Daniel Riera: «Virus logró una unidad conceptual que resistió el paso del tiempo»

Allá lejos, en 1995, Daniel Riera y Fernando Sánchez publicaron “Virus. Una generación”, una detallada biografía de la reconocida banda. Se agotó y no se la volvió a editar. 
Hasta ahora. 
En este pandémico 2021, sale una nueva y ampliada edición que va más allá de la música, con la icónica figura de Federico Moura potenciada por el paso de los años.
Café de por medio, Daniel Riera cuenta los pormenores de esta reedición, la influencia de Virus a través de los años al tiempo que brinda un muy interesante punto de vista sobre el periodismo actual.
 

-Daniel, contame por qué se tardó tanto tiempo en realizar esta edición definitiva.
– Es una buena pregunta. Para empezar, el principal obstáculo para la reedición fui yo mismo. No estaba muy convencido por dos motivos. Primero, porque cuando el libro apareció, tuvo una crítica que me apenó que vino de un periodista de un diario muy importante y de uno de los Moura. Se mencionaba que hubo un relevamiento muy detallado y exhaustivo de la banda pero muy poca opinión nuestra. A la distancia, ese cuestionamiento me parece una pavada. Hacer el laburo que se hizo, con esa mirada y una bajada como “Virus, una generación”… No hay mayor toma de posición que esa. Más,si a esto le sumás que no era de las bandas más escuchadas cuando salió el libro (1995). Queríamos poner el acento en volver a Virus pero me afectó eso que dijeron. La crítica de un diario afirmó que –jugando con lo que se le cuestionaba a Virus- lo nuestro era “periodismo prolijo”. Como si eso fuera una señal de no comprometerse…
 
-De frialdad…
-Exacto. Una boludez pero en ese momento me jodió. Además estaba el tema de la edad. Hicimos al libro a los 24, 25 años y hoy tengo 51. Ya pasó la mitad de mi vida. Al ser más chico, uno es más inseguro con respecto a las críticas que recibe y se las toma más en serio de lo que debería.
La otra objeción que tenía -y la sostengo- era una cuestión de escritura. Había que trabajar y a mi juicio –al margen de la actualización en tanto documentos aparecidos y lo ocurrido a la banda después de 1995-, debíamos lograr que el libro nos siga representando, con orgullo. Tal como fue cuando salió. Se realizó un trabajo de reescritura, ampliación y corrección. Apenas tuvimos tiempo de hacerlo, se hizo. En 2018 recibimos una propuesta interesante de una editorial pero el editor no contaba con un scanner para hacerlo del original del libro. Eso representaba un laburo kilométrico que me desanimó al poco tiempo. Tampoco estaba de acuerdo con algunas cosas que había sugerido para la edición. Se sumaron las dos cosas.
Después hicimos con Fernando (Sánchez), el libro de Charly (N de R: “García. 15 años de entrevistas con Charly. 1992-2007) con Roque Di Pietro como editor. Roque siempre mencionaba al de Virus como uno de los libros más serios de periodismo de rock. Como quedamos muy conformes con su trabajo, se dio casi naturalmente la idea de hacer juntos una versión corregida.
 
-¿Volviste a hablar con alguno de los Moura con esta reedición?
-No. Creo que el volver a hacer entrevistas no iba a aportar mucho más. La editorial se ocupó de avisarles que iba a salir. También pensábamos que, cuando hicimos el libro, estaba todo muy fresco. Eso si, volvimos a revisar las desgrabaciones de todo el material. Agarrar esos crudos y de ahí, se agregaron cosas. El libro tiene 100 mil caracteres más que la edición anterior.

