Resiliencia (Teatro -FIBA 2021)

Eurocentrismo y literatura del yo hecha teatro mientras se mira la pobreza como espectáculo.

 

Teníamos muchas ganas de ver “Resiliencia” de Severine Fontaine. El cruce del arte con una realidad que deja fuera del sistema a muchos y la forma en que se encara la exclusión, siempre es una tentación. En ediciones anteriores del FIBA, tuvimos el placer de ver “La Partida” de Verónica Cendoya (https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2017/10/fiba-2017-la-partida-futbol-y-danza-en.html) y “La velocidad de la luz” de Marco Canale (https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2018/11/aguafuertes-portenas-la-velocidad-de-la.html).
 
El punto de encuentro para “Resiliencia” era en La Torre Monumental –ex Torre de los Ingleses-, justo enfrente de la estación Retiro. Llegamos en tiempo y forma para encontrarnos allí con la primera de las numerosas sorpresas –no significa que sean positivas- que nos iba a deparar este “tour”.
 
Desde el mismo comienzo hubo algo que, personalmente, no me cerró en absoluto. Nos recibe gente del FIBA con la cortesía propia de un call center y “sonrisa telefónica” –ahora, en vivo y en directo- y nos informan que van a proceder a hacer el protocolo así como se va a esperar un momento para completar la cantidad de personas para iniciar el recorrido, encabezado por dos guías que viven en el barrio. A todo esto, ya habían pasado varios minutos de las 19 hs.
Ya nos había llamado la atención la presencia de varios policías que serían parte del grupo, “acompañándolo” en su trayecto hasta el Ministerio de Educación de CABA. Allí se llevaría a cabo una degustación de una comida argentina, boliviana, paraguaya y peruana. Después de eso, empieza la obra.
 

Aquí, el humor de quien esto escribe ya había cambiado. Si el/la lector/a tuvo la posibilidad de leer las crónicas que incluimos en la siguiente crónica respecto a “La Partida” y “La velocidad de la luz”, podrá apreciar las diferentes formas de acceso a los diferentes espacios en donde se van a desarrollar las obras. El tema es que terminas llevando turistas a la villa como si esto fuera una “atracción”. ¿Cuál sería el encanto de ver la forma de vida de la gente de la villa?. No es un zoológico –idea que ya nos desagrada desde el principio- en el que vas a ver a la gente/animales para que sean vistos, siendo protegido el “grupo” por las fuerzas del orden.
Consultamos con Rodrigo Ferreiro, periodista y docente sobre esta situación ya que él había trabajado en la villa y cuenta lo siguiente. “Trabajé casi cuatro años en la Villa 31 en turno nocturno, de 18 a 22 hs en un bachillerato popular, que quedaba en el Barrio Ferroviario. Vimos bastante la transformación de la 31 con el macrismo. Por eso la cuestión de “Villa 31” o “Barrio 31” tiene que ver con una identidad villera muy fuerte. Todavía hay familias que resistieron los embates de la Dictadura y las topadoras de Dominguez, durante el menemismo. Entonces, hay un arraigue y un sentimiento villero muy fuerte en la 31. Sería una “victoria simbólica” del macrismo que algunos villeros quieran que se lo nombre como “Barrio 31”. No le podes discutir al villero porque vive ahí adentro y es su propio nombre. Sin embargo, se están apropiando del lenguaje del opresor, lo cual es terrible.
 

