Fabula marginal
Dramaturgia y dirección: Helena Nesis. Con Jennifer Dondi, Silvio Parapugna, Belen Sosa y Emilio Vittor. Peinados y Maquillaje: Paula Varela. Diseño de vestuario: Cecilia Zuvialde. Diseño de escenografía y de luces: Magali Acha. Música original y operación de sonido: Matías Villarruel. Operación de luces: Ana Siniego. Asistencia de dirección: Paula Varela.
El Espión. Sarandí 766. Viernes, 21.30 hs.
Jóvenes marginados viviendo al margen de todo. De sus familias, de la sociedad, de sus propios sueños y deseos. El lado B de la prosperidad económica de cierta clase media venida a menos. En este caso, los chicos no son pobres de origen sino que es un grupo de chicos que se conocen desde la escuela secundaria que, por esas cosas de la vida, caen en una miseria que no les correspondería.Pobreza, marginalidad y el corrimiento de los límites del deber/querer ser se mezclan en una puesta bien hecha, con una escenografía que enmarca con corrección el lugar donde se desarrollan los hechos. Se plantea la dicotomía de mantenerse en esta postura de miseria extrema o intentar alguna salida aunque esta implique trabajar, tal el caso de Lili o Nico. Las actuaciones son acertadas en el dibujo de las características de los protagonistas aunque los personajes femeninos están un paso más adelante. Tanto Belén Sosa (la aún esperanzada Lili) como Jennifer Dondi (una visceral Mili…¡qué!), como esas amigas-enemigas que son compañeras y antagónicas frente a todos los órdenes de la vida, bancan con su presencia el devenir de la puesta.
En el debe, se puede hacer mención al uso de multimedia que no aporta mucho a la puesta. Su presencia o ausencia no es relevante al respecto asi como la finalización de cada escena con una “foto” del momento. Esto corta con el ritmo que venía desarrollando la obra para frenarlo para congelar esa imagen. El final es una metáfora que resultaría más efectiva si el devenir del texto hubiese sido en esa dirección y no con el realismo que tiene la obra.
“Estampas del reflejo absurdo” se deja ver para apreciar, como voyeur, la caída en desgracia de aquellos que no estaban preparados para un futuro para el que no estaban preparados pero que, paradójicamente, ellos ayudaron a construirse.