Deja un comentario / Por Daniel Gaguine / enero 24, 2013
De mirada aguda y conceptos fuertes que desarrolla tanto por la AM 750 como en Pagina 12, Eduardo Fabregat es uno de los periodistas de rock más importantes del país. En una charla jugosisima con ECDL da cuenta de su visión del periodismo, el público, la actualidad y el futuro del rock asi como de Cromañon.
Entrevista realizada junto a Matias Recis
-El periodista de rock, ¿sigue siendo periodista o es un fan que cuenta lo que ve?
– Buena pregunta. Igual, depende a quien agarres. El fenómeno del fan es anterior, pero se da en cualquier época. Depende del periodista, la situación que lo tomes y el contexto y el medio para el que trabaja. Hay de todo pero en los últimos años se profesionalizó de tal manera la profesión que tenés gente que labura de periodista, siguiendo los lineamientos periodísticos. Igual uno siempre escribe con más placer y gusto sobre algunas cosas que sobre otras. Va en cada profesional cuanto hace jugar el rigor periodístico y el gusto personal. En mi caso, siempre he tratado de dejarlo fuera del análisis pero inevitablemente, algo te va a influir.
– Hay mayores o menores grados.
– Hay tipos que son, totalmente, fans que se dedican al periodismo y hay gente que se dedica al periodismo porque es una puerta que le permite un acceso fácil a tener cierta cercanía con los músicos, la entrada y los discos gratis y que se yo más. Eso va en cada persona. No voy a dar nombres pero ese fenómeno se ha dado siempre. En otras épocas, que en Argentina era todo más amateur, se notaba más la cosa del gusto personal y del fanático.
– Internet, con el acceso que te da a la información, ¿conspiró contra la formación del periodista?
– Totalmente. Es cierto que ahora es muy fácil de acceder a un montón de información que antes era casi imposible. Que era más privativa del gremio, de un tipo que se movía e iba investigando. Se ha democratizado pero se multiplicaron los riesgos. Uno tiene que hacer jugar siempre el espíritu crítico porque, si antes decíamos que, por estar en televisión significaba que fuera cierto, es igualmente aplicable a internet. No es que “si está en internet, es cierto”. Uno tiene que tener el mismo rigor al chequear las fuentes y la información. Si, por un lado está la democratización y por el otro, el riesgo de perder el filo crítico.
– Ni hablar del “cortar y pegar” y el confiar que todo lo que está ahí es cierto.
– Si. Hay un costado que está buenísimo porque te facilita el trabajo pero personalmente, sigo laburando un montón de cosas al “viejo estilo”. No me confío. Sigo manteniendo mis libros de consulta. No tiré mi biblioteca porque exista Wikipedia. Voy a Wikipedia como cualquier hijo de vecino pero siempre chequeando con libros o incluso con mi propio recuerdo. Muchas veces la uso para chequear fechas que necesito refrescar. Para corroborar un hecho, un dato o una situación puntual. Tiene que ser una fuente de consulta más a contrastar con todo lo otro que hay.
– ¿El periodista especializado va a contramano de los gustos populares de la gente?
– Nunca me plantee si lo que escribía iba a tener algún eco con la gente que lo iba a leer. El periodista especializado, muchas veces, no está en sintonía con lo que está pasando con el mainstream, la tendencia comercial y esas cosas. Me parece una virtud el mirar por debajo de la superficie de las cosas, lo que tiene más brillo y resonancia. No se si es una necesidad el interpretar o saber sintonizar lo que le está gustando a la mayoría. Si saberlo para analizarlo pero no se si es necesario para elaborar un juicio sobre una obra artística. Hay que dejarlo afuera porque te conduce a terrenos tramposos como el que utilizan muchos artistas para justificar el «si vendió tanto es que está bueno». No estoy de acuerdo con esto porque me llevaría a brindarle un certificado de calidad a cosas que no están buenas sino que tienen popularidad.
