María Marta Guitart: “El teatro es el umbral para que se abra el corazón”.

Debe haber pocas actrices con tanta experiencia en la realización de unipersonales y más, con la calidad que María Marta Guitart encara sus proyectos. En este caso, presenta “Cartas a mi hijo Federico”, puesta en la que se mete en la piel de la madre del gran Federico García Lorca.

– María Marta, ¿cómo surge «Cartas a mi hijo Federico»? ¿Fue el mismo proceso de creación que tus unipersonales anteriores?

– “Cartas a mi hijo Federico” surgió hace unos años, cuando descubrí el libro «Cartas de Vicenta Lorca  a su hijo Federico»  donde se publicaron treinta y cuatro cartas que Vicenta le escribió a su hijo cuando él estaba en la Residencia de estudiantes y en sus viajes.

Venía madurando la idea de llevarlas al escenario pero no sabía cómo poner en escena las cartas y dar vida a Vicenta hasta que, creo que a fin del año pasado, se me iluminó un poco el “cómo” y pude hacer la dramaturgia. Fue, en varios aspectos, un proceso diferente para mí. Después de tres unipersonales, este es el primero en el que escribí algunos pequeños textos que me surgían para Vicenta y para contar lo que quería contar. Otra cosa totalmente distinta de este espectáculo respecto de los anteriores era que, antes de estrenarse en una sala, habían sido experimentados con el texto desnudo aquí y allá, Luego crecían hasta ser estrenados. Hasta el domingo que estrené, no había tenido contacto con el público y no sabía qué iba a pasar. Esta diferencia fue un abismo para mí.

– ¿Podría considerarse como la segunda parte de «Federico tuvo un sueño», uno de los unipersonales que habías realizado?

– Ahora que vos decís, podría ser la otra parte de la misma historia. Mientras Federico soñaba con su teatro ambulante en aquel sueño de Tabucchi, Vicenta amasaba recuerdos, temores y esperanzas… en esa guerra que les tocó vivir.

Y si…sería una segunda parte en el sentido qué es la segunda vez que armo un espectáculo sobre Lorca, con todo lo que llevo transitado y aprendido a lo largo del camino.


– Al respecto, ¿qué cambios hubo con respecto a tus trabajos anteriores?

– Este trabajo no tuvo un recorrido anterior y nació en una sala…Tuvimos un proceso de ensayos de varios meses, primero en casa y luego en la sala, porque necesitaba habitar el espacio. Trabajé con Melina Forte en la coreografía de algunos momentos puntuales y en todo lo que tuviera que ver con las imágenes plásticas del cuerpo. Esa mirada fue fundamental para el proceso, en el que también estuvo Natalia Surachi con su cello, escuchando, acomodando y adaptando frases musicales para que se fusionaran con el texto. La composición de la música estuvo a cargo de Mailén Ubiedo Myskow que también fue parte del hermoso proceso. Era escuchar lo que me proponía, sentir la música y decir o pedir “esto un poquito más así” o “más alegre”…  No sé…Fue un hermoso diálogo entre las cuatro.

Fue muy importante el proceso, más allá de cualquier resultado. Estuve abierta a la búsqueda. Sé que no hay ningún lugar a donde llegar en la vida y siento que lo que puedo hacer es dar. Entonces era juntarnos cada martes para buscar e indagar. Fue muy hermoso. Hubo muchas imágenes que se me aparecían y terminaron en escena. El aspecto coreográfico y los momentos de ruptura desde lo corporal también fueron algo diferentes y más desafiantes.

Lo que si se mantuvo igual a lo largo de los cuatro espectáculos es la búsqueda de verdad y de instantes de belleza. Creo que, si de algo sirve el teatro, es para eso.

En una conferencia, Lorca cuenta que “La niña de los Peines” (una cantaora)  tuvo que romper todo el andamiaje de la canción. Tuvo que rasgar su voz para encontrar esa fibra, “para cantar con duende”. Esa frase fue un alimento. «Romper el andamiaje, quedarse sin voz para encontrar la magia, para bailar con el duende”. Para lograr eso, hay que confiar y despojarse de toda seguridad, de la belleza más superficial que puede ser una nota o el paso a tiempo.

– ¿Siempre pensaste en tener música en vivo?

– Si. Desde el comienzo, soñé el cello en escena. Es un instrumento maravilloso y, por recomendación, llegó Natalia Surachi. Cuando la conocí nos tomamos unos mates y sentí que era la persona indicada por su calidez. Nos entendimos enseguida y luego aportó muchísimo en los ensayos, en el trabajo sensible, en la escucha. La música, en esta propuesta, es una voz más que habita y cuenta. Estalla. Ríe y llora, baila y canta con Vicenta.

Lo mismo ocurre con la luz. Sabía que acá la luz era fundamental. Me imaginaba los colores, los recortes. Cuando Diego Todorovich (que hizo las luces de mis trabajos anteriores) creó y puso las luces, fue mágico. Las luces también están en diálogo con el corazón de Vicenta.


