El Padre (Teatro)


La otra cara de la moneda

Autoría: Florian Zeller. Versión: Federico González Del Pino y Fernando Masllorens. Con Pepe Soriano, Carola Reyna, Fabián Arenillas, Marina Bellati, Gabo Correa y Magela Zanotta. Diseño de vestuario: Laura Singh. Diseño de escenografía: Tito Egurza. Diseño de luces: Eli Sirlin. Diseño sonoro: Jerónimo Pujal. Asistencia general: Marcia Rivas y Julia Rosado. Asistencia de dirección: Miguel Kot. Producción ejecutiva: Belen Romano. Productor comercial: Hernán Zeballos. Productor asociado: Carlos Rottemberg y Tomás Rottemberg. Producción general: Eloisa Canton y Bruno Pedemonti. Dirección de Producción: Eloisa Canton. Dirección: Daniel Veronese.

Multiteatro. Corrientes 1283. Miércoles a sábado, 20 hs; domingo, 19 hs.

El paso del tiempo y una batalla perdida de antemano pero, ¿Quién no lucha día a día por eso que se llama “calidad de vida”? El vivir bien y tener un buen pasar a pesar de las contingencias que se viven cotidianamente.

En el caso de «El Padre», Andrés, un ingeniero de 80 años de gran vitalidad y carácter, debe afrontar el paso del tiempo –en forma de Alzheimer- el que empezará a erosionar su salud.  Igualmente, la riqueza de la puesta se extiende hacia todas direcciones. 
En primer lugar, la dramaturgia inteligente de Florian Zeller cambia el foco que se tiene frente a una situación como la que se muestra. En este caso, no se pone el prisma en quien ve la enfermedad de desde afuera sino desde quien la padece. Esta idea es un bálsamo de realidad y toma de conciencia con respecto a la relación que se establece con nuestros adultos mayores al tiempo que llama a la reflexión sobre el comportamiento ante un momento como el narrado. El texto esboza interrogantes de diversa índole -amén del paso del tiempo y el tratamiento de una enfermedad degenerativa como el Mal de Alzheimer- como la relación entre los padres e hijos, su influencia en la pareja e inclusive esa dicotomía de adoptar una decisión determinada en detrimento de otra, con una fuerte incidencia en el contexto en el que se vive. Al respecto, es increíble como se aplica en estos caso el axioma “de buenas intenciones está lleno el camino al infierno”. Porque la hija quiere lo mejor para su padre hasta que surge el gran interrogante “su vida o la mia”. Situación por demás delicada en la que cualquier opinión o juicio de valor será atravesada por la culpa judeocristiana de nuestra sociedad.

Todo este tipo de situaciones se reflejan con seriedad y fuerza sin caer en golpes bajos ni en moralinas vacías.
La escenografía será fundamental en la dramaturgia al mimetizarse con Andrés. Plasmará su confusión frente a los cambios que se suceden, siempre con sutileza pero de manera concisa y clara. De esta manera, el público lo experimentará en carne propia, como si fuera una cámara subjetiva en cine. Ve lo mismo que Andrés. Pero no busca conmover desde la pena sino desde la comprensión del que padece la enfermedad. Además, se ve sin ningún tipo de anestesia como afecta la vida de su hija Ana en su relación con Pedro, su marido y Laura, la persona que lo cuida.

Por otra parte se pone la lupa un poco en lo que terminan siendo los hogares de ancianos.

Las actuaciones son precisas en lo que se requiere pero será Pepe Soriano el que llevará la obra con excelencia. Su Andrés tocará todas las fibras de quienes presencien lo ocurrido sobre tablas porque apelará a momentos que todos y todas hemos vivido en relación con nuestros adultos mayores, más allá del padecimiento en sí que plantea la puesta. Carola Reyna está exacta como Ana, quien interactúa todo el tiempo con Andrés, creando momentos conmovedores.

Hacia rato largo que la calle Corrientes no presentaba una puesta de estas características. Pareciera que, al día de hoy, el único teatro valedero y/o convocante, es la comedia que brinda una sonrisa al bajar el telón, por más que su temática sea por demás dramática y seria. Si hay que cambiar la dramaturgia, no empacho en realizarlo. Total, lo que importa es sonreir…Por suerte, “El Padre” rompe con este axioma con una puesta imperdible en todo el sentido de la palabra.

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