Marcelo Savignone: “Intento romper con lo que nos han dicho que debería ser”

Con la recientemente estrenada “Ensayo sobre la gaviota”, Marcelo Savignone no solo revisita a Chejov y Tennessee Williams sino que consolida una forma tan personal como rica de concebir el teatro junto con otras expresiones artísticas, como la música. En charla con ECDL, Savignone cuenta la génesis de la puesta, sus diferencias con su Vania, como es la recepción del público –gira por España incluída-, asi como viaja a su niñez de la cual recuerda la influencia de las artes marciales en su devenir artístico


-Marcelo, ¿cómo viene La Gaviota?

– Muy bien. Estoy muy contento en cuanto la maduración del lenguaje. En ese sentido, estoy contento artísticamente. Además hay un acceso muy espontáneo a la obra. Estamos en un muy buen momento en el cual haces algo que te conmueve y viene gente a verla. Esta situación, en el teatro alternativo, es ideal.


-¿El público que va a ver “La gaviota” es el mismo que fue a ver “Un vania”?

– Creo que es un público que ha mutado y se ha interiorizado. Es gente que viene acompañando el trabajo asi como otra nueva que se acerca. “Un vania” abrió mucho esto por el trabajo mismo asi como las nominaciones a premios y demás. Eso ayudó a que cierto sector del teatro diga “acá hay alguien que está rompiendo las reglas”. Por eso, “La Gaviota” empieza desde un piso alto que fue el que dejó el “Vania”.  A partir de ese piso, es todo más simple. Se comprende que la ruptura no es un capricho sino una búsqueda. Es buscar un lenguaje más personal y no un berrinche inmaduro. Hay mucho trabajo y una obsesión real con estos temas.


-¿Varió mucho la obra a través del tiempo?

– Si. Me cuesta mucho concebir el teatro con anticipación sino el dia a dia. En lo que nos va pasando. En mi caso, empecé haciendo a Kostia, pero no convenció y después Trigorin. Siempre tengo esas ideas, como que Sorin lo hiciera una mujer. Después me manejo con una absoluta libertad respecto a lo que mantiene vivo. En el verano, agarré el cuaderno de Trigorin por lo que cambié la versión. Después, en lo que es la puesta lo descubro en el día a día. Quizás alguna cosa se me haya ocurrido pero el proceso es en el ensayo a ensayo y es nutritivo y cambiante. Todo a lo largo de un año, tres o cuatro veces por semana. Voy probando y empezamos la obra con texto sabido. Lo que me interesa es encontrar el cuerpo y no el texto. El sentido está debajo de las cosas.


-Hay una “creación de sentido” muy importante que atraviesa a la puesta.

– Para mi, el tiempo ayuda a encontrar ese sentido. Entender que lo estoy contando. El cómo, me lo da el lenguaje pero el qué, cada dia me acerco más. Hay teatro que quita el sueño, que intento transmitir en mis clases. El teatro que me inspira. Por eso ahondo cada vez más en el sentido. Los textos están pero ¿Qué hay debajo?


-¿Por qué queres hacer hoy Chejov?

– Por esa cuestión de lo lejano-reconocible que permite el movimiento. Por otro lado, me apasiona que es un autor que observaba mucho el comportamiento. Como entendía las causas de la impericidad. Entendía como a través del tiempo, la sociedad iba a avanzar y como iba a echar las culpas de sus errores y frustraciones. Es un autor que me permite hablar de nuestro presente.


-Retomas a un Chejov más desde el lado de lo espiritual…

-Tiene un lado espiritual. Fijate lo de la ecología. Además muere a muy temprana edad, con una conciencia absoluta de su “ir yéndose”. Sus obras manejan elementos interesantes como ciertos personajes optimistas como Sonia o, en este caso, Nina. Además era muy amante del teatro. Amaba a una mujer de teatro. Es como cuando uno está con alguien que siente lo mismo. Lo pasas bien siempre. Estas cuestiones me atraviesan. El teatro se convirtió en mi religión, mi partido político. Es mi dia a día y mi forma de pensarme. La forma de contribuir en algo, desde mi madurez.


-En general, se hace hincapié en otros aspectos de Chejov, alejados de la espiritualidad.

