El gran George Harrison tituló un disco “Viviendo en el mundo material”. ¿Qué mas materialista al día de hoy que trabajar en una oficina, a disgusto, en la encrucijada por un sueldo o la búsqueda de la propia felicidad? Algunas de estas ideas son plasmadas por la periodista Natalia Gauna en su primera e interesante novela, “Workaholic o la rebelión de los mediocres”. Con pluma precisa, Gauna se mete en el mundo vacio de los trabajos de oficina con un libro disfrutable de principio a fín.
– La novela surge de mi propia experiencia. Cuando empecé a escribirla trabajaba en una clínica. Hacía tareas administrativas y sentía que ése no era mi lugar. Creía que algo mejor podía hacer y entonces comencé a tomar distancia. Ese distanciamiento es lo que me permitió empezar a escribir. Ver el mundo laboral con otros ojos, lo cual no implica la propia óptica sino más bien la ficcional como crear un personaje y atribuirle todo tipo de historias. Inventar sus compañeros y conflictos.
Después llevé el primer capítulo al taller que estaba cursando por entonces con Juan Terranova y Martín Felipe Castagnet. Creía que sólo tenía un cuento y ellos fueron los que me convencieron de seguir escribiendo porque ése era el principio de una novela. Y así fue. Tenía mucho más por contar.
– ¿Dónde surge la inspiración para escribir con respecto al ámbito laboral y los personajes?
– La realidad creo que puede ser una fuente de inspiración permanente. Y en este caso, el trabajo lo fue. Lo revelador fue olvidarme de mi propia experiencia para que allí, en un lugar tan mundano como una oficina, surja la ficción. Si nos ponemos a pensar, ser más críticos en cada lugar que habitamos y si lo hacemos pudiéndonos distanciar, descubriríamos que allí mismo se narra una ficción. Somos siempre personajes de algo. De ahí también deviene un poco la colección que inicia mi novela, Ficción Della Ficción, que ya publicó dos libros más: «Devaneo Banana o la divina comedia del mundillo literario» de Hernán Firpo y «W o la revolución es un portero de novela» de Fernando Almirón. Dos muy buenos libros que hacen a la colección más que interesante y que ahora se completará con la primera novela de Helga Fernández. Subrayo esto porque Matías Reck, editor de Milena Caserola, me dio la posibilidad de continuar trabajando en la colección, leyendo y seleccionando material. Esto es sumamente interesante para mí, una autora nobel, poder leer a otros con una mirada “editorial” y descubrir cómo otros narran historias que podrían ocurrir en la realidad que no es más que aparente y posibilidad.
– ¿De qué manera creaste a la protagonista de la novela?
– La protagonista no tiene nombre. Nunca nombro a los personajes. No es un sello muy original pero sí auténtico. Cuando escribo no pienso en los personajes en tanto seres con identidad. Pienso en sus ocupaciones, los imagino en su cotidianeidad. De ahí se desprende para mí los sueños, anhelos, la historia que cada uno tiene. Es algo que evidentemente tengo arraigado de mi formación actoral. Sin duda, ahí aparece algo de Juan Carlos Gené y sus discípulos que, parafraseándolo, decía algo así: “los personajes son lo que hacen”.
– La novela plantea la degradación del individuo en pos de un trabajo. ¿Hay salida a esta situación?
– No hay salida. La definición del trabajo implica un esfuerzo y muchas veces va asociado a las obligaciones. El deseo se esconde en lo laboral, necesariamente. Por esa razón el individuo se degrada, se pierde y esconde. Dejamos nuestra lívido en pos de cumplir con ciertos mandatos sociales. La escapatoria es casi ridícula porque eso la novela plantea que la rebelión está en los pequeños actos de aquel que puede desentenderse de sus obligaciones cotidianas.
– Se habla desde el título la «rebelión de los mediocres» pero…..¿los mediocres desean rebelarse contra algo que, eventualmente, les da un refugio en el que ampararse, tal como es el trabajo?
