Josefina Sartora: El cine ruso, bajo una mirada argentina.

El cine ruso cuenta con un aura de misterio y de respeto ligada a la admiración. Pero, casi no había información al respecto. Ante esta perspectiva, la reconocida periodista Josefina Sartora escribió la que termina siendo una obra fundamental que es “Cine e historia de Rusia. De las vanguardias históricas a la perestroika”. En charla exclusiva con ECDL, Sartora no solo analiza su libro sino que se abre al debate sobre la difusión del cine ruso y el rol (y la capacitación) de los periodistas.

-Josefina, ¡qué libro te mandaste! ¡Felicitaciones!

– ¡Muchas gracias! Soy una cinéfila voraz. Veo cine todos los días de mi vida. Anoto las películas y escribo unas líneas sobre ellas. Siempre he visto cine ruso porque me gusta mucho. Tengo algunas discusiones con mis colegas que dicen que es un bodrio y un embole. A mí no me aburre para nada. Me parece interesantísimo. Es más, fui a Rusia en el 2017, como turista, con los típicos destinos de Moscú y San Petersburgo.

– Justo para los cien años de la revolución.

– Sí, pero no se hablaba del tema, como si nunca hubiera existido. Era una Rusia totalmente capitalista. Nada que ver con la Unión Soviética. Igualmente, quedé encantada con el país y quiero volver, ya conociendo más el tema. Seguí viendo cine ruso y me bajaba las películas de internet porque no es fácil conseguirlas. Pensé en hacer algo al respecto ya que está intrínsecamente vinculado con la historia de Rusia. Es una relación única, que no sucede en ningún otro país. Quizás, Estados Unidos con el western, pero no cuenta la historia del país, sino una etapa determinada.

– Encima el western es un recorte dentro del cine ya que es un género. No es la totalidad como vos me lo estás contando del cine ruso.

– ¡Claro! En cambio, en el cine ruso, todas las películas te hablan de la historia, de cómo era la sociedad en ese momento. Un reflejo de la vida real o de lo que ellos permitían saber sobre la vida soviética. No nos olvidemos que hubo una censura permanente que viene del siglo XIX. La cuestión es que quería hacer un libro que relacione el cine con la historia. Tenía la idea desde hace mucho tiempo y contaba con mucho material.

– ¿Cómo te manejaste con el tema de la traducción? Las traducciones, en estos casos, son fundamentales con respecto al objeto de estudio.

– No hablo ruso, pero manejo muy bien el inglés. Lo leo mejor de lo que lo hablo. También con el francés. No hablo ruso por lo que me tenía que bancar lo que me dice el subtítulo.

– ¿Había material en castellano?

– Hay dos libros que son como los iconos de la bibliografía sobre el cine ruso pero casi no se consiguen. “Kino” de Jay Leyda, que lo sacó Eudeba. Es muy interesante, pero que llega hasta los años 60. El otro es “El cine soviético, del principio al fin”, de Zoia Barash, una mujer rusa que vivió en Cuba. Después, no hay nada más.

– Hasta que llegaste vos.

– Exacto. Aquí no había algo así para el estudioso del cine que le interese este tema. Más aún con tantos estudiantes de cine que hay ahora. Tenía la idea hasta que llegó la pandemia.

– Momento clave…

– Cuando llegó la pandemia y tuvimos que estar encerrados en casa, dije, en relación a mi deseo de hacer el libro que “si no lo hago ahora, no lo hago más”. Me lo tomé muy en serio esto. Ni bien nos encerramos, comencé a escribir y a estudiar. Lo terminé haciendo en tres años. Es mucho tiempo porque soy lenta y también muy rigurosa. Quiero saber todo y no quiero hablar por hablar. De hecho, no me refiero a películas que no he visto. Después, fue buscar la editorial adecuada. Así que empezó todo en el 2020 y culminó en el 2025. Cinco años en total.

– ¿Cómo fue el proceso de corrección, la prueba de galera y todo eso?

– Fue mucho más fácil que la de otro libro que hice, que había sido más complicado. Era un libro sobre el cine documental argentino. Pero ahora fue muy fácil. Tuve una correctora y una editora excelentes. Tengo una amiga –la periodista Silvia Itkin- que me lo leyó línea por línea. Me hizo correcciones de estilo que me vinieron muy bien.

Rusia, puertas afuera

– ¿Cómo ves la influencia del cine ruso en el cine occidental, si es que hubo alguna?

– Bueno, la respuesta es larga. Primero que nada, me refiero al cine soviético y también ruso. No nos olvidemos que, cuando se forma la Unión Soviética en 1917, incluía a quince países. Entre ellos, estaba Ucrania, ahora lamentablemente en guerra. O sea, cuando digo “cine ruso” lo hago para simplificar un poco, pero, en realidad, hablo de cine soviético.

