Si un amigo recibe a otro en su casa porque lo echó “la Raquelita” y aquél se gana la vida cuidando a un anciano, estamos frente a un cuadro de situación bastante rico para presenciar. Más aún porque se aprecian momentos muy familiares o comunes en la vida de todos, por lo que se logra una empatía (o complicidad) inmediata.
La búsqueda de salidas frente a una vida que no se portó del todo bien y la comicidad que deviene de los enredos en las situaciones hacen que la puesta sea entretenida y llevadera. Con una escenografía básica, las actuaciones son convincentes, basándose en la sapiencia de Mazarello y Cedrón. Párrafo aparte para Max Berliner que sigue manteniéndose activo y con calidad.
“Dias eternos” es delirante y al mismo tiempo, tierna pero no pierde de vista algunas actitudes que, porque sean comunes, impliquen su exoneración.