Festival Internacional de Dramaturgia/3. “Turma” (Croacia + Argentina)

Vivir y dejar morir


Autoría: Vedrana Klepica. Traducción: Nikolina Zidek. Con Rocío Muñoz, Laura López Moyano, Ana Garibaldi, Maby Salerno, Mónica Raiola, Mariel Fernández, Marcelo Mariño y Hernán Melazzi. Diseño de iluminación y de escenografía: Santiago Badillo. Diseño de vestuario: Victoria Naná. Musicalización: Ariel y Federico Schujman. Fotografía en gráfica: Nacho Iasparra. Asistencia de producción: Agustina Benedetelli. Producción y Asistencia de dirección: Felicitas Luna. Dirección: Azul Lombardía.

Teatro Anfitrión. Venezuela 3340. Viernes, 21 hs

Con el antecedente cercano del arribo de la dramaturgia de Ivo Martinic con el éxito de “Mi hijo solo camina un poco más lento”, en la primera edición del Festival Internacional de Dramaturgia, había expectativa en “Turma”, con texto de la joven dramaturga croata Vedrana Klepica.

Una luz tenue ilumina a cuatro mujeres sobre un dispositivo escenográfico de varias piezas. Esto que se ha dicho, de manera un tanto básica, es el puntapié inicial para un desarrollo atrapante y conmovedor. La crudeza de las palabras y los hechos que deben atravesar tres de estas mujeres, con sus ropas ensangrentadas, mientras las espera una cuarta, van más allá de la primera lectura frente a lo acontecido.

El clima sórdido, de violencia como medio de comunicación, una crianza basada en un machismo que atrasa años y una guerra a cuesta, es el contexto en el que viven (o sobreviven) estas mujeres. Pero trasciende la relación con la figura masculina opresora, encarnada por el marido o padre. Es también un país, una sociedad o una familia. De ahí, ese callejón sin salida en el que ellas se debaten. Igualmente, esto no se queda solo en una cuestión de “feminismo” sino que va directamente por los derechos humanos que han caído en una utopía a considerar solamente si no se inmiscuye con el desarrollo económico. “Money makes the world go round” y al que no le gusta, cae en la disyuntiva de los Clash y el “Should stay or should I go”, sin saber cual de las dos salidas es la menos mala. El gran inconveniente –para los ojos con mirada distinta- es el porqué del comportamiento de estas mujeres. ¿Habrá reivindicación en algún sentido del sufrimiento vivido?

Azul Lombardía se encargó de llevar a las tablas la pluma de Klepica con una puesta sutilmente….contundente. Como si fuera una partitura musical, todo está puesto en su lugar, con un desarrollo armónico. El dispositivo escenográfico creado por Santiago Badillo, es por demás versátil. Dos pantallas de blanca nieve y paisaje boscoso se mezclan con una iluminación precisa para cada una de las situaciones que plantea la obra. Las actrices y los actores usaran este dispositivo tanto para crear una casa familiar o un consultorio al tiempo que suben y bajan del mismo. Esto, le da un dinamismo y una movilidad que airea la puesta al tiempo que deja aferrado al espectador a los acontecimientos.
El elenco es sólido en su accionar, privilegiando al todo más que a la suma de las partes.

Se apaga la luz y el aplauso no es inmediato. Pero no porque la obra no haya estado a la altura de las circunstancias. Todo lo contrario. Es por la contundencia de su planteo que más de un/a espectador/a se queda con la mirada clavada en el escenario, pensando y sintiendo con respecto a lo que acaba de presenciar. Teatro en estado puro. Vivo y movilizante, que cala en las entrañas y perturba. Sacude y conmueve. El aplauso sentido y sostenido es el broche final para una puesta que te deja pensando y cavilando sobre una sociedad de la cual uno es partícipe y también, porque no decirlo, cómplice de lo que ocurre.

Al término de la función, nos acercamos a charlar con la dramaturga Vedrana Klepica que vino a Argentina para ver el montaje de su obra.       

-Vedrana, ¿esta es tu octava puesta como dramaturga, no?
– Si.

-¿En qué te inspiraste para crear esta puesta que….podría considerarse “política”?
– Bueno, debería decir que todo tipo de escritura, para mi, es política. Solamente depende del momento y el tema del cual estemos hablando. La inspiración para esta puesta viene de los últimos tres o cuatro años en los que Europa se volcó hacia una derecha muy radicalizada. Está pasando en toda Europa. Lo vemos en Austria, Polonia, Hungria e incluso Turquía. Me shockea porque la derecha emergente, a partir de la caída del socialismo, es la que pone en tela de juicio cuestiones como los derechos civiles, el aborto o  el colectivo LGBT. En el 2016, pasaba todo esto y no es que dejamos la cuestión económica de lado sino que tomamos más lo identitario.

-En el caso de “Turma”, tomas a la gente pobre, de clase baja. ¿Por qué?
– Es mi background. Vengo de una familia…no tan clase obrera sino que vivíamos en un pueblo escapando de la guerra. Para mi, la movilidad social es muy importante. Como y de qué manera obtienen las posibilidades para crecer y educarse. Esto se está achicando cada vez más. Todos mis trabajos giran alrededor de los problemas y las cuestiones de clase. Creo que hay un período en que todos pensamos que todo va a ir bien en la esencia pero que, inmediatamente, te das cuenta que el capitalismo va a destruir todo tipo de oportunidades para la gente de las periferias. Una educación y un futuro para los más jóvenes y los niños.

