Periodismo en el 2020. El gatopardismo por encima de la información

Llega el 7 de junio de 2020 con el consabido Día del Periodista. Las salutaciones del caso así como el intento de reflexión acerca de un oficio noble que, al día de la fecha, se encuentra bajo la lupa de la duda en tanto la forma en que se practica. De manera paralela, debido a situaciones de diversa índole en los días previos, aparecen memes en los que se contraponen dos épocas diferentes con periodistas ubicados en las antípodas. Esto, más allá de ser simpático y por demás elocuente respecto en cuanto a lo que se quiere expresar, también llama la atención respecto  a lo que es el periodismo tras dos décadas de haber comenzado los años 2000.

Según una definición básica de Wikipedia, es “una actividad profesional que, en términos generales, consiste en la obtención, tratamiento, interpretación, redacción y difusión de informaciones, a través de los medios de comunicación social como la prensa, la radio, la televisión, el Internet, entre otros”.

El 7 de junio, Clarín sacó una editorial vergonzosa con respecto al periodismo en la que se “lava las manos” de manera tal que causaría la envidia del mismísimo Poncio Pilatos. Esta editorial, firmada por Ricardo Kirschbaum, digna de un manual de estilo sobre como «no hacerse cargo de nada», parte de la premisa que “la política no ayuda porque prefiere polarizar” y que “la discusión de ideas ha sido sustituida por la vocinglería, el prejuicio ideológico, la descalificación, el carpetazo. El objetivo es minar la credibilidad de lo que se expone a la luz pública”.  Gatopardismo puro el que destila Clarin en tanto «cambiar todo para que nada cambie»…de acuerdo a sus deseos. 
Desde el mismo comienzo, hay cuestiones por demás interesantes de analizar. La política siempre implica opuestos que, a través de algún “contrato social” –al decir de Rousseau- o “pacto social” –más cercano a nuestro tiempo-, podrán relacionarse, llegando a algún tipo de concordia. Por eso, la pregunta que se hace Kirschbaum de “¿Qué pasa con la democracia si no se puede llegar a un acuerdo sobre un conjunto de hechos básicos?” queda absolutamente desdibujada desde el momento en que se pone la lupa en quien la esboza. En todo caso, esa polarización tiene que ver con el periodismo en tanto y en cuanto llevan adelante, un torpedeo constante de políticas gubernamentales que no coinciden con su línea editorial. O sea, que “creemos en la democracia en tanto y en cuanto hagan lo que yo pienso. Caso contrario, no es democracia”. En este punto, retomamos a lo dicho por Julio Blanck. «Hicimos periodismo de guerra. Eso es mal periodismo. Fuimos buenos haciendo guerra, estamos vivos, llegamos vivos al final, al último día. Periodismo eso no es… Como yo lo entiendo, no es el que me gusta hacer. Y yo lo hice, no le echo la culpa a nadie, yo lo hice. Eran las circunstancias e hice cosas que en circunstancias normales por ahí no hubiese hecho, en términos de qué posición tomar o de cierta cosa terminante”. Esta declaración de Blanck debe ser recordada cada vez que se desea tomar a Clarín como medio de prensa serio, creíble e independiente.

Por otra parte, esa “faccionalización” a la que hace referencia como “una deriva peligrosa que lleva a creer solamente en lo que dicen quienes ratifican las propias creencias para blindarse de la mirada del otro”, ¿no es lo que hace Clarín con titulares que privilegian noticias en detrimento de otras? ¿O cuando TN –que forma parte del Grupo Clarín- levanta un video de incidentes en Chile y dice que los mismos ocurrieron en Quilmes? Eso es vender “pescado podrido”. Mentirle al público consumidor de sus noticias. La desmentida fue una tontería al echarle la culpa a “un vecino que colaboraba con la señal”. ¿Esa es la seriedad con la que se corroboran las fuentes y las publican para que la sociedad las vea?
Esto se contrapone seriamente con lo postulado por Kirschsbaum cuando afirma que “ese fenómeno –la innovación tecnológica- demanda que la inversión en calidad del periodismo sea central, como lo son la independencia, amplitud democrática y buena praxis”. Algo que su diario ni el grupo comunicacional entero practican.
En lo que a “faccionalización” se refiere, no podemos dejar de recordar la estigmatización de la palabra “militante” y como se la ligó al periodismo, vaciando todo de contenido. En ese sentido, se habló de lo “K” en relación a actores, periodistas, músicos. Si se habló de lo K, ¿por qué no de lo “M”? ¿Por qué se acepta una denominación y no la otra cuando ambas son fácilmente reconocibles?
Estos interrogantes son el ejercicio puro de lo que es realmente el oficio del periodista en tanto preguntar y cuestionar el porqué de este tipo de «verdades no escritas» que se dicen y repiten hasta el cansancio.