Ahora, éste incluye varias cinematografías de distintos países. Por ejemplo, Dovzhenko era ucraniano al igual que Larisa Shepitko y Kira Muratova. Había muchas nacionalidades. Entonces, por un lado, estamos hablando de cine soviético. A partir de los años 90, hablamos de cine ruso, ucraniano, etcétera.

Por otra parte, no me animaría a hablar de “influencias”. No soy muy amante de encontrarlas en este o en aquel. Creo que, por supuesto, marcó una etapa en el cine universal. “El acorazado Potémkin” es de 1925 y todo el cine que vino después, de alguna manera, tomó el modelo de Eisenstein. Hubo algunos directores que marcaron una línea. Tarkovski fue otro. Por eso, los tengo en la tapa del libro.

– ¡Qué directores!

– Creo que hay alguna influencia de ese cine en el cine europeo y no tanto en el cine americano, por muchos motivos. Hubo una guerra fría durante muchos años y todo lo que sonara a “soviético” era mala palabra. Incluso ahora como, por ejemplo, nuestro presidente que cree que Rusia es un país comunista y habla de “los zurdos”. Esas creencias son viejas, pero todavía existen en el inconsciente colectivo.

– No habría influencia del cine ruso sino de algunos directores. Tal es el caso de Eisenstein.

– Es fundamental. Para cualquier persona que haya estudiado una carrera de comunicación, hasta de sociología, “El acorazado Potemkin” es una referencia ineludible. Pero, no lo analizo debido a todo lo que se ha hablado de esta película. Como mi libro, de alguna manera, quiere ser de divulgación, era como insistir sobre lo mismo. Preferí hablar sobre “La huelga” que es otra película de Eisenstein que es poco conocida y es maravillosa.

– ¿Cuáles fueron tus directores favoritos de directores de cine ruso?

– Mis directores favoritos son Tarkovski, Eisenstein y Larisa Shepitko. Para mí, Shepitko es excelente. Lamento que no tenga muchas películas, pero son todas buenísimas. Algunas hablan de la situación de la mujer. “Alas”, por ejemplo, es una hermosa película en blanco y negro. Su protagonista es una ex aviadora, que es directora de un colegio, pero lo que ella quiere es volver a volar.

El lado “B” del cine ruso

– Me encantó que usaste a Evgeny Bauer y a Aleksei Balabanov como directores “guías” del libro

– No sé si son guías, pero sí, fundamentales. Los tomo como el principio y la culminación del período que estudio. Además, Bauer es muy poco conocido. Es el director que sentó –hablando de influencias- las bases de cierto cine del melodrama, en el período de 1912, 1915. Todo, antes de la Revolución. Después, dentro del contexto mundial, Rusia siempre fue sapo de otro pozo.

– Es cierto.

– Rusia era europea y asiática al mismo tiempo. En el siglo XVIII, Pedro el Grande sentó las bases de la Rusia moderna. Quería que Rusia dejara de ser el último orejón del tarro para que llegara un momento en que pudiera exportar cultura. Esto sucedió en el siglo XIX cuando surgen los grandes escritores como Dostoievski, Tolstoi, Turgenev y músicos como Tchaikovski y Cui. Recién en esta época se empieza a entender que Rusia también producía cultura. Con el cine también pasó eso.

– Ahí hablaste de Bauer y volvemos sobre las influencias…

– Bauer creó un tipo de melodrama que no ha sido copiado, pero sí imitado en el cine occidental. En el caso de Balabanov lo elegí como culminación porque representa un poco lo que sucede cuando cae la Unión Soviética. Todo su cine habla sobre la decadencia de la URSS, las crisis y los problemas de la sociedad. Me encanta. Cuando estuve en Rusia, hablé con varias personas y les dije que me gustaba mucho Balabanov. Todo el mundo decía, “¡Pero no! Esa persona es nefasta. Hace cine en contra de la Unión Soviética”.

– ¡Pero su cine era crítico!

– Si, sí. El hombre sabía lo que estaba haciendo y lo hacía muy bien.

– Recuerdo cuando vi “Brat” de Balabanov en el BAFICI y me partió la cabeza. Lo mismo, la segunda parte.

– Hizo el cine de gangsters que los norteamericanos, con una impronta personal, sin copiar a nadie. Es cine soviético.

– Suelo hacer con “Brat” la analogía con “Rambo” ya que aquí, el protagonista vuelve de Afganistán y no de Vietnam.