 
-Justo te iba a preguntar cómo era reencontrarse con ese material…
– Fue raro. Había desgrabaciones que estaban escritas a máquina, otras en formulario continuo, de las primeras impresoras con chorro de tinta. Además estaba el archivo nuestro que era una caja importante que tenía cosas que nos dieron los músicos y María Arroyuelo, una fan que ahora vive en Londres. Después se sumó el archivo de Damián Cacacha, que nos dio una mano gigante con su lucidez e inteligencia. Un fan con una mirada lúcida que había leído el libro cuando había salido. Fue muy placentero hacerlo. 
Por otra parte, me puse con cada una de las grabaciones que teníamos. No recuerdo si la Editorial Sudamericana -con quien primero editamos el libro-, nos dio una limitación de espacio o cantidad de páginas. Con varios entrevistados tuvimos tres o cuatro encuentros, tal como con Julio y Marcelo. Así fue que aparecieron cosas que, en ese entonces, no habíamos considerado. Se agregó material sobre Roberto Jacoby y Lorenzo Quinteros así como de Fernando Bustillo cuya imagen estaba un poco perdida en la primera versión y ahora no. Algunas cosas que cuenta Bustillo sobre cómo lo cuidaba o Jacoby de un paseo por la Costanera. Me dije “¡Cómo puede ser que no lo pusimos!”. Ahora, charlando con vos, veo que pudo haber cierto pudor respecto a la homosexualidad de Federico ya que la data estaba buena.
Finalmente, la idea de una comunidad de artistas que rodeaba a Federico y ayudaba a establecer el concepto de Virus, está más visible. Lo mismo ocurre con la cuestión política.

Daniel Riera

-El título es “Virus. Una generación”. Si bien habla de una franja etaria, también se lo puede tomar como el haber “generado” un movimiento a su alrededor, con su irrupción.
– Es interesante esa lectura, a partir de la polisemia que plantean las palabras. Cuando muere Federico, Gabriela Borgna escribe en Pagina/12 un obituario que se titula “Una generación”. Ahí plantea varios temas referidos a Jorge Moura, el ERP, Federico, el SIDA y afirma que “en nuestra generación, nadie se va a morir de viejo” realizando un planteo sobre esto. El libro es, de alguna forma, el desarrollo programático de esa idea que planteaba Gabriela en su obituario pero conscientemente.
 
-¿El fin de los años 80 coincide con la muerte de Federico?
– Creo que terminan un poco después de la muerte de Federico. Hay una serie de hechos políticos, sociales y culturales que podemos relacionarlos con la llamada «primavera democrática». Federico muere en diciembre de 1988 y en enero de 1989 se produce el ataque a La Tablada que termina en una masacre. La historia se repite como farsa. Ahí aparecen algunos compañeros de militancia de Jorge Moura. El método para ingresar a la Tablada era el mismo (un camión de Coca Cola como caballo de Troya) así como el final de esto. La operación estaba igualmente cantada y los guerrilleros se rindieron a la media hora pero la batalla continuó por más tiempo con muertos y desaparecidos. Hay fotos de gente que se rinde y después desapareció como de Alfonsín caminando entre cadáveres. El «padre de la democracia»…en fin. Un horror. A lo que voy es que se ve cuan condicionada estaba nuestra democracia y lo difícil que era lidiar con las Fuerzas Armadas de la Dictadura. A mediados de año, se producen las elecciones en que gana Menem y el país explota en una hiperinflación bestial. En junio, la inflación era de 196.8%, algo invivible.
Por otra parte, a la vez que se produce la muerte de artistas icónicos de ese tiempo, también muere la fe en la idea en que “con la democracia, se come, se cura y se educa” de Alfonsín. Era más complicado todo y con eso solo, no alcanzaba. Fue la pérdida de la inocencia y una alegría que, en el caso de Virus, no era inocente. Otro dato, en el 89, Calamaro editó “Nadie sale vivo de aquí”, que tardó varios meses en ser salir porque no había vinilo. ¡No se podían hacer discos! El final de los 80 coincide con un desencanto grande con la idea de que la democracia, por el sólo hecho de existir, iba a resolver los problemas de la sociedad.
 
