La vigencia de un luchador
Autoría: Marcelo Camaño. Con Pablo Razuk. Voz en Off: Paloma Sivak. Escenografía: Carmen Ladio. Asistencia de dirección: Romina Lonía. Dirección: Norberto Trujillo.
Korinthio Teatro. Mario Bravo 437. Sábado, 20.30 hs.
Hay personajes que se encuentran escondidos o subvalorados. O peor, pasteurizados. En este caso, se le baja el precio y se lo hace un producto ATP, vaciándolo de todo contenido. Algo asi ocurre con Severino Di Giovanni. Anarquista de pura cepa, llegó a nuestro país huyendo de una Italia que estaba pasando una feroz crisis, en la antesala del arribo del fascismo.
Desde la publicación de sus ideas a través de su periódico, acompañaba lo dicho con la acción. Atentados y bombas –que incluyeron al Teatro Colón-, lo ubicaron en el ojo de la tormenta. De ahí, la persecución y su final, frente a un pelotón de fusilamiento. Pero no piense, estimado/a lector/a que le estoy “spoileando” la obra. La riqueza de la misma es el texto pergeñado por Marcelo Camaño y la actuación de Pablo Razuk.
En una puesta tan contundente como austera, Razuk encarna la pasión de un Severino de armas tomar. Con la seriedad y el talento que le es reconocido, lleva adelante un unipersonal atrapante. Saca a Severino tanto del bronce como del ninguneo para ponerlo con los pies en la tierra y su idealismo, en el lugar adecuado, cortesía de la precisa pluma de Camaño. Es un Severino mira al público y con una escalera, te puede construir un mundo. Habla con la certeza de sus ideas y el convencimiento del cruzado pero ojo, desde un corazón que late al compás de una lucha contra un sistema egoísta y malvado. De esta manera, su verba y su temperamento, en un punto, pareciera que está dialogando con la coyuntura actual. Más aún, cuando aquellos que se hacen llamar “anarquistas” cometen algún tipo de acción y le ponen un corazón a la “A”. Estos, que están más cerca de los verdugos y carceleros que del pueblo real, al cual el anarquismo buscaba liberar de su yugo opresor.
“Severino, la otra historia” es de esas puestas que ponen el dedo en la llaga tanto del corazón como de la reflexión histórica. Inquiere desde el lugar del que se jugó por sus ideales, poniendo el cuerpo a sus ideales. Tal como se tiene que hacer. Por eso, no será extraño que, a la vuelta a casa, quede rebotando alguna de sus ideas. Y quien te dice, después, empezas a agarrar un libro de esta temática. Al fin y al cabo, el saber no ocupa lugar y el conocimiento te corre el velo que los medios y la conciencia de los “bien pensantes” fogonean de manera constante.