– Sí, sí. Tal cual pero es mucho más oscuro y más sarcástico que Rambo. Hay una ironía en todo lo que hace que es tremenda. Todo, mezclado con lo más morboso de la muerte. El cine de Balabánov tiene muy presente a la muerte. Me gusta mucho. Es muy original y distinto a todos, no se parece a nadie.

– Si te pregunto por directoras mujeres…

– No creo que hayan tenido mayor influencia, pero han sido enormes. En mi caso, abordo a Kira Muratova y Larisa Shepitko que son extraordinarias. Es más, el BAFICI le dedicó un Foco a Muratova. Allí la vi por primera vez, lo mismo que a Balabánov. Pero después, no creo que hayan tenido gran influencia salvo en el núcleo chico en que se movían. Por ejemplo, Shepitko hizo guiones excelentes y murió en un accidente siendo ella muy joven. Tiene una película que se llama “La ascensión” que es maravillosa. Es durante la invasión alemana y el colaboracionismo de los rusos hacia los alemanes.

– ¡Qué temita que se agarró Larisa!

– Además, se llama “La ascensión”, que tiene que ver con Cristo también, ¿no? Es muy interesante y me gusta muchísimo. En cambio, Muratova es muy rara, muy ecléctica. Aborda distintos temas, muy diferentes unos de otros. Algunas películas son asombrosas. Es más intelectual y profunda que Shepitko, pero ésta te llega al corazón

Celuloide bolchevique

-Hubo un ida y vuelta entre la Revolución Bolchevique y el cine ruso.

– Esa retroalimentación había. El cine siempre mostró qué estaba pasando en Rusia. No nos olvidemos que los guiones tenían que ser aprobados por un comité ya que había censura y que el cine estaba financiado por el Estado. obviamente. Entonces, los que lo financiaban debían estar de acuerdo con lo que decían. Por eso, siempre fue un reflejo de cierta calidad de vida de Rusia. A partir de Stalin, funcionó el realismo socialista.  

– ¿Qué es….?

– Era la idea de un cine como una especie de pantalla de propaganda de cierto modo de vida perfecto que había en Rusia. Los campesinos eran felices, los campos daban muchos granos, por lo que había comida para todos. Todos los chicos iban a la escuela y así, todo. También hay que reconocer que con Stalin la población se alfabetizó y se logró el desarrollo industrial más grande del mundo. No nos olvidemos de esto. Entonces, el cine reflejaba esta realidad ideal que era la que ordenaba el realismo socialista. Todo tenía que responder a ciertos parámetros de perfección. Trotsky y Lenin ya habían dicho que, de todas las artes, la más importante era el cine, porque servía como medio de comunicación y publicidad de los actos.

El cine siempre fue una herramienta de propaganda, en el buen sentido la palabra. Por eso, a lo largo del libro hablo todo el tiempo que “esta película muestra qué pasaba en ese lugar en tal tiempo” y de qué manera mostraba una realidad, que era la del partido. Esto no quita que, en 1932, hubo una hambruna que ninguna película mostró.

– Con lo que estás contando, hay dos cuestiones a considerar. Primero la idea de que no existe el concepto de “entretenimiento” como lo tiene el mundo occidental.

– Sí, existe, pero no me dediqué a eso. De hecho, Stalin era cinéfilo. Tenía un cine en el Kremlin y a la noche muy tarde, después de todos sus asuntos de Estado, veía películas. ¡Ah! Le gustaban los musicales por lo que había que hacérselos para él.

– No me lo imagino a Stalin mirando musicales…

– Sin embargo, era así. Mandó a 2 millones de personas a los gulags pero miraba musicales.

– ¿Había estrellas de cine en el concepto occidental?

– Sí, pero no tan populares como las de Estados Unidos o Francia. También había directores que tenían sus estrellas fetiche, tanto mujeres como hombres. Se daba el fenómeno de que la gente iba al cine porque actuaba “fulano de tal”. Eso existía.

Juicios y prejuicios al cine ruso.

– Hay un aura de misterio y de mala propaganda en el cine ruso. El BAFICI les brindó secciones a países como India, Israel o Irán pero no a Rusia.

– Ahí habría que preguntarles a los directores que tienen un criterio de selección, para mí, incomprensible. Nunca entiendo la selección que hacen. Le dedican, por ejemplo, todo un sector a la comedia norteamericana y no dan una película rusa. Obviamente, hay una tendencia ideológica en eso. No lo pueden negar. No se entiende que, en los últimos 10 años, no estén dando cine ruso.

