nosotros para con el espectador, que acepte esa resolución. No lo digo como plan a priori pero se puede ver que forma parte de una búsqueda y un proceso. Como eje temático se puede ver claro, una especie terapéutica respecto del arte que incluye a “Llegó la música», “El director, la obra, los actores y el amor” y “El hambre de los artistas” que es una especie de tríptico. En términos de búsqueda del lenguaje, también lo hay. 
Con respecto al tono de la actuación quería alejarme del plano realista que venía trabajando con “Llegó la música”. En “El director…” también estaba salvo en el personaje de Barletta, como personaje antiguo, que venía a narrar lo que se ensayaba.


-¿Lo tomas como un tríptico a las tres obras?

– Si, en términos de terapéutica. No tanto en relación a un laburo formal sino en el aspecto temático. Siempre hay un grupo de artistas. En cambio, desde la búsqueda formal, cada una fue tomando su propio camino y sus posibilidades, que son las nuestras. Para mi, es un grotesco. Tiene esa cosa caprichosa, empastichada. Hay algunos intentos de prueba con respecto al lenguaje de actuación, con algún intento seguimos trabajando función tras función, de imprimir un trazo actoral que tenga peso…Somos actores muy italianos y veras que no mueven mucho las manos ni los brazos. Por lo menos no hasta determinado momento y eso es gran parte del asunto. Además, que hagamos con el grupo Escalada obras que sean abundantes, es bastante lógico. Somos once actores, en este caso, doce con Alberto Suarez de invitado. Son obras polifónicas por lo que se abren y cierran líneas. Esto hace que crezcan. No están organizadas de manera piramidal por lo que inevitablemente se tornen abundantes. En “Llegó la música”, la idea de la orquesta agrupaba eso.


-Ahora tenes dos grupos dentro de la obra.

– Si, pero no solo tengo dos combos sino que los cinco personajes de uno de los grupos, son completamente diferentes entre si y en el otro, tenes colaturas y conflictos diferentes, que van a resonar en el primer combo. Además, ahora tenes tres personajes más que son Cosmopólito Constante y Sonante, el enano Miguelito y Kafka, Pancho, el artista ayunador. Es una obra de quince personajes.


-¿Te limitó tener una fecha de estreno a la vista, con el Teatro Sarmiento?

– Siempre me limita. Somos de laburar muchísimo tiempo. No es que trabajamos solo para los dos meses del Sarmiento sino que hace dos años que estamos trabajando con la obra. La idea es del 2012. En el medio hicimos lo del Rojas y la temporada de “Llego la música”. Nos pusimos a ensayar a fines del 2013. Livianamente pero empezamos. Fue mutando y se tiraron un montón de cosas. Incluso, algunas mejores pero bueno, para mi lo que tiene importancia es el ensayo y en algún momento había que estrenar. Quizás, algunas cosas que tenían valor se descartaron y quedaron en el olvido.


– ¿Le seguís haciendo retoques a la obra?

– Si. No vas a ver la misma obra que viste el día que viniste. Le sacamos una pequeña codita que –creo- estaba sobrando y retoques varios todo el tiempo. La obra cambió mucho en este tiempo. La hicieron crecer mucho los actores. 


-¿El público que va a ver la obra, es diferente al de “Llegó la música”?

– No lo se. No puedo tener tanto contacto. Hay unas fechas muy festivas que son los jueves que es el día con precios populares, que se viene llenando y es medio fiesta. La gente está muy arriba y está buenísimo. Para nosotros es una experiencia porque son más de doscientas butacas. Es un espectáculo grande y necesita de gente en ese punto. Hay mucha más circulación de gente a la que estamos acostumbrados. El último año de La Carpintería con “Llegó la música” no era el público de Escalada necesariamente. En “Llegó la música” teníamos un público tan de nuestro palo que era prácticamente imposible sostener una segunda temporada.


-¿Por qué?

– Depende también de las cantidades de funciones que quieras hacer. Para mi, hay una medida teatral que es la de tres funciones semanales. Ahora hacemos cuatro por contrato y con “Llegó la música”, dos. Con tres, no nos daba el cuero de público. Mandarse con tres, con gente del palo, no se si hay tanta gente para eso. Hay gente que hace y le interesa teatro pero no sé….Conozco gente más joven y que es del palo que no conocía Escalada porque no conoce Warnes y Juan B. Justo y ni siquiera Caballito. Pero no lo sé. Inevitablemente, hay un público que es “del San Martín” y ahora estamos en el Sarmiento que está más corrido. Ahora no tengo el mismo contacto que tenía, por ejemplo, con Escalada. Eso se extraña un poco. En el Rojas hacíamos la previa con lo que se veía la gente.


