¿Y ahora que pasa, muchachos?

Tras haber concurrido a la marcha del Paro de Mujeres, se produce la siguiente situación. Al llegar a mi casa, me encuentro con una vecina del edificio que, al verme, me pregunta si había ido a la Marcha (¡Mis vecinos me conocen!). Le digo que si, a lo que ella me responde “Yo tenía ganas de ir pero la lluvia era fuerte y me daba miedo tanta gente. Igual, fui a la Iglesia a rezar por todas las chicas. Las que no están…y por nosotras”. Me sorprende un poco la respuesta y al despedirse, dice “Te felicito por haber ido”. La sorpresa me invade aún más pero lo que termino certificando es la necesidad de participar en estos encuentros.

Como hombre, no me puedo hacer el otario ni mirar para otro lado, frente a lo que está ocurriendo. El reciente ganador del Premio Nobel de Literatura decía, allá por el año 1963, “Cuantas veces gira la cabeza el hombre, para simular que no ha visto nada. Cuantos años debe tener un hombre para que pueda escuchar a la gente llorar. Cuántas muertes deben ocurrir para que se dé cuenta que mucha gente ha muerto”.


Los tiempos han pasado y el hombre, como género, sigue anquilosado. Continúa repitiendo patrones de manera constante pero sin ponerse a pensar al respecto. Estamos en el siglo XXI y atrasa años. Congéneres que siguen exigiendo algunas cosas por el simple hecho de ser “hombre”. Pero, al día de hoy, mal que les pese, los tiempos han cambiado.

Pensemos algo, mis estimados bodoques. A ninguno de nosotros nos pasó sufrir acosos como los que sufren las mujeres. Que te “apoyen” en un colectivo o te toquen en un boliche cuando no lo querías. Ni hablar que hayas tenido que usar la palabra “aborto” en alguna ocasión. Tampoco creo que con tus amigos te juntes para contar, con vergüenza y angustia (entre tantas sensaciones que, me tomo el atrevimiento, de señalar –pido las disculpas del caso si las mismas no corresponden-), que dijiste que “No” pero terminó siendo un “Si”, contra tu voluntad. Eso, sin contar que nunca habrás corrido el riesgo que te violen por el simple argumento de como estabas vestido. ¿A cuántos tipos los agarró un grupo de chicas para violarlo y matarlo? Entonces, si tenes el mínimo de inteligencia de ponerte en el lugar de una mujer (que puede ser tu pareja -relación en la cual se manifiesta la gran mayoría de femicidios-), madre, tu hermana, tu hija, tu abuela, tu tía, tu amiga), podrías empezar a entender estos reclamos que se hacen al día de hoy y lo mucho que le estas pifiando sosteniendo las ideas con el orgullo propio de un mediocre. 


Con tu silencio, sos cómplice de la naturalización de la violencia (Bertolt Brecht decía “El que no sabe es ignorante; el que sabe y no hace nada, es criminal”). Ahí es donde creo fervientemente que tenes que tener el coraje necesario para hacer una gambeta corta a tus prejuicios, a tu crianza e intentar un nuevo camino. Resetear tu chip personal y cambiar tu paradigma. Eso es crecer y no ser un mero obediente cumplidor de comportamientos e ideas absolutamente detestables, transferibles de generación en generación. 

Esta situación se (in)filtra por todos lados. El simple hecho de compartir ideas políticas, parecía que muchos hombres se convirtiesen –automática y erróneamente- en seres abiertos. Craso error. Mucho imbécil que habla del #NiUnaMenos pero no tiene idea al respecto, pisándose solo con sus comentarios discriminadores a los que les pone el mote de “chiste” para ofenderse inmediatamente ante cualquier tipo de cuestionamiento. Nunca se van a exponer a debates que pongan en duda sus crianzas y cimientos como individuos.
Esa doble moral es instituida y reproducida. El que le dice a otro hombre, con tono jocoso, “¡Che! ¡Comprate una escopeta para proteger a tu hija!”. ¿Por qué y de quién habría que protegerla? ¿De turros como vos? Ahí es donde debe empezar a realizarse la reflexión y la autocrítica.
Conozco tipos que se llenan la boca hablando de la defensa de los derechos de la mujer pero no tuvieron el mínimo empacho en no reconocer un hijo que tuvo con una mujer que no estaba a “su altura” y no por pasar el 1.70 mts de estatura sino por pertenecer a un país hermano del continente. También están los que se las dan de “progresistas” y después se mandan un discurso antifemenino, olvidándose que es padre de hijas.
Cascotes que siguen reproduciendo eso de “ya voy a conocer a una mujer que me valore” cuando atrasan años en sus ideas y encima, tienen el tupé de exigir respeto a las pavadas que sostiene. Amén de seguir viviendo con mami, no por un tema económico sino con un terrible Edipo mal curado.