-Además, ahora hay cine ruso, ucraniano, etc…

– Cuando cae la Unión Soviética en el año 91, cada país recupera su nacionalidad. A partir de ahí, las distintas cinematografías ya dejan de llamarse de la URSS. Aparecen bielorrusos, etc. Con el libro, llego hasta 1991, por ese motivo. De una atomización del cine soviético se pasa a cada una de las distintas nacionalidades. Ahí me quedan varios autores que tendría que tomar más adelante. El cine que surge después del 91 ya no tiene esa personalidad, ese carácter tan peculiar, tan particular del cine soviético.

– Se cambia todo.

– Si. Se siente influenciado por el cine occidental. Algo inevitable en tanto la globalización llega a todos lados. Entonces, ha perdido esa aura que tenía. Entonces, ahí me quedaron varios directores de afuera. Por ejemplo, Aleksandr Sokurov me quedó afuera. Un director que me encanta y es muy interesante. Después Sharunas Bartas, que es lituano. Los más nuevos me quedaron afuera, pero bueno, será para la segunda parte.

El camino del libro

– ¿Cómo viene todo a nivel presentaciones?

– Probablemente lo lleve a Córdoba. Todavía no sé. Tendría que ver lo que dice la editorial. Como sabes, Roger Koza me hizo una introducción muy generosa. Vive en Córdoba, por lo que es probable que vaya para allá.

– ¿Hablaste con la embajada rusa?

– Cuando estaba escribiendo el libro conocí, por un amigo en común, al agregado cultural ruso, Oleg Colomín. Un encanto de persona. Me invitó a tomar un café y le conté el libro, después de lo cual nunca más supe nada de él. Le mandé mail y nada. Tampoco quiero insistir porque hay países en guerra. El libro habla de cine ruso y ucraniano. Ambos países tienen mi simpatía y lamento muchísimo que estén en guerra en este momento.

Por otra parte, he estado en contacto con la Casa Rusa, un edificio hermoso que está en la calle de Rivadavia, en Caballito. Allí estuve consultando su biblioteca y es un lugar hermoso para presentar el libro. También tengo a dos cuadras de mi casa el Centro Ucraniano, adonde varias veces fui a buscar comida. Lo que quiero que quede claro es que no estoy tomando partido por nadie en la guerra. 

– ¿Vas a hacer algo en las universidades, tipo la FUC, o la UBA?

– No sé, vamos a ver eso. Sería muy interesante. La editorial Biblos queda en San Telmo, justo enfrente a la FUC pero no hay relación con la editorial. Quiero ver si a través de Sergio Wolff o alguno de los colegas que trabajan ahí lo puedo llevar. Vamos a ver.

Una mirada a los colegas…

– Dijiste que el libro podría ser un material de consulta para estudiantes, investigadores, periodistas, críticos, etcétera….

– Es que no hay otra bibliografía en castellano…sino hay que recurrir al inglés. 

– A partir de tu experiencia, al día de hoy, ¿hay periodistas/críticos o hay “fans que cuentan lo que ven”?

– Voy muy poco a las privadas de prensa, pero algunas voy. Cuando voy, no conozco a nadie. Nos encontramos en la presentación del BAFICI en el TGSM y te dije “A todos estos no los conozco. ¿Quiénes son?”. O sea, hay una camada muy grande de gente nueva y joven…y no tan joven…

– Es cierto.

– Hay de todo. Los jóvenes podrían ser que los que vinieron después, pero no. También hay gente de mi edad o casi, que no los conozco. La crítica argentina pasó un gran momento a principio del siglo XXI y luego se ha quedado un poco. No mucho, pero se ha quedado. Las críticas de diarios como La Nación o Clarín son pobres. Parece que se apoyan más en los deditos y las estrellitas que en hacer una crítica.

– Qué tema estas tocando….

– Es lamentable, ¿no? Hay algunos buenos críticos, pero que las sacan como chorizos, como si fuera fácil sacarlas en cantidad. No sé…tampoco quiero generalizar porque hay buenos críticos. Hay mucho “nuevo” que no me parece que tenga un background como para andar haciendo críticas…

– Te pregunto porque veo que las nuevas generaciones descubren artistas a medida que ellos ingresan a los medios.

– Te entiendo. Sucede mucho eso, ¿y sabés qué? Ese tipo de “críticos”, por llamarlo así, te cuentan la película. Lo hacen y creen que eso es una crítica. No hay análisis de la imagen, del sonido, del montaje. De la fotografía, ni hablar. Te cuentan de qué va la película, y a veces te la spoilea también. Es de no creer, pero bueno…

Josefina Sartora. “Cine e historia de Rusia. De las vanguardias históricas a la perestroika”. Editorial Biblos.

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