Alberto Ajaka: Honestidad brutal

Siempre hay un buen motivo para charlar con Alberto Ajaka. Tipo inquieto y abierto al diálogo, el intercambio es jugoso y abre a otros debates. Es de los pocos que habla “sin cassette” y se aleja de la pasteurización del discurso “luminoso”, tan caro al teatro porteño. Tras el éxito de su película “Lobos” y el reestreno de su muy recomendable“Los Rotos”, se toma unos minutos para hablar sobre cine, teatro, Discepolo, política y mucho más. 

Fotos: Cecilia Villarreal, para Sensibilidad en Foco, https://sensibilidadenfoco.blogspot.com/ 
Alberto, ¿te sorprendió el éxito de Lobos? Está llegando a la sexta semana…
-Si, pero le queda poco… La verdad, no tengo idea si fue un éxito. No pienso mucho en eso. Me sorprendió y me pone contento más que nada, por Durán (N de R: Rodolfo, director de la película) que es un laburante, un batallador del cine. Tiene muchas películas y la viene peleando. Es honesto, sincero y hace su laburo con cariño. Eso, desde ya, me produce empatía. Pero después no pienso mucho en eso. Tiene un elenco bueno, con Daniel Fanego y Luciano Cáceres, que van para el frente, pero no tengo mucha idea con respecto a los espectadores. Es una medida muy rara la del cine…

-Me llega la info de “Tercera semana” o “Cuarta semana” de “Lobos”…
-Funciona así, ¿no? La verdad es que la esperaban para dos semanas. No más que eso. En ese sentido, lamentablemente, puedo decir que si, que fue un éxito. El tema es que las películas no duran un carajo. Entonces, una película se ve tanto menos que una obra de teatro independiente.

-Ese es un buen parámetro…
– Una obra de teatro independiente cuesta el 1% de lo que cuesta una película. Entonces, hay un asunto a resolver. Hago un análisis barato del cine. Allí, se cortó la posibilidad del encuentro social. Nuestros padres iban al cine a estar todo el día, a conocer a alguien o incluso opinar en la película. La otra vez me contaba alguien que en Cuba, eso se hace. Alguien se levanta en medio de la película y le dice a Mel Gibson, “¡pero cabrón! No estas viendo que…”. Eso se cortó. El cine quedó como un reducto para las películas del mainstream, aquellas que vale la pena no verlas en tu casa por una cuestión como el sonido sorround y todo eso. Ahí es cuando el cine está en un problema. Reflexionando un poco, si, me sorprende.

-¿Cuanto tardaron en hacer “Lobos”?
-Creo que fueron cuatro o cinco semanas. Hicimos tres o cuatro días en Lobos y el resto, por acá. Mucho por Avellaneda y Sarandí y también algo por acá, por mi barrio (Villa del Parque) en Nazca y Arregui, para la escena mía del boliche con el chico, con las chicas y el pool.

– Venís a full con el cine.
– Si! Hice un montón de cine. El año pasado hice cinco pelis y este año, dos. Estoy haciendo una miniserie en Chile, con el protagonista de “El patrón del mal” pero no se puede decir nada. Tengo también otra película para hacer, en julio.
En realidad, empecé haciendo cine –más allá del teatro-, con unas diez películas, todas en un rol pequeño. Alguna que otra, un poco más al frente. Después, con la televisión, las veces que me convocaban para hacer cine, tenía que decir que no porque estaba contratado para la tele y no podía combinar. El año pasado, me guardé un poco. En realidad me había guardado un poco en el 2017 pero se cayeron cinco películas aproximadamente. Por suerte, dos se reactivaron y las fui haciendo el año pasado. Como no hay tanta televisión… Obvio que si me llama Cronemberg voy corriendo y más con ese lenguaje, pero acá, el cine de autor está muy difícil. Igual, el lado audiovisual me da un poco lo mismo. Tele o cine…después empezamos a discutir al respecto. Dependerá qué cine o qué televisión. Me divierto mucho en televisión, con los técnicos. La paso bomba. Igual te digo, donde siempre tengo más posibilidades de pegarme un mambo artístico es el teatro, a priori. Después estará la chance de hacerlo en cine o televisión -si me participan de hacerlo- pero donde lo puedo hacer es acá. Aunque me pelee con el director, no importa. Lo puedo hacer. Después, la escena es mía. En cine, cortas acá, pegas allá, el montaje, le pones música, etc.

