Recitales. Pulp en el Movistar Arena. El derecho a la diferencia y a la buena música.

Había una sensación extraña y bella en el ambiente previo a la presentación de Pulp en el Movistar Arena. La banda encabezada por Jarvis Cocker había sido en los años 90’ la pata alternativa –ponele- del “brit pop” o la tercera vía entre el rock sanguíneo y “working class” de Oasis y el irónico refinamiento de los alumnos de arte londinenses de Blur. Justamente, Cocker era el único capáz de escribir pequeñas novelas en sus canciones con fina acidez e ironía sin quedar como un predicador o líder de la clase trabajadora. Hete aqui, una diferencia con Damon Albarn en la lucha por el trono dejado por Ray Davies (The Kinks) como letrista.

Hoy, a 28 años de la publicación de su sublime disco “Different Class” que les da popularidad y masividad, la prosa de Cocker está más vigente que nunca. La pluma crítica e irónica sobre los usos y costumbres de la sociedad asentada sobre indestructibles melodías, es un síntoma de época. El linkeo con los 90 es automático, más allá de terraplanismos varios que pululan, invocando teorías disparatadas sin que se pongan colorados por su ignorancia.

En este sentido, no podemos dejar de recordar que Pulp explota a nivel mundial en pleno «rollingstonemanía» en la Argentina de los años 90. El fenómeno «rolinga» con sus parámetros más que particulares y entendibles por el deseo de ver a la banda aunque muy acotados en su vuelo, dominaba el ámbito rockero autóctono. No había mucho lugar para la «diferencia» y/o sensibilidades varias en tanto mantener el status de «dureza» y «autenticidad», rasgo fundamental para los estandares del rock. No importa si era para cascotes. Lo primordial era el rock….!

De a poco, se fue llenando el Movistar Arena. Lo que si era notorio fue lo ecléctico del público presente. Varias tribus, de distintas edades se ubicaban en distintos lugares del campo. Adolescentes se mezclaban con gente coetánea a Jarvis Cocker. Es esa «diferencia» a la que aludía Jarvis en la contratapa del libro interno de «Different class». El «Por favor entiendan. No queremos problemas. Solo queremos tener el derecho a ser diferentes. Es eso». Los raros peinados nuevos de los 90, reversionados en este siglo. Mismo pedido pero con búsquedas y reivindicaciones distintas. Chicos y chicas (y no tanto) con looks y outfits varios. Maquillajes que se cruzan con rockeros de pura estirpe. Las remeras iban desde la lengua Stone hasta Pink Floyd, pasando por AC/DC, Beatles The Smiths. De fondo sonaba Foncho y las Paritarias, amenizando la espera.

A la hora señalada (21 h), comienza el juego de las pantallas que inicia el diálogo con los presentes. Aparece el “This Is What We Do for an Encore” (esto es lo que hacemos como bis), que también aparece dentro del libro interno de “Different Class” en su formato CD. Un “bis” que es la vuelta de Pulp a los escenarios, gira mundial incluída. Se invita a la fiesta inclusiva –con todo lo que implica esta palabra- que será inolvidable. De la banda original, no están Russell Senior ni el bajista Steve Mackey, que falleció este año. Quienes si continúan son la tecladista Candida Doyle (“The queen” según Jarvis), el baterista Nick Banks y el guitarrista Mark Webber. Se les unen en el escenario Andrew McKinney en bajo, Emma Smith en bajo, violín y guitarra –enorme música, de fuerte presencia escénica- y el multiinstrumentista Adam Betts.

El campo está casi lleno pero, como suele pasar, no se puede dimensionar la totalidad del mismo. El show abre con “I spy”, tema de “Different class”, álbum sobre el cual va a interpretarse casi en su totalidad. Jarvis establece el vínculo con el público de manera casi inmediata. Pide que hagan sonar las palmas en un ritmo determinado. Esto antecede a los acordes de guitarra que anuncia “Disco 2000”. Explota el estadio. La gente baila y canta mientras Jarvis hace lo suyo arriba del escenario. Se nota una descarga energética que se percibe aunque no los motivos. Quizás, los más jóvenes, por ver a una banda que, podría decirse, de “culto”; otros, saldar la deuda del show del Luna Park del 2012.