-Que no es lo mismo…
– Muchas veces la popularidad y la calidad no van de la mano. Hay que tener claro cada cosa y saber leer lo que es popular. Uno no puede convertirse en un autista que “si no es popular, no le doy pelota” que te llevaría a otro terreno riesgoso que es “esta banda era buenísima cuando la escuchábamos quince; ahora que la escucha más gente, es una porquería”. Esa cosa de “lo conozco yo –porque yo voy al principio de todo- y veinte boludos más”. No es asi. Hay matices entre ser populista y elitista.
– Al respecto de esto, el público ¿es inimputable?
– No se si es inimputable. Hay un terreno en el que quiero creer que el público puede refinar su gusto. En algún punto es inimputable porque el público es gente, una masa. Entonces deciden que una cosa es popular, les gusta y la siguen. Pero me parece que, con el correr del tiempo, el público refina su gusto. Puede llegar a comprar algo muy berreta por un tiempo pero después se agota. Se aburre o crece. Empieza a tener otros intereses, otras inquietudes. El público no es bueno ni malo per sé. En ese sentido, si es inimputable. ¿Qué le podemos imputar, no? ¿Que tiene un gusto de mierda? Y si…que se yo…En ese sentido, es inimputable.
– Uno recuerda que, cuando era chico y empezaba a escuchar, por ejemplo, a los Beatles, a los Stones, después iba para Chuck Berry y giraba para los bluseros. Ahora, escuchan a los Stones y después escuchan a Viejas Locas….
– Si, como que se involucionó. Bueno, ahí si serviría el periodista para que estimule –y no que guíe- lo que podría llegar a escuchar el público. Que fomente la curiosidad. En este sentido, me parece bien que el periodista y la prensa tenga esa linda función de estimular la curiosidad y señalar cosas que después el público las vaya a investigar por las suyas. Se dan esos fenómenos extraños. También puede ser que haya desconocimiento. Que no sepa que es lo que hay arriba y no lo que hay para abajo, cronológicamente hablando. Igual, de a poco, los melones se van acomodando dentro del carro.
– El descubrimiento llega de algún lado.
– Puede no ser el periodista sino un primo más grande que le diga al pibe “la cosa va para arriba y no para abajo”. Son distorsiones en la historia de la música que después se corrigen solas. En Argentina hemos vivido procesos de distorsión importantísimos en los años 70 y 80 cuando las ediciones discográficas llegaban tarde y mal y en un orden diferente al original. Así la gente empezaba a escuchar el cuarto disco de Genesis y después primero, sin pasar por el tercero. Como las ediciones locales eran pobrísimas, recibían una historia paralela a la historia oficial de la banda. Ahí, de por si, ya estamos con un problema de formación.
– El rock chabón, ¿es un fenómeno particular?
– Si, es particular…de la Argentina. No digo que no exista un fenómeno de rock barrial. Los Rolling Stones son un fenómeno de rock barrial si lo analizamos en su debido contexto, con otras características porque vienen de escuela de arte pero son gente de barrio, de cierta periferia. El término “rock chabón” me resulta desdeñoso. Nunca me gustó demasiado pero es un fenómeno muy argentino y muy poco exportable. Por eso, el rock argentino dejó de iluminar a Latinoamérica como en los 80. Se convirtió en un fenómeno tan endogámico, con cosas que solo se sintonizaban y se centraban en “lo argentino”, que dejaron de hablarle al colombiano, al mexicano, al peruano, al venezolano. Tiene características particulares del país pero no parece que el hecho que se junten cuatro o cinco pibes de la periferia, sea exclusivamente argentino. En todo caso, hay una periferia distinta según el país.
– Inglaterra también tiene su rock chabón con Oasis y la “cultura del lad”….
– …¿Y los mods entonces? Lo que cambia es el poder adquisitivo. Lo que llamamos un “desangelado” en un lugar y otro. Un desempleado en Gran Bretaña, por más mal que esté, siempre cobraba su seguro de desempleo. Cada país tiene su contexto histórico pero como fenómeno, es reciente. El rock nunca fue una música de elite. Ya, desde ese lugar, hablamos desde otro.
– Hablamos con Moris, y le preguntamos si, por sus letras barriales, no se consideraba el “padre del rock chabón”…
-….y te sacó cagando…! (risas)
-No. No conoce el rock chabón. Tanto él como Manal abordan cuestiones suburbanas que no estaban abordadas por el tango. ¿Hay algo de eso en el rock chabón?
