Algunas reflexiones que quedaron en el tintero.

En el marco de esta pandemia que se llevó puesta a la “normalidad” en la que vivíamos, el teatro no ha quedado ausente de estas «modificaciones obligadas».
Ahora, con los controles relajados por las vacaciones mientras el número de contagios explota por obra y gracia de Omicron y la desidia del colectivo denominado “gente” que cree que ya terminó todo, volvemos sobre nuestros pasos para analizar algunas cuestiones ocurridas en el 2021 que van más allá de las obras de teatro y, de paso, abrir el horizonte de expectativas sobre el 2022.


Hubo una resignificación completa de lo que era la “ceremonia” de ir al teatro. Desde el mismo momento en que uno se sienta a ver la obra en cuestión comienza ese mecanismo que incluye paranoia y cuidado que surge ante la tos de alguno de los presentes. El barbijo sigue usándose dentro de la sala con el consabido pedido a los espectadores para que lo mantengan durante la función. Pero -siempre hay un «pero»-, tal como ocurría con el celular, no falta quien que se lo saque. Pasamos del “apagá el celular” al “ponete el barbijo. Tal como solíamos hacer con el teléfono, repetimos la pregunta que hacíamos en esa ocasión. Si te piden algo, ¿por qué no lo haces? ¿Es falta de comprensión, de empatía o directamente idiotez y egoísmo?
No hace falta decir que no se acabó la pandemia y debemos seguir cuidándonos. El rebrote debe llamar a la reflexión respecto a los cuidados. Costó mucho esta presencialidad como para que se vuelva atrás por la irresponsabilidad de uno que dice que “amar el teatro” pero se saca el barbijo en plena función. Recuerdo una función en la que estuve presente en un teatro en Villa Crespo que, apenas terminó y se encendieron las luces, se vio a una pareja estaba sin barbijo. Uno de los propietarios de la sala les pidió que se pongan el barbijo y la respuesta fue una combinación de desdén y ofuscación. ¿Qué se hace frente a estos cascotes? Al respecto, ¿estaría mal usar –por ejemplo- un puntero laser para poner en vereda al desacatado/a? 
 

Por otra parte, hubo un corrimiento de los horarios de función. Las otrora maratones que algunos periodistas solíamos hacer de ver más de dos obras en un día (Ejemplo: 20, 22 y 23.30 hs, con teatros cercanos y duración acorde) quedaron en el recuerdo. En un momento, hubo puestas de calidad a las 18 hs (“La Falcón” y “Cuerpo de baile” fueron dos casos) quedando la noche libre para desarrollar otro tipo de actividad.
Más de uno dirá que se pierde ese “aura” de antaño de ir a ver teatro de noche pero los tiempos han cambiado. Adaptarse a lo que requiere la coyuntura es un plus a realizar para que podamos seguir disfrutando de la rica actividad teatral más que añorar un pasado que, al día de hoy, todavía no se sabe si volverá de esa manera. Es más, aún se desconoce si las relaciones interpersonales van a retomar las formas que teníamos en el…..2019.
También surge la pregunta de qué implica ver teatro a las 18 hs. ¿Qué significa y a qué nos remite? ¿Dónde y cómo nos ubica a los espectadores?
En este punto, surge otro interrogante. ¿Hay suficiente espacio entre funciones para desinfectar? Esto es fundamental para que los espectadores –y actores, así como personal del teatro, obviamente- estén protegidos de la mejor manera posible del virus.
 

Las restricciones realizadas como prevención al contagio de coronavirus, dispersaron al público en general, pero también se deben considerar otros factores, tal como el costo de las entradas y cierto “miedo” a ir al teatro, salida mediante. Todavía hay gente que no se anima a retomar la sana costumbre de hace poco más de año y medio.
A esto hay que sumarle la situación de los teatros para hacer frente a las limitaciones establecidas por el Gobierno Nacional como de la Ciudad de Buenos Aires. Desde este espacio, le hemos brindado una amplia cobertura respecto a la problemática del teatro independiente frente a una situación extraordinaria como fue el confinamiento y cierre de los teatros así como al comportamiento ordinario de las autoridades del ministerio de Cultura de CABA para ayudar a los artistas frente a la pandemia. Más allá del blindaje mediático y la nula empatía de Cultura, visibilizamos las voces que se manifestaron ante lo ocurrido.
 
A fin de año, el ministro del área Enrique Avogadro presentó un proyecto de ley que modificaba los premios de Cultura en CABA. La reacción de la comunidad artística fue inmediata en tanto logró la postergación del mismo. Pero, tal como cantaban Los Violadores en los 80, surge la misma pregunta: «¿Ahora que pasa, eh? 
La duda surge ante el avasallamiento de derechos obtenidos a través del tiempo por los artistas con la excusa de un “aggiornamiento” manifestado con un lenguaje tan almibarado como falso y la tibieza de algunas asociaciones que nuclean a los interesados. El ser “respetuoso” no implica seguir creyendo promesas que nunca se cumplen. Pareciera que la cantidad de teatros que cerraron durante la ASPO y los artistas que fueron afectados por ésta, no sirvieron de nada para que se den cuenta del engaño que aceptan mansamente.
Sorprende -y no gratamente- la manera en que cierto «progrechetismo» cree una mentira tras otra, tropezando más de una vez con la misma piedra de una política neoliberal que ve a la cultura y al arte como una mercancía. Se alaba todo el tiempo al teatro independiente, que «Buenos Aires es la tercera ciudad del mundo del teatro» y no mueven un pelo para ayudar a sus hacedores. No darse cuenta de la manera en que se les toma el pelo a les artistes, al día de hoy…¡por favor!

Párrafo aparte para los medios de comunicación, sean masivos o independientes que –salvo honrosas excepciones- invisibilizan esta situación. Los primeros por la pauta publicitaria y los segundos, por acomodaticios y cobardes (no-sea-cuestión-que-no-me-den-acreditaciones- para-ver-obras-y-elogiarlas-a-todas-por-igual) -sugerencia a los nóveles periodistas…dejen de regalar calificaciones en sus notas como si fueran caramelos y de «sorprenderse» frente a todo lo que ven. Hubo teatro antes de su irrupción en los medios….-

Muchos/as de los que se quejan del “blindaje mediático” y militan desde detrás del teclado, son los mismos que rinden pleitesía a Avogadro y brillan por su ausencia en convocatorias varias para luchar frente a lo ocurrido.
Igualmente, desde esta humilde nota les decimos «¡Ojo! No se duerman». No sea cuestión que, como ahora no pasa nada, todos, todas y todes “confíen” en la palabra del ministro “buena onda” y recién se acuerden en marzo o febrero –con suerte- para empezar a recordarle lo que se había comprometido en diciembre. Como dice un viejo dicho popular, «cocodrilo que duerme, es cartera».
A todo esto, ¿se confirmó a los integrantes del jurado de los Premios Trinidad Guevara para el 2022?
 
Comienza el 2022, año 2 de la pandemia. Veremos que nos depara. Levanto mi copa imaginaria para brindar por el teatro y para retomar aquella frase sobre “no es lo que ‘los malos’ hacen si no lo que ‘los buenos’ dejan de hacer”. Hay 365 días para ver que ocurre al respecto.

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