Entramos por la parte nueva, por el costado de la estación. Había un policia adelante y otro atrás. Nos damos cuenta que la gente nos mira. La guía se para y empieza a decir “este es un restaurante de comida peruana…”. Me pregunto “¿Me gustaría que venga un grupo de gente a Floresta y saque fotos del café en el que paro al tiempo que les cuenten “Esto es un bar de Floresta….?”. Mi humor ya era pésimo.Me puse a hablar con una de las guías y le pregunté con respecto a temas como el acceso al agua potable, la luz –y sus cortes- y lo ocurrido con el covid y la pandemia. Recordamos la muerte de Ramona Medina, referente social de la 31 y todo lo ocurrido por los brotes de la pandemia tal como el cierre de algunos barrios tal como Villa Azul. Pensando en voz alta y si esta política se llevase a cabo en donde ameritaba, ¿por qué no se cerró la zona norte de CABA y barrios como Recoleta o Barrio Norte que fueron los que detonaron el virus? La discriminación es notoria.  
Pasamos por el Mac Donalds y le pregunté a la guía acerca de quienes trabajaban ahí). Me respondió que era gente de la villa. Seguimos caminando y llegamos a la cancha de fútbol. Ahí uno de los polis pide que vayamos para otro lado y que el grupo “esté más junto así podemos ver mejor”. La guía me dice que está Prefectura, Gendarmería y la Policia de la Ciudad. Le digo con ironía que “están rodeados por todos lados”. Me responde con una sonrisa triste, que confirma lo dicho. Ferreiro tiene algo que decir al respecto. “Es un horror que entren con la policía, que es la misma que después los caga a palos o los hostiga en la estación de Retiro por portación de cara y que cometieron miles de actos represivos dentro de la villa, los cuales están denunciados. Son los mismos que ahora custodian a visitantes extranjeros que ingresan a la villa.
 

Llegamos al ministerio a “la degustación de comidas”. Había cuatro stands destinados al disfrute de estas comidas típicas. Entramos y nos dan una botella de agua Kin pequeña. Una de las guías tenía sed pero no le dieron una botella. Por suerte, de nuestro grupo de visitantes le regalamos una para que pueda saciar su sed. ¡Hay que ser canuto y ortiba para «ratonear» agua! Me sentía pésimo. Veía como se recibía a los “turistas” y se les ofrendaba las comidas “autóctonas”. Cualquier visión “colonizadora” cierra este tipo de escena.

Paralelamente, todo esto venía mal barajado por otra cuestión, referida a la convocatoria al público a las 19 hs, con una duración de la obra de “90 minutos”. Somos varios los que hicimos el cálculo de haber terminado todo a las 21 hs. Craso error, eran las 20.15 aprox y recién estábamos por las comidas.
 
Nos solicitan con amabilidad que terminemos la degustación porque estamos sobre el inicio de la obra y hay más gente esperando. Terminamos presurosamente el delicioso plato que estábamos disfrutando para llegar a la terraza del Ministerio de Educación de CABA para dar comienzo a «Resiliencia». Un espacio amplio, con almohadones en el piso para sentarnos, siempre respetando la distancia social. Notamos lo siguiente: la obra se desarrolla dentro del ministerio y no “en la villa”. Un detalle no menor a tener en consideración. O sea, en ese momento, se borra todo aquello que -supongo- se intentó hacer de integrar la obra a la villa. El edificio del ministerio era un oasis de cemento y modernidad que está a contramano de la esencia de la 31 pero bueno, parece que no importa mucho esto.

La puesta es un recorrido dividido en tres partes con el principio que tiene a una niña soñadora, cuyos pensamientos se escuchan en castellano y francés. Estos tres segmentos de la puesta dan cuenta de los viajes de Fontaine por distintas ciudades (Lyon, Montreal, Buenos Aires) asi como de su descubrimiento personal a medida que se desarrollaban los mismos, en un encuentro constante con “el otro” y “lo desconocido”.

Lo visto no dista en nada de una “literatura del yo” tan en boga hoy en día. Fontaine asume todo lo que es ella (francesa, blanca, heterosexual, con una mirada europea y culta, proveniente de un buen pasar económico) pero sigue su camino. Dice que se mudó a Barrio Parque pero que le fascinó la 31. ¿Creerá Fontaine que Palermo y toda la zona norte que -parece- ha recorrido es la totalidad de Buenos Aires? El recorte es muy personal y limitado. “Es lo que vi y me cautivó”. Perfecto, pero es muy poco. Se nota demasiado el origen dominante de quien piensa esto –y sobre todo, quien lo programa, haciendo uso de este dominio-, no tanto en términos económicos sino en la construcción de un imaginario.
 