– Hay ciertas coincidencias en la necesidad de retratar lo que te rodea. Elecciones poéticas y estéticas. Hay tipos en el rock en Argentina que eligen narrar desde un lugar y otros, desde otro. El fenómeno de contar tu contexto y tu entorno, si lo tiene a Moris como uno de los pioneros y precursores, pero no es el único. Todo el rock de esa camada –con la excepción de Spinetta que tenía una intención poética más elevada y un lenguaje diferente-, la obra de Moris, Pappo y Javier Martínez buscó retratar su contexto más inmediato. Aquello que lo rodeaba y era palpable, que sentía cercano.
– En los 90, también sucede pero es diferente.
– Es cierto el apego a ciertas formas musicales menos elevada. También hay algo que es producto y consecuencia de la situación socio-económica de ese entonces. La necesidad de ganarse la vida con la música, de conseguir un hit o un éxito que te hiciera famoso, llevó a cierta demagogia musical, no de lírica-. Ahí hay una diferencia importante. Si, Manal era una banda de blues, pero ¡qué banda que era! No es que hacemos un blues en MI y ya está. Manal demostró que no es así. En los 90, se replicaron un montón de fenómenos o bandas que se quedaron en las formas más básicas, porque son gancheras y no exigen mayor elaboración por parte del público.
– ¿Esto tuvo que ver con el contexto económico? El menemismo, el desempleo…
– Si. El auge del menemismo impone un facilismo de la plata fácil. La caída y explosión de la crisis postmenemista produce una infinidad de desocupados, pibes fuera de la escuela y sin ningún tipo de expectativa que buscan salvarse con la música. Hay un empobrecimiento musical al igual que educativo. Esto, sin ser peyorativo sino que estoy haciendo un análisis frío de una realidad social que termina de estallar en el 2001.
– Es un proceso que viene de mucho antes.
– Todo eso produce una influencia y diferencia notable respecto de fenómenos anteriores. La crisis que aqueja al país a partir de que empieza a resquebrajarse el modelo brillante del 1 a 1, produce un contexto de pibes que abandonan la escuela y no tienen trabajo pero que metiendo un hit ganchero, de pronto lo siguen tres mil personas, con el que entraría un supuesto dinero, que van a cobrar puntualmente. Igual, a fin de cuentas, el que gana no es el músico sino la discográfica. Esa es una mentira que van a descubrir todos, demasiado tarde. El empobrecimiento musical pasa por eso. Si con un estribillo con los mismos tres acordes con el que generas tres mil personas ¿para que te vas a preocupar por mas?
-También está vigente esa cuestión de “Somos los mismos de siempre”
– Bueno, por ahí también esta dando vueltas el error histórico más grande que hubo –y que se pagó muy caro- que es el de suponer que es igual lo que está arriba que lo que está abajo del escenario. Esta equivocación se pagó carísimo, con doscientas muertes. El público no es lo mismo que el músico. Los “mismos de siempre” es un concepto que enarbola la mejor banda que pudo haber engendrado el rock barrial que es La Renga pero tiene con que sostenerla. Es una señora banda, cosa que otras no fueron. Tomaron este concepto como un acto de demagogia que llevó a que se creyera que son todos iguales. En mi caso, sin querer establecer una división de clases, no es lo mismo el músico que el público. Tampoco debe serlo. Caso contrario, estarían todos arriba del escenario. De hecho, quisieron estar todos arriba del escenario y eso le pasó a los Redondos. Si le pasó a los Redondos, ¿qué podemos esperar de los demás?
-La otra vez, leí una nota que le hicieron a La Renga y recordaban como empezaron. El Chizzo era plomero…Eran obreros y ellos querían verse allí arriba y al mismo tiempo, ser músicos. El Tete dice “Si no estaría arriba, estaría abajo agitando por La Renga”.