-¿Gente del mainstream tuvo curiosidad con lo que haces con tu grupo, el Colectivo Escalada?
– Si. Han venido muchísimos. No tanto en las últimas. Rita Cortese es alguien que nos ve. Paola Krum vino cuando no la conocía. Pero vienen. Al menos la gente que hace teatro. Podrá caer alguno más descolgado. En algún momento, estuve más activo para abrir todo pero con el tiempo, con el recorrido que hacemos, se complicó un poco. Igual, ahora lo vamos a hacer con “Los Rotos”, que vamos a ir al Galpón de Guevara pero, con la miseria que hay, no va a venir nadie.

-Igual, cuando estuvieron en el C.C.San Martín, llenaron.
– Si, pero igual. El Cultural San Martin tiene esa cosa teatrera, de gente joven y entrada barata. No sé quien va al teatro. Ahora, puede haber un cambio en el público que puede influir.

-¿Le hiciste algún cambio al texto?
– No. Si a la escenografía por el tema del espacio y la esquina donde se desarrolla todo.

-El texto de “Los Rotos” es muy bueno pero pensando en la recepción del público, tenías gente que abría la cabeza o reafirmaba sus prejuicios respecto a la clase baja. Le tirabas la pelota al público…
-Siempre hago eso. Si tiene algún valor o sirve lo que hago es que no tengo las cosas tan claras. No me interesa celebrar el teatro en el que todos pensamos igual, somos progresistas y estamos en contra de Macri. Eso es una pavada. Macri es un accidente en la vida…de la concha de la lora pero accidente al fín. Pertenecemos a un espacio en el que no ponemos en conversación algunas cuestiones. ¿No es aburrido de la otra manera aun de las formas más excelsas? ¿Donde uno va a afirmar una línea de pensamiento donde siempre nos protegemos? Tenemos un pensamiento que está claro…

-Teoricamente si
– …La discusión es con las miserias humanas. En ese punto, la discusión es seria y totalmente pensada, dentro de mis limitaciones. La obra se llama “Los rotos” y por algo no se llama “Los pobres”. El espacio está completamente recortado. En la pobreza están todos los cables sueltos y la basura está ahí. No se puede replicar ni con la mejor escenografía. No hay posibilidad. Cada recorte de una esquina pobre, de una villa miseria, estalla y tiene movimiento. No es un aeropuerto, un hospital o el living de tu casa donde todo tiene cierta planificación. Se puede replicar el living, las sillas, la familia de clase media. Lo otro es acumulación de miles de cosas. Colores, retazos y cosas gastadas que opinan sobre eso. La idea es, como no se puede replicar eso, recortar lo mejor posible. Es teatro, sino es un documental. Caso contrario, que lean “Villa miseria” de Verbitsky o hagan trabajo social. El espectador podrá decir “no es una villa miseria”. Claro, pero nada es una villa miseria.

-Hay obras que quieren retomar estas estéticas pero se acentúan en las actuaciones y no en el texto. Como si hubiese una visión de “el buen salvaje”.
– Habrá que ver puntualmente los casos pero coincido con el análisis en general. En mi caso, terminé con un período que se armó con una especie de trilogía que tiene que ver con una etapa terapéutica mía respecto a cambio de laburo y demás con las obras “Llegó la música”, “El director, la obra, los actores y el amor” y “El hambre de los artistas”. Estas obras hablan más o menos de lo que me pasó a mi en estos años, en otros territorios. Fue mi intención de entender que mi vida estaba cambiando. Ahora, esa etapa se agotó. Mirando hacia atrás me doy cuenta que eso estaba claro. Todo hablaba sobre el dilema del arte y el artista. Entonces pensé en que me daba ganas. Ahí me acordé de lo que había negado cuando hice un pié en el teatro independiente. Negar mis orígenes. No porque encuentre…sino negarlos, en tanto el teatro independiente especula con una razón intelectual. Siempre hay algo metateatral. El problema es que deja de pensar en la escena y lo que piensa sobre los tópicos o conceptos. Se pone conceptual y deja de pensar los problemas concretos y mecánicos de la escena teatral. Esto es lo que más se debería pensar. Más que metateatral, se pone metalingüístico, o metaescénico en este caso. Pensé que era el momento de reencontrarme con esos años de la niñez y la adolescencia. En este punto, si se quiere, es mi obra más personal hasta ahora. Esa trilogía era lo que me estaba pasando en ese momento. Hay una cita de Tarkovski que está en el libro “Esculpir en el tiempo”, de su maestro Mijail Romm que dice, más o menos así. “Empecé a hacer cine a los 27 años. Antes de eso, era un pelotudo total”. No explica porqué pero lo dice. “Era un boludo y después hice muchas cosas. Logré reconocimiento, me respetan. Soy otra persona y logré algo en el cine mas todo lo que soy, tiene que ver con aquél que era hasta los 27 años”. En este sentido, esta obra es como más biográfica. Lo personal, de lo que yo soy, está. Bueno, siempre estuvo. Y de ahí, al grotesco. Pero es un error pensar al grotesco, como si fuera un cocoliche malo, ligándolo con lo chabacano, lo grosero y lo burdo. El grotesco es antojadizo, caprichoso y simétrico. Por eso es tan simétrica la obra. Es un capricho. Como en los murales, se mezclan cosas con simetría. Caprichosamente pero con simetría. Mi idea era presentar un mundo prolijo del despelote caprichoso que es el territorio de la pobreza. Hay simetrías. Las podes ver y estallan.

