Dinamo (Teatro)

Crónica de una implosión de almas

Dramaturgia y dirección: Melisa Hermida, Lautaro Perotti y Claudio Tolcachir. Con Marta Lubos, Daniela Pal y Paula Ransenberg. Músicos: Joaquín Segade. Vestuario: Pepe Uría. Escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez. Iluminación: Ricardo Sica. Fotografía: Sebastián Arpesella. Asistencia de iluminación: Lucia Feijoó. Asesoramiento En Efectos Especiales: Federico Ransenberg. Asesoramiento en sonido: José Binetti. Asistencia de vestuario: Camila Castro. Asistencia de dirección: María Garcia De Oteyza. Producción: Teatro Timbre4, Maxime Seugé, Jonathan Zak.

Timbre 4. México 3556. Viernes y Sábado, 21 y 23 hs

Una casa rodante con tres seres que viven o la transitan de diversas maneras. Diferentes personalidades y vidas contenidas en un espacio tan relevante como significativo. Tres mujeres en estado puro, en diferentes momentos de la vida. Ada, una artista de los años 70, Marisa, su sobrina desconocida, devenida tenista y una refugiada que escapa todo el tiempo. Lo que parece tan simple, esconde una puesta de climas y emociones de variada índole. Pero a no confundirse, es extremadamente rica en matices y en la concepción de sentido que produce la obra.

Cada momento tiene su riqueza. Un gesto, una palabra o un silencio. Todo conforma una puesta poética de fuerte sentido en el que las historias se entremezclan sutilmente. La perdida de una hija, la huída de padres insoportables o la búsqueda de un hogar juegan una partida en la que todo conforma un patchwork de poesía y realidad. Por eso, cada palabra debe contar con precisión quirúrgica para no arruinar una pintura única e irrepetible. El texto sugiere, no relata. Brinda algunas pinceladas y detalles, sin caer en una narración lineal. Será allí donde cada espectador llenará de contenido aquello que se sugiere y se esboza de acuerdo a su propia interpretación. Los sentidos atentos con el nervio aguzado para captar cada detalle que salga del escenario.

La puesta cuenta con diversos puntos a destacar. Primero que nada, la escenografía. Grande pero no majestuosa, esa casa rodante partida al medio que se ubica en el medio del escenario de Timbre 4 es fantástica. Exacta en su concepción, permite acercarnos a la intimidad de los acontecimientos. Su diseño es genial, con una escala que permite el buen desenvolvimiento de las actrices a la vez que se aprecia la sordidez y el poco espacio que busca dar la obra de dicho recinto. Ubicada en el medio de la sala, la utilización del espacio es rica y no queda rincón sin utilizar.

Por otra parte, la música es fundamental en la creación de climas que atravesarán la puesta. Un sonido, un riff, una melodía. Todo forma parte del diseño sonoro que es la base sobre la cual trabaja el trío de actrices. Ellas son Marta Lubos, Daniela Pal y Paula Ransenberg. Lubos es una Ada visceral, mujer protopunk de armas tomar que se quiebra en silencio. Cuerpo y alma puesta al servicio de un personaje único. Cada gesto, mirada o palabra es exacta. En cambio, Pal es Marisa, una tenista que no parece tal. En ella, la comicidad y el espanto aparecen en partes iguales. Para el final, Ransenberg se reinventa con una refugiada de idioma eslavo (¿ruso? ¿inventado?) que entra y sale de la casa. Un fantasma que huye y también busca. Podrá ser refugio, paz, amor o nada de esto.Toda huida implica una búsqueda. ¿O si?

El trío Hermida-Perotti-Tolcachir pergeñó una puesta en la que se apela a un espectador atento, sensible, con el marcado deseo de transitar por otros caminos. Sobre todo quienes concurrieron atraídos por el nombre de Claudio Tolcachir que, sabiamente, se desmarca de si mismo para poner por delante su espíritu creativo.

Poética y onírica, “Dinamo” abre un mundo de sensaciones que permite crear universos propios de la mano de una  puesta de calidad.

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