– Está bien pero ahí creo que los músicos cometen un error. No pueden alentar –y La Renga cometió ese error también- esa cosa de igualdad extrema con el público. Todo bien con que podrías estar ahí abajo…..pero estás ahí arriba. Cuando te subís a un escenario, tenés que asumir una responsabilidad. Los pibes te ven ahí arriba y dicen “es como yo”, pero está ahí arriba. Hay un lugar en el cual la admiración hace que te lleve a pensar que ese tipo es igual que vos pero no deja de ser un tipo que es un referente, que es tu ídolo. Haga lo que haga o diga lo que diga, te va a parecer genial. Entonces, alentar esa cosa de “Eh, somos todos iguales”, produjo esa distorsión. En realidad, podes ser de la misma clase social, un laburante que llegó a tocar música pero una vez que estas ahí arriba, asumí esa responsabilidad. No digo que te conviertas en un cajetilla que se pasea en limousine. Pero si, desde tu lugar, y aprovechando tu experiencia como parte de la masa, sé un tipo responsable y conducirte de esa manera. Establecer una diferencia necesaria porque sino estamos todos arriba o todos abajo del escenario.
-El periodismo fogoneó todo eso….
– Si. Una situación asi no se sostiene solo con el fenómeno de los conciertos. El periodismo tiene importante responsabilidad en haber celebrado, alentado y definido la igualdad o ese “la clase obrera llega al escenario” como una virtud. El periodismo no supo advertir las señales del desastre. Debemos hacer nuestro mea culpa y la parte de responsabilidad que nos cabe en un estado de cosas que llevó a Cromañon. Los periodistas contribuimos en celebrar ciertas cosas que no había que festejar. El fenómeno de las bengalas lo tendríamos que haber condenado desde el primer día pero, parecía simpático. “Cosa del espectáculo”, el color, la cosa de cancha, de país futbolero. Todo esto costó carísimo.
-Se bancaba mucho este aguante, este agite, desde revistas como La García.
– La García adoptó ese lenguaje. Contaba el nivel de bengalas por concierto. Pero bueno, estaban interpretando un espíritu de la época y reflejándolo. En eso también contribuyeron a que se profundizara y se naturalizara. Que fuese una virtud, parte de la fiesta, haciendo que fuese muy difícil de erradicar. Tampoco le quiero caer a La García. Tengo gente que ha trabajado ahí y en la época que las cosas sucedían, sucedían. Sin necesidad de repartir culpas, creo que todos los medios cometieron ese error. Me acuerdo que cubrí un show de los Piojos en Atlanta y le pegaron un bengalazo a la batería de Dani Buira. Lo conté en una nota y me arrepiento de no haber hecho mayor hincapié en esto. Escribí que pararon el show y pidieron que se dejen de joder con las bengalas porque casi le pegaron a Buira pero “el show había continuado sin inconvenientes” y no se que otra cosa más. Hago mi mea culpa de esa nota en la que tendría que haber puesto “las bengalas nos van a llevar a un desastre”, “algún día va a pasar algo grave; le van a pegar al baterista o a alguien más”. No me quiero poner en juez de lo que hicimos todos los periodistas cuando reconozco que podría y debería haber llamado la atención sobre ciertas cosas.
– Toda la prensa lo interpretó al igual que al futbol. El espectáculo de la tribuna, el público caliente.
– Esa cosa que el público argentino es diferente a todos. Se contribuyó a generar como valor al público que se hace notar. ¿Por qué el público se tiene que hacer notar? Ese ansia de protagonismo de la gente tiene que ver con el estado socioeconómico de las cosas. Pibes que estaban hechos mierdas, que no podían ir a la escuela ni tenían trabajo, como sus viejos y vivían de lo último que les quedaba. ¿Dónde les quedaba algo de protagonismo, de sensación de pertenencia? En el recital de rock. Entonces, también formaba parte del estado socioeconómico de la Argentina de los 90. Fue el lugar donde los pibes volvieron a sentirse vivos, personas. El proyecto de país había desaparecido.
– ¿Qué te quedaba?
