Como hemos dicho con anterioridad, el 2014 parece ser “el año de los reestrenos” teniendo en cuenta la buena calidad de las puestas del pasado año. Una que vuelve a las tablas es “Los Hechizados” de Héctor Levy Daniel. ECDL no quiso perder la chance de charlar con Levy-Daniel sobre teatro, filosofía y su carrera como dramaturgo y director.
– Héctor, vuelven «Los Hechizados»….
– La vuelta de “Hechizados” es una experiencia muy grata, ya que volvemos a poner en escena un espectáculo ya probado y aceptado. Se trata de reestrenar un trabajo que nos dio muchas satisfacciones, ya que las críticas fueron impecables y la respuesta del público muy alentadora para el elenco y para mí, en tanto autor y director. La llegada de Melisa Freund al rol protagónico, representa una nueva mirada que revitaliza la puesta. Melisa es una actriz inteligente, sensible y minuciosa y es un placer trabajar con ella.
– ¿Cómo surge el texto?
– Surge de mi intención de dialogar desde la escritura con textos clásicos, lo cual me parece es una experiencia dramatúrgica que no tiene comparación. Ya lo había hecho con Yocasta, donde se trataba de imponer mi propia visión de Edipo Rey, de Sófocles con resultados muy estimulantes. Los hechizados retoma el tema de “Lástima que sea una puta” de John Ford, una pieza jacobina cuya acción transcurre en Parma, Italia, en una época que podríamos ubicar en el Renacimiento. La reinstalación de la acción en la pampa argentina, la presencia del campo y el mundo rural produjeron una cantidad de resonancias que me estimularon a seguir investigando hasta tener la obra completa. La reducción radical de la cantidad de personajes significó una concentración de la intensidad de la acción y durante dos meses de trabajo sostenido tuve la satisfacción de vislumbrar un mundo que conservaba la potencia del tema original pero que se presentaba como totalmente nuevo. En esto consiste precisamente la satisfacción de la reescritura de un clásico.
– El cambio de una actriz protagónica, ¿hace que vuelvas a retocar la dramaturgia?
– La llegada de Melisa Freund significa una mirada nueva del personaje protagónico. Sin embargo, esta mirada nueva no altera en lo más mínimo, a mi entender, la potencia de la puesta, que es uno de los aspectos más valorados por el público y la crítica. Es una presencia escénica nueva, insoslayable. Sin embargo, no hace necesario en lo más mínimo la reescritura de la obra, tal como la concebí.
– ¿Te sorprendió la buena repercusión que tuvo la obra con la prensa?
– Siempre uno se siente gratificado y satisfecho cuando tanto el público como los críticos e investigadores valoran un trabajo que ha significado meses de esfuerzo, tanto para la escritura como para la puesta en escena. Creo que el secreto de Los hechizados reside en la interpelación emocional al que se ven sometidos los espectadores. Y yo confiaba en que eso era lo que iba a suceder y trabajé en ese sentido.
– ¿Hiciste algún cambio en la puesta por la diferencia de espacios de No Avestrúz con respecto a El Crisol?
– No. Tanto No Avestruz como El Crisol cuentan con espacios amplios que permiten incluir sin problemas el piso diseñado por Alejandro Mateo, que es un elemento fundamental de la puesta, no solamente por el aspecto visual tan atractivo, sino porque delimita una zona de desarrollo de la acción muy rigurosa. El desplazamiento de los actores, la intervención coreográfica de Teresa Duggan se mantiene intacto. Esto hace que los actores se sientan en terreno seguro y puedan trabajar en el mismo registro emocional que el día de su estreno en 2013.
– Fue una experiencia extraordinaria tanto por lo que significó el proceso de investigación que precedió a la escritura de la trilogía, como por la propia escritura, de alguna manera vertiginosa y concentrada que me condujo en pocos meses a tener la obra completa. Y la posterior puesta en escena de cada obra junto a Clara Pizarro y Laura Yusem durante más de un año en Patio de Actores. Lo recuerdo como una verdadera fiesta, ya que involucró a muchos actores, con los cuales compartimos momentos muy hermosos. Ir al teatro para cada función de Las mujeres de los nazis, con mucho público muy atento y muy comprometido con lo que veía lo puedo recuperar como un momento muy gratificante.
