Fernán Mirás: “No pensaba ser actor”

Quiso ser pintor pero fue actor y protagonista del hito de “Tango Feróz”. Ahora, con una sólida carrera actoral, se destaca en teatro (“Un Dios Salvaje”) y en televisión (“Para vestir santos”). Café de por medio, Fernán le cuenta al Caleidoscopio sobre hacer una obra dura como «Un Dios Salvaje», la popularidad y las vueltas de la vida.

-Fernán, con “Un Dios Salvaje” volvés a hacer una obra de Yasmina Reza…
– Es cierto. Ya había hecho una obra de Yasmina Reza, “Tres versiones de la vida” y me había gustado mucho ART. Cuando me hablaron de la idea del elenco de “Un Dios Salvaje” y más que la iba a dirigir Daulte, con un texto de esta escritora, pensé que me iba a gustar.

– Sos medio fan de Yasmina…
– No se si fan sino que me parece que es difícil encontrar buenos autores en estos momentos. Probablemente ahora sea más interesante ver lo que pasa con los autores nuestros, sobre todo en el off, que en el mundo. Digo porque todos los años aparecen las obras que vienen de ganar en Broadway y la verdad es que….Incluso, productores que van allá me cuentan que están haciendo obras viejas. No hay autores, como en otras épocas, como Miller o en Londres había un autor que estaba a full. Hay en el mundo por lo que se, poco autor. Asi una Yasmina Reza o un Laboute, me parecen que, si bien no son infalibles, son los más interesantes.

– Además, acá se ponen autores de moda. Hace un par de años pasó con Jelinek…
– Karina?? Jajajaj

– jajajaja. Pero estaba Elfride Jelinek, al otro año le tocó a Sarah Kane…
– En un punto es lógico porque después de ART, todo el mundo estaba leyendo las obras de Yasmina Reza. Por un lado, cuando lees el libro de un novelista, querés saber que más escribió este tipo. Que otra cosa escribió o si fuera un director, que otra película hizo. Por otra parte, hay una lógica de producción. Todos se pelean por un éxito en el que se combina calidad y éxito. Hay obras que son un éxito, que no son buenas y después ver tres obras de ese autor, se pone de moda, siguiendo una lógica de mercado.

– ¿Cómo fue hacer a Alan, tu personaje de “Un Dios Salvaje”?
– Para mi, fue una experiencia muy interesante. Dentro de los exponentes, hay como una metáfora con respecto a la violencia social, por un lado, y Alan, que es abogado, es un personaje que representa la violencia cínica. Tu abogado ejerce la violencia por vos. Por ese lado, lo entendía y por otro, era el personaje que más alejaba a la gente en el sentido de identificación. Los demás son un matrimonio y la que hace mi mujer (Florencia Peña), no es un ama de casa pero digo, tiene un trabajo pero mi personaje era el más antipático. A todos se los conoce en un ámbito más doméstico pero este entra y está más en el trabajo que ahí, donde pasa todo, se entiende? Es un poco extraño de acercarlo al público. Estoy muy contento por la propuesta de Daulte respecto al personaje como un hombre que vive para su trabajo.

– Además va “in crescendo” tu personaje.
– Si, además tiene la habilidad de no hacerse para nada responsable de lo que pasa. En todos, en uno u otro sentido lo hacen. Me gusta del personaje que es el primero que plantea que las cosas son horribles como si fuera un hecho y sin contradicción al respecto.

– “Me hago cargo que todo está mal”.
– Claro! Me hago cargo que soy una porquería y mi hijo es un salvaje. Es una buena tesis para arrancar el problema. ¿Cómo vas a decir esto de tu hijo? Ahora, eso lo sostiene con una impunidad y asi se van cayendo las máscaras de todos, con el pago de algún precio al respecto. Digo, el Puma lo sostiene hasta cierto momento, mi mujer se descompone y Onetto, que es la Reina de la Civilización no puede sostenerlo o ve como su discurso queda vacio frente a lo que pasa mientras que el mio lo banca hasta el final.

