TABA 2020. Fuerte apertura con AKA

Esta octava edición del Festival Temporada Alta (TABA) parece que viene con algunas joyitas o, al menos, puestas que te sirvan para reflexionar sobre variadas cuestiones que nos atraviesan.
La consabida pileta de birras fue fundamental para paliar el calor –así como la humedad y lluvia intermitente- que atravesó el inicio del festival. Mucha gente –real- se hizo presente y llenó Timbre 4 para ver “A.K.A”, que fue el puntapié inicial, a poco más de las 21 hs. El clima era distendido. Se lo podía ver a Claudio Tolcachir y el equipo de producción dando vueltas  por ahí, trabajando y charlando con los espectadores. No había falsos carteles de “localidades agotadas” ni nada por el estilo. Solo trabajo y respeto para todos los concurrentes ya sean espectadores o prensa.
Así las cosas, la elección de “A.K.A” fue, como dirían en el juego del truco, “querer hacer primera”. Se jugó una carta fuerte para empezar y plantar bandera con una puesta inquietante, de esas que dan para escribir y debatir mucho al respecto.
En este caso, se retoma las siglas en inglés de un “alias” o la literalidad de “también conocido como”. En general, este apelativo es utilizable para criminales. ¿Por qué surge esto? Ahí partimos de una idea importante, la criminalidad, el estar fuera de la ley. ¿Es tan así? Habría que ver. Carlos se presenta al público con la frescura y desfachatez que tienen los adolescentes. Su edad ronda entre los 15 y 16 años. Su vida es similar a otros chicos de su edad, con sus dudas e inquietudes respecto al futuro. El hecho que sea adoptado (es de origen árabe) es una anécdota. Al menos, en un principio. El tema es cuando el contexto empieza a tomar en serio esoque para él es un detalle. Más aún si hay una acusación de abuso de por medio.
La primera parte de la puesta peca de ser un tanto reiterativa en la presentación del personaje. Queda bien claro como es Carlos. No obstante, a partir de la mencionada acusación de la que es objeto, empieza un devenir dinámico y exacto en la presentación de la situación asi como su devenir. Será en esa segunda parte donde el público atento estará siguiendo los acontecimientos. Es más, lo impactará por las argumentaciones que se oirán sobre tablas.  
La actuación de Albert Salazar es de calidad. Mantiene la tensión en su personaje a través del paso del tiempo y como la coyuntura lo va golpeando. Su frescura hace que capte la atención instantáneamente. Su forma de caminar el escenario, como quien tiene todo bajo control –en tanto actuación-, impacta. La iluminación será fundamental para diseñar las diversas localidades de donde pasa todo.
La ruptura de la “cuarta pared” es acorde a un principio de establecer vínculos pero, ¿qué ocurre después? ¿Se mantienen los mismos o no?
Desde la verba de Salazar sale todo un caso por demás ilustrativo de cómo el racismo y las cuestiones identitarias atraviesan y destrozan familias, frente a la atenta mirada de la Justicia. Inclusive, en el caso que llegue a dictar sentencia, hay una mirada condenatoria previa por parte de un contexto el cual va a seguir pensando lo que quiera. Llamenlo educación, crianza, habitus, etc.
Será aquí donde también se hace fuerte el acento en lo que cree Carlos. Afirma que “soy de acá” pero ¿es así?. Se podrá afirmar, sin temor a equivocarnos, que “NO”. Esa ilusión de igualdad en tanto pertenencia e identidad que se hace añicos cuando menos se lo espere. La Historia lo ha dicho en muchas ocasiones. Por ejemplo, las Leyes de Nüremberg condenaron a soldados judíos alemanes, galardonados en la Primera Guerra Mundial a los hornos crematorios por no ser arios.  
No obstante, si bien es una ficción, queda una punta que llaman a reflexión. ¿Por qué no hay testimonio de Claudia, la supuesta víctima de Carlos? Es como si su voz fuera dejada de lado ante “la obvia culpabilidad”.
Acá es donde nos detenemos para analizar a los públicos y los contextos. No es similar Cataluña que Buenos Aires en tanto la islamofobia no está tan instalada aquí como en Europa. ¿Podremos hacerlo extensible a otra minoría? Probablemente, pero ninguna tendrá la Espada de Damocles de haber sido acusada de cometer un atentado o generar odio. Hubo atentados en Argentina que no han sido resueltos al día de la fecha pero nunca han generado momentos de tensión entre las comunidades. Casos de racismo contra las comunidades bolivianas son tan comunes como repudiables pero no se pone en tela de juicio sus creencias o su vestimenta, tal como pasó con la hiyab en el Viejo Continente.
Igualmente, los argumentos racistas que habilitan la persecución de Carlos son prácticamente similares y aplicables por todas las clases medias/altas. Es el miedo al otro, al diferente. Tendrá matices pero el racismo es el mismo. A lo sumo, habrá una consideración que gira a través del concepto de «buen salvaje». Dicen que “no hay nada peor que un burgués asustado”. Siempre está la pregunta de si las sociedades condenan realmente el racismo porque es malo o porque está mal ser racista.
“AKA” es de esas puestas que permiten el debate (acalorado) a posteriori de la finalización de la función. Pero es fundamental tener muy en cuenta las coyunturas propias de los lugares donde se realiza. Es regocijante el haber visto –y disfrutado- una puesta que inspire a escribir. No solo desde el ojo periodístico sino a través de establecer lazos con distintas vertientes a nivel político y social. Es sentarse a la máquina y poder repasar mentalmente las situaciones recreadas por la puesta.
Albert Salazar deja todo en el escenario tras haber llevado a Carlos/Ibrahim por diversos lugares. Sensatez y sentimientos, impotencia y búsqueda de la verdad, complejos de conciencia limpia que no sirven para paliar todo el dolor que la propia sociedad occidental genera.
Por todo esto, es una gran opción el ir hoy jueves a ver “AKA”. Sin anteojeras, con el corazón, la mente y los ojos abiertos.
AKA (Also known as)
Dramaturgia: Daniel J. Meyer. Actúa: Albert Salazar. Escenografía: Ana Tantull. Iluminación: Xavi Gardés. Diseño De Sonido: Xavi Gardés y Daniel J. Meyer. Redes Sociales: Daniel J. Meyer, Elisenda Riera. Fotografía: Roser Blanch. Diseño gráfico: Quim Àvila, Roser Blanch. Asistencia de dirección: Daniel J. Meyer. Distribución: Elisenda Riera. Producción: Sala Flyhard. Coreografía: Guille Vidal Ribas. Dirección: Montse Rodríguez Clusella. Origen: Cataluña. Duración: 75 mins.
Jueves 6 de febrero. Timbre 4. A las 22 hs

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