– Pienso que la sensación del sinsentido que tiene por momentos Chejov es justamente, por el entendimiento del sentido que tiene. La sensación de lo superfluo está dada por comprender muy bien lo esencial. Ante eso, me gusta capturar lo esencial. Lo otro, no me interesaría de hablar de Rusia, estando en Buenos Aires 2015. Prefiero leerlo e imaginar esa Rusia. El teatro se basa en un aquí y ahora. Lo mismo me pasaría en pensar a una Dinamarca para un Hamlet, o una Inglaterra para decir “Decidme” o “decidlo”. Diría otra cosa. Cambiaría pero no llevaría a Chejov a Burzaco. Capturar lo esencial y ver lo que repercute. También digo, como artista y sociedad, hay algo relacionado con la esperanza. La necesidad de creer que el país va a mejorar y Latinoamerica va a salir adelante. No soy un optimista ciego pero necesito creerlo, por mis hijos. Trato de desarrollar un criterio y un “intentarlo”. Eso puedo ver en Chejov, porque además, trato de verlo asi.


-¿Qué te dice el público después de presenciar la puesta?

– Hubo un agradecimiento, como si fuera una respiración. También creo que he logrado en el tiempo, adquirir un lugar en el que la gente sabe que hay laburo. La puedo pifiar pero se trabaja mucho. Intento romper con ciertas cosas que nos han dicho que deberían ser. Como lo es el teatro mismo, que no va a favor de los mandamientos sino que los va a romper. Hay algo de eso que está muy claro para mi.


-¿Y los espectadores más grandes?

– Si vas a ver a Chejov como quiere verlo, duro, la pasa como el orto. La otra vez escuchaba en la platea que decían “no están los cerezos….”. Ahí me di cuenta que la iba a pasar mal. Pero después hay mucha gente que, en un momento, se permite dejarse llevar. Una vez, con “Un vania” vino una señora muy grande y me dijo “cuando ustedes bailaban, yo bailaba”. Fue un halago muy lindo. Me decía “Ok, por este mes, ya no necesito hacer teatro”. ¡Fue bellísimo lo que dijo! Quien se permite salir de lo intelectual puede conectarse con un estado que va más allá de la palabra. ¡Y se conmueven mucho! Hubo gente que me dijo “no se porqué pero en ese momento me puse a llorar”. Eso es muy fuerte. Parece que la obra da con signos muy poderosos desde lo esencial y lo que sucede. La Gaviota atravesó una parte de mi vida muy importante. Cuando estaba cerrando la obra, en pleno montaje de luces, falleció mi papá. Hubo algo ahí que conectó. El arte tiene esa sensación de trascender el dolor y poder transformarlo en poesía. Parte de la profundidad de la Gaviota tiene que ver con que tuve que madurar mucho el año pasado. Cosas de la vida que uno no puede frenar ni nada pero el arte está ahí, para salvarnos.


-Pero no es catártica.

– No, para nada. Me interesa un teatro que conmueva a la experiencia, que lleve al pensamiento y a la transformación. Que te haga ver la vida diferente al otro día, como un personaje. Creo en el teatro que trabaja a través de lo que me atrevo hacer.


-¿Cómo fue la recepción en España?

– Bárbara! Fue similar a la que tuvimos acá, en los work in progress que fuimos realizando. Es como cuando un gag de una comedia funciona en un ensayo, después sigue funcionando a través del tiempo, mientras que hay otros que sabes que cuando venga gente, no van a funcionar. La obra adquirió el mismo lugar y me dio la contundencia que ya no eramos tan dueños de lo que estábamos contando. Está buenísimo cuando la obra se rebela en si misma. Uno le pone el cuerpo a algo que ya no le pertenece.


-¿Por donde estuvieron en España?

– En mi caso estuve dando talleres en Barcelona y Zaragoza. En Huesca hicimos un preestreno y en Madrid hicimos “Vivo” –que también lo hice en Barcelona- y “Gaviota”.


Intermedio: Pasamos a buscar a Marcelo por el teatro Belisario. Vamos a un café y pide un jugo mientras mi elección es mi sempiterno cortado. Termina la pregunta y suena “No surprises” de Radiohead, banda que forma parte de la puesta. Nos reimos como si hubiese sido planeado y me da el pie para una pregunta que se caía de maduro para la ocasión


-¿Cómo se te ocurrió utilizar música de Radiohead o Lou Reed?