– En un punto es el más sincero…
– ¡Eso es lo más atractivo!. Es el primero que plantea que las cosas son como la obra termina. En una parte lo es y por otra no porque hay una fuerza terrible en ellos por intentar ser “civilizados”. A pesar de que esa fuerza es muy débil, está “el deseo de…”. Los primeros quince minutos de obra lo sostienen ellos en un terreno de “humanos somos todos”, no? Casi todas las cosas que dice el personaje de Onetto, me parecen absolutamente fundamentales en la sociedad y coincido con ese discurso. Hay momentos en los que podés hablar…del hambre en Africa mientras no te estén escupiendo en la cara. Digo, que el problema de ella, con ese discurso dicho sin parar, ¡también es violento! Es uno de los fenómenos graciosos de la obra que a mi me sorprendió. El chiste que hace la autora es que todo lo que se supone que está bien, dicho por una persona que no deja de decirlo, al final,¡la querés matar!

– Además, al decirlo tantas veces, lo vaciás de contenido!
– Totalmente. Eso me pareció muy interesante ya que creo en lo que ella dice. Nos pone a todos en un mismo nivel en algún punto. Reconozco en el personaje de ella y como mirada sobre la obra es que todos somos violentos pero de diferentes formas. Una violencia terrible a través del discurso. Ella, en su discurso, nos alecciona de una manera tal que demuestra que se siente superior y no se siente violenta pero eso es lo que más irrita.

– Cuando vi la obra, me encantó…
– ¿Cuando la viste?

– En el estreno de prensa y hubo algo que me sorprendió. La gente se ríe y eso…pero la obra no es graciosa. ¿Vos como lo sentís eso?
– Uno, leyendo la obra, tiene la sensación de no saber si es cómico o trágico. La autora dice que es una tragedia graciosa o algo asi. Esa reacción, de la risa, me resulta muy paradójica porque por un lado, desde el escenario, te da una sensación de cierta identificación. En este caso, como en otras obras con un humor medio ácido, es como si te estuvieras riendo de vos mismo. Me da la sensación que la gente, inmediatamente, se reconoce en el intento por ser civilizados y es catártico cuando se dan cuenta que no lo son. Otra de las cosas que me sorprendió fue que, con el transcurrir de la obra, uno pensaría que el público quiere que se resuelva el problema pero inmediatamente sentís que quiere que los personajes se caguen a trompadas! Hacia el final, hay determinadas momentos en los que se dicen cosas espantosas sin ninguna lógica. Por ejemplo, mi mujer le dice a Onetto, “tu hijo es un putito”. O sea, intentaron ser civilizados pero se dicen insultos sobre los hijos que no tienen lógica. Insultos que ni son ciertos sino para herir y también la forma en que van cambiando los bandos según la conveniencia. En esos momentos, uno escucha la arenga del público como si fuera un ring. Es un fenómeno muy curioso. Una de las particularidades de la pieza que la hacen valiosa y original en algún sentido. Nunca viví eso con ninguna obra. Si todos estamos de acuerdo en que debemos ser civilizados y la obra cuestiona eso, ¿por qué la gente quiere que nos caguemos a trompadas? El esfuerzo por ser civilizado no se logra y llega un momento en que la gente dice “caguense a trompadas y terminen de una vez”. Me parece que es una…de alguna manera, también sentí una particularidad parecida en la obra de Laboute que hice el año pasado, “La forma de las cosas”, pasaba algo hacia el final que hacia que la gente se sentía identificada de una manera o en “Gorda” también, ese fenómeno de sentirte cómplice y después te sentís culpable de haberte reído. Pasa mucho de que gente que me dice “no se de que se rien” e incluso hay chistes en los que algunos que miran a los que se ríen! Y después, a los 10 minutos pasa al revés! Es un fenómeno muy extraño, que no lo entiendo pero también es lo lindo del teatro. Pero lo que más me sorprendió fue esto de la gente, que hincha como si fueran dos boxeadores, y que se maten. Hay momentos que se dicen frases en las que amagan a irse a las manos y la gente grita! O cuando mi esposa amenaza con tirarme el celular al agua y se escuchan gritos diciendo “tíraselo!”. Te lleva a un lugar muy curioso..

