Spinetta y las Bandas Eternas. A diez años de un concierto inolvidable

Todos tenemos momentos que se graban en la retina de los recuerdos imborrables. Más aún si sos de los que te gusta la música, con cierta melomanía exacerbada con la concurrencia a recitales.
Este fue un caso por demás particular ya que quería ver a Luis Alberto Spinetta en esta convocatoria tan especial bajo el nombre de “Las Bandas Eternas”. Era la posibilidad de poder ver en vivo a bandas como Pescado Rabioso (de la que soy fan absoluto), Invisible, Almendra, Los Socios del Desierto y Jade asi como parte de su carrera solista. Todo conformando un vasto legado al rock argentino y latinoamericano, porque no decirlo.

La anécdota del show fue la llegada al mismo al que concurrimos con mi amigo Enrique, vía tren Sarmiento, bajándonos en la estación de Liniers. No habíamos hecho de las entradas con anterioridad por lo que fuimos a las boleterías con el fín de comprarlas in situ. Eran las 19.30 hs y nos pusimos a hacer la cola. Por ahí se veía a algunos discapacitados insultando porque tenían que pagar su entrada en vez de recibirla gratuita por su condición. Cuando nos iba a tocar el turno, llegó una chica embarazada que nos pidió por favor si la podíamos dejar pasar. Obviamente, le dijimos que si. Compró sus entradas y cuando nos tocaba el turno, desde la boletería se escuchó un “no hay más entradas”, bajando la persiana de la boca de expendio. ¡¡Nos queríamos morir!!
Pero no nos desilusionamos. Empezamos a dar vueltas por el estadio en busca de la tan detestada reventa. En un momento, se acerca un tipo y nos dice “chicos, van al recital? Me tengo que ir ya mismo. Se las regalo!”. Así como apareció, se marchó.
El milagro estaba en marcha.
A los pocos metros, nos topamos con otro hombre que nos dice “Buscan entradas para el concierto del Flaco? Tengo esta platea para venderles…”. Como la primera nos vino de arriba, pudimos regatear algo y compramos esta segunda para poder ver el recital. Nos separamos con Enrique ya que eran plateas diferentes y nos fuimos a disfrutar del show.

El recital ya había empezado cuando ingresamos al estadio que estaba lleno, en su plenitud. El público era heterogéneo y se podían ver padres e hijos o jóvenes y adolescentes. Eran más de las 21.30, hora de inicio real que habíamos escuchado desde afuera del Amalfitani, con “Mi elemento” y «Tu vuelo al fin», dos joyas de su último álbum “Un mañana” abriendo el maratónico y sublime show que marcaría la historia de nuestro rock.

La formación inicial de la banda que acompañaría al Flaco contaba con Sergio “Koala” Verdinelli en batería, Nerina Nicotra en bajo y Guillermo Vadalá en guitarra junto a Luis y su mítica Pensa roja. La primera guitarra estaba a cargo de Baltasar Comotto. 
A partir de allí comenzó el desfile de figuras y las presentaciones que realizó el Flaco a cada una de ellas. Justamente, lamentó la ausencia invitados como Pedro Aznar y Lito Vitale y el no haber podido tocar algunos de sus temas preferidos “de Moris, el Indio Solari y Hugo Fatorusso”

El show estuvo dividido en dos partes. La primera fue la que tuvo en el centro de la escena a Jade y parte de su trabajo solista. Aquí es donde se concentraron la mayor cantidad de invitados. Del principio, fue cambiando los componentes de la banda para que se vaya conformando “Jade”. Desfilaron Juan del Barrio, Diego Rappoport (“un maestro que vive en Bariloche” dijo el Flaco y arremetieron con “Ella también” y “Umbral” –del disco “Kamikaze”), Leo Sujatovich, («Era de uranio» y «Vida siempre») el Mono Fontana (con ovación incluida para hacer “Alma de Diamante” –con Juan del Barrio en el escenario para este recuerdo- y dos clásicos solistas de Spinetta como “Fina ropa blanca”, de su disco “Don Lucero” y “Al ver verás” de “Tester de Violencia”). También sube Javier Malosetti por primera vez para tocar con ellos, al tiempo que otra gema como “Maribel” (nuevamente con Sujatovich) sonó en Vélez.

