Teatro 2015. Lo mejor del año

Terminó el 2015 y llegó el balance de un año que, si bien tuvo obras de calidad, no fue del nivel de años anteriores. Esto es extensible tanto a lo que respecta al teatro independiente como al denominado “comercial”, que tiene su patria chica en lo que sería la calle Corrientes.


«Un Trabajo» y la dupla Carricajo-Rodriguez, en su esplendor

Como es costumbre de este blog, tratamos de ir todos los lados a los que nos han invitado aunque nos quedamos «corto» con la oferta teatral porteña. Lamentablemente, hay agentes de prensa de los denominados “grandes” que mandan solamente las gacetillas para informar sus “productos” –ya que consideran como tales a las propuestas artísticas- pero nunca para acreditarte.

Por otra parte, consideramos que el teatro debe ser inclusivo y que la consideración como tal, incluye tanto a una obra en un barrio periférico, en aquellos que son más propios para tal fin (Abasto, Palermo, San Telmo), el oficial o el de Calle Corrientes. Lejos de considerar a este último como propietario absoluto del término, diremos que la cantidad de bodrios y puestas de un nivel solo sostenible por las campañas publicitarias que han tenido, no se condice con la calidad dicen tener los medios de alta difusión (diarios y revistas, principalmente). Ergo, como en tantos aspectos de la vida de los medios, estos mienten –literalmente- a los espectadores en lo que dicen promocionando bostas insostenibles.

A continuación, haremos mención de las obras que consideramos como lo mejor del año. Igualmente, no incluyen los unipersonales que integraran la nómina de mejores actuaciones masculinas y femeninas respectivamente.


El presente año se abrió con una puesta de calidad como fue “Ensayo sobre la gaviota” de Marcelo Savignone que vuelve a trabajar un texto de Chejov pero lo ubica en el siglo XXI. Tras el éxito de su excelente “Un Vania”, encara una propuesta audaz en la que transitará tanto en “La gaviota” de Chejov como por “El cuaderno de Trigorin” de Tennessee Williams. Pero no se queda solamente en la intertextualidad esbozada sino que le añade su toque/creatividad personal, además de utilizar todos los recursos que los nuevos tiempos le brindan. A todo esto, sumarle Lou Reed y Radiohead, forma un combo de calidad.

El Bachín Teatro atiende a los medios, con calidad, en «Fidel-Fidel»
Pero Chejov no fue solamente revisitado por Savignone. Francisco Lumerman dirigió “El amor es un bien”, en el que el reconocido dramaturgo ruso extiende su legado en la Patagonia con una puesta que tiene a “Tio Vania” como faro pero con frescura e identidad propia. El texto es revitalizado en su nueva forma de contar lo ocurrido y ubicarlo en este tiempo. Las relaciones humanas en el medio de sus propios deseos y situaciones son el tablero de ajedrez donde juegan el egoísmo contra la solidaridad, ganando las “blancas” en casi todos los casos. El muy buen trabajo de Francisco Lumerman reverdece los laureles de un clásico, ubicándolo en la Patagonia sin perder nada de su esencia.

En la línea de autores revisitados, también figuró Fernando Pessoa. Tal fue el caso de “Pessoa, escrito en su nombre” donde Alfredo Martín concibió a un Pessoa que llega a una casa en la cual descansará –o eso intentará- de sus fantasmas personales y una vida ajetreada. Pero será en esa residencia donde no estará solo, sino que contará con la compañía de sus diversos heterónimos, especie de alter ego que fue creando a lo largo de su vida, en la cual, fue internado en varias ocasiones. Es menester decir que la gran cantidad de heterónimos da cuenta de la ruptura del “yo único” para que surjan varios “yo” al tiempo que la obra de cada uno de ellos será diferente una de la del otro. Con creatividad y sensibilidad, la puesta captó la esencia del eximio escritor portugués, con un homenaje de alta calidad.


«Cuando vuelva a casa, voy a ser otro», la última joya de Pensotti

Por otra parte, aparece la que para muchos fue LA obra del año, “Mi hijo solo camina un poco más lento”. Desde ese oasis teatral llamado Apacheta en un horario muy poco habitual (domingos, 11.30 hs), Guillermo Cacace dirigió el texto del dramaturgo croata Ivo Martinic que tocó con valentía algunos temas ocultos en el marco de una familia. La (in) capacidad de amar y expresarse, el marco de una familia donde las relaciones no son lo que se espera, el egoísmo y la búsqueda de amor se conjugan en una puesta de gran calidad. El diálogo con el público es constante. A diferencia de cierto teatro “bien pensante”, no hay intención de moraleja que cierre sino que la puesta pide abrir la cabeza a nuevas ideas y sensaciones.

En el Teatro del Abasto, se estrenó “Las Mutaciones”, excelente puesta que da una vuelta de tuerca a las separaciones. A partir de un texto tan elocuente como delicado, la relación de la pareja es tomada a partir de esos sitios y momentos transitados. La puesta viajará a través del tiempo y de las vivencias de quienes no pudieron/no supieron llevar adelante un vínculo que parecía destinado a perdurar a través de los tiempos. La respuesta abrirá el abanico a nuevas posibilidades de diálogo e intercambio.
Otra puesta que abrió el debate, siendo divisoria de aguas fue “Prueba y error”. Desde el mismo título –atrapante por cierto- no queda exento el cruce con lo que ocurre sobre tablas. Una pareja separada con una hija y parientes de por medio. ¿Y la prueba y el error? Es la vida misma –y las decisiones que se toman al respecto- que se resignifica de manera contundentemente sutil. “Prueba y error” es una puesta sublime, que planteará tantas sensaciones como corazones y mentes en estado de ebullición. Tira preguntas más que respuestas. Inclusive, cada uno podrá poner el foco donde más le apetezca. La relación del matrimonio, la falta de amor, la soledad, el miedo en la relación con un hijo, los deberes de padre/madre, y siguen las firmas aunque con el foco puesto en la hija del matrimonio. Esto es por demás destacable porque no es muy común este giro en quien sufriría las consecuencias del hecho “protagónico”.