– Pero es un callejón sin salida en un punto….
– Si. Me parece que es interesante el fenómeno teatral de llevarte a un lugar paradojal. Yasmina Reza tiene cosas muy paradójicas en las que dice “esto puede ser asi, asi o así”. Ella señala una mirada de “todos creemos que somos civilizados pero hasta donde”. Que distancia existe entre que tan civilizados somos y cuanto queremos ser.

– Del dicho al hecho…
– Claro! En ese sentido, mi personaje blanquea de entrada que no le importa nada, que su hijo es un salvaje y que la reunión es al pedo.

– Encima, pone la excusa de que se tiene que ir a laburar!
– Si! Arranca ya hablando por teléfono con el socio y dice “estoy en una reunión al pedo”. Ahí es donde está el factor cómico que es que no se deja nunca que la gente que parece más civilizada, muestre su lado de enojo. Este es el que plantea su enojo del primer momento. Me acordé antes para decirte en relación con el personaje es que parece que es el más impune hasta el final. Cuando él paga un precio por su actitud (que todos ya habían pagado), igual sentís que salió impune.

– Haga lo que haga….
– Lo que quiero decir es que los demás ya pagaron un costo por lo que está pasando mientras él se rie hasta que le pasa eso. Me resulta interesante como se van sacando las máscaras a los distintos personajes porque cada uno tiene una máscara distinta. Esta bueno que a mi mujer llega un momento, que el físico, la deja en evidencia por la tensión reinante.

– Es un momento de frenar y seguir adelante.
– Si, a mi me da esa impresión y también me parece interesante en la dramaturgia, eso que pasa con Peña (que no voy a decir que es) que cualquier autor lo hubiese puesto al final y no en el medio de la obra. Poner eso ahí y que se siga sosteniendo la obra es un gran mérito de esta mina. Nosotros nos damos cuenta como que las estrategias que están intentando sostener, no resisten y es una bisagra de que cuando ya se ensució todo. Siento que en la pieza, hasta ahí está todo limpio y ellos tratan de jugar limpio pero después de eso, que ella se descompone, el escenario empieza a estar sucio. Como que algo se rompió y empiezan aparecer otras cosas de cada uno. ¿Cómo se sigue después de eso?

– Y fue una tensión terrible que te digo que me dejó impactado y pensando desde la risa. Además rompe con esa red de contención social en la cual nos ampararíamos…
– Claro. Como que rompemos las normas…y ¿de que se rien? Me parece genial eso del teatro que no tiene riesgo. O sea, el riesgo es imaginario o es real porque es lo que te llevas aunque no hay riesgo físico. El poder ver que pasa cuando alguien se muere sin que se muera. Uno puede hacer contacto con la violencia que tratamos de contener sin matar a nadie.

– Lo que también me sorprendió la visceralidad de las actuaciones.
– La obra es muy desgastante para nosotros y hay veces que parecemos la Furia del Baus. Pero me parece que hay en eso, hay una propuesta de Javier de que hacer con el material. Casualmente el otro día enganché algo de la versión española en You Tube…

– Si, con Maribél Verdú.
– Exacto, y es bastante estática la puesta. Me gusta la idea de Javier. Hay una tensión constante abajo que aflora y hay un mecanismo que construyó Javier, que a mi me gusta mucho, que tiene que ver con las oscilaciones de la obra que tiene esa cosa animal. Uno siente que el mecanismo de actuarla, está conteniendo eso que está debajo de la obra y que en un momento, salta. El que te toquen a tu hijo despierta algo muy animal. Me doy cuenta de eso. Cuando los padres hablan de sus hijos está bien pero cuando hablás de los hijos de otro hay que tener mucho cuidado porque es un tema muy sensible. Si le errás es mucha la indignación. Con mi hijo me pasa lo mismo. Cuando se habla de cómo educar al otro y se opina de cómo educás a tu hijo, ahí es cuando surge esa defensa muy visceral. Además, el hijo es la proyección de uno y que lo que proyectaste te devuelva que le rompió los dientes a otro…No sabés si desear que estuvo bueno que ganase o si era mejor que perdiera. Hay ciertas cosas viscerales como momentos en los que parecen que van a matarse y de repente intentan un acercamiento. De golpe pasan a hablar de otra cosa. Están a punto de pegarme y me dicen “Quiere un café?”. Es muy gracioso y a mi me resulta una mirada sociológica constante. Cuando uno se enoja, reprime y como aparecen las cosas más raras como “no es que te odie”. Pero ¿qué me estás diciendo? Qué quiere decir eso? Ahí deja en evidencia que me querés matar. Fue muy interesante trabajar eso. Javier hace que la obra sea muy colorida y de repente, cuando están a punto de matarse…