-Nombraste tus tres obras como un tríptico pero ahora podría decir que las tres tuvieron un personaje de peso como Shostakovich, Barletta y Kafka…

– Si, es cierto. En ese sentido, en términos del lenguaje escénico hay cosas diferentes. Hay algo ahí que tiene que ver con estos años mios y del grupo, de entender y hablar de lo que viene pasando, tanto a mi como al grupo. Creo que se terminó una etapa con este punto. Hay una ligazón de la figura fantasmática que aparece permanentemente como Shostakovich, Barletta con su manual (tomé ese manual y no otro) y con Kafka. En «El hambre de los artistas», hay muchos fantasmas, tanto del pasado (Kafka, Francisco –Pancho Yerba Amarga-) como del presente (El enano Miguelito y Cosmopólito). A diferencia de los otros dos, no hay figura rectora sino que es compañera y contemporánea. También está Hamlet como figura. 


– ¿Cuanto te llevó cranear el texto de “El hambre…”?

– Desde diciembre del 2012. Incluso, lo que hacíamos en “El director” también nos sirvió para probar y ver que no había que hacer ese poquito que hacíamos ahí. Me llevó todo este tiempo, con mucha intensidad el último año y desbordante intensidad los dos meses previos al estreno. Ensayábamos seis días a la semana, cinco horas y media sin parar.


-Tiene muchas aristas desde donde abordar la obra…

– Si! Es fuerte en muchos aspectos y noto que hay público que se para y se va. La verdad, me alegro bastante que eso pase. Hay alguna que otra gente que se ofende. También estoy especulando con el que se va. Por ahí, tiene razón y piensa que la obra es una porquería. Más luego el que se va, se va ofendido en su buen gusto o criterio. Si juega eso, me pone contento que se vaya. No hago las cosas para que le guste a todo el mundo.

Ahora, también está el que se va porque dejó la canilla abierta de la casa, le agarró palpitaciones o le parece una obra menor. Ahí está, es “El hambre de los artistas”. Tomala o dejala.


-¿Hoy te sentís más actor que director? ¿O siempre fuiste más actor que director?

– No, no. No hay ninguna diferencia. No, haciendo teatro. Por supuesto soy un actor que actúa en televisión y en cine –ponele- y hace relatos para publicidades. Pero no…No me interesa mucho la idea del puestista. No es algo que me convoque. Soy un hacedor de objetos teatrales por decirlo de alguna forma. A veces me tiene en algún lugar, a veces en otro. Pero cuando me toca actuar, me siento hacedor del asunto. Obviamente es un laburo colectivo con responsabilidades diferentes. Pero siento que estoy haciendo teatro en el lugar que me toca. Me divierte, me angustia, me calienta y me enoja tanto, cada vez como se pueda en cada lugar que me toque.


-Después del éxito de “Guapas”, ¿como te sentís con respecto a la popularidad?

– Siento que mi vida cambió a nivel de oportunidades laborales. Esto es algo concreto. Después, el resto no significa más que el saludo de la gente por la calle. Tampoco es que no puedo caminar por la calle. No soy Darin, pero la verdad no siento mucha diferencia. Es verdad que tengo algo que es muy preciado que es la posibilidad de elegir laburos rentados. Pero estoy acostumbrado a elegir…


-Siempre fuiste de elegir…

– Si, inclusive cuando nadie me daba laburo, también lo elegía. Voy a hablar del laburo rentado para que quede claro. Por supuesto no es lo mismo antes de «Guapas» -que era la única que tenía- pero ahora tengo más ofertas de laburo. Igualmente, puedo estar en otro lugar, de un laburo no rentado pero si simbólicamente hablando que es cuando te interesa laburar con un director por su trabajo. Hay un interés. Tiene para vos –esa persona- un significado y ocupa en tu canon, un algo. Me parece que todos, de alguna forma, estamos acostumbrados a elegir. En un momento elegí hacer muy la mia y también me hizo elegir que otro no me eligiera. Me fue llevando para allá y para acá. La primera vez que actué en teatro, me tuve que dirigir porque nadie me llamaba. Cuando me fue más o menos bien con “Otello, campeón de la derrota» en el Sportivo, abrí la Sala Escalada en Juan B. Justo y Warnes. Si ahora no pasa nada por ahí, imaginate hace ocho años.

Volviendo a la pregunta de la popularidad, cambia en que te saludan más por la calle, te llaman más. Para cuando llegué, sentí el reconocimiento de mis colegas, lo cual es una medida importante. El hecho de haber ocupado algunos lugares importantes en la escena teatral también.


