Recitales: A-ha en el Movistar Arena. El delicado sonido de la gelidez.

Tras dos años de retraso y postergaciones pandémicas, A-ha presentó su «Hunting High and Low Live», la gira que celebra la publicación de su gran disco debut. Con un sonido impecable y prolijo, recorrieron buena parte de su carrera. Buenas canciones, nostalgia y un público leal y feliz son algunas pautas de una crónica que también llama la atención sobre aquellos pocos que se van antes.

Había expectativa para ver a A-ha. Su presentación en estas tierras se había postergado, cortesía del Covid, por dos largos años. La deuda quedó saldada el pasado viernes 25 de marzo.

Parecía que el día nublado iba a conspirar contra el show del trío noruego compuesto por Morten Harket (voz), Magne Furuholmen (teclado) y Pål Waaktaar-Savoy (guitarra). El motivo era conmemorar, de manera demorada, el 35 aniversario de la edición de “Hunting high and low”, su icónico primer disco.
De a poco, iba llegando la gente al recinto que comparte fronteras con la cancha de Atlanta. Una franja etaria que promediaba los 40 años y vestida más para una función de teatro que para un recital, fue colmando las instalaciones del coqueto Movistar Arena, que es un shopping con la capacidad para que se toque un artista.
El dúo Desierto y Agua, compuesto por Andrea Feiguin y Daniel Riaño, matizó la espera con su atrapante combinación de música andina y electrónica. Los presentes fueron testigos de una performance que estuvo acompañada por imágenes y bailarines en escena. Un muy buen aperitivo para un concierto que buscaba reverdecer aquél tiempo que, hoy en día, ha quedado lejos.
 
Tras el consabido apagón que amerita la ocasión, los primeros en aparecer –y sonar- fueron el baterista Karl Oluf Wennerberg y el bajista Even Ormestad. Ambos conformaron una base excelente sobre la cual Furuholmen y Waaktaar-Savoy crearían las melodías para Harket de cuenta del muy buen estado de su voz. Ataviado de remera, lentes y zapatos negros, jeans y el pelo atado, Harket paseaba su presencia glacial, con la impronta de un político cool. Apenas pronunció palabra a lo largo del show (sólo invitó a hacer los coros en «Hunting high and low») lo cual si hizo Furuholmen que esbozó algunas líneas en castellano y presentó algunas canciones.
El concierto tuvo la particularidad de, si bien era un aniversario especial, mantener el orden de los temas del disco salvo con los hits, ubicados estratégicamente en el final del set, por orden de importancia. De esta manera, sonaron sucesivamente “Train of Thought”, “The Blue Sky”, “Living a Boy´s Adventure Tale” y “And You Tell Me”.
El sonido era preciso, sin fisuras al tiempo que hacía de la prolijidad su estandarte en los casi 80 minutos de duración del espectáculo.
 
El ambiente era de sobrio regocijo y comodidad. El público se sentía pleno con lo que estaba viendo. El repertorio continuó con “Love is Reason”, “I Dream Myself Alive” y “Here I Stand and Face he Rain” al tiempo que las pantallas devolvían lo que ocurría en el escenario con un blanco y negro de una película clásica, de antaño.
El sonido pleno de sintetizadores y melodías bien construidas volvió a imponer su ritmo tal como hace cuatro décadas. El arcón de los recuerdos se abría para traer esos momentos que se añoran. Suenan de manera sucesiva “Hunting High and Low”, “The Sun Always Shines on T.V” y ese clásico eterno que es “Take on Me”, interpretada en su versión original, alejándose de algunas más recientes en formato unplugged.

 
Termina el disco recordado y la banda se marcha unos pocos minutos para recobrar energías. En su retorno, lo primero que se aprecia es el cambio de sonido. El teclado le deja su protagonismo a la guitarra. Tal es el caso de “Sycamore Leaves” que dio el puntapié inicial a esta segunda parte. Esto lo certifica el propio Furuholmen que dice “Dejamos los ‘80” y las pantallas dan paso al color en sus imágenes.
“The Swing of Swings” y “Crying in the rain”, el cover de Carole King se mezclan con dos estrenos que serán parte del próximo disco –a decir del locuaz (¿) tecladista-  como “Forest For the Trees” y “You Have What it Takes”.
 
El cierre llega con “Scoundrel Days”, el clásico discotequero “I`ve Been Losing You” y “The Living Daylights”, tema que formó parte de la -floja- película homónima de la saga de James Bond.
Termina un concierto disfrutable y muy entretenido. Todo suena en su lugar. Quizás algún inconformista preguntará por qué no sonaron “Manhattan Skyline”, (¡que buen video!) “Cry Wolf” o “Stay on these roads” pero la playlist estuvo bien al igual que su duración. Los noruegos hicieron de la corrección –con todo lo que implica esta palabra- un estandarte basado en muy buenas canciones que perdurarán a través de los años por los medios de comunicación -ya sea la radio o las redes sociales- y el conocido y siempre efectivo “boca en boca”.
 
Como apostilla final, diremos que hubo mucha nostalgia de adolescencia pop, de peinados “doble nuca” o jopos prominentes con actuales espectadores que, pareciera, están lejos de la ceremonia de un recital de rock. Al respecto, sorprende que haya gente que se vaya antes que termine el show. Más aún cuando el horario y la ubicación del Movistar Arena favorecen el rápido retorno a los hogares. Esto ya lo habíamos visto con Garbage y Joss Stone, por citar algunos casos. No es por comparar artistas, pero ¿se hubieran ido si eran los Rolling Stones o Paul Mc Cartney? Arriesgo una respuesta afirmativa al interrogante. El problema no sería –obviamente vamos a usar el potencial- que el artista sino personas que privilegien salir rápido con el auto o tomarse el colectivo y perderse momentos por demás emotivos, tal como suelen ser los cierres y bises de los shows. ¿Para qué vas? Es como jugar futbol y no quieras ensuciarte o transpirar. Pero ya está. “Fui, me emocioné con ‘Take on me’ y me voy a casa”. Listo. Ojalá se tomen el trabajo de escuchar la obra de A-ha (o quien sea) en vez de ser «fans de hits», haciendo un recorte por demás banal de una carrera artística.

En tiempos de corrección exacerbada y pasteurización de normas y reivindicaciones varias, con el privilegio de las “formas” por sobre el contenido (como si el tono empático permitiese que 2 + 2 sea 9), esta situación no extraña en absoluto. Forma parte del paisaje social. Ir a un recital para escuchar hits y marcharse presurosamente para evitar aglomeraciones es muy “vacío” pero bueno. Mañana hay que levantarse temprano para ir a trabajar. La mística te la debo.

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