-¿Creés que Virus ya se sacó los prejuicios y las críticas que tuvo en su tiempo?
-Si. En la prensa, la idea de que era una banda light es una huevada que ningún periodista sostendría porque hay bibliografía que refuta esa idea. No sé hasta qué punto el público lo ve así. Para la gente que tiene hoy entre 40 y 50 años, Virus fue parte de su adolescencia. Es la nostalgia y la idea de aquello que embelleció su tiempo. Vas en un taxi y suena “Pronta entrega” en la Mega. Forma parte de su vida. Lo que si te puedo decir es que Virus, como unidad de sentido, es más interesante que Soda Stereo en tanto contaba con una posibilidad de lectura muchísimo mayor y más atractiva. No sé si esa diferencia ha quedado marcada o establecida pero me parece muy notoria. Soda Stereo es una banda respetadísima y ha quedado en el corazón de la gente pero Virus tenía otra densidad.
 
-Sería una condición de producción de Soda…
-Si, posiblemente, porque más allá del hecho fáctico que Federico produce el primer disco de Soda, está aquello que dice Berti que “Virus era post Malvinas antes de Malvinas”. Adelantó una manera de ver la vida, la estética y el rock a una sociedad que no estaba preparada para escuchar esto. Es muy sintomático que el primer disco que pega de Virus es “Agujero interior”, su tercer álbum, que sale el 10 de diciembre de 1983, el día que asume Alfonsín. Cambió la época y se produjeron ciertas condiciones sociales que hicieron que Virus tenga éxito masivo.
 
-¿Podríamos decir que es una banda de culto?
– No, porque no es una banda para pocos. Como ofrece varios niveles de lectura, podes entrar de una manera más sencilla o compleja. Tiene muchas canciones que son un crossover. Tal es el caso del disco “Locura”. El sonido que tiene le queda bien. Los teclados de “Luna de miel” o “Pronta entrega”, las percusiones de “Encuentro en el río musical” se la bancan. En cambio escuchas el sonido de lata de GIT y se complica. Virus sobrevivió bien y se lo escucha. No es solo lo epocal sino que logró una unidad conceptual que resistió el paso del tiempo.
 
-Charlando con Pil Chalar sobre si las tres V (Violadores, Virus y V8) eran hoy bandas de culto, dijo que fueron “cabezas de playa que terminaron siendo sacrificadas para abrir caminos a otras bandas”. (https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2020/05/pil-chalar-el-rock-esta-pasteurizado.html) ¿Coincidís con esta apreciación?
-Puede ser. ¡Mirá que interesante lo que dice! De hecho, fueron bandas que marcaron una disconformidad y una molestia con la escena musical de su época. Rupturistas y que hoy gozan de un consenso que no tenían. Particularmente me gusta “Ahora que pasa, ¿eh?” el segundo disco de los Violadores. Es una obra maestra. En cuanto a sonido es el que más me gusta. Ese punk pop que me recuerda a los Ramones de “Pleasant dreams”, con canciones pegadizas, mucho respeto por la melodía y una energía punk con una carga política pesadísima. Tira un montón de cosas y es difícil que uno esté de acuerdo con todo lo que dice pero está de acuerdo con su espíritu. Además, te moviliza y dan ganas de bailar. A estas tres bandas hoy nadie las discute pero antes, si.
 
-¿Cuál crees que fue el punto de mayor calidad de Virus? ¿Éste coincidió con su popularidad?
-El punto máximo de popularidad fue “Locura” y su mejor disco “Superficies de placer” que es una obra conceptual en torno a una serie de hechos tristes como la muerte, la ausencia y la despedida. Es mucho mejor que “Locura” -y eso que me gusta mucho-, pero “Superficies de placer” es maravilloso. Más cálido, íntimo y entrador. Me conecta con una frecuencia más de sentarte a escuchar que para bailar aunque tenía algunos temas para moverse. “Superficies de placer” fue su mejor momento musical pero no coincidió con su pico de popularidad. Ellos decían, en esa época, que querían «aplacar un poco al hit». Después, cuando estábamos haciendo el libro, los músicos nos contaron de la situación personal de Federico. “Superficies de placer” es una belleza, de los mejores discos de la historia del rock argentino.


