De tal modo, se tocan en cuatro breves historias, temas como la belleza femenina, y las relaciones maestro-alumna, hermanas y terapeuta-paciente, sin caer en frivolidades ni en la risa burlona tinellesca sino en la comprensión de los acontecimientos a través de una mirada emergente de corazón. La poética no cae en la sensibleria ni el almibar edulcorado de un romanticismo naif.
Otro gran mérito que tiene la puesta es que, si bien es de neto corte femenino, esto no implica que sea excluyente para los hombres. Por el contrario, ellos verán la posibilidad de indagar en un mundo tan misterioso como desconocido al que, lamentablemente, no ingresan ni por curiosidad. Una escenografía mínima permite que las palabras lleguen a destino sin escalas, salvo aquella que permite una iluminación creadora de climas y espacios. Ingrid Pelicori y Claudia Tomas se encargan (con solvencia) de ser las caras de una Antígona que sigue estando presente en los escenarios.