Volver al futuro
Dramaturgia y actuación: Nahir Sánchez Romero. Vestuario y maquillaje: Yésica Quiroga. Estrategia De Comunicación y redes sociales: Estefania Antonela. Músico En Escena: Sebastián Bistolfi, Fernando López, Leandro Paladini, Mariano Quintana. Música y letras de canciones: Villera Vip. Fotografía: Lucho Olivera. Diseño gráfico: Cristian Laureano. Asistencia De Producción: Paula Sanchez. Producción ejecutiva: Rodrigo Bistolfi, Fernando López. Producción general: Paula Peralta Piontti. Director musical: Luciano Huarte. Dirección general: David Gudiño. Duración: 50 mins.
Funciones noviembre. Jueves 6, a las 21 h y domingo 16, a las 19 h. El Alambique. Griveo 2350.

Parece que los años 90, se han convertido en una especie de placer culposo. “Lavarle la cara” a la segunda década infame está de moda, banalizando lo acontecido así como una demencia fingida ante el período dominado por CSM (obviamente, lo nombramos así por motivos bien conocidos).
Pero (siempre hay un “pero”), hay excepciones que confirman esta regla, que tienen una mirada crítica no exenta de humor. Tal es el caso de “Cruda –hija de los 90-”, unipersonal pergeñado por Nahír Sánchez Romero que retoma su propia vida en esos años, enmarcándola en una “anécdota” –ponele- inolvidable –con todo lo que implica esta palabra-. El famoso discurso de “El Carlo” en el que afirmaba que, con una plataforma instalada en Córdoba, iban a salir naves que “van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera. Desde ahí, elegirán el lugar donde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo”.
Por tal motivo, en un viaje de esos, Nahir cruza su camino con seres de otra galaxia que quieren invadir la tierra. Esta fábula por demás simpática y atrapante (dentro de otra, que es todo lo contrario), permite dar un buen pantallazo de lo que fue esa época. Más aún, cuando surge la historia de vida de nuestra heroína, a la que la paridad cambiaria y el “pizza con champagne” le hicieron una gambeta corta.
En medio de ese “1 a 1”, la baja inflación, la caída del mercado interno, el desempleo, las privatizaciones, los atentados (¡ups! Mencioné todo lo que no se debe del menemato), Nahir cuenta su origen “villero”, el cual es importante como condición identitaria. No lo esconde. Describe y denuncia la discriminación que sufre. De niña aprende las carencias que tiene a nivel económico, pero con una familia que le brinda contención. Su abuela trasciende el escenario, con luz propia. Por otra parte, paradójicamente (o no), quien le abre sus oídos –u órganos auditivos- son quienes quieren destruir la Tierra. ¡Recién es escuchada por alguien que está fuera de este planeta!
La música, a cargo de Villera VIP es parte fundamental de la puesta, con canciones que cuentan con diferentes ritmos. Las letras son elocuentes en tanto combina “la vida y el canto” junto con la catarsis necesaria frente al dolor y la injusticia que son moneda corriente en su existencia.
La precisa dirección de David Gudiño (“El David marrón”) brinda cohesión a un relato atrapante, que no banaliza ni pasteuriza la vida de Nahir. Por el contrario, en el mix con la música, permite que llegue desde otro lugar pero con la contundencia propia de su vida. Nahir Sánchez Romero logra una actuación sensible y cautivante. No teme en exorcizar su dolor de pequeña, en linkeo con una realidad desquiciada que es una copia más cruel y bizarra (¡aunque usted no lo crea!) de esos años.
“Cruda –hija de los 90-” hace honor a su nombre. Brinda una radiografía exacta y reflexiva, con toque de humor e ironía, para dar cuenta de lo que era vivir lejos de Miami en una panacea reservada para muy pocos. Una ilusión tan creíble como la teoría del derrame y sostenida a partir del egoísmo.