Vestido con un traje, lentes gruesos y cabello sutilmente despeinado, Cocker pasea su desgarbado glamour de tipo “común” (un “lad”, tal como dirían en Sheffield, patria chica de la banda) con la sabiduría de quien cayó y se levantó. Es aquel que tiene sus particularidades (¿fetiches?) los cuales plasma en sus letras, matizadas con la crítica certera a los desclasados y la falta de identidad así como de quienes reniegan de sus raíces.

La verborragia de Jarvis es la que presenta varios de los temas. Tal es el caso de “Something changed”, dedicada al fallecido Steve Mackey o el anuncio de que iban a interpretar “Joyriders”, del disco “His n’Hers”, desde 2012. De este disco, suena “Pink Gloves” mientras que “Weeds” y “Weeds II. The origin of the species”, ubicando el show en el último disco de estudio de la banda, el subvalorado “We love life”, que marcó su separación, allá por el 2001. Al respecto, interpretan “Bad cover versión”, por primera vez desde el 2012. Es menester recordar la gema de video que realizaron para esta canción.

El nivel musical es de alta calidad. La interpretación es tan certera como conmovedora. Cada tema juega con las vivencias personales de los presentes. Es un vuelo constante en que las pantallas devuelven imágenes que sirven para construir sentido. El mini set de “F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E” y “Sorted for E’s & Wizz” vuelve el tiempo atrás pero con fuerte anclaje en la actualidad. ¿Acaso volvieron los 90?

El primero retoma una aventura en que la palabra “amor” es una pregunta sobre una relación ocasional o ¿una prostituta?”. En cambio, la segunda es el reflejo del desgano y hastío ante la sociedad pero, ¿qué se puede hacer? ¡Bailar! La pluma de Cocker da cuenta de las dudas que lo asaltaban con las discos. Su escepticismo contrario al neohippismo de las raves como comunidad (en los 90) o las terapias new age y sensibilidad extrema de la actualidad, drogas de por medio. «Veinte mil personas en medio del campo y no entiendo bien este sentimiento, pero da igual, porque todos llevamos extasis y speed”. De más está decir que al lunes siguiente, todo vuelve a la “fucking” normalidad. En mitad de la noche todo va bien, pero luego mañana por la mañana, uuh, uuh entonces te vienes abajo. (…) «el mundo real parece estar muy muy lejos».

Con “This is hardcore”, el estadio se vuelve de color rojo y parece que el cine de los años 50 toma por asalto el Movistar Arena. La interpretación de Jarvis es sentida y profunda, junto con la inestimable ayuda de las pantallas que retoman parte del video de la canción, que da por nombre a un álbum tan maduro como exquisito.

Antes de terminar la primera parte del recital con “Sunrise”, suena “Do you remember the first time?” y “Babies” encendiendo el campo y las plateas. Es transformar el espacio en una disco (o rave) para bailar, saltar y cantar.

El primer bis trae un lado B como “Like a friend” y el clásico “Underwear”. El saberse de una clase «inferior» y garcharse a una mujer rica en su cama o a la chica pobre encerrada en un mundo al que no pertenece al que llegó porque quiere ser más de lo que es. Con voz lúgubre y clara y tono de reproche, dice «¿Por qué no cerrás la puerta y las cortinas? No vas a ir a ninguna parte. Él sube las escaleras, y en un momento querrá ver tu ropa interior. Cuando se acerca no hay forma de esconder el hecho de que vos sos una chica, y él es un chico. Si pudieras cerrar los ojos y recordar que esto es lo que querías anoche? Por qué se te hace tan difícil tocarle, entregarte a él ??Cómo mierda acabaste medio desnuda en el cuarto de un extraño?”

Llega EL momento de extasis de la noche. Jarvis lo dice y pregunta si estamos esperando un sonido «determinado». Es cierto. Queremos cantar y sentir “Common people”, un tema hoy es un himno. Trasciende la ironía que describe la historia de una chica rica que quiere tener conciencia social y «vivir con gente común». Es la rabia contenida de esos «buenos salvajes» que explota en el final de la canción sobre una base de música de discoteca: «nunca vivirás como la gente corriente, porque cuando estés en la cama por la noche viendo a las cucarachas subir por las paredes si llamases a tu padre podrías detenerlo. Nunca vivirás como gente corriente, nunca harás lo que sea que hace la gente corriente, nunca fracasarás como la gente corriente, tu vida nunca se desvanecerá ante tus ojos, ni bailarás y beberás y cojeras porque no haya nada mejor que hacer”.