-“Los rotos” fue una de las pocas obras políticas del año pasado.
– La verdad, no, no tengo idea. Supongo que va a volver eso. A mí, esa faceta…Una vez hubo una charla con Kartún y Bartis, en el momento top del kirchnerismo y la recordábamos con los compañeros. Estaban todos contentos y eso enfoca un poco la tragicomedia del kirchnerismo. ¿Qué hace el teatro ahora, que no hay con quien enfrentarse? ¿Qué hacemos ahora? ¿Qué hace el teatro que perdió su némesis? Creo que está siempre y en ese sentido, fui consciente, a partir de “Cada una de las cosas iguales”, que era mostrar la perplejidad sobre la política. Leí “La Perestroika” a los trece años. Me interesa el tema desde siempre. Recuerdo estar a los doce años, con mi viejo, que compraba el Clarin –cuando todavía se lo podía leer y era el diario de todos-, para saber el nombre de los políticos. Quería saber el nombre de los políticos. La política real me interesó siempre. Vos estás hablando en un sentido más amplio. Ahí volvemos al punto uno.

-El teatro está atravesado por una paja intelectual muy grande. Se sabe que pasa en Berlín y no saben tomarse un colectivo a Mataderos.
-Si, si. Es probable. Y también se pierde la referencia con nuestra historia. Las nuevas camadas están pensando en “estar en la pomada”, pero la preocupación de todos es que estamos corriendo la coneja, tal como decía Discepolo. Esta obra es, en sí, un humilde homenaje a ese fenómeno. Pero esto no le importa a nadie y cuando importa, es en un sentido “Billiken”, de manera un tanto escolar y sin pensar. Entonces dije “Quiero hacer una obra aristotélica, de 24 horas. No hacer apagones y que sea un día completo”. Me la quería complicar de esa manera. Que el relato sea el pasaje por el paisaje.

-Los primeros minutos en “Los rotos” no pasa nada y ¡la gente se impacienta!
– Si! Dice “Qué onda? No pasa nada!”. Cuando veía eso, estaba chocho! Después empiezan a maquinar y eso. Si gusta o no gusta mucho. En realidad, hago lo que se me canta. Soy rico y pobre al mismo tiempo. La próxima obra se tiene que llamar “Lo mejor ya pasó”. Curtimos ese problema. Somos diecisiete personas en el Colectivo Escalada que no somos “We are the world” o Bob Geldof. Nos hacemos el bien que podemos y también queremos que nos vaya bien. El mejor techo para nosotros, no nos alcanza. No somos los Les Luthiers y no lo vamos a ser nunca.. Como cabeza de la compañía, tengo una responsabilidad. Están ahí mis compañeros y lo más digno es que pudiesen vivir de eso. Es un proyecto anti-económico y también es una posición política. Es una opinión política. No es una épica pero también opino desde el sistema de producción. No negamos que nos gustaría le guste a todo el mundo. Es más, mi fantasía es poder hacer “Los Rotos” al aire libre. Veremos si la podemos hacer en octubre.

-¿Estas preparando algo nuevo con el Colectivo Escalada?
– Por el momento, no. Veremos. La única posibilidad que quedaría, a futuro, para que el Colectivo Escalada siga laburando, es que entregue una obra escrita. Ya no nos podemos juntar para ensayar en la modalidad que hacíamos antes. Con la edad que tenemos, no podemos más. Si seguimos así, vamos a terminar haciendo una obra por grupo de whatsapp. La única que queda es hacer una obra escrita. Intentaré hacerla en verso que la única manera en que puedo llegar a hacerlo. Con el verso, que es un laburo arduo, es la única manera que me imagino entregando un texto terminado. De hecho, escribo como un dramaturgo pero primero tengo que verlo. Se llamaría “La guerra” pero sería el año que viene. Todavía no lo empecé a escribir. 