– El proyecto de tus amigos, el tetra, el porro y el grupo de rock. Nada más. Era algo de donde agarrarse porque sino ¿qué te quedaba? Un corchazo en la cabeza. No tenés estudios ni trabajo, tenés tus viejos hechos mierda, tu viejo es un borracho que no consigue nada y le pega a tu vieja que, a lo sumo, pega un curro limpiando casas. ¿Qué te queda? Aquello de lo que nos hemos agarrado siempre todas las clases sociales: el arte, la cultura y la música. Lo que te hace sentir que perteneces a un grupo, que te hace mejor persona.
– Retomando esto, hubo grupos de personas que, a través de la música, pudieron ascender…
– ¿Qué es Callejeros? Público de La Renga que un día llegó ahí arriba pero que no tomó las lecciones de La Renga ni de los Redondos. Hicieron todo improvisado. Cuando ese público que le tiró un bengalazo a Dani Buira llegó a estar arriba del escenario, no le parecía mal que hubiera bengalas porque eran ellos los que las llevaban. Inevitablemente, cuando ese público de conducta reprochable y censurable, que pudrió los shows de los Redondos –digamos las cosas como son-, agarró la guitarra y se puso a tocar hizo, estilísticamente, una versión lavada de los grupos que le gustaba, sin cultivarse tanto como aquellos a los que admiraba y carente de responsabilidad. Le parecía bien, como parte del folklore, las banderas, las bengalas, el agite y “vamos para adelante que somos todos los mismos”.
-¿Y después?
-Esta distorsión se profundizó tanto que el grado de improvisación para organizar un show hizo el resto. Estamos hablando de un grupo que pasó de tocar para cincuenta personas a los seis meses, estaba tocando para tres mil personas en una cancha de futbol. Se te va a ir de las manos. No podes aprender a manejar semejante fenómeno en seis meses. No hay manera. Si a la Negra Poly se le fue de las manos, no queda nada para todos los demás. Van a tener que ir con pies de plomo o pasar lo que pasó.
Intermedio: Pasamos a buscar a Eduardo por Página 12 para la nota. Tratamos de encontrar un bar para un café y terminamos en un lavadero de autos muy tranquilo, para una charla en la que Eduardo dice lo que piensa, ubicándose en lugares que más de un periodista no se metería. Eduardo habla con precisión y conocimiento de causa. El tema Cromañon lo muestra como crítico y autocrítico de la situación que envolvió a todos en la tragedia. No sea salva nadie. Ni Callejeros o Fontanet –principalmente-, el público o Chaban.
-En el 2001, con la crisis, uno esperaba algo duro y sale “Loco un poco”, un tema muy pasatista y alegre….
– Si, entiendo. Era la música del programa de Hadad, pero Turf era otro tipo de banda, más alejado de ese contexto. Hay que analizar que en el 2001-2002, cada uno hizo lo que pudo en un contexto de incendio que se venía todo abajo. Fue un “salvese quien pueda” en un país muy habituado a esta situación y muy individualista. Era meter un hit, salvarte, hacerte una guita y lo que pase, ya veremos. Después están las oleadas estéticas y estilísticas. Hubo momentos creativos, de meseta y de pozo. Por potencia artística, este es un país afortunado por la capacidad de sus creadores. Todo se remonta. En el 2004, en pleno auge de Callejeros, la 25 y Heroicos sobrevivientes, era muy pesimista en tanto al panorama artístico y estilístico del rock argentino. Hoy soy muy optimista. Hay ciclos y las cosas pasan. Aparecen nuevos músicos y tendencias. Estamos viviendo una nueva riqueza artística y estilística.
– ¿Qué estás escuchando hoy?
– Todo lo que viene de los márgenes es mucho más interesante que lo que viene del mainstream. Hoy por hoy, no paro de escuchar en Soundcloud, Bandcamp, y Uf Caruf, discos y todos los sellos independientes y alternativos. Hay una impresionante cantidad de grupos que no están en las multinacionales ni en los grandes sellos, que son la salvación del rock argentino. Es así. El que dice que el rock argentino está pasando por un mal momento es porque no está prestando suficiente atención ni es curioso. Estamos en un momento de efervescencia. El tipo que dice “Acá no pasa nada”, ándate a La Plata un fin de semana y vas a encontrar no menos de diez bandas que te rompen la cabeza.