-Para mucha gente, caíste como la típica figurita nueva. Imagino que algunos colegas te habrán dicho “yo te vi en tal lado”…

– Si! Los colegas, si. No te digo la totalidad pero un alto porcentaje ya me conocía y me hizo sentir cómodo. Empecé a laburar en tele en el 2011 y pasaron dos años donde hice un papel chico en «Lobo» y estuve en las miniseries del INCAA que se ven un poco menos. Es muy poco tiempo pero fue todo muy vertiginoso. También me fui acostumbrando a entrar a un estudio y a un sistema de grabación. Tampoco fue tan repentino en términos con la mecánica de laburo. Cuando empecé a grabar “Guapas”, ya venía con personajes de elencos.


-Recién hablabas de tu forma de “elegir” personajes y la cautela al respecto. ¿No tenes miedo que te convoquen para volver a hacer un nuevo Donofrio?

– Mirá, de hecho estoy haciendo otra cosa pero la verdad, no lo sé. Me tendría que pasar. A priori, no. Si pasa y me doy cuenta…porque te tiene que pasar. Cuando empieza un proyecto televisivo, tenes tres o cuatro guiones. No está delineado eso. Después se ve como viene la tira.


-¿Qué estas preparando ahora?

– Estoy ensayando “Juan Moreira”, con dirección de Claudio Gallardou. Está muy bueno. Me acuerdo de haberlo visto, cuando empecé a hacer teatro, en los finales de la Banda de la Risa. Siempre recuerdo una de las cosas iniciáticas más fuertes que tuve, que fue ver al Bicho Gomez tirándose en el Margarita Xirgu. Lo recuerdo como un impacto tremendo, siendo yo un muchacho grande pero con una conmoción casi infantil.


-¿En tele?

– Estoy con “Signos”, el unitario de Pol-ka. En esta parte del año, hice varias de las miniseries del INCAA, con Lucia Puenzo, Benjamín Avila y Gastón Portal. Hay cinco cosas por estrenar. «La parte ausente», la pelicula con Celeste Cid se estrenó este año pero ya la había hecho antes. Estuvo buena la peli. Me hice amigo del director Galel Maidana. La hicimos en el 2012, cuando estaba haciendo  «Macbeth» en el San Martín. Me pareció una puesta de Galel, a quien banco en la parada, con una mirada muy personal. Me gustó participar de la fascinación de alguien como él, e intencionadamente dirigido hacia un lado sin especulación.


-¿Cambió tu relación con el periodismo en relación con los que te conocían de antes o los que te conocen de ahora?

– No, para nada. Soy una persona que le gusta charlar mucho. Hay lugares de profundidad o no, que me convocan a hablar de un interés. Di muchas notas el año pasado. Hubo un momento que fue de todo tipo y color. El género de la entrevista me interesa mucho como lector. Me da curiosidad que dice cierta gente, no toda. Saco cosas de las entrevistas para mis obras. Es un género que me interesa muchísimo.


-Con la cantidad de notas del año pasado, capaz que te metiste un poco más…

– Si, pero igual me interesa de pequeño. Siempre estoy hurgueteando en una entrevista en una revista o por internet. Después, también depende el entrevistador, el medio y sobre lo que quiere saber del medio. Que sepa trasladar la idea y lo que se quiere decir. Igualmente, las entrevistas que más me gustan son esas de “días”. Que se van macerando y seguimiento largo del personaje, como las de Playboy. Pero no he tenido chasco como entrevistado. El mismo entrevistador le da un valor o no. Le piden un determinado perfil y yo participo de eso. Cierto perfil de ese negocio necesita que ponga mi jeta como si fuera una nota de color.


– ¿Harías nuevamente “Otello campeón de la derrota”?

– Si! Por supuesto. No se si habría chance de hacerlo porque me demandaría mucha energía al mirar algo de hace tiempo. Gustar me gustaría pero soy de poner la energía en lo nuevo. Me lleva mucho tiempo a mi hacer una obra.


-Si por la puerta de este barcito entrase el Alberto Ajaka que recién empezaba a estudiar teatro, qué le dirías?

– Uh….¿Sabes qué? No le diría nada. Me haría el boludo porque hablar desde este lado, volviendo al “Hambre de los artistas”, es fácil. Si viene el fantasma es porque sigue su vida. Que se golpee y se haga como me hice yo. Aún de las cosas que me arrepiento, dejaría que él se arrepienta. No le diría nada. Dejaría que sea quien es para cumplir el mandato para que sea yo. No hay nada mejor que ser quien uno es y arrojárselo al mundo. Afirmar el propio pulso y el propio gesto.


“El hambre de los artistas”. Teatro Sarmiento. Av. Sarmiento 2715. Jueves a sábado, 21 hs; domingo, 20 hs.

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