– Creo que todas las personas queremos rebelarnos e intentamos hacerlo mediante diferentes cosas. Hay quienes canalizan esta necesidad en la expresión artística, en la política o en otras miles de actividades. No me refiero a pasatiempos porque no creo que lo sean. En realidad en aquello otro que decidimos hacer por fuera de lo estipulado, como trabajar, es lo que realmente dice quiénes somos. En la cuestión de la rebelión de los mediocres hay un juego de palabras que tiene que ver con diferentes cuestiones que la protagonista de la novela plantea como mediocres. Una de ellas es la maternidad. Ella dice que ser madre es el deseo de las mujeres mediocres que han encontrado en una condición biológica el sentido de sus vidas, como si ello fuera revolucionario. Por eso dice que en realidad la mediocridad aparece representada en este deseo. Por otro lado, todos los individuos luchamos contra nuestra finitud, buscamos trascendencia y nos preguntamos qué hacemos en el paso por este mundo, qué dejamos. Cuando intentamos revelarnos contra el paso del tiempo, contra la finitud, hacemos algo: una obra de arte, emprendemos una lucha política y otros tienen hijos.
Además, el trabajo, como dije antes, no nos refugia, nos esconde. Lo revelador está en aquello que podamos hacer para volvernos visibles.
– ¿La protagonista estaría más cerca del cinismo que de la mediocridad?
– Es tan cínica como mediocre. No quiero revelar el final por si alguno sale ahora corriendo a comprar mi novela tras leer esta entrevista –suponiendo que dije cosas interesantes, cosa que no creo- pero en las últimas páginas queda plasmado porqué no puede escaparse de esa mediocridad que detesta. Algo ahí se devela. El cinismo creo que es la forma que adquirí para narrar. Me gusta la acidez que tiene la voz de la protagonista y me divierte.
– La protagonista busca mostrarse fuerte pero no tan asi….
– No sé si la protagonista es tan fuerte. Ella tambalea en cada decisión que toma. Está segura de lo que quiere pero para lograrlo a veces acierta y, muchas veces, no. Es cierto que tiene un carácter fuerte y creo que es más bien varonil. La voz de ella no es la de una mujer condescendiente con su género, defensora de la femineidad sino muchas veces todo lo contrario. Incluso, expresa que la sensualidad o la sexualidad son armas que usa a favor para conseguir un mejor puesto de trabajo o para posicionarse mejor ante sus jefes. No sé si esto es algo de lo cual puedan vanagloriarse las mujeres. Diría que todo lo contrario.
No escribí pensando en una teoría de géneros y no me interesó posicionarme al respecto porque para mí la novela no tiene porqué hacerlo. Por lo menos esta, no hay moral posible cuando escribo. Todo lo contrario, escribo ficción sin pensar en discursos sociales. Si lo hiciera, nunca hubiera escrito esta novela.
– Eventualmente, lo que podría ser motivo de crítica en la protagonista, ¿si fuera un hombre sería perdonado/entendido?
– Supongo que sí. Lo decía antes pero considerar a la sensualidad un arma para posicionarse mejor en la vida, este concepto que desarrolla la protagonista de la novela, seguramente sea criticado. Pero insisto no me interesa plantear nada entorno al machismo y feminismo. No es una discusión que me interese particularmente. En todo caso, me resulta más cómico y motivador las preguntas que el lector pueda hacerse. Incluso, sobre mí. Una vez, una lectora le pregunto a otra –que me conocía personalmente- si yo era así, como la protagonista. Me divierte que los lectores imaginen que en realidad puedo ser tan turra como la protagonista de la novela. Eso supone un juego entre lo real y lo ficcional que es interesante.
– ¿Vas a sacar otro libro? Eventualmente, ¿qué género abordarías?
– Sí, espero publicar otro libro. Es más, lo estoy escribiendo. No puedo pensar en géneros. En todo caso, sí puedo decir que intento continuar con una pluma desprejuiciada, amoral porque ése el juego literario que me interesa.
– Este libro te posiciona como escritora pero también sos periodista y actríz. ¿En cuál de estos mundos te sentís más cómoda?
– No sé. ¡En todos un poco! Claro que me he preguntado muchas veces cuál es mi campo de acción. Si soy una u otra cosa o cómo definirme pero hace ya algunos año hice una entrevista a Alejandro Tantanian y él dijo algo que todavía recuerdo y me resulta afín. Le preguntaba justamente cómo se definía –ya que es actor, director, dramaturgo, cantante y productor, por lo menos hasta donde recuerdo- y me dijo que, en realidad, no importa dónde pero que siempre está cerca del escenario, sea escribiendo, actuando o detrás de bambalinas. Ese concepto me gusta. Siempre estoy en donde esté mi expresión artística.
Natalia Gauna. “Workaholic o la rebelión de los mediocres”. Editorial Milena Caserola