No tengo tiempo (Teatro)

Lo que soy…y lo que quiero.
 
Autoría: María Pia López. Sobre textos de María Pia López. Adaptación: María Pia López, Carolina Guevara y Cintia Miraglia. Con Carolina Guevara y Leticia Torres. Vestuario: Paula Molina. Escenografía: Víctor Salvatore. Diseño y composición sonora: Vicky Balay. Diseño de iluminación: Matías Noval. Tema de la frontera: Mariano Travella. Coreografías y entrenamiento en esgrima: Andrés D’ Adamo. Fotografía: Ximena Talento. Asistencia de dirección: Rocío Bari. Diseño gráfico y dirección: Cintia Miraglia
 
Teatro El Extranjero. Valentín Gómez 3378. Domingos 18 hs.
 

El espacio es blanco, ascético. Lo mismo el piso, como si fuera un tatami aunque esta vez sea el escenario para dos mujeres munidas ambas con florete en mano, preparadas para intercambiar metralla. Intercambian estocadas al tiempo que presentan sus propias vidas con música electrónica de fondo.


Esto es solo el comienzo de una puesta tan corrosiva como inteligente en su planteo, que pone a la maternidad  -y su deseo (o no)-  en tela de juicio frente al irrefrenable paso del tiempo. Será justamente éste el que brinde el puntapié inicial de una vorágine bien dosificada de ideas y conceptos que impactan de lleno en los mandatos sociales que –aún hoy- se mantienen.

El tiempo avanza y amenaza, como si hubiera que seguir las instrucciones del juego de la vida –real y no el de mesa- para ser una ciudadana “hecha y derecha” –sentencia que apesta-. El reloj sigue su rumbo, pasan los años y, ¿nadie se pregunta por la felicidad de la persona? ¿Qué pasa si se es feliz justamente, no respetando el tan mentado deseo/imposición de ser madre? Etica y moral, deseo y felicidad. Como si la elección de una expulsase a la otra. “La maternidad será deseada o no será” dicen por ahí y la razón se pone de ese lado. Pero, ¿qué pasa si el deseo llega fuera de tiempo? Es una posibilidad pero también está el interrogante del por qué la aparición del mismo. ¿Acaso es “inducido”, por un contexto que prefiere sacrificar deseos personales en pos de un «deber ser» que tiene mucho de hipocresía y poco de «felicidad»? Ni hablar si se inicia una especie de gira para nada “mágica y misteriosa” en pos del mentado crío.
 
El texto toma estas inquietudes y las tira al escenario, empapando al público con su verborragia tan reveladora como inquietante. Esas dos mujeres contrapuestas (¿o serán dos partes de la misma?) ponen en palabras aquello que, en muchas ocasiones, se calla, cortesía de la cultura machista en la que se vive y brinda/ordena roles a seguir en el marco de una sociedad “respetable”. Antes se hablaba de “gente como uno” pero ahora surge la inquietud de no querer ser como aquellos que se erigen como «ejemplos de vida». Todo matizado por un humor que no apunta a la carcajada sino a esa sonrisa que se esboza de costado o impacta en ese lugar tan oculto como vigente.
 
El trabajo realizado sobre el libro de María Pia López, llevado a cabo por la misma escritora junto a Cintia Miraglia y Carolina Guevara es de calidad. No es fácil llevar a escena una novela, con todas las particularidades del teatro. Lenguajes diferentes, aunque se sostengan sobre el mismo soporte de la palabra escrita. Aquí, se complementan en tanto una potencia a la otra, constituyéndose en esa otra cara de la moneda. La dirección de Cintia Miraglia es precisa. Está todo en su lugar. No falta ni sobra nada en tanto se fortalece la palabra y su consabida creación de sentido. Es privilegiar el todo por encima de la suma de las partes. La iluminación y el sonido son exactos a lo requerido, para crear nuevos espacios y momentos.  
Párrafo aparte para las actuaciones de Carolina Guevara y Leticia Torres, dos grandes actrices que llevan a sus personajes a esos lugares incómodos de ponzoñosa reflexión. Son cuerpo y energía que ponen su reconocida capacidad artística al servicio de la puesta. Ambas venían de realizar sendos unipersonales de alta calidad. Torres con “Rayito de sol” y Guevara con el doblete “Los golpes de Clara” y “Cuerpo de baile”.
 
Recomendable de principio a fín, “No tengo tiempo” toma por asalto las conciencias de los espectadores sin pedir permiso al respecto. Avanza y pone en jaque algunas verdades no escritas que tienen la misma solidez de un castillo de arena, solo sostenidas por el miedo a correr el velo de los ojos. Es «poner el cuerpo y el bocho en acción». Nada más….y nada menos. 

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