«Abismarse», música -y teatro- para los sentidos
En el marco de la conmemoración de sus primeros quince años, El Bachín Teatro estrenó nueva obra en el 2015 y lo hizo con la calidad que es marca de fábrica. Fue “Fidel-Fidel. Conflicto con la prensa”. Allí, la pluma de Manuel Santos Iñurrieta se hizo un festín en un contexto de candente actualidad con los medios de comunicación como primeras espadas de proyectos «non sanctos». La forma en que se trabaja la noticia asi como los designios movidos por el vil metal son algunos de los aspectos donde el humor ponzoñoso despertará tanto sonrisas y carcajadas que pueden descargar bronca como complicidad frente a una realidad donde el periodismo argentino tiene de todo menos independencia. Más aún cuando el postulado de estos periodistas revolucionarios es “Los periodistas nos negamos a mentir”. Han pasado quince años que el Bachín Teatro tiene de vida y lo festejó con una propuesta tan personal como independiente. Teatro político donde Brecht se da la mano con Chaplin al ritmo de un tango para pasar a un rock, pero siempre anclado en una visión ideológica por demás clara.

Una pequeña gemita que brilló con luz propia en el Centro Cultural Ricardo Rojas, fue “Abismarse”. Pergeñado por ese cráneo musical llamado Analía Rosenberg, la puesta es un tour de forcé de estados de ánimo que combina ira, alienación y furia junto con el amor y la perdida.  La resignificación era constante a través de la música que atravesaba una puesta que jugaba con distintos lenguajes como la literatura y el teatro. No apta para mentes estrechas y/o que atrasan años, “Abismarse” navegaba por las aguas de la mente humana con mix exacto de sensibilidad y pensamiento al servicio del arte.

El policial es un género que no se ha desarrollado mucho en los últimos años en el teatro porteño hasta que llegó esta rara avis de calidad llamada “Mujer hermosa, se ve por allá”. En este caso, Diego Brienza (creador de la gran “El niño de los pies pintados” del 2012) dio un volantazo respecto de la nombrada para crear un mundo nuevo con un mix de prostitución, romance, intriga y suspenso, que juega con un humor sano. Será esa risa inclusiva, la que permite tocar variados temas con seriedad pero sin solemnidad,  chabacanerías o golpes de efecto. En ese punto, radica la posibilidad de disfrute de una puesta que tiene en claro cual es su objetivo, lejos de pretensiones ególatras que conspirarían contra su propia naturaleza. La utilización de los audiovisuales junto con una iluminación de muy buen gusto, creará climas propios de una combinación del policial negro con un comic. Un toque de “Sin City” para una puesta generosa y un final acorde a lo planteado.


«Prueba y error». Separación y niños de por medio.

Para la última curva del año, brilló con luz propia “Cuando vuelva a casa, voy a ser otro”. El puntapié inicial ocurre en la actualidad cuando se retoma la historia de cómo se enterraron diversos objetos (de peligroso contenido ideológico) en los 70 para que no sean encontrados en los allanamientos que realizaban los militares. Será la relación que se tiene con esos objetos la que permitirá la reconstrucción de una historia fragmentada. Mariano Pensotti construye un hecho teatral que combina humor, ironía y una fuerte porción de reflexión. Lo que fue, lo que es y la resignificación del hecho. Tres pasos que atraviesan la historia de personajes tan próximos como identificables en los que términos como “identidad” serán puestos sobre tablas para someterlos a examen. Pero ojo, a no confundirse, la puesta no cae en la pedagogía. Muestra y exhibe pero no predica ni adoctrina. Solo pone sobre el tapete los acontecimientos para que sean completados por el espectador. El bombardeo constante de ideas se encuentra bien dosificado y no abruma en absoluto. Por tal motivo, la creación de sentido es constante asi como la de un universo que saldrá del escenario para instalarse en cada uno de los presentes, aprehenderlo y resignificarlo «a gusto y piaccere». Irá más allá de la identificación propia que impacta en la individualidad de cada espectador para jugar un partido de tenis con sus emociones.

Para el final, dejamos a una obra de esas que se recomienda –y se obliga prácticamente- al interlocutor de turno. Nos referimos a “Un trabajo” de la dupla compuesta por Elisa Carricajo y Lisandro Rodriguez. Ellos hablan, se comunican a través de micrófonos e imágenes donde lo único que puede percibir ella es una voz y sus matices mientras que él ve todo. Pero será el contenido de esos diálogos entre toma y toma de una grabación donde radica parte del gran encanto de la obra. Lo que ellos hablan “fuera” de micrófono y lo que ella dice para el público. La forma en que la cámara transmite su imagen y lo que devuelve la pantalla que va más allá de lo que está diciendo. Con guiños a Foucault, Bourdieu pero sin perder nunca la matriz teatral, “Un trabajo” es uno de los mejores trabajos de un 2015 que tuvo a Lisandro Rodriguez como creador inquieto, que busca, arriesga y crea su propio camino con puestas como la inquietante «Duros» y su «Hamlet está muerto. Sin fuerza de gravedad».


La semana que viene será el turno de las actrices….

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