Cuando era niño, mi madre solía hablarme del respeto a las mujeres. Me hacía colaborar con los quehaceres del hogar. Después, en la casa de unos tíos, en las festividades que pasábamos, me quedaba charlando con “los hombres”, siendo adoctrinado en lo que iba a ser mi camino como tal. Mi contexto masculino fogoneaba todos aquellos prejuicios y estereotipos que pululan (iba a decir pululaban pero siguen estando) en reuniones de variada índole. Escuchaba todo y después, lo primero que hice fue romper con todo esto, de manera paulatina. Siempre ayudado por diversas mujeres que fui conociendo con el correr de los años y certificado por imbéciles masculino con los que tuve que discutir, inclusive llegando a resolver el entuerto a través del método más primitivo de todos. No me arrepiento al respecto ni me vanaglorio de esta situación pero hay momentos y ocasiones en que –creo- hay que plantarse firmemente frente a los acontecimientos que suceden frente a las narices de uno. Muchos de los cuales van más allá del “no sabe”, “lo dice en chiste” o “hay que tenerle paciencia”. Recuerdo una vez que, cuando estaba conviviendo con mi ex, un grupo de amigos me espetó “¿Cómo puede ser que ella gane más que vos?”. Hubo que aclararle al idiota de turno como era la situación y recordándole que, en su puta vida, había tenido pareja, situación que no ha cambiado al día de la fecha.


Son ideas que atrasan años y se van reproduciendo con la complicidad de los componentes de la sociedad. Por ende, hay que salir a la calle. Participar, debatir y discutir. Retomamos nuevamente a Brecht, “Cuando la verdad sea demasiado débil para defenderse, tendrá que pasar al ataque”.


La cultura y los medios de comunicación son fundamentales en la conformación de los valores de los individuos al igual que la capacidad (asi como el deseo) de estos de romper con aquellos para crear sus propios valores. Por esto, fue importante lo que se dijo en la marcha que “Serás lo que supuestamente es normal o no serás nada. No podrás decir que ‘No’ porqué el costo será, en su punto extremo, la muerte. ¿Cómo se atreven a comparar las pintadas en una pared con el asesinato y tortura de una niña?  ¿Cómo nos piden paciencia cuando ganamos un 27% menos que un hombre por el mismo trabajo? ¿Cómo quieren que nos cuidemos si desde los medios de comunicación nos dicen que los que nos vamos solas y amanecemos muertas, tenemos la culpa?”.

Antes que me salte algún cráneo, no estoy renegando de mi condición de hombre. En absoluto. Lo que si critico y defenestro es como, al día de hoy, hay tipos que siguen reproduciendo un modelo arcaico cuya consecuencia es la muerte (si, ¡MUERTE!) de muchas mujeres. Pensá (y sentí) que las mujeres a las que les ocurre lo descripto, podrían ser tu madre, tu hermana, tu hija. No te va a gustar. Te llenaría de bronca. Entonces, no lo hagas.

Reflexioná, debatí, pone en duda todas las pavadas que te inculcaron y contrastalas con lo que ocurre hoy en día. Nosotros somos parte de esta sociedad en la que, en este mes de octubre, murió una mujer por día. Alguna vez, sentí orgulloso de algo que realmente vale la pena como el crecer como ser humano. Enriquecerte como individuo, como…..¿hombre? ¡je!

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