-Alejandra, ¿cómo surgió la posibilidad de hacer «Scalabrini Ortíz»?
-Fue un proyecto que me acercaron, a través de mi compañero. Lo leí y me interesó mucho. Empezamos a ensayarlo todavía atravesados por la pandemia, con todo lo que esto implicaba. Fue por zoom en ese momento.
-Mirá, fue raro. Lo que pudimos hacer, un mes antes de marzo del 2020, fue juntarnos. Ahí realizamos una primera lectura que estuvo buena. Después, de a poco, empezamos por zoom. Pero bueno, el teatro tiene esa imposibilidad que es la distancia. Es estar ahí, para trabajar con las emociones, las ideas y lo que te va surgiendo. La tecnología que hay hoy en día está buena para muchas cosas pero no para esto. El desarrollo era muy lento. Después decidimos descansar un poco, viendo la situación respecto al levantamiento de restricciones, respetando las medidas y continuábamos nuestro proyecto. Cuando volvimos a ensayar presencialmente, ya teníamos un camino recorrido. Distinto al que uno está acostumbrado pero sirvió.
-A mi me sigue sorprendiendo. El teatro tiene eso. La repetición del mismo texto –que es la base del teatro-, el descubrir función a función algo nuevo que, en este caso, tiene que ver con la conciencia nacional y nuestra realidad. Pasaron tantos años y se está de manera similar a lo que había escrito. Es muy importante volver a escuchar la palabra de Scalabrini. Lo que decía, sus ideas y sus propuestas. Llama mucho la atención. Es una alerta, una alarma. En mi caso, mi pensamiento va muy cercano al suyo. Cada función es una nueva sorpresa oír nuevamente esos textos que tienen tanta actualidad.
-Siempre se recrea una ficción por más que sea un personaje real. Es un condimento especial para una obra de teatro. La sorpresa de tener la conciencia de saber que esto pasó hace 70 años y seguimos hablando de lo mismo. Él, en ese momento, hacía mención de la deuda, de los intereses extranjeros. En realidad, lo que dice es que un grupo de hombres empezaron a conformar una conciencia nacional. Por eso tiene tanta importancia. Nuestro país es muy joven en relación con la democracia que hoy tenemos. Sin embargo, vivimos cosas muy atroces. Deberíamos entender nuestra Historia y corregir errores. Esa misma que, si uno va a mirarla, fue sesgada desde la misma escuela –algo que también mencionaba Scalabrini-. Eso fue muy violento. Inclusive, nosotros los argentinos comunes, la gente de a pie, a veces replicamos –no con la misma intensidad por suerte- esa violencia de nuestra historia, en el trato que tenemos con el otro. Vivo en la intersección de dos avenidas y cada día me sorprendo con la cantidad de insultos que se escuchan, de los automovilistas, de unos a otros. Creo que los argentinos no nos queremos mucho y que deberíamos sanar esto que padecemos.
-La obra cumple con el objetivo que, para mi, tienen todas aquellas en las que participo tanto como actriz como espectadora, que es el de remover la emoción. Ayudarte a pensar a través de las emociones, la empatía y las contradicciones. Lo cumple en demasía la obra. Salís y te encontras con gente amiga con la que te abrazas. El público que te espera. Se siente mucho en el aplauso y también los silencios. El respeto por lo que se está haciendo y diciendo. Uno tiene esa conexión con el público. No tomaría tanto la salida del teatro como el durante la función con el aplauso. Después de tantos años de trabajo, ya se tiene como un radar al respecto. La famosa “cuarta pared” se transforma en un puente entre el público y los actores. La emoción va y viene por ese camino cuando es fluido. Te das cuenta. La recibís y te ayuda a construir la función. Los públicos son distintos y sin embargo, se da ese afecto permanente atravesado por el humor. El público se referencia mucho con lo que sucede. La obra no gira solo en la figura de Scalabrini y su pensamiento –a eso que nos referíamos antes de la conciencia nacional- sino que trasciende eso y toca los grandes temas de la humanidad como la muerte y el amor.
-Mirá, ese es una nota muy particular e interesante que decís, sobre la que se puede indagar. Para mi, el teatro es maestro al igual que el escenario. Eso el reflejo de lo que sucede. Es un poco lo que decís. Pero el teatro en sí tiene una particularidad que la tecnología no puede superar. Es lo que decíamos antes del combo de la emoción entre personas. Esto no lo puede reproducir una máquina, por más bien hecha que esté. Son recursos que se utilizan y son válidos. Ahí está lo diestro del director y de quienes llevan adelante el relato. A veces son necesarios porque es difícil reproducir algo de manera fidedigna en relación con lo que uno quiere representar. Igualmente, una cosa no invalida la otra. Te pueden interesar más o menos pero todas las expresiones son válidas.
– No soy negada a que exista aquello que permita algún tipo de reproducción humana y que intente algo distinto. Pero el teatro es la función única por más que sea con los mismos actores, el texto y demás. Es lo efímero en su realización. Es más, podes grabar una función y nunca va a ser una igual a la otra ni puede reproducir la emoción de estar ahí. Está bien que existan muchas alternativas y que puedan aportar. Después uno verá que le gusta más, donde se siente más cómodo, con qué se identifica. Asimismo, hay algunos aspectos que preocupan, que van más allá del teatro. Por ejemplo, cuando se tiñe del mismo color. Por ejemplo, si todo es tecnología y es solo eso, se cercena la capacidad de elegir. Esto es más visible en la televisión. Más allá del control remoto, hay tantas cosas para mostrar. Mas aun hoy con tantos canales y plataformas. La tecnología es una excelente herramienta pero que está mal utilizada.