– Siempre trabajo con música, pero con el pretexto que va a venir alguien para componer la música. Cuando apareció Tennessee Williams, se me vino todo lo inglés encima. Fue diferente al Vania. Le pido al equipo que me vaya alcanzando música y empiezo elegir todo de manera intuitiva. Después decido y es sorpresivo lo que ocurre incluso con las letras de las canciones. Voy percibiendo como lo de recién. ¿Es casual o parte de la entrevista?


-Uno de los momentos más recordables fue el de Boris con Lou Reed…

– Si, es muy fuerte con lo que atravieso con el personaje. Al tema no lo tenía pero sabía que necesitaba algo con estas determinadas características. Fui a comprar varios discos y encontré el de Lou Reed. Por algún motivo es que no hay dudas que ese sea el tema. A algunos los alargamos como el de Lou Reed y la parte de la orquesta porque era un momento más largo en la obra. Después, en general, terminan casi justo. El arte y la creación tienen una sincronicidad. Confío mucho en que, cuando aparecen estos elementos, estamos en buen camino. “Hard to be cool” surgió de la misma manera.


-Me gustó el diálogo entre música, texto y actuación, sin convertirse en un videoclip.

– Está bueno eso. Algunos me dicen que tiene una estética de videoclip pero no es asi. El cuerpo es generador de atmósferas. La luz y la música la cierran. Lo pienso todo como un todo relacionado con el teatro oriental. La música, el movimiento y el mito. Asi pienso el teatro. A veces me lo han dicho con el Hamlet y el Vania, más que nada por la asociación con determinados temas. Me parece que hay una necesidad de encasillar y todavía, en algún punto, hay patrones que están en germinación.


-Si fueras músico y “Ensayo sobre la gaviota” un disco, ¿sería conceptual?

– Si, totalmente. Muy conceptual. Es el disco que se fue por el otro lado y se tomaron el permiso. El modelo sería “Sgt Pepper”.


-Siguiendo con la metáfora musical, el “Vania” fue un disco de mucho laburo en el estudio y con la “Gaviota” entraron directamente a tocar en vivo…

– Si, es cierto. Algo de eso hay. Estuvimos creando con mucha libertad y dimos con aquello que nos inspiraba inmediatamente. La inspiración y el trabajo se daban, casi de manera simultánea. Con el Vania, lo que nos inspiraba tardó en llegar. Tuvimos que trabajar y trabajar para que nos llegue la inspiración. Tengo procesos que se dan, como “Vivo”, que surge todo inmediatamente.


-Cuando hiciste “Vania” estabas contento pero ahora estas más exultante, ¿no?

– Si. Con “Vania” alcancé el trabajo que quería. Me costó mucho el proceso. Lo tuve que laburar mucho. El trabajar con más gente a veces, hace que tenga que convencer demasiado a los demás. Cuando eso se transforma en evidencia, abre más la confianza. No solo la de los otros, sino la de uno mismo. Fue un proceso muy fluido. Los procesos de creación que inicio son muy enriquecedores en todo sentido. El Vania fue enriquecedor pero en un sentido más laborioso. En cambio, “La Gaviota” es trabajo y placer junto. Eso te da otra respiración y otro ritmo. Inclusive con ganas de meterte en otro proceso. El “Vania” me dio la sensación de no quererme meter en nada. Quedé muy agotado. Ahora estoy contento y con ganas de volver a crear aunque, también quiero darme el vacio para ver qué. Esta “Gaviota” me afirma lo que estoy buscando.

-Te hago la misma pregunta de la última nota ¿“Suerte” y “HxH” no las vas a reponer más?

-La verdad, no puedo dejarlas… “Suerte” estoy con la peli. Estamos en la última etapa. Ya pasamos el guión y entramos en la etapa de pre-producción y revisión. Ahora tenemos que juntarnos por la revisión. Va a ser una película más tradicional, con elenco pero con la temática de “Suerte”. Con HxH, como estoy pensando en retomar al Vania a mitad de año, quiero juntar a los dos con La Gaviota. Hacer una buena esquizofrenia de personajes. Me interesa ponerle el cuerpo a Vania, Trigorin y Hamlet. Un ciclo de “personajes”. Es todo un laburo pero bueno, veremos como sigue.


