Ficción y realidad
Dramaturgia y dirección: Nelson Valente. Con Soledad Bautista, Gabriel Beck, Ricardo Larrama, Julián Paz Figueira, José Pablo Suárez y Lide Uranga. Fotografía y Asistencia de dirección: Mariana Fossati.
Teatro El Picadero. Pasaje Discepolo 1857. Domingo, 18 hs.
La palabra locura viene del latín “delirare”, de lira ire, que significaba originalmente en la agricultura «desviado del surco recto», que, traducido a la cotidianeidad sería una desviación de la norma.
El problema es cuando la norma ya viene torcida y se reproduce a través del tiempo. Al principio, se pensará que la puesta es “otra de familias disfuncionales”. Si, puede ser pero después de los primeros minutos, cambia radicalmente la perspectiva. La familia está compuesta por un padre, una madre y una hermana la hacen cercana a una audiencia. ¿Quien no conoce a un padre de familia que no le da bola a nadie y sea un tanto malhumorado? ¿Una madre un poco chapada a la antigua pero con algunos destellos -mínimos- de brillantez? ¿Nadie conoce a una amiga/hermana/cuñada que le interesa un tipo -que es un terrible hijo de puta- solo por status y plata? Porque la “gracia” está en reírse de ese otro a través del cual uno hace una gambeta corta, tomando es la salida fácil que propone el teatro, ¿no?
En este caso, se aprecia la intención de ocultar a aquél que no va con las normas imperantes de la sociedad. El loco es el que no está dentro de la “normalidad”, quien no respeta las normas de educación. A partir de esta situación, se oculta a quien, desde sus «limitaciones», pone en tela de juicio la violencia y la repetición de modelos opresivos, pero todo en el marco de una puesta austera, que se asienta en un texto excelente y actuaciones brillantes.
Julián Paz Figueira compone un personaje sublime porque lo ubica en un lugar de credibilidad plena, sin caer en excesos ni caricaturizaciones. De esta manera se pasará de la sonrisa -e incluso la risa- a un estado de realismo shockeante. Porque lo que se ve en las tablas es una situación muy común y vivida por todos los presentes, con la diferencia que pone frente a las narices el desafío de qué hacer frente a lo vivido.
Esta puesta se vive y se sufre, pero no desde el drama lacrimógeno y efectivista de palabras y situaciones bien ubicadas. Por el contrario, el texto inquiere al espectador de la misma manera que Malone a Eliot Ness en su lecho de muerte, «¿Y ahora, qué vas a hacer?».
Esa es la pregunta que uno recibe y no sabe como responderla porque se actúa o se es cómplice de situaciones como las vividas. Siempre bajo el yugo de las buenas costumbres y la educación.
Con un ritmo que va en un in crescendoconstante y continuo, la puesta toma por asalto a los sentidos. La escenografía, sencilla y exacta, ubica a los protagonistas en un cuadrilatero en forma de living y cocina donde se dirimirán las posturas antagónicas. La imposibilidad de ocultarlas debajo de la alfombra, también pone sobre el tapete la cuestión identitaria de los individuos que resisten («aguantan») como pueden una vorágine de violencia con tal de no modificar el statu quo.
La excelencia del elenco está probada desde los más mínimos detalles, con composiciones exactas y que ponen a la realidad enfrente a las narices de un público pasmado.
«El loco y la camisa» es una puesta imperdible para reflexionar y preguntarse sobre la posibilidad que algunas situaciones sean posibles. Sin lugar a dudas, una de las puestas del 2012, para ver más de una vez, recomendar, analizar, disfrutar, discutir y….accionar.