Los músicos entraban y salían en medio de fantásticas y retocadas versiones de canciones que nunca perderán vigencia. Llega el turno de Fito Paez para aportar teclados a «Las cosas tienen movimiento» y «Asilo en tu corazón» (de “La la la”, el disco a dúo hecho con Spinetta, allá por 1986). El desfile de estrellas continúo con la aparición de Juanse para cantar un tema de Pappo’s Blues, “Adonde está la libertad”. El oído atento captó al instante que alguien del público le gritó “Pomelo”. A través del tiempo es apreciable como el personaje de Diego Capusotto se ha incorporado al personaje de Juanse….aunque también es extensible a varios. 
Paso siguiente, el que sube (con ovación incluida), enfundado en unos jeans rojos, es Gustavo Cerati. Maestro y discípulo entonan seguidamente “Te para tres” y “Bajan”, el tema de Pescado Rabioso (en realidad, de Spinetta solista, del genial disco “Artaud”) que Cerati versionó en su álbum debut “Amor amarillo”. Terminadas ambas, es apreciable la devoción que Cerati le tiene a Spinetta al escuchar no solo las dos canciones sino al decirle, con lágrimas en los ojos y juntando las manos que, “si hay un sueño cumplido, es este”, al compartir un escenario con él.
Hablando de «Artaud», Spinetta homenajea al mencionado disco con “Cementerio Club” (tema que hizo Soda en su “Comfort y música para volar”), junto a con su hermano Gustavo en batería, tal como fue en 1973.

Un punto a destacar del show fue que Spinetta se dio el gusto de versionar con alta calidad otras canciones que no eran de su autoría como “»Mariposas de madera», de Miguel Abuelo. Allí, el Flaco reconoce que, inconscientemente, tomó algunas cosillas prestadas de la canción para hacer “Muchacha, ojos de papel”. Sube un gran bajista como Beto Stragni y hacen el tercer cover de la noche: “El rey lloró”, de Litto Nebbia. Para el que sería el cuarto tributo (en el buen sentido de la palabra), suben sus hijos Dante (“un excelentísimo guitarrista que tendría que tocar más la guitarra” dijo papá Luis) y Valentino, para hacer una versión funk-rap de “Necesito un amor”, de Javier Martínez, el poeta urbano de la legendaria Manal. La última versión que hizo Luis fue “Filosofía barata y zapatos de goma”, de Charly García que será la excusa para invitarlo al bicolor para que suba al escenario a hacer “Rezo por vos”.

De esta manera, terminó la primera parte del concierto. Tras quince minutos de descanso, subió Luis al escenario, acompañado por Los Socios del Desierto, en un emotivo y contundente set dedicado a la memoria de Daniel “El Tuerto” Wirtz, fallecido hace poco tiempo. Por ende, su lugar en la batería lo ocupó Javier Malossetti y el resto, Marcelo Torres en bajo y Luis en guitarra. Con esta formación hicieron «San Cristóforo», «Bosnia» y «Nasty People», tema que dedicó el Flaco a «toda la gente que maneja irresponsablemente«.

Un mínimo corte antecede a uno de los más altos puntos de la noche. Es la presentación de Invisible con Pomo y Machi Rufino al tiempo que otra ovación atraviesa el estadio. Si alguien quiere saber como debe sonar un trío, debe escuchar Invisible. La forma y la calidez de su sonido mantuvo su vigencia a través del tiempo. «Durazno sangrando», «Perdonado (Niño condenado)» y la fantástica «Jugo de Lúcuma» iluminaron la noche velezana. Ni hablar de “Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo”, del álbum debut de la banda. Ante la ausencia de Tommy Gubitsch, Luis Alberto convocó a otro gran guitarrista como Lito Epumer para cerrar un excelente set, con “Amor de Primavera”, el tema de Tanguito. 
El breve retorno de Invisible será inolvidable para quien lo haya presenciado. Para muchos, fue descubrir un trío de excelsa calidad, para otros, la confirmación respecto a uno de los más interesantes y creativos combos craneados por Spinetta.