– “Tomás algo?”
– Claro! Se sientan y parece que está todo bien. La gente se reconoce de manera inconsciente con ese mecanismo. “Si, es verdad. Paremos un poco porque nos fuimos de tema”. Como si fuera la fiesta de Navidad que siempre hay quilombo.

Impasse 1: Fernán llega a tiempo para la nota. Sin barba y con el pelo más corto, mantiene un aura juvenil, de chico de barrio. Unos turistas hablan a los gritos mientras con Fernán apuramos sendos cafés para cortar el frío. La nota se transforma en una informal y amena charla. Fernán tiene ganas de hablar. No esquiva ningún tema y cuenta todo con humildad, sin perder el humor

– Esta obra te desgasta mucho pero como lo manejás ahora con las grabaciones de la tele, en “Para vestir santos”?
– En otra época hice tira y teatro y se me vuelve una adicción el teatro porque si no lo hacía, no podía hacer las dos cosas. Era muy difícil no estar haciéndolo. Me faltaba. Probablemente, ahora al ser unitario, los tiempos son otros. Me han ofrecido todos los años tiras pero con un unitario, se hace un poco más liviano porque hay una semana o dos en que estoy grabando y después función y también hay días más livianos. Ahora estoy haciendo “Para vestir Santos”, un unitario que me gusta mucho.

– ¿Y el personaje?
– El libro es de Daulte. O sea que es algo curioso. Ambos personajes está uno en un extremo y el otro, en otro. Sergio, mi personaje tiene una función en torno del personaje de Gabriela Toscano, que es bastante particular. Me interesó eso del hombre que está con una mina problemática. Cada una de ellas (N de R: Gabriela Toscano, Celeste Cid y Griselda Siciliani son las protagonistas) tiene un tipo, como Hendler o Diaz y no le encuentran la vuelta a estas minas. Me gustan los libros y el personaje. Por un lado, deseas que estés con ella pero a la vez, le faltan un par de jugadores a todos.

– ¿Cómo te llevás con la popularidad?
– No me llevo mal. O sea, en líneas generales, en comparación con otra gente, me llevo muy bien. Si me doy cuenta que cuando estoy haciendo cosas menos populares, sin tanta masividad, descanso más. Hay cierta cosa de….por ejemplo, disfruto mucho viajar y que no me conozca nadie. Eso lo disfruto muchísimo y hay gente a la que eso le falta. He vivido pocas situaciones en las que eso se vuelva incómodo o alguien se desubica. Te diría que me irrita esa situación si estoy en un hospital con alguien enfermo. Estás en una cama con puntos y viene alguien a pedirte un autógrafo…cosa que me ha pasado.

– Si? En serio?
– Si. Es el único lugar donde siento que la gente no se da cuenta que no da. Recuerdo que había ido a visitar a una amiga que estaba muy enferma y de repente, había gente que entraba a la habitación. Salvo esas ocasiones, que son pocas, donde se vive raro esa invasión, a mi no me ….capaz que como desde los 17 que actúo es que estoy más acostumbrado. Ni para mi familia es raro. Como que ya está asumido.