-El momento bisagra de Virus es “Agujero interior”
– Si, aunque tiene varios. “Agujero interior” seria el momento en que el grupo puede entrar como piña. Endurece su sonido y la imagen así como reduce el grado de alegorías y metáforas, y la pega. Después Federico, en alguna entrevista, renegaría de esto. Jacoby estaba enojado con ese disco porque el mensaje estaba muy direccionado pero lo cierto es que la banda explota. Entra en el gusto popular de manera clara. Hay una escena triste y bella que es la última presentación de Virus en «Badía y Cia». Llegan los bises y Federico le pregunta al público si quiere que toquen “Imágenes paganas” o “Carolina”. Fue abrumador el pedido por “Carolina”. Aunque no dice nada, está claro que Federico quería hacer “Imágenes paganas” pero fue lo que fue.
 
-Si te pregunto por la influencia de Jacoby….
-Es fundamental. Se corre un poco en “Relax” un poco contrariado y lo vuelven a buscar para “Locura”. Es esencial para la propuesta artística del grupo por el concepto que tenía. La ambigüedad y la sutileza en lo que se buscaba decir. Las mejores letras de Virus son de Jacoby. No se como era su trabajo con Federico que se debería sentir bien representado con lo que cantaba. Virus es una comunidad artística que no se compone únicamente de los músicos siendo Jacoby parte esencial. Hablamos de “Superficies de placer” como obra maestra y la mayor parte de las letras de ese disco son suyas. Al día de hoy sigue reclamando como propia “Pronta entrega” ya que no figura en los créditos. Dice, con toda sinceridad que “la distancia va perdiendo su espesor” es una frase suya. Quizás Federico la podría haber escrito pero no más. Algo que quedó afuera del libro es que, en una ocasión. le preguntan a Federico por sus cineastas favoritos y mencionaba a Pasolini y Bergman. De los músicos que estaban con él, ninguno los tenía en la cabeza. Federico tenía un bagaje cultural enorme. Traía ideas y conocimientos del mundo exterior al rock que sus compañeros de banda no poseían. Su liderazgo se basaba en un proyecto bastante claro que tenía en la cabeza.
 
-Rodolfo Mederos dijo en un reportaje que Piazzolla, al igual que los Beatles y Miles Davis, fueron “esa luz que iluminó pero que terminó quemando porque no dejó sucesores a sus obras” (https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2016/12/rodolfo-mederos-al-publico-hay-que.html). ¿Con Virus pasó algo similar?
– No lo analicé mucho eso. Puedo pensar que Miranda es un poco, desde un lugar más sencillo y básico, seguidor de Virus. Otros son los Bandalos Chinos. Virus deja un ‘antes y después’ muy marcado en tanto el espectáculo integral que va más allá de la música y se extiende al vestuario, las luces, la puesta en escena. Su aporte fue decisivo. Me nombraste a Piazzolla que me gusta mucho. Para la época de la edición del libro, había hecho un especial sobre su obra para La Maga. Piazzolla generó muchos epígonos que eran como él pero no pasaba nada con ellos. El tango se pone interesante en Argentina cuando dejan de abrevar por ahí y se produce una vuelta a Julio De Caro con la orquesta típica de los años 20. No sé si la música de Virus tiene esa cosa de “no retorno”. Lo que si producía era esa alquimia que se daba de la fusión de sus integrantes, la particular voz de Federico y los instrumentos de la época. No sé hasta qué punto puede ser retomado ese proyecto hoy en día. En principio, una sonoridad pop y elegante, con cierto trabajo en las letras y con una cierta ambigüedad y buen gusto, es perfectamente viable. Si buscas un calco, no te va a salir. El espíritu de Virus pasa por todo un concepto.
 
-A partir de la inclusión de la puesta en escena, la actuación y el circo, ¿el público de hoy estaría receptivo a estos espectáculos integrales como los de Virus, los Redondos o los Abuelos?
– Si. Es difícil plantear esto en medio de una pandemia pero fijate lo que fue hace poco el concierto de los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. Fueron a Epecuén y realizaron una puesta en escena en una ciudad bajo el agua. Todo este trabajo estaba relacionado no sólo con la música sino con lo que te lleva o acompaña eso. Además, hubo un streaming dentro del streaming con la aparición del Indio. Todo esto, el público lo agradece.

