La estructura de la obra mantiene cierta similitud. No obstante, unos cuantos años más tarde, el efecto es similar. Daniel Zaballa lleva la voz “relatante” de un vendedor de medias que sueña con ser un gran concertista de piano mientras viaja en tren. Por su parte, Mimí Rodríguez y Gustavo Oliver van creando todos los personajes con los cuales el narrador se irá encontrando en su viaje fantástico con forma de teclas. Asi, aparecerán tiernos títeres que brindarán un aura de “cuento como los de antes”. Los mismos están bien manejados por Rodriguez y Oliver quienes con gracia y exactitud, interactúan con Zaballa encarnando diversos personajes.
La iluminación y la escenografía son fundamentales para la creación de ese mundo donde los sueños pueden hacerse realidad aunque, en algunos casos, el precio sea un tanto excesivo. La puesta cuenta con la dirección de Lorenzo Quinteros que corrigió todo tipo de exceso que se pudiera suscitar.
“El cielo de otros lugares” es amena y querible, transportándonos a esa etapa donde todo estaba bien y la única preocupación era con que podíamos acompañar la chocolatada. Lo cual hoy, con treinta y ocho años, no ha dejado de ser una oferta más que suculenta.