Seis actores, nacidos en los 70 y principios de los 80, cuentan la historia de sus padres y la relación que tuvieron con ellos. La fecha es un dato a considerar ya que el contexto es inseparable de aquello que se quiere mostrar. No hay una intención documental en tanto una visión pedagógica sino relatar hechos y situaciones. Cada relato será encarado de manera lúdica y amena sin que esto implique una banalización de los mismos. Las historias son fuertes (sobre todo las de Carla Crespo y Vanina Falco) y el deseo de reivindicación y justicia es tan palpable como razonable . Las actuaciones son ajustadas en todos sus aspectos. No se apela al golpe bajo. La escenografía, plástica y versátil cambia a través de la puesta, siempre para acompañar a las palabras y conceptos vertidos en el escenario.
El video está muy bien utilizado ya que no desvía la atención ni otorga esa frialdad tan cara a la tecnología moderna. Las alegorías y metáforas apelan a una historia que no se ha cerrado y que se mantiene viva al día de hoy, con un país que pide por una “seguridad” egoísta, que solo reconoce sus propios intereses. Porque hay una sociedad que es democrática en tanto y en cuanto se satisfagan sus caprichos de clase y si no se hace, se intenta desestabilizarla –medios por delante-.
«Mi vida después» es una puesta que abre la puerta a la reflexión, con calidad y argumentos que dan pie a un debate serio respecto al pasado cercano de nuestro país.