 
-Al día de hoy, ¿te definís como periodista o escritor?
– Las dos cosas. Escribí ficción y no ficción, poesía y dos novelas. Ahora estoy viendo que tengo que trabajar sobre esa ambigüedad. Alguna vez lo hice desde la crónica periodística, un lenguaje que me ofrece algunas críticas. La idea de la primera persona y el punto de vista tan acentuado, me genera cierto temor respecto a la esterilización política del periodismo como herramienta de transformación. Si lo único que importa es tu mirada y tu punto de vista, ¿dónde queda el periodismo como instrumento para cambiar las cosas, como hecho político? El mejor cronista de la Argentina es Rodolfo Walsh y abandona el periodismo. “El violento oficio de escribir” es fabuloso y no existía el concepto de crónica periodística. No había Caparros ni Leila Guerriero asi como tampoco se lo llamaba así. Es lo mejor que se hizo en ese género. Sin embargo, a su vez, pienso que hay lugares limítrofes, muy atractivos y seductores en los que te preguntás «¿qué es?». ¿Es una novela, una crónica periodística? La obra de Emmanuel Carrere ¿qué es? Por lo pronto está buenísimo.
 
-Después vemos qué es.
– ¡Exacto! Es lo que me atrae. También me pregunto como será mi próximo libro. Esto tiene que ver con qué manera de contar me sentiré cómodo. Me doy cuenta que transito una especie de ambigüedad. Quizás no se aprecie tanto en el libro de Virus. Cuando hicimos la primera versión no tenía tanto esa noción. Hoy soy muchas cosas: periodista, escritor, militante político y me hago muchas preguntas. Hay una zona fronteriza entre la literatura y el periodismo. Cuando conocí a García Marquez, le conté que no sabía si deseaba ser escritor o periodista pero que, después de leer su libro “La Aventura De Miguel Littin Clandestino En Chile”, quería ser ambas. Ahí García Marquez me responde “es lo mismo; no hay dos cosas”. Es una pregunta que uno siempre se está respondiendo y no se cierra del todo.
 
-Al día de hoy, ¿hay periodistas o fans que cuentan lo que ven?
– Vamos por partes. Hay una especie de “democratización de la palabra” tanto escrita como de la producción audiovisual relacionada con la tecnología. Podes desgrabar, escribir y publicar con el mismo aparato; sacar fotos y hacer un video. Es una democratización que tiene ventajas y defectos. Entre estos últimos habrá un montón de pelotudos diciendo pavadas que aparecen y se nivelan con la gente que sabe que está hablando. Entre las ventajas está que cada cual puede sentarse a elaborar una idea y darle una forma. Los entrevistados también se hacen estas preguntas en tanto para qué dar una nota si un posteo en Instagram tiene mucha visibilidad y más reproducciones. Hoy me pregunto si sería posible hacer un libro como el que hicimos con Charly García, de cero. La entrevista para Rolling Stone fueron casi quince encuentros. Había un protagonista interesado en contar su historia y sentarse frente a periodistas. Ha cambiado todo de los dos lados del mostrador en tanto emisión y recepción. Cualquiera puede decir cualquier cosa pero no todo lo que sea dicho tiene el mismo valor, sean periodistas o no. Pero si, hay una maleza comunicacional en la que nos movemos. Debemos aprender a convivir y separar la paja del trigo, algo que es muy difícil.
 

-¿Esa “democratización” no se toca con una “todología” constante y con un lector que tampoco tiene ganas de razonar con una nota que vaya en contra de su pensamiento?
– Hay gente que lee aquello que está destinado a legitimar sus prejuicios. El formato de los medios no ayuda mucho y quienes trabajan de periodistas, a menudo, mandan fruta con absoluta impunidad. La “todología” es parte de la vida cotidiana. Trabajaba en un portal de noticias hasta hace unos meses y cuando empecé a trabajar (hace cuatro años, no dos generaciones), eramos veinticinco; cuando me fui, quedaron cinco. Explicame como se puede hacer un portal de noticias, con una actualización constante, con cinco personas. Te tenes que sentar a picar cables, levantar cosas de las redes sociales. Es un periodismo de culo en la silla. A lo sumo podes mandar un whatspp  a alguien y que te conteste un audio. Esta escena que estamos viviendo ahora, en un bar, charlando, vos preguntando y yo respondiendo, es cada vez más inusual. Esto lleva a una crisis.
 
