“Después del ensayo” (Teatro)

El otro lado

De Ingmar Bergman. Con Osmar Nuñez, Vanesa Gonzalez y Silvina Sabater. Diseño de escenografía: Diego Siliano. Vestuario: Daniela Dearti. Asistente de dirección: Luna Perez Lening. Diseño Gráfico: Diego Heras. Iluminación: Horacio Efron. Dirección: Daniel Fanego.

Teatro: Picadero – Pje. Enrique Santos Discépolo 1857. Lunes 20 h.

Las historias del teatro, que incluyen los vínculos entre sus protagonistas, tienen ese “no se qué” que llama a la curiosidad. Más aún cuando esos relatos propios de los escenarios –y las bambalinas- pueden llegar a tener un correlato por fuera de aquellos. Amores, desencuentros o el tiempo jugando con el destino de los seres, ubicando los sentimientos en años completamente desfasados. Ni hablar si está la figura del enorme Ingmar Bergman de por medio.

En esta ocasión, un director de teatro recorre el espacio del ensayo en el cual se intenta llevar a cabo una puesta de Strindberg. Allí es cuando recibe la visita de Anna, joven actriz que tiene todo el futuro por delante, talento de por medio. Al respecto, es menester recordar que Bergman había estrenado “Después del ensayo” en cine donde, justamente, un director de teatro de nombre Henrik Vogler reflexiona sobre sus vivencias profesionales en sus años de carrera.

Con mucho de autobiográfico del enorme director sueco, Osmar Nuñez se pone en la piel de Vogler para revivir esos recuerdos y, por sobre todas las cosas, las deudas pendientes que trascendieron las tablas para saltar a la realidad. Por tal motivo, Raquel vuelve del pasado para inquirirlo sobre aquellos “incobrables” que quedaron en el “debe” de ambos, ya sea en el aspecto laboral -era una gran actriz- como personal. Todo lo que el amor no pudo pero sí el talento actoral y la pregunta de si esto es así o si fue al revés.   

La visceral Raquel, con toda la experiencia –excesos de por medio- de quien vivió con pasión, es la condición de producción del vínculo que puede establecer el –ahora- veterano director con la Anna que cuenta con el futuro delante suyo. Son las dudas del rol a llevar a cabo frente a la novel actriz y desde qué lugar.

Aquí es cuando el teatro se transforma en una copia de la vida (y viceversa) donde el público pone el ojo. Esa fascinación que ha existido desde siempre en ver lo que ocurre una vez que baja el telón. Asimismo, también capta a quienes buscan analizar los pormenores de la concepción de una obra de teatro. Los diálogos entre el director y sus actores/actrices en ese vínculo único y personal en que vale (casi) todo en pos de llevar adelante lo planificado y ensayado.  

Las actuaciones son acordes a los pergaminos de sus protagonistas. Osmar Nuñez vuelve a demostrar por enésima vez su talento y versatilidad. Sus diálogos con una sólida Silvina Sabater (brilla en «Late el corazón de un perro«) son el cruce de espadas en duelos de existencias pasadas, sin que haya un ganador absoluto. ¿Acaso debería haberlo? Vanesa González pone su carisma y ángel para que su Anna navegue entre sus ambiciones y su inexperiencia, aunque, haya hecho bastante en pos de sus deseos.

Quizás el clima costumbrista con el que cuenta la puesta le haya quitado oscuridad y vigor, pero, por otra parte, la acerca más a estos tiempos. Justamente, cuando los personajes se encuentran más próximos en sus intercambios, se crea un hermetismo que brinda una potencia mayor a cuando se abre el espacio, por demás iluminado.

Con texto y actuaciones exactas, “Después del ensayo” va y viene entre el escenario y la cotidianeidad. El quehacer teatral se conjuga con la curiosidad de quienes miran con intriga lo que ocurre delante y detrás del telón. La vida misma con sus anhelos, éxitos y frustraciones.

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