El tiempo y sus vaivenes
Dramaturgia y dirección: Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu. Con José María Marcos, Laura Lértora, Hernan Grinstein, Melisa Hermida y Magui Grondona. Voz en Off: Eugenia Alonso y Claudio Tolcachir. Vestuario: María Emilia Tambutti. Escenografía y realización escenográfica: Ariel Vaccaro. Iluminación: Eduardo Pérez Winter. Edición de sonido: Rodrigo Sánchez Mariño. Música: Gabriel Chwojnik. Fotografía: Giampaolo Samá. Diseño gráfico: Andrés Mendilaharzu. Asistencia de dirección: Matias Labadens. Producción: Rocio Perez Silva, Maxime Seugé y Jonathan Zak.
Timbre 4. México 3554. Viernes, 23.30 hs y sábado, 20.30 hs
El paso del tiempo, en algunos casos, obra como el vino. Pero también dependerá, en un punto, que dicho vino sea “reconocido” en sus virtudes como tal. Caso contrario, ¿Quién se entera de sus bondades?
Teatro como ficción del propio teatro al tiempo que tiene aristas de un documental inventado. Pero siempre girando en torno del quehacer teatral a través de plantear una situación que deriva en preguntas propias de quienes habitan dicho mundo. En este caso, Nicolás Molinari, un viejo director teatral, decide volver por sus fueros y presentar su nueva obra. Más allá de las situaciones que encara al respecto, será a través de su figura donde la dupla creadora plasmará certezas y preguntas. El director confrontando con su propia historia y el reconocimiento (o no) de un ambiente que tiene tantas historias como protagonistas. Igualmente, el planteo se hace tanto desde el humor como del gusto de pertenecer a un espacio y una pasión tan genuina como la que tiene el teatro. No queda nadie afuera, ni siquiera los críticos. Pero ojo, podrá sentar posición sobre variados aspectos pero sin perder nunca ese mix de humor sutil con fina ironía. Podrá despertar tanto una sonrisa cómplice y el mudo diálogo entre dos enunciados que se conectan por vivencias e ideas varias. Significación y resignificación constante. Feedback que se producirá como el devenir de las estrellas, sin prisa pero sin pausa pero con una dinámica atrapante.
Un elenco de probada calidad lleva a buen puerto la nave con forma de obra de teatro. Será José María Marcos el capitán de un navío sólido, tal con la probada experiencia y sensibilidad con la que cuenta. El desarrollo de su personaje, que decantará en una mueca absurda que finge diversión, es elocuente. Guiños, tics y características propias del teatro que se extenderán a otros aspectos de la vida y relaciones humanas. El ego y su sensibilidad, la necesidad de reconocimiento al tiempo que se niega tal pedido. El ser humano en sus más puras contradicciones en un mundo que no perdona el paso del tiempo y manda a cuarteles de invierno a seres preclaros por el simple hecho de “portación de años” en un documento que sirve únicamente como valor cuantitativo. El elenco lo secunda con sapiencia, dando cuenta de un aceitado trabajo donde todo está en su lugar, sin lugar a ningún tipo de errores que haga naufragar la empresa. La escenografía es tan ilustrativa como versátil al requerimiento de la puesta y los cambios que propone.
“Capitán” divierte y reflexiona sobre las particularidades de un teatro tan universal como las relaciones humanas que surgen más allá del escenario.