Este es el momento elegido por Jarvis para presentar a la banda completa, en la que brillan con luz propia Emma Smith. Párrafo aparte para Candida Doyle a la que denomina “the queen” y la ovación recibida recuerda, de cierta manera, a las que obtenía Charlie Watts en los shows de los Stones.

Miramos alrededor y las plateas tienen a la gente parada, bailando y cantando. En el campo, el sudor se combina con alguna que otra lágrima que podrá ser de alegría (llorar de felicidad no está mal), melancolía o recuerdo. La cuestión es que hace centro en el corazón de los presentes y se hace palpable. Los rostros y los cuerpos lo certifican.

¿Falta algo más? Si. La presentación de un tema nuevo como “Background noise”, otro clásico como “Razzmatazz” y el “Glory days” de “This is hardcore”. Es más, será este tema el que parecería ser el broche de oro a nivel de análisis retrospectivo no exento de crítica, en su personalísimo estilo. “Alza tu voz en celebración, de los días que hemos desperdiciado en el café, de la estación. Aprender el significado de la existencia, en cuotas quincenales. Vení a compartir esta edad de oro conmigo, a mi apartamento de una habitación. Y si… todo esto vale nada. No importa. Estos siguen siendo nuestros días de gloria”.

El campo no se mueve y pide más. Ya hizo catarsis al grito de “Y ya lo vé/y ya lo vé/el que no salta/votó a Milei”. ¿Será escuchado el pedido de quienes habitan al llano? La “common people” pide y Jarvis dignifica con el tercer bis para entonar “Mis-Shapes”. Allí, Jarvis describe y ataca al mismo tiempo. “No tenemos el mismo aspecto que vos ni hacemos las cosas que vos, pero también vivimos acá. Arriba las manos, esto es un asalto. Queremos sus casas, queremos sus vidas, queremos las cosas que nunca nos permiten. No usaremos armas, no usaremos bombas, usaremos lo único de lo que tenemos más, nuestras mentes». Esto incluye un llamamiento a la participación y a una futura revancha “Hermanos, hermanas, no os dais cuenta que el futuro nos pertenece, no estarán luchando en las calles, creen que nos han ganado, la venganza será tan dulce”.

Quizás quedó el deseo de haber escuchado algún tema más de «This is hardcore», tal como «Sylvia», «I’m a man» o «Help the aged», que se escuchó desde el campo. Igualmente, el show terminó siendo aquello que se prometía desde las pantallas, al inicio del mismo: inolvidable.

Termina el show y como diría una vieja canción: “Tengo el corazón contento, lleno de alegría”. El rostro de los concurrentes denota que la felicidad va más allá de la algarabía. Es el fin de una ceremonia de fuerte creación de sentido. La concordancia y el vínculo entre artista y público con letras que parecieran hechas a medida de una coyuntura determinada, tanto en los 90 como en la actualidad. Todo, con un Jarvis Cocker vigente, con los laureles reverdecidos por la reivindicación de su poesía.

La marcha de vuelta a casa es rememorar no solo cada instante del concierto sino establecer el vínculo de la escucha primaria de Pulp con la actualidad. El paso del tiempo y la forma en que se hace frente, al mismo. El añejarsede los buenos vinos, haciendo una gambeta corta a la dictadura actual de lo efímero, lo rápido y lo vacío. Es la revancha de los freaks, de cuero curtido por la vida e historias profundas en todos los sentidos. Es “el derecho a ser diferentes”, la elección de vivir como se desea. Sin someter las decisiones propias a comicio público. La reivindicación personal -más allá de la clase, etnia, religión o sexualidad- con la frente en alto. Una toma de posición poderosa frente a la banalidad de tiempos modernos que cuentan con la profundidad de una pileta vacía y atrasan años. No hace falta más que ver tik tok o los medios de comunicación.

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