– ¿Fue tu obra más ambiciosa?
– No. No fue mi obra más ambiciosa. Y tampoco fue mi obra menos ambiciosa. En cada proceso de escritura y puesta en escena me entrego absolutamente, por lo cual podría decir que mi ambición se mantiene inalterada en cada proyecto que encaro.
– Pregunta obligada sobre la obra, ¿cómo la recibió la gente de «la cole»?
– Supongo que recibió “Las mujeres de los nazis” con la misma carga de emoción que la gente no judía. No pude observar diferencias que a esta altura pueda recordar como determinantes.
– ¿Qué surge primero en vos, el teatro o la filosofía?
– Mi inquietud por problemas filosóficos viene de muy, muy chico, probablemente desde antes de aprender a leer. Recién en mi adolescencia me doy cuenta de que puedo elegir una carrera que me permita dedicarme plenamente a considerar esos problemas que me habían obsesionado desde tan temprano. Y el teatro para mí no se diferencia en ese sentido de la filosofía: es una manera mucho más concreta, podemos decir “material” de considerar los mismos temas. Para mí, como digo siempre, “el teatro es la filosofía por otros medios”.
– Una vez, charlando con un amigo teatrero, surgió la idea que «al teatro le falta barrio» ¿es asi?
– No sé qué responder a eso, sinceramente. Lo que sí sé es que nunca me preocupé solamente por “pensar” sino fundamentalmente por “vivir”. Creo que debe reivindicarse por sobre todas las cosas el valor de la experiencia y por lo tanto uno tratar de atravesar la mayor cantidad posible de vivencias. Ahora bien, si la experiencia personal del artista es una condición fundamental de la creación eso no es fácil de responder. Yo tiendo a pensar que sí, pero no puedo fundamentarlo, es solamente una intuición. De lo que estoy seguro es de que si uno tiene la suficiente capacidad de reflexión sobre su propias vivencias, si tiene la suficiente apertura para asumirlas entonces uno tiene un gran recorrido ganado. Aprender a aceptar las propias vivencias enseña a aceptar la de los otros, a no preocuparse tanto de juzgar. Aprender a aceptar las vivencias de los demás, a la inversa, enseña a pensarse uno mismo de manera diferente.
– ¿El teatro puede estar exento del contexto político y social?
– Desde mi punto de vista, uno al escribir o poner en escena no puede desprenderse del contexto-económico social. Ahora bien, eso no significa que ese contexto económico-social vaya a aparecer necesariamente en la obra. Depende de cada pieza, de cada autor que eso suceda, y si sucede, depende de qué cantidad de mediaciones se interponen entre la realidad económico-social y el producto artístico terminado. Con mediaciones quiero decir, cuántos niveles de metáfora pueden intercalarse entre el producto artístico y la realidad en la que el creador está inmerso.
– El teatro político ¿tiene «mala fama»? Digo, en el sentido de que se lo toma como panfletario o extremadamente «didáctico», queriendo dar una «lección».
-El teatro político que trata de dar un mensaje o mejor dicho que quiere intervenir sobre la realidad para marcar cuáles son las acciones que hay que emprender y en qué sentido emprenderlas, ha quedado fuera de sintonía con nuestra realidad.
Ya nadie es capaz de indicar el sentido en que se dan los hechos, en un mundo dominado totalmente por el capitalismo y el imperialismo.

– Tu raíz filosófica, ¿influyó mucho en tu concepción del teatro?
-Absolutamente. No sería el mismo autor si no hubiera tenido formación filosófica. Y hasta iría más lejos: jamás habría llegado a ser autor y director si no hubiera tenido formación filosófica.
– Si Héctor Levy Daniel no era director y dramaturgo, ¿qué hubiese hecho de su vida?
-De chico soñaba ser un científico célebre. Eran fantasías como las de querer ser un futbolista goleador.
– Si por la entrada de El Crisol entrase el Héctor que recién estaba montando su primer obra, ¿qué le dirías?
-Bienvenido. Te espera un largo camino.
“Los Hechizados”. Teatro El Crisol. Scalabrini Ortíz 657. Viernes, 21 hs.