-¿Y tu trabajo en televisión?

– Si. Va a salir “La casa” de Diego Lerman por la TV Pública, donde tengo un capítulo muy bueno y “Fabricas” está anunciada en América pero no se cuando sale. Este es un lindo trabajo con Belén Blanco y Carlos Portaluppi. La verdad, pude laburar y ahí, me hago cargo de si está buena la actuación. Hay veces que vas y no podes laburar pero no fue el caso. Con respecto a la actuación no tengo mucho más rollo. Me preocupo pero si no está, no está. No hay mucha más vuelta.


-¿Te consideras más actor, director o dramaturgo?

– Estoy más cercano a la actuación. No podría existir si no fuera actor. La dirección me empezó a dar un placer enorme en la creación. Después pasaría a la pedagogía y a la dramaturgia la dejamos a la última. Por lo menos la dramaturgia de sentarme a ver si escribo mejor. Ahí lo asocio más a una dramaturgia de la dirección, de la creación.


-Te pregunto porque lograste cierto nombre y prestigio como director inclusive….

– Si, ahora como director es como si tuviese que aceptar….Hasta como director, se me hacen más simples algunas cosas; con actor tengo que laburar un poco más. La cabeza como director está muy disponible y el juego lo armo bastante rápido. Por ahí, en algún momento, en algún tiempo empiece a dirigir. Todavía necesito seguir poniéndole el cuerpo a la dirección. Es una forma de transmitir a quienes trabajo lo que quiero. Tengo que tener igualmente, más en claro que decir para largarme a dirigir. Tengo que tener más en claro que decir. Ahora lo tengo, pero poniéndole el cuerpo. La dirección es un camino que se deja ver, sin decidir nada, disfrutando lo que se hace. También implica mucho que se empieza a usar más la palabra. Al principio, mis clases se basaban mucho en el silencio, cosa que ahora no es tan asi. Ahora puedo construir más ese silencio que taparlos.


-¿Las artes marciales tuvieron que ver en tu acercamiento al teatro?

– Si. A los nueve años empecé con Kung Fu. Iba mucho al cine a ver las películas de Bruce Lee. También hacíamos exhibiciones. Ahí apareció el tema de la disciplina del trabajo constante y el observar a la naturaleza, mirar tanto a los animales como al cuerpo. Muchas de las herramientas que tengo hoy, en concepto de actuación, son cosas que ya había hecho cuando era pibe. Después también llegó la medicina a mi vida. Hice hasta tercer año de medicina. Hay algo muy relacionado con el cuerpo, su uso y sus funciones. Mi viejo era médico por lo que era una cuestión muy fuerte ahí. En tercer año tuve que decidir entre ser médico o actor. No podía con las dos cosas y ganó el actor. No me arrepentí para nada pero estaba el karma de clase media del título universitario. Tenía esa presión pero después, cuando entendí otras cosas, como que la actuación era mi vocación, ya está.


-¿Seguís entrenando kung fu?

– No. Hago un yoga muy activo que se llama “Ashtanga”. Todos los días me levanto a las seis de la mañana y arranco con eso. También nado en la semana, cuando me lo permite el tiempo y bicicleteo a todos lados. Trato de mantenerme en eje. Tengo dos hijos que me piden que esté bien y en algún lugar, tengo que estar bien por y para ellos.


-¿Cómo imaginas a la Gaviota a través del tiempo?

– Tengo la impresión que no va a pasar desapercibida. Lo considero necesaria, más alla de mi ego, porque hicimos algo con un autor que no se hacia y que da claramente con la obra. Está el espíritu chejoviano y Tennessee Williams. Me gustaría que venga mucha gente y después, discernir y debatir pero que primero la vean.


-¿Planes futuros?

– Desarrollar “La Gaviota” pero después vamos a ver qué autor tomaremos. Hay una idea para hacer “Tres hermanas”. Estoy entre Tennessee Williams, Ibsen o Shakespeare. Si es “Tres hermanas”, serían muy grandes pero hablando de temas de pendejas. Pero igual, quiero disfrutar mucho lo que está pasando con la “Gaviota”. Quiero ver un poco más el presente.


“Ensayo sobre la Gaviota”. Teatro La Carpintería. Domingos, 20.30 hs.

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