-Además, hay una cuestión generacional en la que, si bien las nuevas tecnologías ayudaron, los jóvenes periodistas son más holgazanes en tanto averiguar e investigar. A esto le sumamos que “no tienen calle”.
  Esto es fundamental y es así. Veamos esto desde el lugar desde los lectores y después, del medio. Ahí en la esquina, hay un puesto de diarios. Antes íbamos y comprábamos una revista; a veces seguíamos a una directamente o veíamos la tapa que más nos seducía para comprarla. O sea, teníamos dos maneras de acercarnos al texto. También implicaba sacar plata de tu bolsillo y que eligieras; hoy en día, tenes todo a un click de tu celular. Esto no te requiere ningún esfuerzo. Ni siquiera tenes que llegar a tu casa y sentarte en tu compu. Ese lector es posiblemente, menos exigente. No tiene que caminar o invertir plata. Su capacidad de elaboración es menor.
Desde el lado del periodista, se ve un fenómeno inverso. Recuerdo con nostalgia y cariño algunas redacciones que había integrado. La gente que andaba por ahí con algunas situaciones agradables y enriquecedoras. El bar de enfrente de la redacción de Sur, con Cacho Novoa, Ragendorfer y Marta Dillon.
 
-¡Qué gente!
– ¡Si! Recuerdo esas tertulias y decís “¡qué bueno!”. O cuando estaba en Pagina/12 y sonaba el teléfono con un mensaje para Juan Gelman. Entonces, con mis 18 años, temblando, tenía que avisarle a Gelman que lo llamaban. Me recuerdo recorriendo sótanos y haciendo tiempo para entrar a Cemento. Miraba toda la situación en que los pibes negociaban con Chabán la entrada. Toda esa especie de bohemia que a uno lo hacía felíz. Hoy hay redacciones con gente demasiado sobria y educada..
 
-…“respetuosa”…
– ¡Si! Me acuerdo de una vez que le hago una entrevista a Enrique Symns para la revista La Maga, que estaba en Chile, entre Bolivar y Perú y después quedó en México y Perú. Vamos a un bar y Enrique pidió ginebra para los dos. Primero una, después otra y yo salí a los tumbos. Todo este tipo de cosas te formaban y nutrían. Lo preparaban. Trabajaba para un portal de noticias con Rodolfo Palacios, de los últimos periodistas que conozco, y esa rutina, de estar todo el día sentado, lo abrumaba. No podía procesar y huyó.
 
-Si no eras periodista/escritor, ¿qué hubiera sido de tu vida?
– Qué se yo! No sé. Desde los trece años sé que quería ser escritor, periodista, historiador. Siempre anduve por ahí. Me hubiese gustado ser el 9 de Lanús pero desde el principio me di cuenta que eso no iba a ser posible. No tenía las habilidades necesarias. Por suerte ahora encontré el mejor 9 del universo. La verdad, no me imagino haciendo otra cosa.
 
-Si entrase el Daniel Riera que le llevaba los mensajes a Gelman, ¿qué le dirías?
¿Algún consejo o recomendación?
-Supongo que le diría que se va a cagar de hambre. Después, no sé. Quizás, el único arrepentimiento aunque no fue tal porque no se concretó la acción, fue en mi adolescencia. Discutía mucho con mi papá que tenía una distribuidora de libros. Hablaba con mucha naturalidad que sus hijos lo iban a suceder en el negocio. Me parecía aberrante eso del “destino manifiesto”, de que «voy a hacer lo que vos hiciste» por el simple hecho que vos lo hiciste y te vas a morir. Finalmente, no tuve la opción de sumarme a la editorial –tal como la llamaba él-, porque con la hiperinflación de Alfonsín voló por los aires. Ese rechazo que tenía era medio boludo porque no hay nada que me guste más que andar entre libros. Podría haber convivido con mis vocaciones pero la editorial cerró antes. Lo que tanto me enojaba era una pavada y ahora, con lo que estoy haciendo, este círculo se cierra.

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