– ¿Te agarró de muy chico la popularidad de Tango Feróz?
– Me parece que, sea como sea un fenómeno como el de Tango, te agarre como te agarre, te cambia la situación. Requiere mucho ajuste tanto en vos como en la gente que te rodea. Estoy convencido que lo primero que cambia es el entorno y no vos. Vos seguís siendo el mismo. Nadie se convierte en otro en un mes ni en un año pero empezás a reaccionar a como los demás te miran. Una frase típica de esa época, que siempre me llamó la atención porque es muy rara para mi es “ahora no me vas a saludar más?”. El encargado del edificio, el del kiosko. Es curioso porque te dicen algo que nunca hubieses imaginado y ¿Qué quiere decir? Entiendo a que apunta, a que se refiere, no soy tonto pero para el que vive el fenómeno es una cosa muy rara. De ayer a hoy, no hay manera de que dejes de ser vos. Entonces, lo que requiere es un ajuste en uno respecto a los demás por como te miran. En un punto me parece fantástico que me haya agarrado de muy joven ya que me sirvió para asumir las cosas de manera más rápida. En ningún aspecto me parece negativo lo que pasó ya que podría haber estado toda una vida esperando que pase y al final, no pase nada. Me abrió un montón de puertas, me cambió la carrera. Por otro lado, es una película que quiero mucho. No es una propaganda de dentífrico. Estoy orgulloso de esa película. Tiene una popularidad muy grande por algo de lo que estás contento. Por otro lado, bueno… Es una actividad rara que no es lo que más me gusta ya que tengo que asumir que esta es una profesión narcisista. De tanto en tanto fantaseo sobre que como estaría si fuera pintor, tal como pensaba cuando estuve en Bellas Artes o un escritor, alguien más anónimo. Por momentos lo pienso ya que ese es un aspecto un poco raro de la profesión en lo que es mi manera de ser.

– No te cierra?
– No, me siento raro y me pregunto como terminé siendo actor por como era siendo adolescente. Todavía me sigo considerando una persona tímida. Después por otro lado, este tema es como nada. Quiero decir, uno conoce a actores muy grandes que han vivido con esto toda la vida y le sirven a uno como referente. No es el fin del mundo sino que es parte de la profesión. A los médicos los llaman a cualquier hora y se tienen que ir de un cumpleaños. Los sábados a la noche, yo trabajo. Digo, son las particularidades y a veces, la gente te mira mucho. En un punto, lo pongo en ese lugar, como una de las cosas que vienen con este asunto.

– Ahora me acuerdo que pasaron una frase que pasaron en “6-7-8”, la escena del final…¿Cómo ves que corten un laburo tuyo y lo doten de un contenido determinado?
– Esta todo bien, perfecto. Viene bien con toda la idea que tienen ellos. Además, yo no lo había visto y fui hace mucho al programa y lo pusieron. No sabía que lo estaban pasando. Hay cosas que pasan a ser de todos. Tienen ese componente. Pasaron los años y eso sigue teniendo un significado para la gente. Es interesante porque uno tiene la vivencia del adentro. La película significa para mi, en mi vida, la experiencia de filmar, un montón de cosas. Tengo una subjetiva muy recortada. Aparte de uno en lidiar con su profesión, la gente tiene un recorte de uno en lo que fue su vida. Me doy cuenta cuando alguien me reconoce y después te das cuenta que pensaba otra cosa de vos. Sea lo que sea. Hay un recorte de uno. La gente piensa que sos de determinada manera pero no…Una mezcla de los personajes que hiciste, las notas que diste, que dependerá si estabas amargo ese día o tenías ganas de hablar y se arma un combo. Me doy cuenta de ese mecanismo cuando alguien se acerca o se vincula pero dura los primeros minutos. Me senté aquí, a hablar con vos y no sentí nada raro. Soy un actor al que vos le hacés una nota; vos hablás con setenta mil actores. A veces, te sentás con alguien y se pone raro…Por ejemplo, son cosas que me pasan, relacionadas con eso, la persona no vive pensando en eso. Cuando hacía “Chiquititas”, los chicos venían al programa y mil veces me pasó de ir, ponele, a un shopping y decir “me olvidé de esto”. ¿Se entiende? O que mi mujer me diga “me olvidé” o mis hermanos digan “nos olvidamos”, que uno es famoso y eso. Uno no vive pensando en eso sino al contrario. Te mudás y te miran raro. Ahora está todo bien, soy un pibe más del edificio.

