Dramaturgia: Katja Brunner. Traducción: Carla Imbrogno. Con Julieta Vallina, Javier Rodríguez Cano, Cinthia Guerra, Julián Krakov, Matias Labadens, Francisco Lumerman, y Lala Mendia. Escenografía: Eliana Itovich. Video: Felipe Garrido. Animación: Javier Timossi. Ilustrador: Augusto Consthanzo. Diseño gráfico: Julieta García Zacarías. Asistencia de dirección: Marcelo De León. Producción: Rocio Perez Silva. Dirección: Diego Faturos.
Timbre 4. México 3554. Marzo: Viernes 20.30 hs. Abril: Jueves 21 hs.
Barajar y dar de nuevo. Replantear conceptos que, por nuestra concepción/crianza, no podrían pero si…de alguna manera. El individuo frente a situaciones que las han vivido desde una temprana infancia y el desconocimiento de otras similares. E incluso que este mismo hecho sea “lo no debido”. La dicotomía normal/anormal. Todo puesto en tela de juicio. O no. También dependerá del prisma que se adopte. Decisión pura y exclusivamente personal.Texto hecho actuación. O algo similar. Intento de…pero llevar a las tablas la creación de Katja Brunner no debe haber sido trabajo fácil para Diego Faturos. Recordemos que la puesta había sido presentada el pasado 2014 en el marco del Festival Internacional de Dramaturgia Europa + América. El traslado de ciertas ideas, creencias e idiosincrasias de otras latitudes a estos pagos suele ser difícil en su cometido. Más aún cuando hay temas que son por demás sensibles.
Palabras e ideas saliendo a borbotones, escupidas con frenesí de acuerdo al momento de la acción para pasar a la tensa calma previa al desastre (¿será tal?). Además, el planteo de ir a contramano con respecto a establecido –un padre obsesionado con su hija al tiempo que esta considera este amor «ilimitado» como normal- que pone en tela de juicio no solo su propia conducta sino la del resto de la familia. El rol de una madre que no puede (¿) o no quiere (¿) al tiempo que ve como su hija es su rival directo por un amor que –como tal- será incomprensible en pos de un hombre acaso prohibido.
Será la interrelación familiar, a través de la ironía, la controversia y el ir y venir de las acciones, la que lleve el pulso de una vida que dejará -¿seguro?- daños de todo tipo en tanto institución “familia”. La complejidad de la situación junto con el desarrollo de cada uno de los personajes hará que el escenario se transforme en una partida de ajedrez de neto corte estratégico, donde las chispas saltarán pero de manera contenida, hacia un final tan cerrado como tenso.
La forma en que Faturos encaró “Demasiado cortas las piernas” es arriesgada y fuerte. Plantear un coro de voces del “deber ser” que forman parte de la acción al tiempo que se desarrolla la misma, lleva el mundo de las ideas hacia otra parte. Será ese lugar del “deber ser” y el cuidado de las reglas sociales como escudo frente a lo acontecido. ¿Será válido? Si, en tanto el complejo de conciencia limpia haga su labor. Todo, mientras los monólogos acompasados de las protagonistas llevarán el texto a otra dimensión en tanto creación de sentido. Será la historia de amor entre un padre y una hija la que ampare cualquier tipo de contacto entre ambos. ¿O no?
El escenario cuenta con dos capas de mundos paralelos en los que conviven las realidades de una relación en la que pareciera no haber escapatoria. Multimedia incluida que dará cuenta de la situación de abuso vivida por la joven protagonista, el frenesí de cacofonías extremas podrá llegar a saturar a quien pone la lupa en esa excelente actuación que logra Julieta Vallina. Con la exactitud que la caracteriza, crea en esa niña/mujer un universo de emociones y sentimientos tan contradictorios como valederos.