En la segunda parte, narra su recorrido por las diversas urbes mencionadas, con el acompañamiento de una poderosa banda de músicos residentes en la villa, incluido el rapero Danilo Ozuna que se lleva las palmas con su participación, que alumbra el mejor y más real momento de la obra. Su rapeo es tiene la contundencia y el sentir que le faltaron a todos los largos minutos previos de función.
Párrafo aparte para el muy buen sonido de la puesta, como si se quisiese que la obra llegase a todos los confines de la villa, algo que no se logró en absoluto. Fue muy significativo que se colara el sonido de cumbia de algunas viviendas vecinas. Era como una venganza poética frente a lo que estaba ocurriendo.

El final llega con un homenaje a la Madre Tierra, con cuatro generaciones de mapuches hablando en su idioma. No pude evitar hacer el siguiente razonamiento. El FIBA estaba poniendo en la terraza del ministerio de Educación de CABA, en el marco de un espectáculo, al mismo pueblo que reprimió cuando estaba a cargo del gobierno nacional. ¿Cómo es esto? Santiago Maldonado y Rafael Nahuel de por medio. los mapuches sufren constantemente el hostigamiento del Estado, antes, durante y después del macrismo. Imposible olvidar uno de las tantas pavadas que dijo la ex ministra de seguridad Patricia Bullrich respecto a que “la RAM –Resistencia Ancestral Mapuche- estaba financiada por una organización inglesa”.
Ferreiro vuelve a sumar su voz. “Bullrich (Esteban), cuando era ministro de Educación, dijo que había que hacer “una nueva conquista del Desierto” a nivel educativo. Es muy simbólico que, en la villa 31, se decida hacer una manifestación artística en uno de los únicos lugares que, probablemente, la propia villa no reconoce como propio en tanto es una construcción que vino de afuera y se encuentra en las márgenes de la misma. Es muy significativo y simbólico que se tomen estas decisiones “artísticas” y que aparezca una representación mapuche.
 
Será esta última parte la que me despierte algunas reflexiones. En un momento, pensé en ir a la Franja de Gaza para hacer un biodrama similar. Pedimos los auspicios a entidades tanto israelíes como árabes y listo. Total, es una creación “libre y personal” con la consabida escisión del teatro de lo real amén de una carga simbólica tan particular como fuerte.  
Ferreiro toma un detalle particular. “La comunidad mapuche no es de las más numerosas dentro de la 31. En ese sentido, es una obra un poco extrapolada de la realidad. Te dan de comer comida paraguaya, boliviana y peruana y después aparecen los mapuches. Es un poco extraño. Es como ir a Harlem, comer la comida que comen los afroamericanos y de repente, aparezca la lucha de la independencia de Argelia. Todo muy bien pero no tiene nada que ver. Ojo, puede que haya sido con buenas intenciones pero tiene que haber un trabajo previo, muy serio, tanto antropológico como de campo, de territorio.”
 

Termina la obra y deseamos marcharnos lo más rápido posible. El reloj marcaba ya casi las 22.30 hs. Nada que ver con los 90 minutos que se habían anunciado. En algunos visitantes, era notorio el fastidio respecto al tiempo transcurrido.
Se me cruza automáticamente la conformación del grupo en el que estaba: cuatro franceses y el resto, que eran argentinos, eran de zona norte. Solo dos eramos del oeste (quien esto escribe) y de Parque Patricios. Un dato ilustrativo.    
Si hubiese podido, quizás me iba antes. Igual no podía porque salimos del barrio en sendas combis.
 
Si uno tuviese que decir qué impresión le causó “Resiliencia”, diría que es una obra que varía entre lo cínico y lo hipócrita. No obstante, retomamos esas “buenas intenciones” a las que alude Ferreiro.  ¿Severine Fontaine era “consciente” de lo que estaba haciendo? Mejor dicho, ¿sabía que “sus buenas intenciones” terminarían envueltas en un marco político-económico-social que no había planeado?
La programación de esta obra, con este formato y esta coyuntura, no deja de ser una toma de decisión política. La llegada al ministerio es casi una “excursión a los indios ranqueles”. Vamos a ver como vive esta gente como si fueran piezas de un museo vivo y sacamos una foto para subirla a las redes sociales. El mostrarse cotiza en bolsa en el mercado simbólico de las apariencias que tienen la misma profundidad que una pileta vacía.  Darse un baño de «realidad» -recortada por el Estado- para volver nuestras vidas «progres». 
Eso si, de interiorizarse respecto a lo que ocurre, «bien, gracias».  