-¿Cómo terminó el Hamlet que hiciste el año pasado?
-Muy bien. Quedó ahí pero en concreto nada. Ahora, hay un Hamlet en el San Martín por lo que no tendría mucho sentido tener otro enfrente.

-Ese Hamlet, ¿no fue una especie de revancha con el Macbeth que habías hecho?
– No, para nada. Aparte, lo que veo respecto a los clásicos – shakespereanos en especial- es que no sabemos nada. Creemos que sabemos un montón y no sabemos nada. Ni lo básico. Pero bueno…lo único que sé es que con mi compañía, intentamos hacer lo mismo que ese señor, salvando las enormes distancias del Atlántico y la genialidad.

-¿Alberto Ajaka es dramaturgo, director o actor?
– Un hacedor de teatro…o teatrero.

-¿Te gusta ese término?
– No. No me gusta mucho como suena pero me parece bien. Teatrero suena, en un punto, como futbolero. Entonces, tiene un grado de amateurismo que no es así. Soy un profesional que, a veces no gana plata pero es profesional desde el primer día que me acerqué al teatro. Ese era el problema que tenía. Por eso emigré de mis amistades antiguas. Pero, me puse en “profesional” desde el primer día aunque nadie entendiese nada. Con justa razón era “pelotudo, ¿quien te crees que sos?” pero, para mí, fue todo en serio desde el primer día. Soy un hacedor de teatro. Respetuoso y caprichoso, voy por la mia. No me importa un carajo lo demás. Voy a hacer teatro mientras pueda, mientras quiera. Lo haré de diferentes lugares y de cada uno de ellos, me pego una vaina bárbara, especialmente en el territorio del ensayo, que es el que más me interesa. En la escritura, también me la paso muy bien.

-Por eso te preguntaba.
– Con las tres facetas, me siento como un chancho en el lodo. Pero siempre dentro del proceso de creación del espectáculo. Recortado…no me veo tanto, ¿viste? Más literato…no. No porque no crea pero escribir teatro es otra cosa. Escribir bien teatro, es otra cosa, y son pocos. Muy pocos. Curiosamente, grandes escritores de narrativa han sido regulares escritores de teatro y viceversa.

-Todo bien con Pirandello pero Discepolo no tiene que envidiarle.
-¡Qué bueno que lo decís! Dialogan ellos, de alguna manera, en el tono del grotesco. Discepolo es un genio pero no se lo ha leído. Tiene una carrera poética terrible. “Muñeca”, “El organito”…Hay una nota de Discepolo, en unas obras recogidas, con prólogo de David Viñas, viejo libro que compré en una feria, dice “Si usted va a actuar esto, tenga cuidado. No me haga cualquier cosa, sino absténgase de actuarlo. Estos personajes existen. No es una escritura payasesca. Ni burlona ni burlesca. No es un grueso, es grotesco”. No lo dice asi pero así lo entiendo yo. Ellos existen y yo los escribo con el mayor amor y respeto. Es más documento que otra cosa. Habla de documento. Esto, hace muchos años atrás y después nos quieren hacer creer que, porque me haces una biografía narrada, no vas a hablar? Era un maestro. Pero acá lo niegan. “El organito” es una belleza. Cuando hicimos la tonta y el payaso –inspirado en un amigo del barrio- en “El hambre de los artistas”, era “El organito”, donde está el tano con el organito con otro tipo y de repente viene otro, que le saca el lugar. Ahí también tenes a Kafka -con el Artista del Hambre- y también a Lamborghini. Tanta risa que da….y podes llegar a los Simpson. Ese mundo es el que a mi me interesa y está mezclado con un montón de cosas. Pero no es que venga a rescatar a Discepolo, un hombre de una clase y un intelecto enorme. Lástima que siempre se lo lee de manera laxa y era una bestia.

“Los Rotos”. Galpón de Guevara. Guevara 326. Miércoles, 21 hs.
“Lobos”. En cine Centro Cultural COTESMA,  Cine Gregorio de Laferrere, Cine Teatro Arteón y Espacio INCAA Sala Gaumont

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