-¿No hay un público que cambió respecto al teatro, en tanto no aguanta una obra más de una hora, como si fuera un capítulo de una serie de Netflix?
-Puede ser pero también hay de lo otro. Las cosas deben durar lo que tienen que durar. De hecho hay obras que duran tres horas y son extraordinarias. Me parece que estamos un poco acelerados. De hecho, se ve con el tema de los celulares en el teatro. ¿Qué cuesta desconectarse una hora? Si es algo tan importante, no te vas a meter en una sala de teatro. Vivimos un aceleramiento –que no está bueno- y vamos a tener que volver a otra cosa. Lo que nos sucedió planetariamente da cuenta de eso. Debemos corregir algunas cuestiones. No podemos tener diez medios de comunicación a tiempo completo. Llámese twitter, Facebook, Instagram, Tik Tok o lo que sea. ¿Dónde está la vida humana? Imagino que, con lo que pasamos, debemos aprender algo. No ahora pero si con un tiempo. Ojala que se aprenda algo y bajemos un poco. Igualmente, el que no tiene paciencia una hora para ver una obra de teatro, tampoco la tiene para quince minutos. Pero este es otro tema.
-Está en ese reclamo (N de R: Alejandra preside la Asociación Argentina de Actores). Se logró parar eso. En algún momento, se volverá a poner sobre la mesa. Mientras tanto, se sigue trabajando desde las distintas instituciones para que, cuando llegue el momento, volver a plantear nuestras ideas. Ojalá que hayan aprendido algo… (por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires). No se puede decidir sobre algunas cuestiones sin tener en cuenta la opinión de la gente que trabaja de eso. El reclamo gira en torno a eso. No se puede imponer. La verdad, fue un momento duro porque no se imagina que las cosas que se piensan para uno, son sin uno. Cuando se vuelva a poner sobre la mesa, debatiremos. Por lo menos esa fue la promesa que nos hicieron, de dialogar con las entidades representativas y no llamarnos quince minutos antes de que salga un decreto.
-Lo último que sabemos es que había pero está congelado. No hubo entrega de algunos premios por lo que saltaron todas las entidades culturales frente a lo que sería un recorte. Nos dijeron que no era así, que no era la intención, pero tanto actores, músicos, pintores, bailarines, escritores, etc, pensamos lo contrario. Por ahí también tiene que ver con la velocidad que hablábamos antes. Es una reducción completa. No importa la historia que haya detrás o el aporte que se haya hecho. En definitiva, es un recorte a la cultura y así lo entendimos. No lo vamos a permitir dentro de nuestras posibilidades.
-Mirá, eso no te lo puedo contestar porque no soy dueña de teatro y Avogadro nunca vino a algo de mi propiedad. Esto habría que preguntárselo a los propietarios, qué es lo que sucede. Tampoco es que todo es blanco o negro, hay matices. Hay cosas que nos parecen que están mal por lo cual se reclama y hay otras que no. De última, es el interlocutor que tenemos. Hay que conversar de manera respetuosa así como poner los límites a determinados abusos que son notorios. No hay mucho que explicar al respecto. Es más, lo que nos quejábamos en el momento de la primera marcha era que se había tomado una decisión sin ningún tipo de intercambio. Si vas a tomar medidas para algún sector, lo menos que tenes que hacer es llamarlos para charlar y no para informarles de la decisión que se ha tomado. Ese era el reclamo y aún sigue siéndolo. La salida es el diálogo. Escucharnos y respetarnos en el marco de discusiones que pueden perjudicar o ayudar a mucha gente. No es un chiste ni una tontería.
-Uhhhhhh. ¡No me lo puedo imaginar! Pero, así y todo te diría, rápidamente, campesina…
-Si. Me encantan casi todas las actividades y tareas. Creo que todos somos necesarios para que esto funcione, aunque mal, de alguna manera. Digo campesina porque adoro la naturaleza. No me gusta como vivimos, el estar encerrados en departamentos. Eso no está bueno. Si hubiera tenido la elección de elegir, sabiendo lo que me gusta y que no podría elegir sólo una cosa, opto por una vida ligada a la naturaleza. Ver como crecen los árboles, el contacto con los animales y como somos parte de esa Naturaleza que, los que vivimos en ciudades, estamos alejadísimos de esa conciencia. Iría por ese lado, si pudiese.
-Le diría un poco lo mismo que le digo a mis hijos y a los amigos de mis hijos. Cuando hablo con ellos, lo hago, de alguna manera, conmigo misma a esa edad. Ahora ellos están más grandes pero las conversaciones son permanentes. Trataría de escuchar y ver…hay cosas que no cambian sino el contexto en que se desarrolla la vida. Las personas estamos atravesadas por las mismas emociones básicas. Les diría que fomenten los vínculos con los que se sientan felices y que se alejen de los que entristecen. Somos individuos que estamos toda la vida tratando de sortear esa pared, esa burbuja en la que estamos encerrados, que somos nosotros mismos. Lo más importante, sin duda, en todas sus maneras, es el amor que te da energía de verdad. Sé que a veces nos ponemos medio tontos cuando se habla de amor y eso pero estamos acá por amor y tenemos que seguir reproduciéndolo. Tener una mirada más amorosa. Eso le diría a esa joven que fui…que también que me podría decir un montón de cosas que me servirían ahora…
-Si. ¡Me encantaría!