Uno de los puntos que combina tragedia y comedia de esta editorial es cuando hace mención al “subordinar al periodismo y a los periodistas al poder político. Tentación de aquí y de allá que finalmente se traduce en una ‘libertad de expresión’ trucha en la que sólo es admisible una sola cara de la historia”. ¡Un grupo comunicacional con un diario que apoyó toda la política macrista! (por centrarnos en los últimos años de la historia y no retrotraernos a la época del Proceso de Reorganización Nacional)
La referencia a la libertad de expresión “trucha” puede llevarse a otros debates como si es necesario darle cámara a las marchas de los “anticuarentena” que esgrimen argumentos por demás inverosímiles que incluyen a la idiotez y el racismo.
No olvidemos que su propio diario suele titular con un “potencial”, con el verbo “habría”, “podría”. Algo que llama poderosamente la atención.
Además, dentro de esa “faccionalización”, ¿entrarían periodistas como Rodolfo Walsh o Carl Bernstein por citar algunos ejemplos célebres?

Cuando Kirschbaum afirma que “Ese sesgo peligroso en la política niega toda información que pueda afectarlo. Ni la discute. Directamente la niega contra toda evidencia, descalificando a sus emisores” se olvida que fue algo por demás practicado en la época del macrismo. ¿Cuántos programas opositores hubo entre el 2015-2019?. C5N y algunos programas de Crónica. Es más, el querido Ruso Verea llegó a decir en su programa “Nos falta un jugador” en Crónica TV, “como estarán los medios de comunicación que Crónica termina siendo contracultural”.  
Al retomar aquello que “en España han llamado el asesinato de la reputación» y que, según Kirschbaum, “esto se ha practicado con intensidad en los años del kirchnerismo”, es víctima de sus propias palabras. Al omitir el período 2015-2019 y volver a los doce años de gobierno alternado –y legitimado por elecciones democráticas- por Néstor Kirchner y Cristina Fernández, da por sentado que la presidencia de Mauricio Macri no pasó nada de eso. Será menester recordarle a Kirschbaum el uso y abuso de prisiones preventivas –incluyendo la foto de Amado Boudou con esposas y descalzo-, las operaciones de prensa contra CFK, Aníbal Fernández (caso “la morsa”) y siguen las firmas. Tampoco percibe (auto) crítica respecto a las reputaciones de las víctimas de casos como Santiago Maldonado –recordar la cantidad de mentiras dichas por Elisa Carrió, que contó con la pantalla y páginas del multimedio al que pertenece Kirschbaum-, Rafael Nahuel y las mujeres asesinadas, víctimas de femicidios. Una memoria por demás selectiva.

El último párrafo de la editorial es un oxímoron respecto a lo dicho anteriormente. Una broma de mal gusto teniendo en cuenta quien lo dice y desde qué lugar así como la miopía de una mirada bien dirigida.

Aprovechamos la ocasión para considerar el alto nivel de cobardía de los periodistas que ocupan los horarios centrales de visibilidad televisiva y radial con su axioma de “no hacer periodismo de periodistas”. ¿Por qué no debería hacerse con la cantidad de errores que han cometido con denuncias que no se pueden probar y se caen sin más sustento? 
Los mismos que hablan de “mantener la objetividad” en el análisis de las noticias, son los primeros que la pierden con un sentimiento incontrolable llamado “antiperonismo”.
Entonces, si no pueden sacarse este estigma, ¿cómo pueden ser “objetivos”? ¿No sería mejor presentarse de una manera más subjetiva y clara desde su perspectiva? Al respecto, surgen preguntas como «¿Los periodistas ligados al macrismo, lo eran por cercanía a la figura del ingeniero domador de reposeras, de las ideas neoliberales que llevaba a cabo o por mera oposición al kirchnerismo/peronismo? Es importante realizar esta separación. 
Un caso por demás elocuente es el de Débora Plager que suele decir “no hago periodismo militante” pero estuvo muy cercana, ideológicamente hablando, a Macri, lo cual no está mal. Tiene derecho a pensar lo que quiera. La cuestión es que se presenta como “objetiva”. Esta operación de falsa objetividad es muy fácil de desenmascar al momento de criticar alguna decisión del macrismo, enseguida la contrapone con una del kirchnerismo. Lo destacable es que esta contraposición aparece en los últimos meses del 2019, cuando ya era palpable la posibilidad que el ex-presidente de Boca deje el sillón de Rivadavia. “¿Por qué esa contraposición no la hizo entre 2016 y 2018?”.