-O navegá en internet…
– ¡Claro! Metete en Soundcloud, Bandcamp, y Uf Caruf y vas a encontrar unas cosas alucinantes. También hay formatos en edición física y que se yo que más…Hoy por hoy, me interesa más esto. No digo que en el mainstream no haya nada interesante pero de lo que me mandan los sellos multinacionales, el 80% es una basura. Tanto de rock argentino como de afuera, aunque de rock argentino casi que no editan. Se cagan en el rock argentino tal como lo han hecho siempre. Sacan lo saben que va a funcionar. Vicentico va a seguir grabando y va a tener éxito porque tiene una historia atrás. Lo mismo Ciro que sacó su disco pero hoy por hoy, aprovecho y difundo en la radio. No se si es por el asado o por lo que comemos que, desde hace cincuenta años, el panorama musical argentino es genial.
– Retomo lo que decís y vemos que la gente tiene un I-Pod pero no te escucha Sgt Pepper…
– Eso tiene que ver con el consumo fragmentado típico de estos tiempos. Se ha perdido la costumbre de escuchar un disco, el paquete de canciones. Los pibes vuelcan trescientas canciones en el I-Pod, mandan “random” y ahí va. El tipo que tiene cierta curiosidad y quiere meterse, puede volver a experimentar en estos lugares que está el álbum completo y suena tema por tema. Pero si, el fenómeno de estos tiempos es la fragmentación y la perdida de la costumbre de escuchar un álbum. Escuchas una canción una vez y no sabes cuando la vas a volver a escuchar.
– Hablabas de nuevos músicos pero los referentes de hoy (Ciro Pertusi, Dargelos, Andres Ciro) son tipos que promedian 35-40 años. Y después….no hay nadie de menos edad!
– Si, pero van a ir apareciendo. Creo que está en decadencia la figura del “héroe”, el “rock star” que va solo, al frente. Esto también se ha reformulado de la misma manera que el negocio y las maneras de consumir música. Estamos más en una etapa de bandas que de tipos referentes por las suyas. Es cierto que seguimos teniendo referentes clásicos pero no me preocupa que no esté ese tipo como foco que alumbra a los demás. Todo decanta, vuelve e irán apareciendo cosas. Hay generaciones intermedias…
– De las cuales tampoco hay referentes.
– Si, es cierto. Hay un fenómeno más veloz de instalación y desaparición de artistas pero no me resulta preocupante. Quizás, hasta está bueno que el protagonismo lo tengan las canciones y no tanto las personas. Que te enganche una canción y no que sea una apuesta segura que saque un disco X y que seguro va estar bueno. Prefiero que lleve la voz cantante por un rato, las canciones, el arte y la música. Después, cada cosa se irá acomodando y los autores de esas canciones se irán convirtiendo en referentes o no. Un país que tuvo personalidades tan importantes como un Spinetta, un García, un Paez, un Indio Solari, un Cerati…Son muy potentes para empardarle la mano y con mucha música grabada después.
– Hay que considerar eso también.
– Spinetta no es solo Spinetta sino un contexto en el cual se desarrolla él como artista. Una coyuntura irrepetible a este momento en el que se ha reciclado tanta música que también es muy difícil destacarte porque cuesta mucho ser y sonar “original”. En todo caso, ¿qué resalta? ¿La calidad de las canciones? Que hablen las canciones y no tanto las personas. No me parece mal ni preocupante. Esto lo digo porque tengo la sensación de que estoy todo el tiempo escuchando música buenísima.
– Después de Cromañon, ¿hubo una reflexión?
– Inevitablemente, hubo reflexión, discusión, peleas y dolor. Hubo incomprensión pero algunas cosas quedaron claras. Hubo un juicio, una sentencia que se apelara pero quedaron en claro algunas responsabilidades. Un fanático de Callejeros no va a aceptar nunca que sus ídolos tuvieron responsabilidad en la muerte de las casi doscientas personas.