– Leí una nota a Natalie Portman que contaba que se le acercaba la gente y le recordaban su participación en “El Perfecto Asesino”. Les decía “No me podés recortar de cuando tenía once años”…
– Es un fenómeno que tuviera esa lógica. No lo veo mal. Hay gente que no sabe quien soy y me dicen “Disculpá, no sabía que sos actor” pero…¿por qué tendría que saberlo? Jajajja. Yo no se quienes son todos los actores ni vi todas las películas de Natalie Portman. Nadie tiene obligación de saber que hice y que no hice. Entiendo el fenómeno. A mi me pasa como un aspecto de la profesión…A ver, estás en un restaurant, te manchás y todo el mundo te mira. Cualquier persona vive una situación en la que todos lo miran y no es nada…cómodo. Es raro porque genera esa tensión de saberse observado. De actuar por el otro. Como yo actúo cuando actúo, eso no lo hago en mi vida cotidiana. Trato que no. Lo que me pasa y pienso al final, es que no es el aspecto más sano de la profesión. No me doy cuenta porque el que estaba conmigo me dice “te miraban todo el tiempo”. No me parece lo más sano estar pendiente de la mirada de los demás. De actuar según lo que los demás te miran. La situación de incomodidad que vive una persona que no es actor en ese momento que se te cayó la copa en el restaurant. Es raro pero uno no lo piensa porque sino te volvés loco. Si pensás que cada persona te está mirando y tenés que proyectar un personaje para cada uno de ellos, de cómo te ven caminar, te quemás la cabeza.

– Las dos últimas, ¿cómo es el segundo después de bajar de escena?
– ¡Que linda pregunta! Me fumo un pucho porque tengo una ansiedad terrible. De acuerdo al día, será mayor o menor satisfacción de acuerdo a como salió la función pero lo siento como, a veces me acuerdo una frase de Bergman que decía “no hay nada más placentero, equilibrado y pacífico que el deber cumplido. El haber terminado un rodaje…”, él dice eso. Terminaste un día de rodaje, pudiste hacer lo que tenías que hacer y cumpliste con tu obligación de lograr la escena que querías, es un terrible placer. Acá es terminar la función y es decir “fue buena la función”, “fue peor que ayer”. Ya está hecha.

– ¿Sos de mirar tus laburos en cine y televisión?
– No. Lo miro por ahí cuando sale algo, por donde va el personaje, que se ve, cual es el recorte. En el unitario, miré sobre todo el principio. Imaginar el personaje como se ve, que funciona y que no; que se puede potenciar. Básicamente mirando cosas que habíamos hablado con Barone del personaje. Vi los primeros capítulos y entendí cosas que me había planteado. Ajustas eso y terminás de asegurar esa idea y rumbeas para ese lado. Es raro cuando me encuentro con algo viejo. Es como si no lo hubiese hecho yo. El otro día que vi lo de 6-7-8 el pedazo de Tango, lo veo como si fuera otro porque hace casi veinte años. Un pibe tan joven haciendo eso. Me pasa eso de cuando era muy chico, cuando tenía 17 años, una película con Liv Ullmann, donde mi trabajo no me vuelve loco. Por momentos lo veo y me digo “que inconsciente! Como no tenía pánico de estar haciendo eso!”

– La última, si por esta puerta entrase el pequeño Fernán que estudiaba Bellas Artes, ¿qué le dirías?
– “No trates de adivinar lo que te va a pasar”. En un sentido, le tengo ternura porque me parece que hay una curiosidad en lo artístico que siempre fue mutando y que siempre estuvo viva. Me gusta mucho lo que hago y me parece una suerte que me guste. No que me guste mi profesión sino que siento que tengo ganas de hacer un montón de cosas y no esté aburrido de esto. Lo que pasa es que si pienso en esa edad y a lo que es hoy mi vida, me han pasado cosas por demás extrañas en relación a lo que iba a ser mi futuro. Cambié de piel varias veces pero le diría que haga lo que quiera aunque tengo la sensación que el destino fue para donde quiso. Tenía un futuro muy incierto a pesar de tener una vocación muy fuerte referida a Bellas Artes pero en términos laborales, que se yo…iba a ser un profesor de plástica pero tenía la fantasía de ser pintor. De ahí a ser actor y todo lo demás fue muy raro. Más lo que pasó a cierta edad, con esa película y después el teatro y la televisión…Si hubiese tenido que adivinar, ni en pedo la acertaba!


Un Dios Salvaje. Paseo La Plaza. Miércoles, jueves y domingo, 20.30 hs; viernes y sábado, 20 y 22 hs


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