-En la puesta, mostras mujeres indefensas. ¿Es por una cuestión de clase, de educación?
-Bueno, ahí está la cuestión de lo que transmitis con tu arte. No quiero transmitir apatía. Nunca, bajo ningún concepto. Para mi fue muy interesante pintar el cuadro de lo que eran estas mujeres que me rodeaban, en un número cada vez mayor. No tenían idea que las cosas podrían llegar a mejorar en algún momento. Aunque hubiese una voluntad de pelear y luchar en un primer momento, después se apaga. Da miedo que no haya ánimo de lucha. Decir “estoy aquí” y luchar por el respeto. Cuanto se puede soportar antes de derrumbarse. Esto es lo que estuve viendo en los últimos años y necesitaba retratarlo de alguna manera. No tanto la apatía sino aceptar las cosas tal como son.

-¿Qué te decía la gente cuando terminaba la obra?
– Era realmente muy interesante. No solo la hicimos en Zagreb sino también en Austria y Alemania. La pregunta era porque entendíamos que hay una necesidad de decir algo.  Nuestra respuesta fue que había que enseñar a reaccionar frente a lo que ocurre. No siento problemas cuando viene la gente y me pregunta “¿Por qué no reaccionan?” y mi respuesta es que es algo que conozco. Después seguimos la charla. Esa es mi realidad.

-¿Es diferente la recepción de los hombres respecto de las mujeres?
– Si…desafortunadamente. Ese es un tema un tanto doloroso para mi. Vienen muchas mujeres lo cual me toca profundamente porque me hace ver que tiene sentido lo que hago. Mujeres jóvenes se acercan y me dicen que la obra las conmovió profundamente. Que fue muy importante para ellas. También vienen algunos hombres, pero muchos son críticos de teatro de más de cincuenta años. Se centraron en la temática de la obra y escribieron críticas terribles. Decían que estaba reaccionando exageradamente frente a la situación, para buscar la atención de los medios. Que no son los problemas que enfrentan las mujeres hoy en día. No me sentí ofendida por lo que dijeron ya que no me importa pero fue muy interesante, a nivel sociológico, lo que decían…

– Para el hombre le es difícil ver el machismo si el mismo tipo es machista. No lo critica sino que se siente identificado con aquello que debería sentirse mal o reflexionar al respecto.
– Si pero creo que el patriarcado le hace mal a las mujeres y también a los hombres. En la obra, la situación del padre que sale con ese ímpetu…Creo que está roto por dentro y debe apelar a una violencia que se enseña desde los primeros años.
Entiendo a que apuntas. La cuestión es hablar lo más posible con la gente. Realmente creo en el diálogo y por eso hago teatro. Es una comunidad de gente hablando y reflejando una situación que acaban de ver con la cual, muchas veces, vas a escuchar cosas que no te van a gustar. No me interesa dividir entre hombres y mujeres sino que tenemos que iniciar la conversación para hablar de algo. Por eso, es que creo que el teatro te brinda una esperanza.

-¿El artista debe tener relación con su contexto político-social?
– Para mi, si. No me imagino haciendo un trabajo sin que tenga algún tipo de relación con el contexto social en el que vivo. Va más allá del activismo que pueda tener en el arte en relación con la política del contexto. Suelo tocar puntos dolorosos de la sociedad y es ahí donde se manifiesta el compromiso político en relación al conexto en el que vivo.

-Las promesas de la globalización en los años 90, ¿tienen su lado oscuro con el retorno del racismo, la exacerbación del machismo y la discriminación?
– No lo se…Creo que siempre estuvo ahí. Lo que pasa es que ahora estamos más conectados y lo vemos aún más. Tal vez no sea tan malo porque ahora vemos más claramente aquello que no se veía tanto en el pasado. Soy un tanto negativa y depresiva a veces pero siento el optimismo de seguir intentando. Si dejase de probar…ya sea en teatro o lo que sea, no se qué sería de mi. 

-También planteas la muerte como opción para estas mujeres frente a lo acontecido
– Creo que, de alguna manera, el sistema las empuja a la muerte. Yo no lo quiero pero bueno…La situación es difícil por el tema de la guerra, el padre o el marido, pero al final está el optimismo de superar este entorno. La pieza es irónica y busca ver lo que ocurre en los alrededores de la vida de estas mujeres.

-El contexto de “Turma” es la guerra de los Balcanes…
– Si. Cuando la guerra empezó, tenía cinco años. Mis primeros recuerdos son de la guerra. Mi padre trabajaba en una fábrica que aparece en la obra. En ese punto, es autobiográfica. Fui a Zagreb cuando empecé la universidad pero vivía en una ciudad pequeña e industrial, a una hora de Zagreb. Actualmente, la ciudad tiene una gran fábrica que, durante la guerra, el peligro estaba en si la bombardeaban. Si explotaba la fábrica, volaba toda la ciudad.

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