– Es imposible pedirle que admita eso…
-Si…pero sacando a los fanáticos del medio, hubo una reflexión en el medio. Esto no quita que un pelotudo prenda una bengala o que el Pato Fontanet siga cometiendo las mismas boludeces mientras actúa en el interior del país como meter más gente de la permitida y esas cosas. Pero si, se instaló el tema de un modo que es beneficioso al rock pero de un modo que le hizo mucho daño al rock argentino en lo que hace a espacios para tocar, y la demonización del rock por culpa de un puñado de imbéciles.
– Ahí hay un terreno que hay mucho para volver a ganar.
– Sobre todo en esta ciudad gobernada por un fascista que cierra todos los boliches porque tiene que hacer su propio negocio. Pero son luchas que uno no debe abandonar y debe ir resolviendo. Hubo una reflexión. Todos los periodistas, en mayor o menor medida, hemos recogido el guante con respecto al análisis de lo que sucedió. No para repartir culpas y poner el dedo acusador sino para saber por qué pasó lo que pasó. Esta es la única manera de evitar que vuelva a ocurrir semejante bestialidad. Me parece que hay una reflexión y un estado de las cosas que tiene presente a Cromañon todos los días. Sobre todo aquellos músicos que están tratando de abrirse paso en el escenario post Cromañon.
– En especial fueron afectados aquellos representantes del rock de base…
– Si…los grupos que se querían abrir camino, por culpa de estos tarados, terminaron encontrándose con una ciudad de Buenos Aires clausurada. No jodamos. He ido a ver recitales, desde el año 80 y vi recitales en antros infectos, sin la más mínima medida de seguridad. Sali vivo porque a ningún pelotudo se le ocurría prender una bengala en un lugar cerrado. Hay que reflexionar al respecto. No es ponerse en “mira lo mal que hicieron”. Por respeto a los muertos, a los familiares de los muertos y a los sobrevivientes que se despiertan gritando en la mitad de la noche, tenemos que reflexionar sobre este tema. Le moleste a un fanático de Callejeros o al imbécil de Patricio Santos Fontanet, que sigue tocando y lucrando cuando tiene sobre sus espaldas doscientos muertos que son parte de su responsabilidad. No digo que sea el único. Todos hemos contribuido, de alguna manera, a Cromañon, pero yo no metí bengalas. Las metió Patricio Santos Fontanet. Por eso, me irrita profundamente –y lo señalo cada vez que puedo- que ese tipo, invocando su derecho a trabajar, siga lucrando, tocando en el interior, llevando pibes que no se ponen a reflexionar ni un segundo, que tienen atrás, doscientos muertos. Ese tipo tuvo mucho que ver con eso. No lo digo yo sino una causa judicial donde están probadas todas las causas que llevaron a esa situación. La reflexión está presente pero hay que mantenerla. En la primera de cambio, como somos argentinos, nos creemos más piolas que nadie –“a mi no me va a pasar nada”- decimos que ya pasó y ya pasó…las pelotas. No es que todo pasó y no nos va a pasar nada. Inevitablemente, tarde o temprano, algo pasa.
– Viste recitales en los 80 y muchos en los boliches de Chabán. ¿Como se le pudo haber escapado esto que ocurrió, con su experiencia de 25 años en los boliches?
– Chabán era un loco que manejó sus cosas, dentro de su hippismo, tratando de acceder a cierta lógica. De hecho, la noche del 30 de diciembre, él sube al escenario y dice “pelotudos, dejen de prender bengalas porque nos vamos a quemar todos”. A Chaban se lo ha demonizado mucho aunque también tiene que hacerse cargo también de lo que pasó. Fue condenado y tiene que pagar parte de su culpa. En mi caso, fui a infinidad de shows en Cemento, Die Schule, y no pasaba esto. El público se autolimitaba y se autocuidaba. Cada uno labura desde cierta lógica.
– Coincido.
– Una vez hice una nota con Daniel Grinbank por los muertos que hubo en un recital de Kiss, los dos pibes que se tiraron de una tribuna a otra. Grinbank me decía “hago seguridad pero desde cierta racionalidad”. Si un tipo dice, desde una tribuna, que va a “volar como un tucán” y se tira, ¿qué se puede hacer? A esto me refiero cuando hablo de cierta responsabilidad. Y Chabán….¡era Chabán! Todo aquel que fue a la puerta de Cemento lo veía. “Che, Omar, somos cinco….” Y pagaban tres y entraban, pero no pasaba nada. Eso también era una informalidad. No pagaste una entrada por lo que no te cubre nadie si pasa algo allí. Esto formaba parte de la improvisación que había.