– ¿Qué te dice la gente cuando termina la función?

– Uy! cosas hermosas…  Como te dije, hasta el estreno, no sabía bien que iba a pasar. Lo cierto es que la devolución ha sido hermosa. Me dicen que salen desarmados o profundamente conmovidos. Que hay que tomarse un tiempo para reponerse, que se respira algo de lo sagrado…que durante toda la obra les pareció estar con la madre de Lorca. Vino gente que tuvo el dolor más grande que debe haber como el de perder un hijo. Me han dicho que han sentido, a través de Vicenta, “el llanto del dolor universal” y agradecen la belleza, la entrega y la ternura. Se sienten reconocidas las mujeres como madres y muchas quieren conocer más de ese vínculo. Son palabras grandes y generosas que me emocionan mucho. Las recibo con amor y profundo agradecimiento. Para mí, el teatro es la búsqueda de lo otro. Es cruzar el umbral para que se abra el corazón. Rasgar algo dentro, para ver al  otro lado. Vicenta es tantas madres, de tantos hijos, de tantas injustas ausencias, de tanto arrebato…


– ¿Vas a seguir desarrollando los unipersonales más allá de tu trabajo en el marco de un elenco?

– Amo hacer teatro con otros actores, ¡y que me dirijan! Ponerme al servicio de otras miradas. De hecho, hice “El Círculo de Tiza Caucasiano” con dirección de Manuel Iedvabni el año pasado y el 1 de agosto lo reestrenamos en el IFT. Ahí somos once en escena. El proceso de trabajo del 2016, junto a Manolo y un grupo maravilloso de compañeros y compañeras, ha sido un alimento y un gran aprendizaje para el nacimiento de “Cartas a mi hijo Federico”. Siempre que hice cosas sola trato de trabajar con otros a la vez. No podría dejar ninguna de las dos pero este trabajo de “El Círculo…” en particular, fue muy nutritivo desde lo afectivo. Los compañeros te dan un lugar, confían, te alientan, aprendes a superar obstáculos de manera grupal. Verlo dirigir a Manolo…

Ahora estoy preparando otro trabajo con una amiga actriz y se viene otra propuesta para octubre con dos actores más y una gran directora. Pero estos trabajos unipersonales que imagino, escribo y actúo, también son una necesidad. Algo que empuja por nacer miles de veces ante la adversidad, sobre todo la económica –risas-. Digo “no voy a hacer más nada!” y al rato ya está rumiando lo que se quiere escribir. Es un impulso, la vida para mí. Es lo que traje para dar. Siento que hay que abrir el corazón para que otros sientan el suyo. En este trabajo lo siento más que nunca, cuando logro perderme y no se bien donde estuve.


– ¿Cuales son los próximos pasos a seguir con la obra? ¿Te vas a ir de gira?

– ¡¡Si!! Primero quería estrenar acá, que es el primer sueño cumplido, y por supuesto viajar por todos lados. Eso me encanta. El sueño mayor por el que estamos trabajando es ir a España, especialmente a Granada el año próximo para las celebraciones de los 120 años del nacimiento de Federico. Ahora estoy esperando el estreno de «Un tango por Federico García Lorca» un documental que se estrenará en España, en el que tuve la posibilidad de participar (¡vinieron a filmar desde Sevilla!). Voy a tener la posibilidad que se conozca allá el trabajo que vengo realizando con la obra de Lorca. Desde que empecé en los colectivos, recitando sus poemas, hasta hoy. Fue una hermosa sorpresa para mí, como parte del  camino para poder llegar allá.

– ¿Cómo son los cinco minutos después de terminar la función?

– Uff! Esa sensación que tiene el niño cuando ha jugado, y está embarrado, y con la ropa un poco rota…pero feliz y muy conmovida yo con esta oportunidad que me dan Lorca y su madre….»la vida no es noble, ni buena ni sagrada» dice Vicenta en un momento…y agradecida con todos los que vienen a compartir la función…y con el equipo de trabajo que están ahi conmigo creando y comulgando para que suceda cada función…y hay que tomarse unos minutitos para regresar del todo…porque es un trabajo que te abre, te abrasa, te razga, hay textos muy potentes, y cuando uno les pone la voz y el cuerpo y el alma, se revela algo que uno no había anticipado…una potencia y ese algo de lo sagrado que hay en el amor y en dolor humanos…


– Si María Marta Guitart no era actríz, ¿qué hubiera sido de su vida?

– ¡Ay! ¡No sé! ¿Poeta solamente? Creo que no hubiera encontrado un lugar donde anclar con tanta libertad. La verdad es que, cada vez me convenzo más de que no hubiese podido ser otra cosa. Ser desde la esencia. Si algo te ayuda a inventar el sentido de la vida, ¿cómo no seguirlo?


“Cartas a mi hijo Federico”. Teatro El Crisol. Scalabrini Ortiz 657. Domingos 18 hs

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