Esa idea la retrató Jarvis Cocker en su “Common people” que, en un punto, podría ser una respuesta al planteo de “Reisiliencia”. “Nunca vivirás como la gente corriente, porque cuando estés en la cama por la noche viendo a las cucarachas subir por las paredes si llamases a tu padre podrías detenerlo. Nunca vivirás como gente corriente, nunca harás lo que sea que hace la gente corriente, nunca fracasarás como la gente corriente, tu vida nunca se desvanecerá ante tus ojos, ni bailarás y beberás y cojeras porque no haya nada mejor que hacer”. Si eventualmente se quiere escuchar música respecto a lo que es trabajar y vivir en la marginalidad, recomendamos «Homero» de Viejas Locas o «Gil trabajador» de Hermética, por citar algunos casos por demás reconocidos. 

Desde este lugar, sorprendió y no gratamente el giro del FIBA en torno a planteos previos en tanto el arte en sectores marginales que hubo con “La partida” y “La velocidad de la luz”. Ir a ver pobres no es arte ni tampoco concebir obras para desde cierta “corrección política”, absolutamente pasteurizada en tanto solo sirve para inspirar «lágrimas de cocodrilo» y no para llevar a cabo reformas de fondo. Como si fuera un marketing neoliberal, de espiritualidad “zen” (“zen” conciencia social, “zen” escuchar a quienes realmente necesitan ayuda, “zen” políticas a largo plazo). De ahi, a los postulados de un tal Micky Vainilla estamos a medio centimetro. Sobre todo cuando se asevera que la realidad supera a la ficción. 
 
Terminó el FIBA virtual y pandémico. Esperemos que el año que viene, la pandemia sea solo un recuerdo y que se lleven a cabo políticas acordes para paliar la situación que viven los habitantes de la villa 31 y demás barrios que componen la ciudad. Ferreiro esboza una idea al respecto. “El principal problema es plantearlo en el proceso de urbanización de la villa. Una urbanización no es llevar un ministerio sino incorporar a la villa al diseño urbano. Llevar las estaciones de subte, pavimentar, darles agua, luz, llevarles los colectivos, trenes. No tiene sentido llevar a un ministerio ahí porque eso no genera nada en el barrio, no lo integra. Es necesario hacer un plan en serio, limpiar las calles de los narcos, generar trabajo y en diez años hay un barrio integrado a la ciudad”.
Deseamos fervientemente que se deje el marketing de lado en pos de una política seria, aunque esto le cueste a la esencia al partido gobernante de CABA desde hace más de doce años.

0 comentarios en “Resiliencia (Teatro -FIBA 2021)”

  1. Tu trabajo buenísimo, lo que narras y describís de terror, esa mirada centralizadora que ve todo con ojos de lo otro, siempre hace mucho daño, sobre todo para un país que tuvo y tiene tantos problemas en saber quién es. El pasen y miren es horrible, pero peor es la pátina de comprensión e integración que se le quiere dar. Todos sabemos lo que piensa el gobierno de la ciudad de la villa 31, y que si fuera por él ya le había pasado una topadora, intentar desde el arte hacer el cómo si me importara, y te considero, es de un cinismo atronador. Me uno a tu deseo de que el año que viene tengamos un FIBA con un criterio mejor, mejor dicho con uno.

  2. Vi la obra y en ningún momento ví algo relacionado a la comunidad mapuche. Me podrías contar cómo llegaste a la conclusión que eran mapuches?

  3. No. En la misma obra habla sobre su viaje en la Patagonia y ahí nombra a la comunidad Mapuche. Pero la ceremonia del final es en torno a la celebración andina de la pachamama. Una celebración que se da en el norte argentino, en Bolivia y en Peru. Comunidades que están bien presentes en la villa 31 y en la misma villa se hace esta celebración.

  4. Conozco la celebración de la Pachamama y a qué se refiere, tanto como que las comunidades estén presentes en la villa 31. Esto no quita lo dicho respecto a una obra que, a nuestro considerar, es muy pobre por lo descripto en la nota.

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