Si hablamos de Federico García Lorca y que un texto sea tomado por Juan Carlos Gené, está todo dicho. La calidad está garantizada tanto desde las palabras del poeta granadino como en la puesta desarrollada por el Maestro Gené. Esta versión personalísima de “Bodas de Sangre” cuenta con la sutileza y la maestría que brindan las buenas actuaciones, concentrándose en el hecho teatral, sin caer en delirios de fría modernidad.
Aquí solo hay cuerpo, alma y corazón, con música interpretada en vivo y una iluminación tenue y absolutamente exacta para recrear el amor, la muerte, la pasión y los convencionalismos sociales de una sociedad que no está tan lejos, en algunas aristas, de la actualidad. Pero quien lleva el hilo conductor aquí es el propio Gené que va intercalando su propia voz con el personaje del padre de la novia, con precisión y exactitud, sin decir una palabra de mas y manteniendo, cada caso, el rol que le corresponde. Verónica Oddó dota a sus madres con sensibilidad y dolor, sin caer en excesos de ningún tipo. Camilo Parodi es el novio y es Leonardo (porque solo Leonardo tiene nombre) en cambios de roles precisos y creíbles mientras que la pasional Violeta Zorrilla es la novia y mujer, que llora, sufre y ama, por la cual pierden los hombres la cabeza y el raciocinio, en una actuación para recordar.
Juan Carlos Gené hace honor al gran Federico García Lorca con una puesta de excelente calidad haciendo hincapié en algo que parece sencillo pero es muy difícil (por lo visto) de alcanzar, conmover con las palabras de una obra de teatro en un hecho teatral puro y concreto