Lo de Luis Novaresio es similar aunque se presenta como “gorila” y hace preguntas desde ese lugar. Es palpable su sorpresa cuando le cierran la boca a sus prejuicios, al quedarse mirando absorto a su interlocutor para volver sobre sus pasos y parapetarse en su trinchera. O sea, plantea una idea que, ante cualquier refutación, hace caso omiso a la misma. La tibieza con la que encara las entrevistas es exasperante. Lo ocurrido con la nota a Susana Giménez fue elocuente en tanto fue fiel testigo de la sarta de pavadas que dijo la otrora “diva de los teléfonos” sin repreguntar nada. Otro tanto realizó Nicolás Wiñazki que fue víctima de una precisa ridiculización a sus caprichos disfrazados en forma de pedido para ver a su sobrina recién nacida. Pero bueno, el término “periodista” les queda grande. Podemos denominarlos como un “relatores de noticias con un marcado tinte ideológico”. En esa línea, los Leuco y Luis Majul serían “palabras mayores”. Sobre todo este último que, tras las escuchas realizadas por el macrismo apareció su nombre en la lista de los espiados y teme que se devele algún dato relacionado con sus cuentas corrientes. ¿Por qué será? Al día de hoy, tomar en serio un programa como “La cornisa” y su obsesión patológica con CFK es una inocencia rayana en la imbecilidad, comparable solo a quien consume y repite los contenidos de dicho órgano de propaganda.

El periodismo es un oficio que está por demás bastardeado al día de la fecha. Se lo ataca porque implica realizar una toma de posición respecto a lo que se dice y la forma en que se mantiene una idea. Hay miedo por tener que ubicarse en ese rol. Inclusive, se opta por –en el caso de Espectáculos y Cultura- hacerse llamar “recomendadores”, un título con una tibieza exasperante que ni el mismo Novaresio llevaría a cabo. No se juegan con la opinión debidamente sustentada. Son cobardes y obsecuentes que copian gacetillas y se sacan fotos como buenos “fans que cuentan lo que ven” en el marco de un sentimentalismo empalagoso del ambiente teatral.
Son los pseudoperiodistas los que, un día como hoy, levantan frases de Rodolfo Walsh de Internet y las postean sin llevar a cabo nada de lo que afirman. “Creo, con toda ingenuidad y firmeza, en el derecho de cualquier ciudadano a divulgar la verdad que conoce, por peligrosa que sea” decía Walsh mientras defendía sus ideas desde la pluma y el cuerpo.   
Carl Bernstein afirmó que “muchas veces, los periodistas no sabemos escuchar. La mayor parte de las veces lo que buscamos es generar polémica en vez de descubrir lo que las personas quieren contar”. Algo tan simple y básico dentro del ABC del periodismo que ha caído en la mercantilización de la noticia y su paso al “lado oscuro” de la dependencia de la pauta publicitaria.  

El periodista debe capacitarse constantemente. Leer, investigar y por sobre todas las cosas, mantener el contacto con la realidad. Es decir, la forma en que vive y late la sociedad en que pasa sus días. En una charla, Alejandro Fabbri dijo –palabras más, palabras menos- que “un periodista empieza a alejarse de la profesión el día en que deja de tomar el subte, el tren y el colectivo”. Cuando empieza a defender la «libertad de empresa» más que la «libertad de prensa» o es un simple comunicador de lo que requiere el poder de turno, sin otro atisbo que una muy mal entendida «obediencia debida».
La curiosidad y la búsqueda constante son banderas no negociables para quien desee llevar a cabo este oficio. Retomando a Pierre Bourdieu “El conocer debe evolucionar junto con lo conocido”. El descubrimiento no se reduce a una lectura de lo real. Es, justamente, una ruptura con lo real. La ruptura con lo tradicional –teorías tradicionales según Bourdieu- y la relación con las mismas no es más que un caso particular de la ruptura con la sociología espontánea. Hay periodistas que no plantean problemas sino que reproducen esa tradición. Es ahí, en este punto, donde debe ser molesto, ponzoñoso y peleador, sin perder la educación y el respeto. 

Felíz día a los/as periodistas que buscan, investigan y proponen un debate serio de ideas, basados en el conocimiento y el trabajo de campo. Como decía Walsh, “Tanto entonces como ahora creo que el periodismo es libre o una farsa, sin términos medios”.

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