Después de esto, ¿qué más puede haber? Luis responde con “No se vayan, que todavía hay más” y se produce el regreso más festejado de la noche: Pescado Rabioso. A un fan de Pescado, que nunca en su vida pensó que iba a poder ver a semejantes monstruos de nuestro rock, fue un sueño hecho realidad. Más aún, cuando uno recuerda el amor al disco “Pescado 2”, en vinilo y la cantidad de veces que fue escuchado. Nos secamos los ojos y vemos que David Lebon salió del bajo de aquella época para hacerse cargo de los solos en la seis cuerdas de los primeros temas del set. De más está decir que es considerado uno de los héroes de la guitarra de nuestro país. Junto con el Ruso (ovacionadísimo), suben Guillermo Vadalá en bajo, Carlos Cutaia en Hammond y Black Amaya en batería. Abren el set más largo de las “Bandas eternas” con «Poseído del Alma». Lebon se hace cargo de las voces en “Hola dulce viento” para que la banda después, arremeta con «Serpiente (viaja por la sal)» del primero de Pescado, “Desatormentándonos” y con esa gema llamada «Credulidad», de Pescado 2. Con “Despiertate nena”, Lebon sigue demostrando porque es uno de los mejores guitarristas del país. A posteriori, Spinetta invita al escenario a “un tapado que tocó con Pappo y muchos más: Bocon Frascino” para una antológica versión de «Me gusta ese tajo». El cierre es épico. No podía ser de otra manera: «Postcrucifixión» en su punto máximo, con el campo de Velez haciendo pogo, al tiempo que se escuchaba “Pes-ca-dooo, Pes-ca-dooo” y “Pescado, no se va; Pescado, no se va”.

Al termino de cada banda, Luis dice que “hay más”. Claro, ahora falta Almendra. Luis los presentó como “genios” (imperdible Spinetta como buscaba adjetivos nuevos para presentar a los invitados y no repetirse, riéndose en abierta complicidad con el público). Subieron Edelmiro Molinari, Emilio del Guercio y Rodolfo García, en ese orden. Sonó “Color humano”, “Fermín” y “Hermano perro” con un pico de emotividad comparable al de Pescado. Se los nota relajados, tocando bien con algunos arreglos realizados para la ocasión. Para terminar, Spinetta le dedica un tema a su mamá Julia. Solo, con su guitarra y con los coros de los otros tres chicos de Belgrano, canta “Muchacha, ojos de papel”. Pico emotivo de la noche.

A la vuelta del corte, Spinetta presenta a una banda formada por padres de los chicos del colegio Ecos, que murieron en una ruta de Santa Fe. El Flaco se comprometió con esta causa desde el comienzo. Sube como invitado, Ricardo Mollo y hacen «8 de octubre» (compuesta por Luis en colaboración con León Gieco –“un gran ausente que está presentando en La Habana esa película maravillosa llamada “Mundo alas”).
¿Se quieren ir?” pregunta Spinetta a la vuelta del corte. “Nooo!”, responde el público. “Bueno, porque quiero que me hagan los coros en estos temas”. Empieza a sonar “Seguir viviendo sin tu amor”, a la que le seguirán «Yo quiero ver un tren» y «No te alejes tanto de mí».

Cuando se piensa que terminó la función, vuelve a subir Spinetta solo, con una remera de “Conduciendo a conciencia”, la ONG con la que colabora. Dice que él pidió salir con Charly con esa remera para la portada de la revista Rolling Stone. Le dijeron que si pero cuando salió, cortaron la remera y dejaron solo las caras de Charly y suya. Asi, invitó al estadio a levantar el dedito del medio para la revista e invitó a todos los músicos que participaron con él a subir al escenario, enfundados con la “remera de la discordia” (que no tendría que ser tal…pero RS no la quiso sacar). “A ver como sacan ahora la remera” dijo Spinetta.

El recital terminó siendo un homenaje a lo más granado del rock argentino, con sensibilidad y calidad, en presencia de gran parte de los músicos más importantes del país.
La vuelta a casa fue larga pero felíz. Un chori en la via del Sarmiento intentó paliar el hambre y el frío. El colectivo 8 nos depositó en casa, con la incógnita de saber como ir a dormir con esta alegría que brota por el cuerpo. 

Hoy, a diez años de aquél concierto único e histórico, la emoción es aún mayor. Luis pasó a la eternidad. Muchos no lo sabíamos pero iba a ser que la última vez que lo veríamos sobre un escenario. Lo mismo ocurrió con Gustavo Cerati, Diego Rappoport y Beto Satragni. 
Me limpio los ojos y continúo tecleando en el Word. Ahora, mientras escribo esta nota o como se llame, suena «La bengala pérdida». Tomo un sorbo de un café frío y termino esta crónica volviendo a recordar lo ocurrido en la cancha de Velez. El tiempo pasa y nos ponemos un tanto más sensibles con los hechos. Escuchar nuevamente ese concierto y cerrar los ojos para dejarse llevar por la emoción de lo vivido…junto con la tristeza de la partida de grandes artistas. 
¿Qué mejor homenaje para festejar que los diez años de las Bandas Eternas que escuchar el concierto? Ninguno. Bueno, probablemente sea difundir esta música maravillosa y agradecer a Luis Eterno Spinetta por su arte y su humanidad. Amén.

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