– Que después se profesionalizó en la forma de manejar los espectáculos.
– Si, un poco si y en otros casos, no. Las cosas se desmadraron de una manera que se volvió todo inmanejable. Si el público no piensa en su propio bienestar, si los músicos meten pirotecnia por izquierda para que no lo vea la gente de seguridad, si se cuelgan banderas que son inflamables y además metes seis mil personas cuando entran dos mil quinientas…¡pará un poco! Estas jugando a la ruleta rusa con todas las balas y quizás, esa noche, te salió la que tenía el lugar vacio. Pero un día, te va a estallar la cabeza. Y fue lo que pasó.
-En un recital de Divididos, murieron dos chicos electrocutados….
– Si, pero lo de Bulacio es otro tema referido a la represión policial. A Bulacio se lo llevan en la puerta y lo cagan a palos en la comisaría. Ahí hay otra cuestión…
-Que es la criminalización del rock.
-¡Claro! A veces, en los shows de los Redondos, ¡costaba llegar a la puerta de Obras directamente! En Cemento me pasó lo mismo que fui a verlos y terminé escuchándolos porque era una masa de gente que no se podía pasar. La frase “no cabe ni un alfiler” la vi dos veces con los Redondos, una en Obras y otra en Cemento. No cabía nada. Era escuchar lo que estaba pasando. ¡Lo que era salir de la caja de zapatos de Cemento…! Ahí también decíamos “acá llega a pasar algo y nos morimos todos”. Cemento tenía un portón gigante que lo abrían cuando se terminaba todo. Si ahí se vuelve loco el público y el que está arriba del escenario, tenés el caldo listo para una tragedia.
-En el caso de Walter, y lo dice en el libro “El templo del rock”, de Gloria Guerrero, María del Carmen Verdú, la abogada de la familia Bulacio y de la Correpi, dice que la Negra Poli fue la que llamó a la policía para reforzar el tema de la seguridad, porque necesitaba “contener” una banda de pibes de Aldo Bonzi en el ingreso, que siempre era difícil.
– Pero todos los grupos tienen que contratar seguridad adicional y lo han hecho. Mirá, todo está sujeto a debate. No podés hacer un concierto sin seguridad. Sé que es antipático pero es lo que hay. Encima, los Redondos tenían un problema. Se le subía la gente al escenario todo el tiempo. Estuve en el show de «Satisfaction» donde colgaron una bandera que decía “un verdadero redondito no arruina la fiesta”. Y les arruinaron la fiesta.
– El problema de estos grupos, es que no pueden cambiar. El caso del Toti Iglesias que no podía tocar en un festival de John Foos porque “en el barrio me matan”.
– Es la decisión de cada artista. Si vas a hacer lo que el público espera de vos, está bien pero sos preso de tu público y tu demagogia. Como artista tenés que seguir tu instinto estético. En Argentina, los músicos más destacados no siguieron lo que el publico esperaba de ellos. Cuando sacaron los pies del plato, los abandonó pero bueno si tu instinto artístico te dice que tenés que ir por ahí y el público te dice que vayas por allá, mala suerte. Pero si vas a vivir de los dictados de tu público…
– Me acuerdo de discos como el segundo de Turf o “Un tajo en la oreja”, el tercero de Blues Motel, que les destrozó la carrera.
– Y bueno… Si las primeras canciones las hiciste pensando en vos mismo, lo mismo tenés que hacer con las segundas y terceras. El día que empezás a componer pensando en que tu público te acompañe, sonaste. Pero es un camino que elegís, pero eso si, no protestes. Me parece tan valido el que hace lo que se le canta las bolas como aquél que hace todo pensando en el publico.
«Rebeldes, Soñadores y Fugitivos». AM 750. Lunes a viernes de 22 a 24 hs.